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-Keith, quita esa cara de estreñido que tienes porque...

-Lo siento Shiro, pero es que... Encuentro la idea de los antifaces un tanto absurda... -interrumpe el muchacho de ojos violáceos, mirando el antifaz, que le habia ofrecido su amigo. Entonces, él añade sin ya querer seguir amargando-: es decir, ¿cúal es el punto?

-Pues, a Allura le hacia gran ilusión añadirlas, piensa que le da un toque elegante y jovial a la boda... -explica paciente, Shiro, quien no se despoja de una minúscula pero dulce sonrisa en los labios, sus ojos con un brillo enternecedor, dejando evidente su ensueño, entonces vuelve a mirar a su terco amigo que le observaba con una ceja alzada para así soltar un suspiro, resignado-. Mira, no necesitas llevarlo la boda entera, sólo intenta tenerlo un rato, hasta que acabe el vals si quieres...

Shiro se ve pronto interrumpido por Coran, un conocido de Allura que alguna vez les acompaño tardes enteras de botana, una bebida fría frente al televisor, charlas fluidas que parecían aferrarse a perpetuarse. Shiro se acomoda su corbatín, con su palma alisa su saco, como si se hallara repleto de dobleces y escucha al hombre vivaracho frente suyo recién presente. Coran también saluda a Keith en un abrazo fraternal, y a él le fue inminente percibir la estela que desprendía la fragancia del mayor, lo percibe casi de inmediato, como si hubiesen palpado el fragante por cada poro de su piel, pues, le resulta exuberante, logra oliscar el cítrico, la almizcle, la miel, el sándalo, el ámbar, la pera blanca, el bejui y la madera. Un aroma que le resulta bastante agradable, se sinceró a pesar de que le  fastidio tenuemente el sándalo. Sonríe suavemente, dejes de ser perfumista, pensó. Shiro le mira nuevamente y le dice:

-Sólo un rato, ¿bien? -insiste, conociendo la necedad del chico, le dedica una suave sonrisa y continua con lo suyo.

Keith asiente con la cabeza algo tarde, con amago insípido de mansedumbre, como una rendición tardía a la nada, pues la atención de su amigo ya no se encuentra en él. Sabe bien que fue descortés al preguntar, pero lo dicharachero que le pareció todo continuo por carcomer su duda, curioso entre lo dubitativo de sus palabras y el hecho de ver bastante inusual las ocurrencias de sus amigos -peculiar al menos para lo que se trataba el evento-. Inevitablemente encontró tentador el insistir. Mira de soslayo a Allura, en un intento tan absurdo como lamentable de hallar respuestas en el simple panorama, igual que ver tras la mirilla de tu puerta chirriante, en busca de aquel intruso entre la parsimonia casi absoluta de tu morada. Allura iba radiante saludando a su familia, su cabello platinado recogido de forma meticulosa en un chongo trenzado sin carecer la solemne presencia de una dalia dócil con sus pétalos asalmonados como el orujo, agraciados de presuntuosa altivez, apuntar la altitud ante su gusto del adulo y buen piropo; dándole un gusto agudo y fino que sin reservas, complace aquellos ojos azulados reflejando una alborada convidar los efímeros chispazos de su oropel con la ternura del melifluo, siendo su confidente la lindeza de sus pupilas, que eran como un atisbo al eclipse ausente de desvelo alguno. De manera inevitable su vestido aflige por miradas criticas, su observar no se excluye del querer, y lo divino de la seda acaba por desenlazar la belleza de Allura, tan blanco y acendrado que provocaba a la pulcritud derrochar en un recelo tan bullicioso y atiborrado, como alguna lumbre manso entre lo paulatino de una candela saciada en penumbra. Ella se percata de la atención, y voltea a mirarle para sonreirle ampliamente, es amable, y sin dejes de vacilo devuelve el gesto.

