Capítulo 11 El Bastión Celeste (Eric y Lucía)

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El tronar de los arcabuces y los cañones orquestados (por los gritos desesperados de los soldados), retumbaban en los oídos de Eric causando que este abriera los ojos con extremada dificultad topándose con una criatura completamente negra con la boca medio derretida y dos enormes ojos blancos que lo miraban fijamente. Quería gritar, quería huir pero su cuerpo no le obedecía y el cansancio no tardó en vencerlo. Sus ojos comenzaron a cerrarse lentamente dejando esa horripilante imagen plasmada en su retina.

Eric abrió los ojos de par en par al notar algo excesivamente amargo en la boca, incorporándose con dificultad con la ayuda de su mano izquierda mientras con la derecha se refregaba la lengua, para en vano tratar de deshacerse de ese sabor que le quemaba hasta las entrañas. El extracto de diente de león que le habían obligado a beber y cuyo olor aún danzaba en la habitación le ayudó a despejarse completamente.

-Siento haberte dado eso,debe de estar asqueroso- le comentó una muchacha de cabello rosa y liso que estaba arrodillada en el otro extremo de la habitación mirando una enorme ciudad repleta de decenas de columnas de humo que brotaban de algunas casas y de cadáveres tanto humanos como de extrañas criaturas.

- ¿Eh?... ¿Dónde estoy?¿Qué ha pasado? Solo recuerdo a un bicho muy feo que me tragó y... Uhhh que sitio más bonito y yo pensando en comprarme una casa-El muchacho clavó sus ojos en la desconocida antes de acercarse a toda velocidad con una sonrisa en los labios y apoyar una mano en la cabeza de la chica.-¿A tí también te ha comido?- La muchacha abrió la boca para decir algo pero fue cortada por Eric- Bueno puedes estar tranquila, yo como cazador que soy he salido de sitios peores y... ¿pero cuanto come esta cosa?- exclamó fascinado asomándose por la ventana antes de sacudir la cabeza para centrarse- ¿Aunque estás segura de querer salir ?este lugar parece acogedor y puede que sea un buen hogar ¿qué me dices?

-Deja de ponernos en ridículo- le gritó Lucía antes de darle un librazo en la cabeza que causó que el chico se acariciara la sien dolorido- Y yo que creía que eras frío con todos y descubro que eres más caliente que un brasero

-No te enfades con él,ingerir él cabello de bruja aunque sea el de una usuaria da un subidón en el cuerpo- le explicó la muchacha girándose y clavando sus ojos esmeraldas en Lucía.

-Un momento ¿pelo de bruja?- tartamudeo Eric antes de sacar la cabeza por la ventana y meterse los dedos en la boca para vomitar- ¡¡No quiero morir tan joven!!- bramó con los ojos llorosos.

-Tranquilo, el cabello de los usuarios como yo no es venenoso psss quizás he hablado demasiado- murmuró nerviosa mientras retrocedía levemente para evitar un golpe o algo peor pero para su sorpresa Lucía le reveló que no tenía ningún problema con los usuarios de runas

-¿En serio?- le preguntó incrédulo recobrando la compostura.

-Claro, soy médico nunca haría algo que pudiera dañar a un paciente- confeso aliviada

-¡¡Querrás decir enfermera!!

La chica le lanzó una mirada iracunda mientras negaba con la cabeza antes de incorporarse y pedirles que se marcharan ya que había mucha gente que necesitaba de sus cuidados.

- Ella nos salva y tú la ofendes- Le recriminó Lucía bajando las escaleras.

-Y yo que sabía... me alegra que estés bien

La cazadora sonrió levemente antes de detenerse en el vestíbulo de la posada donde se encontraba una bifurcación. A la derecha se abría una taberna que hacía la función de acoger a los heridos y mutilados algunos bebían para controlar el dolor mientras otros se desahogaban ya fuera gritando o llorando.

En el extremo opuesto se abría una cocina rebosante de personas que corrían de un lado a otro llevando ingredientes para elaborar la comida de los convalecientes guerreros.

-¿Qué es este lugar?- le preguntó a su compañera con un hilo de pavor en la voz.

-Depende de a quien le preguntes, algunos te dirán que es el puto infierno mientras otros aseguran que es nuestro deber como patriotas, otros más neutrales lo llaman El Bastión Celeste.

