Capítulo 15

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Yoshiwara, o mejor conocido como el distrito rojo, un lugar aglomerado y resplandeciente durante la noche, un sitio para saciar los más profundos deseos sexuales. La cortesana de mayor prestigio, Daki, preparaba su maquillaje y atuendo para este día, sin embargo, observaba que su hermano salió de su habitación a recorrer la casa, como todavía era de día, nadie rondaba por los pasillos, pasando desapercibido.

Su pariente no es de los que hace ese tipo de cosas, por eso le parecía extraño que actuara así, sobre todo cuando regresó con objetos hurtados de la cocina. Lo veía empaquetar lo que trajo en una manta, como si fuese a tener un día de campo, no lo entendía.

—¿Qué estás haciendo, hermanito?— habló confundida, pues se miraba entusiasmado en lo que hacía.

—Nada importante, sólo son objetos que ocuparé más tarde— su hermana ya comenzaba a sospechar.

Por la noche, Sayori ya transitaba las calles del distrito rojo, realizaba su detallada vigilancia por cada rincón del lugar, con su perfecta visión nocturna enfocada para mirar a los alrededores, que es donde más se ocultaban los cazadores. Examinó todo el sitio hasta asegurar que no rondaban los espadachines mata demonios, después, iría a dar una visita a la sexta creciente antes de volver al templo.

—Que tal, chicos— entró por la ventana.

—¡Sayori!— se alegró el hombre de las guadañas. —Que gusto verte.

—¡¿Qué quieres, mocosa estúpida?!— le recalcó mostrándole una expresión de desagrado. —¿¡Siempre tienes que venir aquí, cada que vienes al distrito rojo!?

—¡¡Daki, cállate!!— le regañó su hermano.

—Está bien, Gyutaro...— se acercó a la demonio. —Por años me has despreciado sin saber el motivo, dime... ¿Cuál es tu problema conmigo?

La sexta superior se enfadaba cada que ella aparecía, la detestaba profundamente desde que se volvió parte de los demonios. Cuando llegó siendo una infante, recibió tratos especiales, y todas las lunas superiores se comportaban atentos con ella, sin olvidar que su adorado amo consentía bastante a la chica, pues siempre tenía la atención del rey demonio.

La odiaba porque Kibutsuji ya no la visitaba a menudo, por estar cuidando de la mocosa, pues cada que él venía, Daki disfrutaba el mejor sexo de su vida, extrañaba que la hiciera suya de esa forma tan ardiente.

—¿Te molesta que también sea una luna creciente, siendo una humana?— Eso era parte de la furia de Daki.

—¡Lárgate, vete! ¡No quiero ver tu maldito rostro!— yacía alterada, Gyutaro se colocó en medio, por si Daki atacaba a la joven. —¿No te basta tener la atención de las otras lunas? ¡Ahora me quieres quitar a mi hermanito!

—Pero... ¿De qué estás hablando?— no sabía a qué se refería.

—¡No te hagas la que no sabes!— sus venas se exaltaron en el rostro. —¡Y no te dejaré hacerlo!— sacó sus fajas con intención de atacarle, mientras que la espadachín desenfundó su katana, lista para combatir.

—¡No se te ocurra lastimarla!— esta vez la sexta principal habló en un tono realmente molesto. —¡Nuestro deber es protegerla, que no se te olvide, así que deja las estupideces!— la demonio no accedía. —¡¡Obedece!!

—¡Hermanito!— empezó a hacer un berrinche. —¡Por qué te enojas conmigo, es ella quien tiene la culpa!

—Creo que necesitas un tiempo a solas...— le miró enfadado. —Vamos, Sayori, salgamos de aquí— la joven guardó su arma siguiendo al demonio. Dejando frustrada a su hermana.

—No lo tomes en serio, Sayori— le dijo amable, sonriéndole a su amiga. —Permíteme alegrarte el momento, salgamos, como lo habíamos acordado... Sube a mi espalda— se agachó.

—Tienes razón, tenemos una cita pendiente— subió a la espalda de Gyutaro.

Ambas lunas se retiraron del distrito, la mente de la chica intentaba descifrar lo que mencionó Daki, y a decir verdad, se sintió mal por lo dicho. Le habría gustado que la demonio y ella, fuesen amigas, o por lo menos llevarse bien, pero no es así... Dejó esos pensamientos abrumadores, y se concentró en el presente, en su cita con Gyutaro.

Arribaron a un río cercano, estando casi a la orilla se situaba una manta y una pequeña canasta en su centro, además, unas cuantos faroles iluminaban el ambiente, dándole ese toque romántico.

—Es un bello detalle que hayas preparado esto para mí...— sintió latir su corazón de emoción.

—Quería que te sintieras cómoda— se sentaron en la manta.

