Capítulo 3.

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Canrid le mostró una grandiosa sonrisa a su hermano, sin levantarse del sofá. Odín parecía estar muy cómodo sobre su regazo y no quería irse de allí.

Daryl lo observó perplejo en silencio. Intentaba procesar la idea de que su hermano, después de tantos años, volvía a estar frente a él, sonriéndole como si nunca hubiera pasado nada. Y eso, lo enfadó. Parpadeó varias veces, para cerciorarse de que aquello no era un sueño, y cerró los puños con fuerza.

—¿Cómo has entrado en mi piso? —preguntó Daryl con un tono molesto en la voz.

Canrid hizo desaparecer aquella amigable sonrisa, al ver el enfado de su hermano. Acarició la cabeza de Odín unos segundos más, y luego lo apartó hacia un lado para poder levantarse.

Entonces, Daryl pudo observar mejor a su hermano. Aún después de tantos años, seguían siendo idénticos; sus ojos, su pelo, sus expresiones... Si alguien desconocido quisiera hablar con ellos, probablemente no serían capaces de diferenciarlos, pero por suerte, había algo en ellos dos, que los diferenciaba muy bien. Su forma de vestir. Daryl vestía siempre con ropa oscura, y la gran mayoría de las veces se vestía con ropa ancha porque así se sentía más cómodo. Por otro lado, Canrid, solía vestir más informal y colorido, pero tras su partida para terminar sus estudios, había cambiado por completo su forma de vestir, y Daryl podía verlo de primera mano. Ahora, Canrid parecía vestir más formal. Sólo le faltaba ponerse una corbata para parecerse a los típicos empresarios o funcionaros del gobierno.

Daryl observó el traje elegante y blanco que vestía su hermano. Desvió la mirada de él, cuando sus ojos llegaron a los de su hermano. Tenerlo tan cerca, lo ponía nervioso. Daryl tenía ganas de matarlo por todo lo que había hecho, pero se estaba intentando contener.

—¡Vaya! ¿No piensas saludar a tu hermano? —Respondió Canrid abriendo los brazos esperando el abrazo de su hermano.

Al darse cuenta de que Daryl no parecía querer abrazar a su hermano, bajó sus brazos, metiendo las manos en los bolsillos.

—No me has respondido. —respondió Daryl tajante.

Canrid suspiró y comenzó a caminar por el pequeño piso donde vivía su hermano.

—La verdad, es que entrar aquí ha resultado más fácil de lo que pensaba. Para empezar, la puerta no tiene seguro, y segundo, vives en un edificio bastante viejo. La gente que vive aquí me ha dejado pasar sin problemas cuando les dije que era tu hermano.

Daryl desvió la mirada de su hermano y la centró en Odín, quien se lamía las patitas felizmente.

—Así que ahora vives con un gato. —respondió él desde la otra punta del piso.

—Canrid —lo llamó volviendo la mirada hacia su hermano—. Dejaste de ser mi hermano hace mucho tiempo. No sé a qué coño has venido, pero será mejor que te largues de aquí.

Canrid, lo observó en silencio. Se rascó la nuca pensativo y caminó de vuelta hacia su hermano.

—Llevo intentando hablar contigo desde la muerte de papá y mamá, pero me ha costado bastante seguirte el paso.

Daryl sonrió sarcástico. Había recordado el día que lo vio en el barrio antes de que Atami quisiera reclutarlo. Dio un paso hacia atrás y se apoyó en la encimera de la pequeña cocina, con los brazos cruzados.

—Menudo hermano estás hecho... —Canrid arqueó una ceja—. No das señales de vida en tres años y tienen que morir nuestros padres para que te acuerdes de que tienes un hermano gemelo. Increíble.

—Daryl, eso no es así...

—¿A qué coño has venido entonces Canrid? ¿A repartir la herencia de nuestros padres? —el tono de Daryl era bastante duro—. Quédatelo todo, como hiciste en su día. Total, ya ni les quedaban dinero, así que dudo mucho que haya herencia para alguno de los dos.

Canrid lo observó detenidamente. Aquel tono de voz, le hacía ver lo enfadado que estaba Daryl con él, y lo difícil que iba a ser poder hablar con él. Desvió la mirada al suelo unos segundos antes de volverse hacia su hermano.