-¿Y qué hacemos aquí?-le preguntó confuso

-Ni idea, los soldados que nos encontraron insisten en que caímos del cielo- le explicó encogiéndose de hombros mientras salía a las sucias calles repletas de cadáveres. Eric se quedó paralizado mirando fijamente los cuerpos sin vida de las aberraciones que eran pasto de los gusanos y las moscas. Su corazón se aceleraba y cientos de gritos y explosiones comenzaban a resonar en sus oídos causando que el chico temblara levemente mientras trataba de articular algunas palabras con los ojos vidriosos. - Eric, no pasará nada, ¿vale?- le aseguró Lucía colocándole una mano en la mejilla para obligarlo a mirarla antes de brindarle una sonrisa dulce y abrazarlo, provocando que el muchacho comenzara a sollozar levemente.

-De acuerdo- murmuró antes de separarse de la joven y secarse las lágrimas con la manga-El chico se la quedo mirando extrañado, no se había percatado deque Sophie no estaba con ella. - Una cosa ¿dónde has dejado a la mocosa?

-Ah, eso, ella... bueno será mejor que lo veas por ti mismo le indicó tomándolo de la mano y arrastrándolo tras de si por las calles repletas de ratas y cuervos que se daban un festín con los cadáveres ya fuese devorando sus ojos o arrancando pequeños trozos de sus costados. Durante su travesía se toparon con varios grupos de guardias que junto con los familiares de las víctimas trataban de trasportar los cuerpos a duras penas debido a los charcos de sangre y miembros cercenados que inundaban las calles sin contar a los pequeños roedores que en más de una ocasión surgían de la boca de las víctimas.

Tras varios minutos de caminata constante en ese infierno de dolor y sufrimiento la pareja se detuvo en el extremo oeste de una gigantesca plaza pudiendo vislumbrar desde ese punto la labor que desempeñaba. La joven bruja trataba de distraer de todo ese caos a los más pequeños que la miraban anonadados mientras realizaba trucos de magia como convertir la ceniza en pequeñas mariposas que pasaban aleteando junto a las cabezas de los infantes que extendían las manos para tratar de alcanzarlas.

-¡¡Puede que no sea un monstruo después de todo!!- susurró el muchacho sin apartar la mirada de la encomiable labor de Sophie.

-¡¡Ve a disculparte anda!!- le sugirió Lucía posando una mano en su hombro. Eric asintió antes de dirigirse hacia donde se encontraba la bruja con las manos en los bolsillos para finalmente detenerse frente a ella.La muchacha se lo quedo mirando perpleja mientras creaba un conejo de ceniza que comenzó a correr de un lado a otro de la plaza siendo perseguido entre la algarabía de los niños a la vez que se incorporaba y se cruzaba de brazos sin perder de vista a Eric.

-¿Ahora que toca decir,...que trato de comerme a los niños?- le preguntó arisca. El muchacho titubeó tratando de eludir la gélida mirada de la chica.

-Yo... lo siento, creo que he sido muy injusto contigo.

Sin embargo la visita de los tres estudiantes no había sido ni la mitad de impactante que la de cierto pajarito que se dirigió a la capital del condado ( Arroyo claro) horas atrás

- ¿Y no hay otro camino?- pregunto escéptica mientras se echaba levemente hacia delante para contemplar el mapa más de cerca. 

- Quien sabe son tierras extrañas repletas de bestias así que...- Le comento deslizando los dedos por el polvoriento pergamino causando que la cruz de plata que llevaba al cuello bailara levemente- Hay, lo que hay, señorita- explico efectuando una reverencia para despedir a la muchacha, que simplemente inclino la cabeza en señal de respeto, antes de gritarle a su ayudante que soltara los bollos. Nada más abrir la puerta un intenso murmullo inundo la habitación.

- Y con todos ustedes el acontecimiento estrella del día de hoy, que digo del día de hoy de la historia de nuestro querido condado, capturada expresamente para entretener a nuestro regidor en estas fechas tan señaladas- proclamó un hombre trajeado antes de hacer una reverencia a un individuo gordo, de aspecto desaliñado con una barba casposa y repleta de pequeñas pústulas. Aunque lo más llamativo era su enorme papada que estaba desparramada sobre su gorguera provocando que cayera levemente por el borde.

