· Capítulo veintiséis ·

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¿Qué se supone que debo hacer ahora? ¿En dónde nos deja esto? No soy buena para esto. ¿Tenemos un título? ¿Deberíamos? Agh, yo sola me confundo.

Ethan no apareció por el resto del día, este hombre tiene esa facilidad de desaparecer y aparecer cuando se le da la gana.

¿Debería invitarlo a salir?

¿Qué hago ahora?

Debería existir una manual para principiantes. A muchos les haría bien, incluyéndome.

Alisté mis cosas para irme a casa, con este embrollo en la cabeza. Me quedé una hora más para avanzar en el proyecto de artes plásticas y solo por hoy se suspendieron las últimas dos clases por eventos deportivos. Así que, en teoría, vagué por el terreno del instituto el día entero... Pensando.

Me dirigí hacia la salida del instituto para llamar a Francis, hasta que la figura de Ethan reparando su auto me detuvo. Apagué el teléfono y me acerqué con el fin de... ¿Con qué fin?

—¿Problemas con el auto? —dije tomándolo por sorpresa. Ethan asomó su cabeza sobre su hombro regalándome una sonrisa

—El motor —dijo examinándolo—. Aquí hay algo... a-atora... —Con fuerza arrancó un sostén blanco rallado con plumón rojo, por una extraña razón reconocí el bordado—. ¿Pero qué...? —Revisa a su alrededor para encontrar a un culpable, pero estaba vacío. Le arrebaté la prenda para revisarlo...

El bonito y la mojigata.

¿Mojigata?

El bordado se parecía a los míos, por lo que revisé la talla e intuí que era mía. En una fracción de segundo recordé las palabras de Evelyn, «Kristen es una víbora y nos comerá a todos». El desespero me atacó y corrí al interior del instituto, en dirección a mi casillero. Pasé por muchos pasillos, mi sector era bastante alejado, junto al baño.

Cuando llegué, todo era un desastre. Mi casillero, el de Daniel y Andrea estaban destrozados, con prendas rasgadas por todos lados. Mi bolso deportivo estaba colgado de una lámpara en el techo. De mis pertenencias quedaban muy pocas, algunos cuadernos regados por el suelo, otros metidos en la basura, mi ejemplar de "Corona de espinas rotas" completamente destrozados y además uno de mis libros favoritos, "Orgullo y Prejuicio", un poco más lejos. En la tapa dura y verdosa pastel, noté el mismo plumón rojo con las siguientes palabras:

"A las perras traicioneras se les castiga por mala conducta. —K".

Esa maldita hija de... Ni siquiera podía insultar en este momento. Quería llorar de impotencia.

¿Cómo Kristen puede caer tan bajo? Abracé el libro dejando que una lágrima rodara por mis mejillas. Esto es maldad innecesaria y no puedo entender cómo años de amistad han sido desperdiciados así.

Sentí los pasos de Ethan a mi espalda, posando su mano sobre mi hombro

—Pero qué... —dijo completamente anonadado—. ¿Quién fue? —Su mandíbula se tensó mientras revisaba todas las páginas rotas.

En algunas hojas, había insultos escritos, fotografías de Kristen rotas y nada más que desorden.

—Fue Kristen... —comenté enseñándole el libro.

—Sea quién sea, le romperé la nariz a puños. —Apartó mi cabello hacia el otro lado, dejando caer sus dedos entre mi hombro y clavícula—. Debemos avisarle a alguien, vamos con la directora... Debe estar aquí todavía, si tenemos suerte. —Asentí.

Estaba completamente impactada. Los malos recuerdos volvían a mí, cuando tenía insultos escritos en el baño con mi nombre destacado en marcadores de diferentes colores. Valeria y Emma reían a carcajadas a un lado del baño, al verme solo rodaban los ojos ignorándome por completo.

—¿Jane? ¿Qué pasó aquí? —La voz de Andrea me sorprendió, haciendo que levantara la vista de un salto—. ¡Ese es mi casillero! —Corrió quedando completamente anonadada al ver sus cosas destrozadas. Con horror analizó el grafiti en la puerta de su casillero: "La perra n.º 1"—. ¡Hasta aquí! ¡Kristen me va a escuchar y las pagará caro! —Con rabia arrojó las cosas que recogió y salió por la puerta principal, haciendo que ambas puertas se estrellaran en el tope.