Sayori se quitó las botas, y metió sus pies en el agua, siendo imitada por el hombre de las guadañas.

—Traje esto para tí— de la canasta sacó un recipiente con bolas de arroz, así como también un poco de sake.

—Gracias, Gyutaro, aunque sólo beberé un par de tragos— le sonrió, empezando a comer. —¿Recuerdas que la vez pasada te mencioné que te pediría ayuda?

—Sí, lo recuerdo— estaba atento.

—Bueno, la cosa es que Akaza y yo, construiremos una casa que estará oculta en el bosque, ¿Te gustaría ayudarnos?

—Siempre te ayudaré, Sayori...— sirvió el sake para ambos, y se aproximó a la joven. —Por la única persona que nunca me despreció, mi amiga Sayori— pronunció con dolor y alegría al mismo tiempo, y tomaron su alcohol.

La espadachín le platicaba a Gyutaro cómo llegar al sitio oculto, así como también acerca de su madre y de que estaba viviendo temporalmente con Doma, entre otros temas triviales de sus agrados. El demonio se sentía feliz en compartir un instante con ella, en la primera cita de su existencia, y lo mejor es que todo iba de maravilla.

El calor ya se presentaba en sus cuerpos, debido a la bebida, que hasta sus pómulos resaltaron de lo rojos que estaban. El sake ya hacía su efecto en sus anatomías, en especial en el masculino, que ya se encontraba mareado.

Ella se medía con los tragos, no deseaba emborracharse, debido a que no estaba acostumbrada al alcohol, pero aún así ya comenzaba a sentir mareos repentinos. Por consiguiente, darse un chapuzón no sería mala idea, así que tomó la mano de Gyutaro y los dos entraron al agua. Sayori inició a salpicarlo, siendo correspondida de igual manera, y sólo las fuertes risas resonaban en ese tranquilo lugar. La joven no podía parar de reír, pues el cabello empapado del demonio le cubría casi todo el rostro, y él en venganza, tumbó a su amiga mojándola por completo.

Iniciaron a nadar disfrutando su compañía, este grato momento les había hecho olvidar el mal rato que pasaron, simplemente ellos dos se divertían como si fuesen infantes. Rato después, yacían recostados mirando al cielo en pleno silencio, escuchando a los animales nocturnos que rondaban cerca, viendo también que unas cuantas luciérnagas pasaban sobre sus cuerpos.

—Esto es tan pacífico— suspiró en completa paz. —Me encanta.

—Podemos venir cuando quieras...— le daba el último sorbo al sake.

—Por supuesto— comenzó a sentir sueño debido a la bebida. —Creo que ya debo irme, si no llego al templo, Akaza va a cermoniarme— se sentó.

—Ese tipo siempre está detrás de tí— le molestaba.

—Así es él...— sonrió al recordar a su mejor amigo. —Tan sobreprotector...

(...)

Las lágrimas de Daki no paraban de fluir, llevaba rato llorando por todo lo que pasaba, se sentía demasiado triste al ser reemplazada por la séptima luna superior, al menos eso creía, incluso su hermano irradiaba felicidad estando con ella. ¿Por qué su amo no venía? ¿Ya no sentía atracción por su cuerpo? Todos esos pensamientos deprimentes inundaban la mente de la sexta creciente, haciéndola sentirse aún peor.

—¿Por qué lloras, mi demonio preferido?— la chica volteó de inmediato ante aquella imponente voz.

—¡Señor Muzan!— le reverencia. —Yo... Yo sólo...— el contrario sonrió.

—Esa hermosa cara no debería ser opacada por lágrimas— le acarició el rostro. —Mi lujuria encarnada...

Daki sonrió desde sus adentros, su amo regresó a su lado, por lo tanto, limpió su cara humedecida y le brindó una sonrisa. Kibutsuji la usaba para satisfacer su apetito sexual; no había sentimientos mezclados, únicamente el placer predominaba en esa relación, pero ella, al contrario del rey demonio, se enamoró de él.

Ya no hubo palabras, la demonio se sonrojaba cada vez más por las caricias de su señor, le hacían perder la cabeza, perder la cordura ante la magnífica sensación que su cuerpo experimentaba. Se volvía sumisa, quedaba a Merced del demonio más poderoso, gozando de su espléndida intimidad.

En otro lado, la tercera superior aguardaba en el templo a que Sayori regresara de su misión, estaba sentado y recargado en una de las jardineras. Yacía tranquilo, en plena calma al no estar Doma para fastidiarlo, lo cual agradecía internamente. Pronto visualizó a la chica aproximándose, se percató que no lucía como siempre, algo había diferente en ella.

—¿Cómo te fue en la misión?— se acercó, ahí se dió cuenta.

—Bien, no hubo cazadores en el distrito rojo— le miraba a los ojos.