-¡¡Sí, sí bien bien!!-exclamó el conde aplaudiendo mientras pataleaba. El hombre realizó un último ademán con la mano dando paso a un guardia que sujetaba una cadena enlazado a un pesado collar de metal que aprisionaba la garganta de una niña de unos doce años de cabello azulado con leves brillos violetas en las puntas y ojos color miel que luchaba desesperadamente para librarse de sus ataduras. El guardia pegó un último tirón de la cadena causando que la muchacha cayera de boca a los pies del conde levantando un poco la cabeza dejando entrever su polvoriento rostro y sus vidriosos ojos.

- ¡¡Qué horror!!

-¿Qué pensaran hacerle a esa pobre criaturita?- Un intenso murmullo no tardo en apoderarse de la plaza. Alguna que otra voz se alzaba sobre el resto solo para lanzarle insultos y amenazas al hombre desconocido que le brindó una sonrisa al conde causando que este asestara un feroz golpe en el reposabrazos aplacando el alboroto.

-Gracias, su excelencia¿criaturita? Aquí donde la veis es una sucia bruja- dijo vociferando antes de tomar a la muchacha por el cabello y levantarla de un tirón.

- ¡¡A la hoguera con el monstruo!!

-¡¡Arránquenle los dientes uno a uno!!

- ¡¡Sométanla al tormento de las ratas!!- el murmullo fue sofocado una vez más por el conde.

- Como nuestro gobernante es conocido por su infinita misericordia ha decidido darle una oportunidad a esta aberración con el juicio de los abejorros-exclamó el hombre levantando un poco más a la chica hasta que estuvo a su misma altura. La joven se lo quedó mirando con una mueca de dolor en el rostro- Traigan los incensarios- ordenó soltando el cabello de la muchacha causando que se diera de bruces contra el suelo.

-¡¡Esto no puede acabar bien!!- comentó aproximándose a la barandilla de madera mientras se quitaba la capucha dejando a la vista un chico alto de cabellos castaños.

-¡¡Qué empiece el espectáculo!!- bramó el hombre antes de quitarle el collar a la muchacha y asestarle un puntapié en la espalda causando que cayera de boca y tuviera que incorporarse a toda velocidad para comenzar a correr.

-¡¡Ahora vuelvo!!- le informó su maestra saltando por encima de la barandilla. La chica se las arreglo para aterrizar entre la multitud sin pisar a nadie lo que llamo la atención de algún que otro ricachón que tras examinarla de arriba a bajo decidieron volver al espectáculo

-¡¡Qué comience el juicio!!- gritó lleno de gozo mientras apuntaba con su índice a la muchacha causando que los soldados mecieran los incensarios llenando el aire de pequeñas lineas de humo blanco que salieron dispararas hacia ella levantando el suelo a su paso.

-¿Cómo?- masculló aterrada antes de que las finas lineas se moldearan adquiriendo la apariencia de una flecha a la vez que se hundían en la carne de la niña causando que soltara un aterrador grito de dolor lo que desencadenó en que algunos espectadores retrocedieran levemente abriendo paso inconscientemente a la pequeña extranjera que miro de reojo como la muchacha se retorcía de dolor en el suelo. La sangre brotaba sin parar de los pequeños orificios tiñendo las desgastadas losas. La joven trató de ponerse en pie sin éxito resbalando una y otra vez con su propia sangre

-¡¡Los dioses han hablado y te han condenado por tus horrendos crímenes!!- le gritó mientras sus ojos se inyectaban en sangre- Pero como nuestros dioses son tan piadosos te liberaran de tu cuerpo de puta y te dejarán trascender junto a ellos- bramó a la vez que su cuerpo comenzaba a convulsionar y alzaba una mano dirigiendo las flechas hacia el cielo para precipitarlas a los pocos segundos sobre la chica que se hizo un ovillo.

-¡¡No quiero morir!!-gritó con todas sus fuerzas mientras las lágrimas inundaban sus mejillas y su corazón le ardía en el pecho antes de que una figura de largos cabellos negros se interpusiera entre los proyectiles y su presa.

-¿Y ella es un monstruos?- susurró alicaída antes de dar una palmada que dispersó las flechas causando que se precipitaran contra la gente y que la sangre y los gritos de dolor inundaran la pequeña plaza en cuestión de segundos. Los invitados huyeron en desbandada hacia la puerta a la vez que todos los guardias de la muralla apuntaran a la chica mientras los de la plaza se disponían a desenvainar sus espadas y mazas para lanzarse sobre la muchacha a pesar de los escalofríos que surcaban sus cuerpos en esos momentos.