Keith finalmente regresa su vista al antifaz que yacía olvidado entre sus manos, a pesar de no agradarle la idea, admitía que el antifaz tenia su toque, la pedrería en los lados y costados, besando gentiles la silueta, pese de ser de fantasía, tenían un precioso espejuelo, similar a una bella pátina, las tres plumas platinadas al lateral derecho, sin ser tan largas ni ostentosas, su candora prominente a las puntas guarda las franjas de luz rosadas que hay en el salón como un sutil tatuaje traslúcido y se ven tan suaves que se perciben igual que anhelaran una caricia, un trozo de goma blandengue decorado con lentejuelas doradas, solapando las puntas de las efímeras plumas que tiemblan al más endeble soplo de viento, y el color bermellón del antifaz sin quedar atrás destacando tanto como el color bronce que ilustra garabatos ondulados por las partes superiores. Sublime y sencillo, se dice dirigiéndose a su mesa, pero algo incomodo, cabe decir, puesto que en los bordes una nefasta purpurina dorada incitaba un picor que le era gravemente desagradable.

Probablemente, sería una larga noche.

-No hay que ser genios para saber quienes están detrás de los antifaces -comentaba Pidge, dando un sorbo a su bebida, su cabello castaño y corto en rulos sutiles iban bien acompañados de una sencilla pero no menos elegante diadema color beige, su vestido constituía un escote con un bonito bordado floreal, y con unos tirantes finos, su falda en tul que brinda expectante contra la simplicidad, color perla que llegaba unos escasos centímetros más abajo de las rodillas. Mientras de calzado, ella llevaba unas muy bellas alpargatas. Pidge sonríe alegre, mirando al centro del salón-. Aunque, es cierto que es más entretenido así, saben a lo que me refiero.

Ella portaba con un antifaz forrado en tela raso color esmeralda, con lentejuelas doradas brindando un grato refulgir adornando el contorno superior de los ojos, pintura plateada simulando espirales al rededor, con tres plumas cosquillosas y poco larguiruchas en un matiz menta y platino a cada lado, como si se torciesen hostilmente por culpa de un ventarrón inexistente, las perlas candoras rutilar como lucerna y listón de satino verde pera para revestir las puntas de las plumas como ultimo toque a la plenitud. El perfume de Pidge huele a zarzamora, limón y miel.

-Concuerdo -acompaño Hunk, asintiendo con la cabeza y mirando a la gente que bailaba alegre, él iba con un antifaz color azufre con lentejuelas blancas, plumas de un amarillo más claro en la parte superior, como el pelambre de un león, y purpurina blanquecina en los bordes de la silueta, algo mucho más sencillo, piensa-. ¿Tú que opinas Keith?

Keith, realmente no le prestaba demasiado interés a la amena charla, viéndose ocupado con sus sofocadas divagaciones, el sabor residente del vino en su aliento y la copa entre sus manos que parecía querer despachurrar, poco locuaz y algo petulante parecía ser para aquellos intentando establecer una conversación impasible con él, en una desdicha tumultuosa y desaborida se convence que tampoco le importa mucho la sensación de lastre en los comentarios hostiles consecuentes de su poco tacto, sin embargo, es poco eficaz no pensar que definitivamente no le agrada en absoluto las ocasionales miradas de Shiro reflejando algo de inadecuada angustia en ellos. Quiere aclararle que no es por los ridículos antifaces, (porque eso parece ser lo que cree), se siente mísero, pues, amarga la hospitalidad innata de la noche, enerva la calidez del ambiente. Con sencilla acritud, se le percibe a él como la excesiva sal en el sazón insuficiente a la exquisitez. Keith mira desganado por él rabillo del ojo a Hunk que observaba en busca de una respuesta solida.

-Pues... Los antifaces son algo incómodos -resalta lo evidente, mirando de repente a los lados,  confuso al no poder encontrar a quien busca, pregunta-. ¿Saben dónde está Lance?

-Por ahí haciéndose el carismático seguramente -contestó Pidge con sencillez, encogiéndose de hombros-. Aunque es raro que no lo hayas visto antes, es decir, ha estado aquí todo el tiempo -le pega suavemente con el codo y le dedica una suspicaz mirada pícara-. Deberías buscarlo e invitarlo a bailar.

Keith tan sólo bufa como si acabara de oír el mayor disparate del dia. Y en realidad, así le parecía.

-Pues, a mí me parece un buen consejo -se encogió de hombros Hunk, con una sonrisa cómplice que compartió con Pidge. Keith rodó los ojos.