—Lo siento, Jane... —Ethan volvió trotando desde la dirección—. Bellrose estará fuera por unos días. Tuvo que ir a París por esto de la beca, no la tendremos en mínimo una semana —sus palabras me causaron desaliento y frustración, no sentía nada más que mucha melancolía—. No te preocupes, Kristen desde ahora será un cero a la izquierda y no volverá a molestarte, te lo prometo. —Dio un corto beso en mi cabeza y salió haciendo una llamada con su teléfono.

Después de varios minutos limpiando el desastre, logré recopilar lo poco que sobrevivió. Ethan colgó la llamada y volvió hacia mí con ambas manos empuñadas y el rostro completamente serio

—¿Pudiste rescatar algo?

—Sí, muy poco, pero al menos son cosas importantes.

—Bien. —Me arrebató mi bolso de las manos y la colgó en su hombro ofreciéndome su mano—. Vámonos de aquí.

El silencio inundó nuestro camino, yo frotaba mi sien intentando lidiar con el dolor de cabeza, mientras que Ethan dirigía su mirada cada cinco segundos hacia mí, chequeando si movía alguna parte de mi cuerpo o hablaba, pero no me apetecía ninguna de las dos opciones.

Indeciso, conectó su teléfono al estéreo y su playlist comenzó a sonar. Lo miré de reojo, dejando en claro que la música no me animaría en lo absoluto. Relamió sus labios y cambió a una canción que era imposible no cantar, pero mi orgullo parecía ser más grande, así que no hice caso a la música.

Comenzó a marcar el ritmo de la música con las palmas en el manubrio, hasta que comenzó el coro de la canción y Ethan comenzó a cantar a todo pulmón.

I love you baby, and if it's quite all right, I need you baby, trust me when I say; oh pretty baby —Logró sacarme una sonrisa. Me hacía gracia su voz chillona que al parecer superaba la mía—. Ya viene...

Let me love you-u-uh, you're just too good to be true, I can't take my eyes off you —canté haciendo que pareciera satisfecho. Dibujó una gran sonrisa mientras conducía con solo una mano. Las venas se le marcaban sin el mínimo esfuerzo, sus bíceps tonificados resaltaban y su enorme mano abarcaba un cuarto del manubrio. Relamió sus labios y con lentitud movió la mano desde el cambio hasta mi muslo, dejándome helada.

Esta pose hace que se vea aún más sexi de lo que es, ¿por qué? Ni idea, es simplemente lo más ardiente que he visto en mi vida. La calidez de su mano hizo que me sonrojara rápidamente. Desvié mi mirada hacia el paisaje apoyando mi boca en mi puño.

Llegamos a Weeks Hill, lo cual me desanimó un poco, no quería estar sola. De repente, con un movimiento inesperado, pasó la entrada y siguió recto.

—Te pasaste, era más atrás

—Lo sé —sonrió pícaramente y subió el volumen del estéreo.

Llegamos a su casa y me abrió la puerta del auto. ¿Por qué su casa?

—¿Y qué hago aquí?

—¿Preferías pasar sola el resto de la tarde? —sonreí moviendo la cabeza—. Eso pensé

Apenas entré en esa hermosa casa, la recordé enseguida. Repasé a Ethan con ese traje entallado, perfectamente ordenado. Estaba elegante con su perfume exquisito que invadió mis sentidos al estar tan cercana a él. Sin darme cuenta, mis manos temblaban y el corazón me bombeaba como si no hubiese un mañana

—Preparemos algo —dijo guiándome a la cocina. De la alacena sacó azúcar, mantequilla y un paquete de palomitas para preparar, cogió un delantal rosa y se lo colocó.

Comenzó a cocinar las palomitas mientras yo me sentía inútil tan solo mirándolo. Mis ojos no se despegaban de él e intenté bajar el rubor de mis mejillas analizando cada rincón de su cocina

—Jane...

—¿Mhm?

—¿Te sientes mejor? —Subió su mirada con el rostro completamente serio—. Estás muy pensativa.

—Sí, no es nada... —Esbocé una sonrisa intentando convencerlo.

—¿Sabes un talento innato que he visto en ti?

—¿Cuál?

—No sabes mentir.

—¿Qué?

—No sabes mentir, no puedes. —Soltó un suspiro tomando más palomitas—. Mientras me decías que estabas bien, apretaste tus labios y tensaste los dedos de las manos.

—No es verdad... —dije intentando ser consciente de si lo hacía o no.

—Y... ahí está otra vez. —Solté mis labios y bajé a mirar mis dedos. «Completamente tensos», bajé las manos del mesón con la cabeza gacha.

