· Capítulo trece ·

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Estaba en una colina, un campo de flores silvestres color violeta. Los rayos del sol apuntaban a mi rostro y quemaban mi piel paliducha. Ethan Dalaras estaba junto a mí, sentado mirando hacia el horizonte. Su cabello revoloteaba libremente, chocando de vez en cuando con sus ojos, provocándole esa sonrisa encantadora que siempre me mataba. Sus ojazos verdes eran una simple maravilla que irradiaban hermosura. La hermosura más magnífica de la historia.

Sería un sueño que debería escribir en un diario, con cada detalle de los parlamentos y movimientos de Ethan... Claro, si hubiese sido verdad.

Me habría fascinado soñar algo tan escénicamente crepuscular, como Edward Cullen viendo a Bella Swan. Estuve con insomnio toda la bendita noche.

Sí, un chico con unos simples mensajes puede causarte el insomnio.

Vi las dos últimas películas de Crepúsculo y comencé a releer el libro número uno, todo esto mientras Kristen roncaba como león a mi lado. Tuve que cuidar no despertarla, ya está demasiado irritable. Dios, qué menudo carácter de antipatía tiene esta mujer de vez en cuando.

Sentí a Luz a las 6:00 am en punto, levantándose animosamente, como era de costumbre. Deambulé por mi casa, memoricé su arquitectura por millonésima vez y luego volví a acostarme.

Sabía que hoy en el instituto tendría unos ojos de amargura mezclada con un rostro de mil metros con faceta de zombi, pero es algo que no se puede evitar. A penas me harté de estar acostada, fui a bañarme con música en mi parlante del baño.

Como siempre, debía estrenar las primeras gotas de agua con "Heaven" de Bryan Adams. Mi padre siempre ha dicho que le debo mi romanticismo a las letras de este hombre. ¡Pero cómo no amarlas! Es fácil identificarse con muchas de ellas, sobre todo para los que ya han vivido más tiempo o están profundamente enamorados.

«Oh, he estado pensando en los años de nuestra juventud, solo éramos tú y yo. Jóvenes, desenfrenados y libres»

Perfecto para el primer amor.

«Cariño, eres todo lo que quiero. Cuando estás sobre mis brazos, me es difícil creer que estamos en el cielo. Amor es todo lo que necesito y lo encontraré allí, en tu corazón. Ya no es tan difícil ver que estamos en el cielo»

¿Quién no mataría por alguien que te viera de esa forma? Alguien que te diga; me llevas al cielo en pocos segundos.

El dueño de mi insomnio era Ethan. Algo estúpido de pensar, pero mis hormonas no pueden evitar descontrolarse. En un abrir y cerrar de ojos, Ethan había comenzado a hablarme por mensaje, había bailado con él y además tenía un sobrenombre, que ni siquiera me gustaba.
¿Quién le dice "princesa" a la primera chica que ve?

No entiendo a este tipo.

Bajé al comedor para buscar algo de desayunar y llevárselo a Kristen. Supongo que tendré que confesar ante todos mis amigos lo que está pasando. ¿Me da miedo su reacción? ¡Estoy aterrada!, ¡es mucho más que eso! Lo que me animaba era saber que tendría que hacerlo yo antes que Kristen. Como pude ver ayer, no guarda secretos con muchas personas.

Cuando estuvimos listas, nos fuimos con Francis al instituto. La camioneta aún olía a gas pimienta y Kristen seguía con los ojos un poco irritados. Francisco estaba mudo y conducía con más seriedad de la normal, mirando por el espejo retrovisor a Kristen cada minuto que podía apartar la vista.

Llegamos al instituto y al fin sentí cómo todo se relajaba y volvía a la normalidad. Solté una gran bocanada de aire y me dirigí al interior del instituto.

Allí estaba Ryan, junto a su hermana, Mark y Jackson. Dudé un segundo si pasar por su lado. Si me seguía con la mirada probablemente perdería el control de mis piernas y caería de boca al piso por los nervios.

—¿Te quedarás aquí? —preguntó Kristen a mi lado esperando a que le siguiera el paso. Negué con la cabeza y una suave sonrisa y seguí mi camino. Pasé junto a ese grupo. Ninguno prestó atención, excepto por Ryan. Volteó hacia mí, conectando sus ojos con los míos, siguiendo cada paso que daba hasta que su cuello no pudo girar más y volvió a su grupo. ¿Qué pretendía?—. ¡Ey! —Kristen golpeó la puerta de su casillero con su mano mirándome molesta.