-Ustedes nunca cambian, ¿verdad? -dice cruzándose de brazos, intentando ignorar los chistes de sus amigos. Y estos tan sólo rieron.

-No -contestaron al unísono.

Pidge da otro sorbo casto a su bebida, da una mirada rápida al como Shay invita a Hunk a bailar, y con una actitud bastante confiada le pregunta a Keith:

-¿Cuándo piensas decirle? -cuestiona, dedicándole una mirada que él no supo adivinar. Suponiendo a lo que ella se refiere, Keith carraspea incomodo, desvía su mirada un segundo al candelabro de cristal bien insólito y ajeno a su esmero por distraer con eficaces estragos sus pensares, regresa su atisbo con fingida curiosidad a Pidge, quien no se le escapa nada, le mira con los ojos entrecerrados, una ceja alzada y la sonrisa presuntuosa que le sabe nefasta a Keith se ensancha un poco.

-No sé de qué hablas -finge demencia, se cruza de brazos. Pidge se ríe.

-Claro que sabes, eres tan obvio -se mofó ella-. Todos lo han notado, incluso Coran lo ha hecho. Por eso te pregunto, ¿cuando piensas confesarle lo que sientes a Lance?

Keith suelta un suspiro casi efímero, y su mirar busca en desespero los detalles del suelo marmoleado, en un intento de hallazgo capaz de esquilmar la fe de un bálsamo a la congoja; ya incapaz de continuar su esmero por engañar a Pidge después de aquel gesto, siendo que realmente el tema no es de su total agrado, pronto, aprecia disgustado, los sabores agrios que reposan en su paladar como un machaque que implora el hedor del contagio, incertidumbre  ingrata, como el eco de un gentío insaciable cala impetuosa entre el denuedo de la carencia, como una pipa carcomida en vertiginosas y malquistas hurtadillas, sus pulmones, y el fétido humo rasca la escayola de su perseverancia tan afable como perjudicial, habiéndose, para empeorar su burdo infortunio, en la precisa ocasión donde el descaro más desnudo osaría desampararlo en la ultraja de sus rebuscadas e incompletas palabras y pensares. ¿Quien diría que un sólo sentimiento haría un delirio de tanta cochambre? Probablemente un poeta, pero siempre diría con un terquedad abismal, que jamás seria súbdito de tan petulante sentimiento de pertenecía voluntariado. Se equivocó. Y ahora sus suspiros los dedica a alguien que alguna vez le fue impensable. Repleto de ironías, y con miedo de dar un paso más pues la decepción es lo único que parece asomar por tal sendero -es lo que dice él sin siquiera mirar el umbral-. Sintiendo la soledad a granel que en algún momento amargó su pecho profundamente, aún presente, la tristeza que no busca encarar, resentimiento por el capricho de su corazón por alguien inalcanzable. Nada de eso lo desea, le sabe igual que un riesgo y su tan deplorable porvenir esperanzado por las migas. De repente, siente la temperatura gélida, pero se mantiene impasible, siquiera pestañea pero él sabe que es evidente, pues Pidge le mira taciturna y con ligeros rastros de vergüenza.

-Perdón -se oye arrepentida, y lo cree-. Sólo intento ayudar, te conozco, y pienso que el liberar todos tus pensamientos sea buen inicio para encontrar la calma.

Keith asiente prudente, y mira a su amiga con gratitud, ella tuerce una sonrisa tímida, la primera en toda la noche. Pidge ya anteriormente había visto a Keith pensativo, perdido en si mismo, se dice que ya era momento de darle un rato a solas, sin desear parecer agobiante, y también, desistiendo a hostigarle le avisa.

-Ire con Coran, acompañanos cuando gustes.

Cuando Pidge se va, Keith se ve capaz de al fin soltar el aire contenido en sus pulmones, redirige su atención al centro y escucha el desenlace de la famosa canción de Metallica, Nothing Else Matters. Y da un último trago a su vino como en busca de una sosiega que en una indeseable abundancia le es débil.