—He venido a hablar las cosas contigo —Daryl sonrió con ironía—. ¡Joder, Daryl! Eres mi hermano.

—¿Tu hermano? —preguntó alzando la voz y negando con la cabeza de forma irónica—. No. Tú y yo ya no somos hermanos. No tengo nada que hablar contigo, así que vete. ¡Lárgate de mí vista!

—No pienso irme de aquí hasta que hablemos.

Daryl torció el gesto y rechinó los dientes. ¿Por qué no podía hacerle caso? Había una sola cosa que ninguno de los dos hermanos veía. Los dos, tenían la misma personalidad, y comunicarse entre ellos, iba a ser bastante complicado.

Al ver que Daryl no decía nada, Canrid aprovechó el momento para observar aquel lugar donde su hermano vivía. Era un lugar pequeño, el papel de pared estaba medio roto, y se podían apreciar las pequeñas manchas de humedad. La cama estaba sin hacer, pero tenía varias mantas sobre ella, lo que le hacía ver el frio que su hermano pasaba por la noche. Desvió la mirada hacia el viejo sofá donde él se había sentado, y se encontró de frente con la espada que él mismo le había regalado. Mostró una sonrisa de lado antes de volverse hacia su hermano.

—Para odiarme tanto, sigues teniendo la espada que te regalé.

Daryl observó entonces a su hermano, y acto seguido la espada. Chasqueó la lengua de mala manera y volvió a mirar a Odín.

—Llévatela. No la necesito.

—Daryl —le llamó Canrid acercándose a él—. Necesito que me respondas a una simple pregunta —Daryl lo miró de reojo—. ¿Por qué te escapaste del gobierno?

Daryl se mantuvo en silencio un buen rato y volvió a mirar la espada unos segundos.

—Eso a ti no te interesa.

—Claro que me interesa. ¡Joder Daryl! —echó las manos a la cabeza, exasperado—. No tienes idea de lo orgulloso que me sentí porque fueras alguien importante para el mundo. En la tele, no paraban de hablar de ti, y el gobierno no paraba de decir lo bueno que eras para ellos. Decidí regalarte la espada, cuando me enteré de que no dabas encontrado un equipo para ti. Sabía que la espada sería tu fuerte, como cuando éramos pequeños y papá...

Sin dejarlo terminar, Daryl se acercó a él con rapidez y lo empujó contra la mesa. Canrid lo observaba sorprendido, aquello lo había pillado por sorpresa.

—¡Cállate! —le gritó Daryl.

Estaba enfadado, pero sobre todo dolido. Había recordado un momento muy especial de cuando ellos dos eran niños. Un recuerdo que le hacía ver, lo unidos que estaban en aquel momento.

Canrid observó el rostro de su hermano, unas pequeñas manchas de un rojo carmesí habían aparecido sobre sus ojos. El ceño fruncido de su hermano, le hacía ver lo enfadado que estaba y entonces, comprendió el rencor que Daryl sentía hacia él.

—Daryl, suéltame.

El nombrado, sonrió de lado y lo soltó con brusquedad. Se apartó un poco, dejando incorporarse a su hermano.

—Tío, tus ojos. ¿Qué les ha pasado?

De pronto, Daryl pareció comprender la situación y se apartó aún más de su hermano dándole la espalda. Cerró los ojos con fuerza intentando controlarse. Si sus ojos completaban el color rojo carmesí, Daryl podría perder el control de su cuerpo. Y eso, no sería nada bueno.

—Daryl. ¿Estás bien?

—Si. —respondió cortante. Se volvió entonces hacia su hermano—. Dime a que has venido antes de que te saque de aquí.

Canrid lo observó con atención. Había algo en Daryl que no estaba bien. Podía entender su enfado, su rencor hacia él, pero había algo más. Algo que Daryl no le estaba contando por alguna extraña razón.

—He venido porque te necesito. He oído por ahí que había un mercenario haciendo el trabajo sucio para conseguir dinero. Supuse que podrías ser tú, cuando oí lo de la espada, pero nunca me imaginé que mi hermano, después de trabajar para el gobierno, pudiera terminar de mercenario.

—Uno tiene que ganarse la vida para poder comer, no como otros. —respondió Daryl mirándolo de reojo.

Canrid entendió esa indirecta a la perfección, lo que le hizo sonreír unos segundos.