—¿Qué?

—No escuchaste ni una parte de lo que te dije, ¿no es cierto?

—Lo siento, Kris. Estoy cansada, eso es todo.

—Pues ya despierta, niña. Te decía que no pienso acercarme a Daniel este día.

—¿Qué? ¿Por qué no?

—Tampoco escuchaste esa parte. —Volcó los ojos y apoyó su espalda contra el casillero—. Hay algo raro en él, algo me oculta. Y lo he descubierto varias veces hablando con otras chicas, haciéndoles ojitos y cosas...

—Ay, Kristen, no seas dramática. Tú siempre crees que Daniel te engañará con alguien. Ten más confianza en ti.

—"Tin mis confianzi in ti".

—¿Ahora tienes cinco años?

—Jane, yo tengo confianza en mí, al contrario de otras... —¿De otras?

—¿De otras quiénes?

—Nada, olvídalo. —Ajá—. Solo te estoy avisando que él trama algo y si piensa que estará a dos bandos, está muy equivocado.

—Kris, a Dan jamás se le ocurriría jugar a dos bandos con nadie.

—Ya lo ha hecho, Jane.

—¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Con quién?

—No importa, ¿sí? Nuestro aniversario número cuatro se acerca y espero que no haya cometido ninguna estupidez para entonces.

—Opino lo mismo de ti. —Le apunté con el dedo y me alejé hasta mi casillero. Ryan estaba junto a él, sacando sus libros y una chaqueta del equipo. ¿Cuántas chaquetas tiene este hombre?

Abrí el mío cuidando que mi vista no se cruzara con la suya, sería algo completamente incómodo. Sobre todo después de presentarse ayer en la noche en mi casa, cuando ni siquiera le había dado mi dirección, solamente para que... Nada.

—¡Jane! —Se acercó Daniel de repente haciendo que diera un ligero salto del susto—. ¿Has visto a Kris? Estaba pensando en qué podía regalarle para pasado mañana y quería extraerle información.

—¿Quieres que ella te diga si comprarle ese regalo o no?

—Sí, algo así. ¿Por?

—Dan, los regalos se suponen que son sorpresa, esa es la gracia.

—Sí, pero después de que su "señorita Dolores" salió a la luz no me quiero arriesgar.

—Estará bien, Dan. Tú tranquilo. Si crees que eso le gustará, entonces elígelo. No pienses demasiado.

—Gracias, Janey. Eres la mejor.

—De nada, pero me vuelves a decir "Janey" y te dejo sin hijos. —Cerré mi casillero con fuerza, mostrando mi enojo, haciendo que él sonriera repleto de miedo y nervios.

—Necesito testosterona en mi vida.

—Corre por ella, amigo. —golpeé su hombro haciendo que se marchara.

Pasé a la cafetería de la escuela. Algunos escribían en sus computadoras, otros leían en iPad o libros y no podían faltar los que solo estaban ahí perdiendo clase. Me senté en una mesa al costado de la ventana. Saqué mi libro de siempre y comencé a leerlo.

«Necesito café».

Fue la primera llamada de mi cerebro. No podía despertar, me estaba durmiendo hasta con leer.

— Tal vez viendo algo se me quitará —dije evitando la cafeína.

No pasó. Mi cara se caía en sueño. Debo dormir más y dejar de pensar en estupideces.

La chica que atendía vendiendo colaciones me hizo señas para que me acercara.

«Qué vergüenza, Janabeth. Hasta los demás te encuentran media muerta».

—Toma, esto es para ti. —Me entregó un café en un vaso de cartón

—Oh, muchas gracias, pero no puedo...

—Alguien lo dejó para ti hace un minuto, me pidió que te lo entregara.

¿Qué alguien qué?

Con extrañeza tomé el vaso y dejé pasar a la siguiente persona. Sentí algo líquido manchar la yema de mis dedos. Dejé el vaso sobre la mesa y lo giré para notar de dónde salía el líquido.

Había una inscripción en el cartón blanco, el cual tenía la pequeña mancha de mi yema sobre la primera letra.

"A este café le hace falta una sonrisa tierna y una mirada dulce del otro lado de la mesa".

—E.

PD: Espero tu mensaje de agradecimiento por tu café favorito.

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