El ambiente es sublime, acompasado, sereno, y al igual, vivaz. Las luces en el techo caen con ternura sobre los rincones del salón, un purpura tenue y celeste convierte lúcido el panorama franco de las paredes, dejándolas vulnerables como un choque a lo delusorio, aquellas que son de un sereno color azucarado, tonalidades más claras se ven sobre el matiz como si algo de albayalde hubiera ataviado; como un cuarzo hialino en la deriva del quebrarse, deja que el poco eco y ruido resbale por la gama de sus sinsabores, los manteles de tela blanca sobre las mesas tutelan del frío que sintió aglomerarse hace tiempo ya menguado, y la tonada de una nueva canción acaba por convertir su conciencia en el trasfondo de la melodía que es perseverante, la notas de la guitarra apenas dan vencida cuenta a la letra, deja caer los hombros entregando sus sentidos atentos al goce dócil, y la sumisa balada acompaña la sapidez del vino en agradable conchabanza, tulipanes que abrazan girasoles abundan los paredones desnudos, afuera, nula calidez presencia, siquiera por asomo, y por lo bajo la transparencia crisálida de los ventanales decorados con sus  chambranas como pestañas, se aprecian setos erguidos acaudelar sin titubeos la negrura del relente. El salón abastece el fragante de la flora y también su vanidad indudable clama el encanto sin estrechez ni decoro, como un vestigio del jipiar en soltura chocar contra la nuca, mientras la lilaila fluidez de la templanza ya se nota culminante entre parcelas y el bochorno prestigioso del entorno.

Keith no está seguro de cuanto tiempo ha estado así, pero se ve interrumpido con la sensación atosigante de una mirada sobre suyo, dirige su vista al frente, su postura retoma como un neófito ladrón  escuchar las sirenas de la condena a las torceduras de una esquina, aquella inquietud siempre importuna. Observa a quien tiene delante con una ceja alzada, presenta su mirada frívola, hosca sin dejar de ser evasiva, y se cree que aquello basta para ahuyentarlo. Sin embargo, el sujeto, para sorpresa suya ni siquiera parece verse afectado ante el gesto poco amable, incluso parece acostumbrado y sin más demoras, le dedica una sonrisa encantadora, confundido, sin esperarse eso para nada, ensancha los ojos y espera impaciente lo siguiente próximo que hará aquel sujeto.

Su antifaz era de un color índigo, brillantina celeste y pintura de un azul metálico simulando lineas curvas al rededor del espacio donde se veían los ojos, como un  garabateó inconcluso pero al mismo sutil y prudente, sin ser tan ostentoso, bonito. Cinta ribete de un blanquecino casi transparente en el contorno de la silueta, lentejuelas platinadas y doradas entorno al mero borde de la cinta. Mentón filudo, cabellos cortos y de un color achocolatado. Piel morena. Para Keith es inevitable recordar la dulzura de la canela, el color bronce oxidado que adorna un bollo después del horno. Ríe pensando que estos pensamientos eran mas propios de Hunk que suyos, y aquello extraña y encanta sutilmente al otro.

Mira como este le ofrece su mano, con la clara intención de invitarlo a bailar, y Keith tan sólo se empeña en mirarlo como si le hubiesen salidos otras dos cabezas de imprevisto; se sobresalta al oír una breve y suave risa por parte del otro que no despega en ningún momento la mirada de la suya. Como si fuera capaz de adivinar lo que piensa con tan sólo observarlo, las palabras sobran en demasía; él trata de ver tras aquellas orbes tintinando en un compasivo frenesí, hallándose con una mirada que refleja la actitud del contrario, se ve enternecido, insistente, y terriblemente decidido. Aquellos ojos de azul profundo le provocan un gran mareo perfectamente conocido, un frenesí casi indolente que le deja embelesado, y sin saber qué hacer mira a otro lado para encontrarse con la mirada divertida de Pidge, que habla con Coran de cualquier trivialidad, disfrutando verdaderamente del momento ajeno, pareciera como si se regodease por saber algo que él no, algo que parece ser la cereza del pastel, como lo es el gustillo en el café, y por dios, como le frustraba aquello.

Casi puede oírla decir al tipo con gigantesca burla: "Lo siento compañero, pero mi amigo, bailando hace parecer profesional a un elefante." Acompañado de unas palmaditas en su hombro. Ella entonces parece retarle con la mirada y es ahí cuando decide demostrarle a la imaginaria voz de Pidge en su cabeza lo equivocada que estaba. Vamos, ¿qué tan difícil podría ser? Dejaría que el sujeto guiara, él tan solo trataría de no pisarle los pies a nadie.