- ¡¡Bravo bravo!!¡¡fascinante!!¡¡ qué elegancia!!- gritó eufórico a la vez que se incorporaba arrastrando tras de sí la pequeña silla incrustada en sus pestilentes y sudorosas lorzas. Al percatarse de esto comenzó a mover las caderas para zafarse de ella causando que esta cayera al suelo con un sonido sordo.

-Señor, ella no es parte del espectáculo, le rogamos que se mantenga alejado mientras resolvemos el problema- explicó el hombre que había organizado el evento a la vez que sacaba una pistola de mecha.

-Ya me extrañaba que un inútil como tú pudiera hacer algo tan magnífico- le comentó antes de apartarlo de un culazo deteniéndose frente a la muchacha que alzó la cabeza dejando a la vista unos ojos negros levemente rasgados que clavó en el conde antes de incorporarse.

-Siento todo eso- le indicó fría apuntando con la barbilla a los cadáveres agujereados.

-¿Te refieres a esos lame culos? Tranquila con chasquear los dedos puedo conseguir a tres más y...

-Milor ayuda- le suplicó con voz carraspeante un hombre trajeado que llevaba un sombrero adornado con la pluma de un pavo real mientras se aferraba a su pierna con una mano y trataba de que no se le salieran las tripas con la otra.

- ¡¡Calla trozo de basura!!- bramó el conde antes de aplastarle la cabeza de un pisotón regando el suelo con sus sesos- ¿bueno,... por dónde iba? Ah sí ahora...

-Ni lo sueñes- le dijo inexpresiva abriendo los brazos con actitud protectora hacia la niña.El hombre se la quedó mirando antes de soltar una sonora carcajada.

-No, no, no quiero a ese despojo inútil para nada, la que me interesa eres tú- le explicó con una leve sonrisa que provocó que su acompañante se llevara la mano a la empuñadura de su arma.

-¿Yo?- le preguntó sin perderlo de vista.

-Sí, serias una excelente bufona y como tal tendrías tus juguetitos y tú comidita- Le explicó emocionado.

-No me gustan los cerdos-le respondió tajante provocando la risa de su compañero.

-Tranquila aquí no tenemos cerdos.

-Entonces¿ que haces aquí?-le preguntó causando que todos los presentes palidecieran a la vez que el cuerpo del conde comenzara a hincharse aún más marcando todas sus venas - creo que no debí decir eso pobres animales como he podido compararlos con una basura como tú.

- Cerdo, cerdo ¿quien coño te crees para hablarme así? maldita puta- gritó desquiciado antes de tratar de golpear a la chica que simplemente daba un par de pasos a izquierda o derecha para evitar sus torpes ataques, antes de frenar su puño con un dedo.

-No me importa que me insulten pero realmente odio cuando me hacen perder el tiempo- le comentó antes de brindarle una mirada escalofriante que causó que el hombre cayera de espaldas y comenzara a gatear para alejarse de la muchacha mientras en su rostro se dibujaba una expresión de terror y sus ojos se llenaban de lágrimas.

-¡¡Matar a esa zorra ahora mismo!! ¡¡la quiero muerta, muerta!!- les gritó a sus subalternos comenzando a patalear y a llorar aún más fuerte.

-André- murmuró la muchacha al ver como todos la apuntaban con sus arcabuces y pistolas de mecha justo antes de girarse. El muchacho levantó levemente la cabeza antes de apoyar un pie en la barandilla y empujar la empuñadura de su catana suavemente con el pulgar dejando entre ver la reluciente hoja mientras daba un paso saltando al vació logrando llegar hasta su mentora justo a tiempo para  interponerse entre los proyectiles y la muchacha comenzando a cortarlos a la vez que hacía diversas acrobacias.

- No tiene buena pinta-murmuró examinando los orificios con una mano mientras la pequeña se retorcía de dolor soltando algún que otro quejido- Tranquila te pondrás bien- le susurró en tono afectuoso acariciando su cabello mientras los fragmentos de balas pasaban silbando junto a sus orejas incrustándose contra el suelo. La joven miró de reojo a su compañero antes de cogerla en brazos y dirigirse hacia la salida con paso lento mientras el muchacho las cubría con una sonrisa.

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