—Lo siento... —dije en voz baja.

—No te disculpes. —Frunció el ceño—. Lo raro sería que estuvieras bien, pasaste un momento muy desagradable.

Asentí sonriente.

—Prueba de calidad —dije extendiendo mi mano hacia la fuente en donde estaba dejando las palomitas.

Tomó una, entrecerrando los ojos y la sopló dándomela en la boca.

—¿Pasaron la prueba?

—Definitivamente —expresé sonriente. Me levanté para ayudarlo a lavar los platos que había utilizado.

Al terminar giré sobre mis pies sin percatarme de la presencia de Ethan. Choqué contra su pecho quedando completamente petrificada. Tomó el paño de mis manos y se alejó para colgarlo en donde debía de ir. «Dios, sí que me pone nerviosa cuando se empeña»

—Ven, veamos una película —dice tranquilamente comiendo una palomita.

Ethan sirvió unos vasos con soda y hielo para después entregármelos. Lo seguí hasta su sala de cine con los vasos en mano, dentro había una televisión grande en el fondo y un sofá con forma de L enfrente.

—¿Qué tipo de películas te gustan?

—No veo muchas películas, solo series. Así que tienes el mando —dijo sentándose en el sofá entregándome el control remoto.

Busqué una que fuese de humor y que a la vez me encantara... «Creo que tengo la idea perfecta».

—¿Cómo perder a un hombre en 10 días? —encaró la ceja—. Es un tipo de señal o...

—No hables... —dije golpeando su hombro. Tiró un puñado de palomitas sobre mi cabeza, dejándome pegajosa, con miles de palomitas enredadas en mi cabello—. ¿Quieres morir? ¿Es eso?

Subió y bajó las cejas, retándome.

Me acerqué a su rostro, haciendo que se congelara. Parecía que lo iba a besar, pero con mi mano saqué uno de los hielos del vaso y lo metí por el cuello de su camiseta, haciendo que rodara por su espalda.

—¡AY, TRAMPOSA! —dijo intentando quitar el hielo de su espalda desesperadamente.

—Es fácil que caigas... —Sonreí pícaramente guiñándole un ojo.

Nos pasamos las dos horas riendo, él cuestionaba cada cosa que Ben hacía y veneraba todo lo que Andie se le ocurría.

—¿Qué tal? —pregunté cuando los créditos aparecieron

—Necesitaré más palomitas para una segunda ronda.

Asentí levantándome del sofá para estirar las piernas. En mi bolsillo, sonó mi teléfono.

Mamá:
¡Hola, hija! Nos vemos a las 20:00 pm. Te amo <3

¡Dios, lo olvidé otra vez!

—¿Debes irte? —dijo Ethan con una expresión divertida en el rostro.

—Sí... —respondí desanimada.

—Pues vamos, te llevo. —Asentí sonriente.

¿Es posible sentir tantas mariposas en tan poco tiempo sin que el estómago reviente?

Temo por mi resistencia. Ethan pone mis pelos de punta, logra que mi mente se quede en blanco y haga esas risitas chillonas insoportables y tontas. Él me vuelve boba.

Se detuvo un poco antes de llegar a la entrada. Bajó y caminó junto a mí hasta la entrada.

¿Cómo debo despedirme de él?

—¿Segura que estás bien?

—Sí, no te preocupes.

—No me digas eso, sabes que voy a preocuparme de igual forma. —Esbocé una sonrisa ladeada.

—Pero no es necesario, Ethan. Te juro que estoy mejor...

—Bien. —Se acercó a mí besándome la mejilla—. Nos vemos luego, ¿sí?

—Mmmm, debo pensarlo.

—¿Por qué? —Volteó a verme, divertido.

—Depende de si me dejarás escoger la próxima película o no.

—Podríamos ver una serie... —dijo subiendo y bajando los hombros.

—O una saga de películas.

—Sí, pero las series son geniales.

—Okay... okay... Serie será. —Asintió conforme y volvió a su auto. Entré por el jardín frontal hasta llegar a la puerta principal.

Si veríamos una serie después, eso significaría ver muchos capítulos juntos... ¿Quiere que nos veamos más?

Iba a poner la llave en el cerrojo, cuando la puerta se abrió.

—Oh, papá... Hola —dije algo asustada por su expresión, cerró los ojos con fuerza y miró hacia atrás, dejando ver a la visita que se estaba retirando... Kristen Anderson.

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