Clava cual aguja, su mirada nuevamente en el muchacho que parece no desistir, y decidido, toma su mano para que lo lleve a bailar, Keith puede ver la extensa sonrisa que adorna de repente el rostro del otro, sus dientes relucen entre la suave penumbra e inevitablemente aquella tierna alegría le contagia. Sin ímpetu alguno, el chico, jala suavemente su mano para acercar un poco sus cuerpos, su corazón poco a poco empieza a perder ritmo entre las finuras del nerviosismo, siente de repente el sudor por su frente como una burla a sus impulsos y descuidos de inmensa tontaina, cosa que le fastidia ya sin pudor ostensible, pues, la vergüenza es pura y terriblemente visible, para colmo, se dice, el plástico del antifaz harta con ganas la tolerancia a dicha incomodidad, saturando cualquier espacio de paz en su mente; de mala fe se ve arrinconado a tragarse sus palabras de negación a susodicho baile cuando nota el sin retorno en el que ha caído cautivo.

Una vez en medio del centro del salón, Keith dirige con extrema timidez su mano al hombro de su acompañante, se maldice al sentirse tan torpe. Incapaz de escapar, siente al de profunda mirada azulada descansar su mano libre en su cintura y lo atrae a si hasta que vuelve a Keith capaz de percibir su fragancia, percibe con exento deleite el olor de la bergamota, ámbar, cuero, madera y flor de olivo. Suelta un suspiro satisfecho, y mira otra vez, como un paradisíaco vicioso, aquellos mares de hermoso azul que le profesan un cariño interminable, aumentando la sospecha y desconcierto. Diria que aquel era Lance, pero, el Lance que él conoce jamás lo invitaría a bailar, y mucho menos le dedicaría miradas tan dulces, tan llenas de amor.

¿Cierto?

El moreno lo guía entonces, sus movimientos son confiados y gráciles, él intenta seguir su ritmo, mientras la música cosquillea sus oídos gustosamente, escucha la letra con suma atención.

L is for the way you look at me
O is for the only one I see
V is very, very extraordinary
E is even more than anyone that you adore can

Con algo de esmero, finalmente se deja llevar con la melodía, la música es lo único que realmente siente, a parte del delicado tacto de su acompañante, no desvía la mirada, se aferra al contacto de sus ojos como el último impedimento al tropiezo, en consonantes agridulces que no comprende, hostiga la luz reflejada en sus pupilas como la única, mientras el aire se comprime en sus pulmones, un desasosiego tan efímero como el resabio de una pastilla, pues pierde los estribos bajo la luz de aquel atisbo garzo, la sonrisa juguetona del otro no desaparece, no obstante, no le sabe desagradable, ni fastidiosa, no le brinda ni siquiera la más minúscula inquietud. Pasos sencillos que crean sus propias sincronías, un elixir que buscaba con tanta añoranza se le concede en esta pieza, mudos placeres retozan cual candelas entre lo venusto de la lumbre apacible y él no necesita palabras para más.

Love is all that I can give to you
Love is more than just a game for two
Two in love can make it
Take my heart and please don't break it

Da una vuelta, otra al rato y de nuevo otra; entonces Keith agradece profundamente el no haberse caído, a pesar de casi perder el equilibrio una ocasión, logra retomar la sincronía tan rápido toma aliento. Siente que les observan, pero vaya que ya no le importa. Tiembla de manera imperceptible ante el goce, disfruta el cosquilleo amable e inquieto en sus entrañas, respira hondo, y no sabe por qué piensa que sera necesario antes de perder la postura. Calca como un porvenir sin distancia sempiterna.

L is for the way you look at me
O is for the only one I see
V is very, very extraordinary
E is even more than anyone that you adore can

Corren los segundos, los minutos, tan imperceptibles e insignificantes que ninguno lo nota, la gente, el panorama, decide volverse una futilidad, como sombras de adorno policromas bajo mera nitidez del libelo desesperante de sus pensamientos. No se vuelven más que un mero murmullo entre el bullicio tratando de aludir la razón y tal vez, era mejor así.