—Ya veo...— la observaba detalladamente. —¿Estuviste bebiendo?— ella notó su ceño fruncido. Pues él veía el rubor en sus mejillas.

—Sí, un par de tragos con Gyutaro— habló con normalidad, no estaba ebria, pero su aliento la delataba. —No estoy borracha, si es lo que piensas.

—¿Gyutaro?— su irritación se notaba. —Me parece que tendré unas palabras con él.

—Eso no es necesario, no tienes que hacerlo, Akaza.

—Todavía eres menor, no deberías beber, Sayori— le regañó. Ella sólo permaneció en silencio. —Y además tu cabello está húmedo— suspiró. —Te vas a resfriar.

Se observaron sin decir nada, el demonio desató el cabello humedecido de su protegida, se quitó su chaleco y empezó a secar la cabellera de Sayori. Ella se quedó quieta sin apartar la vista de él, jamás lo vió sin esa corta prenda que usaba para cubrir su pecho, pudiendo apreciar mejor sus líneas azules que rodean su tonificado cuerpo. El impulso le ganó, alzó su mano y deslizó sus dedos por las líneas de su compañero, nunca las tocó anteriormente, únicamente las del rostro.

—¿Te gusta?— veía que continúa tocando su pecho y abdomen.

—¡Lo siento!— se apenó. —Actué sin pensar, lo siento.

—No me molestó, adoro sentir tus manos en mi piel...— soltó su chaleco.

Los ojos de la hija del rey demonio, obtuvieron un brillo inesperado, esa respuesta de la tercera luna confundió su interior, él es su mejor amigo, en el que más confía, y en esta ocasión aparentaba estar enamorado, todo es tan confuso. El maestro de artes marciales, no paraba de verla con esa expresión de ternura, y por más que lo intentó ya no pudo contenerse, sujetó delicadamente el rostro de su pequeña amiga y la besó sin su autorización, mientras que la joven se mantuvo ante esa acción.

Este beso se sentía diferente, no era como el de la segunda luna, que estaba lleno de deseo carnal. El de Akaza expresaba sentimiento, cariño, pero sobretodo, amor... Causando que una lágrima resbalara por su mejilla. Se besaban tan lenta y apasionadamente que parecía irreal, movían sus labios como uno solo, no necesitaban usar sus lenguas para disfrutar el sabor de sus alientos. En vez de detener el beso, lo intensificaron más, el demonio no dejaba de besarla, teniendo cuidado de no lastimarlo con sus colmillos.

—Akaza...— logró separarse un poco, pero el hombre volvió a besarle sin dejar que hable, la apegó a su cuerpo haciéndolo más posesivo, se notaba que la tercera creciente deseaba y anhelaba probar sus labios.

Cuando al fin se separaron a tomar aire, un visible hilo de saliva yacía todavía unido a sus labios, ambos respiraban entrecortado y se mostraban ruborizados. Sayori desvío su mirada hacia el suelo por lo acontecido, intentaba tranquilizar los latidos de su corazón al experimentar estas emociones, pues le pareció encantador cómo la besó el demonio.

—Akaza, estoy confundida...— sus sentimientos la tenían mentalmente inestable. —No sé qué pensar...

—Entiendo que fue inesperado— le acariciaba el cabello. —Lamento confundirte, cariño... Pero, necesitaba besarte...

Su pronunciación fue tan dulce, que conmovió a su mejor amiga. Le brindó un reconfortante abrazo, que ambas lunas cerraron sus ojos, disfrutando del calor corporal de cada uno.

—Mi hermosa pequeña...

—Te veo mañana...— se separó del abrazo, aunque no quería.

—Claro que sí, cariño...— le puso un beso en la frente, y la chica se lo devolvió en la mejilla. Y se metió al templo a descansar.

—Es hermosa, ¿No lo crees, Akaza?— la segunda creciente apareció tras el de cabello rosado. —Es un milagro que visites mi templo últimamente.

—Eso no es de tu incumbencia— le respondió déspota.

—Caíste en los encantos de nuestra querida Sayori... Ahora que es una bella mujer, llama mucho la atención, ¿Verdad?— el rubio había observado el afectivo beso de la séptima y tercera luna, cuando regresaba de su misión.

Las venas estaban exaltadas en los rostros de los dos hombres, por primera vez Doma sintió molestia al haber visto que ella estaba besándose con Akaza, no quería compartir los besos de Sayori con él. Ha notado un gran avance en sus inexistentes sentimientos, y no dejaría que la tercera interfiriera.

—Cállate, no quiero escuchar tus idioteces— contestó malhumorado. El demonio dió un gran salto alejándose de los dominios de Doma.

—Sabes que es verdad... Aunque no lo admitas— susurró para sí mismo, entrando a su hogar.

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