Love is all that I can give to you
Love is more than just a game for two
Two in love can make it
Take my heart and please don't break it
Love was made for me and you
Love was made for me and you
Love was made for me and you

La canción está a punto de terminar, su acompañante se acerca cauteloso a él, hasta que sus rostros están lo suficiente cerca, hasta que logra sentir su respiración contra la suya. Piensa que es un tanto precipitado, y en un vano amago, intenta alejarse, sin embargo, la mano en sus cadera se lo impide. Él se acerca a su oído, y de manera inevitable se estremece al sentir su aliento chocar contra su oreja.

-Tus ojos son inconfundibles, Keith -le susurra con ternura, como el más febril secreto, le susurra aquella voz que conoce terriblemente bien, sus piernas tiemblan de repente, el brillo en sus pupilas destellan ante el inminente estupor, y traga grueso.

-¿L-lance? -se abofetea mentalmente por respuesta tan penosa.

-El mismo -responde.

Parece que los segundos se han detenido, la brisa apaciguada del estío se fuga a lo insospechado como si percibiera el rebato del desasosiego, se hace girones y sustituye súbitamente por uno más voraz, un torbellino, un desorden oscilante de pensamientos atrofia, golpea con fuerza y se pierde entre tanto polvo que eleva su saña, su corazón incrementa la frecuencia del latido como un caballo alzando galope, el fino cosquilleo que sintió se vuelve rápidamente a uno más ávido, hostil, y desesperado, pareciese que ahora el brío opulento de incontables leones coléricos en la greda abismal de un coliseo estuviese atormentando aquello que fue alguna vez un sutil pero agradable estremecimiento. Más raro le parece todo al notar entonces, una sensación de extrema calidez en su pecho, peor es aún, cuando le agrada de una manera que es tan ciega. Lance que se había mantenido tan callado, tan quieto como él, suspira sin percatarse de ello, al querer que aquel brillo en sus ojos de un solemne color violáceo pudiese permanecer por siempre.

Lance desliza su mano, donde el antifaz de Keith y se lo retira ansioso, para así recorrer con su pulgar, la suavidad de su mejilla cariñosamente, disfrutando del tacto, del sonrojo en sus mejillas, persigue con la mirada sus labios y se acerca con suma lentitud, existe un silencio tan sereno que inclusive, puede escuchar el desemboque, el puro desenfreno de sus corazones en su vulnerabilidad más clara y sincera; siente como Keith tiembla, y como sus dedos recorren con asaz timidez  su rostro, vacilantes, acarician el borde de su antifaz hasta llegar a la cinta que le sujetaba, la retira con cautela, y entreabre sus labios ligeramente, finalmente, sus pupilas dilatadas terminan con cualquier duda existente. Lance sostiene entre sus manos, las mejillas níveas, su labio inferior tiembla sutilmente, ansioso hasta el cansancio; atrapa los labios de Keith entre los suyos, un beso que no es voraz, un beso que se mira más bien como una mera caricia; el sabor tenue del vino le encanta y vuelve a acercarse para robar un poco más de aquel delirio, del sabor exquisito sin preceder y el tacto sublime al que se ha vuelto adicto. Keith no queda atrás y toma un bocado más de aquel saboreo a cacao y mentolado que esconden sus labios.

La timidez cuesta en disipar, pero el amor nunca ausento. Saben que tienen mucho por hablar, ideas aún no están claras, incertidumbre espesa que aún hay que devanear, sin embargo, aquello no importa mucho ahora, pues el simple acto responde el absoluto caos entre sus impulsos y anhelos, el beso y el tacto apreciando el romance. Aquello basta por ahora y nada más.

-Oye, Coran -llamó Pidge a su amigo.

-Dime.

-Me debes veinte dolares -dijo ella con una amplia sonrisa en el rostro, mirando complacida el beso entre aquellos dos como el triunfo en la lotería.

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N/a: Pues, bueno, honestamente descuide mucho la corrección (lo que callan las que no tienen beta, bueno la tengo pero no por nada somos amigas, súper huevonas) por ello, lo siento si ven algo ahí un poco raro jajaja xd, cuando la flojera se vaya corregiré el escrito.

Dato curioso: esta historia fue escrita antes de que se supiera de la existencia de Adam :'0

Gracias por leer 💜.

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