—Dado que no contestas al teléfono, he decidido salir a buscarte. Me ha costado bastante, he de decirlo, pero cuando pasé por medio de estas calles, nunca imaginé que te encontraría aquí —observó sus manos con una pequeña sonrisa—. Me alegra saber que tenemos un poder que nos une.

Daryl observó las manos de su hermano. Unos pequeños rayos de electricidad naranja, recorrían sus dedos. Bajó la mirada para observar sus manos, pudiendo ver como de sus dedos, recorría la misma electricidad, pero de un blanco brillante.

—Podía haber seguido tu rastro gracias a esto —señala sus manos—, pero para mi suerte te vi salir de aquí y aproveché para entrar y esperarte. Lo que no me esperaba, era saber que ahora te dedicas a robar. ¿Tan mal vas de pasta?

—Eso no te incumbe. Además, he dejado de ser un mercenario hace varios meses.

Canrid lo observó volviendo a meter las manos en los bolsillos de su pantalón.

—¿Y estarías dispuesto a volver? —Daryl alzó una ceja— Se de primera mano lo bien que luchas, y en estos momentos necesito tu ayuda. Te pagaré bien, te lo prometo. Sé cuánto necesitas la pasta.

De pronto, Daryl soltó una carcajada que hizo alzar las cejas a su hermano.

—Lo tuyo es increíble. Desapareces tres putos años de mi vida, te llevas el dinero de nuestros padres y ni te molestas en dar señales de vida hasta enterarte de su muerte. Me regalas una puta espada, ¿con la intención de qué? ¿de pedirme disculpas? —sonrió de lado—. Yo no sé si el simple hecho de haberte vuelto rico te ha hecho tonto, o te lo haces. Pero si esperas que después de todo tenga la decencia de ayudarte en algo, estás muy equivocado —Canrid se mantuvo en silencio—. ¿Por qué no lo haces tú? Tú también sabes luchar muy bien, ¿ya no te acuerdas? ¿O es que directamente pasas de ensuciarte las manos?

Canrid, comenzó a notar como el poder de sus manos comenzaba a aumentar. Frunció el ceño y sacó las manos del bolsillo para observarlas y acto seguido observar a su hermano. Este, tenía los puños cerrados con fuerza y lo miraba con odio. El poder de sus manos también había aumentado, pero Daryl no pareció darse cuenta de aquel pequeño detalle.

—Daryl, escúchame bien, te necesito.

—¡No! ¡Escúchame tú a mí! —le gritó.

La energía que recorría los dedos de Daryl se había potenciado aún más, algo que le extrañaba bastante a Canrid, era imposible que uno de los dos tuviera más poder que el otro. Los dos, compartían el mismo poder, deberían estar igualados.

Observó entonces, como comenzaba a subir la energía por los brazos de Daryl, envolviendo todo su cuerpo en un campo de energía eléctrica y blanca. Su hermano, no parecía estar dándose cuenta de la situación, estaba cegado por la rabia.

—¡Quiero que te largues ahora mismo de mi casa y que desaparezcas de mi vida! ¡Me importa tres huevos si lo que te ocurre es de vida o muerte, pero arréglatelas solo! ¡Como hiciste todos estos años, y como he hecho yo, sin necesitar tu ayuda!

—Daryl, cálmate. No sé qué le ocurre a tu poder, pero me estás asustando.

Su hermano, había hecho oídos sordos con lo que había dicho Canrid. Observó cómo sus ojos volvían a aquel color rojo carmesí que le extrañaba bastante. ¿Qué le había hecho el gobierno a su hermano?

—Daryl —lo llamó con voz calmada.

Intentó acercarse a él con cuidado, pero se dio cuenta de que había sido muy mala idea. Daryl alzó los brazos y con un gesto rápido, elevó a su hermano en el aire. Canrid observaba la escena horrorizado. Una pequeña sonrisa maliciosa, se dibujó en los labios de Daryl, poniendo a Canrid en alerta. Tragó saliva con dificultad y entonces, Daryl lo lanzó con fuerza hacia la otra punta de la estancia.

Canrid soltó un grito de dolor cuando su espalda colisionó contra la pared, provocando una pequeña brecha en ella. Calló al suelo boca abajo y durante unos segundos, dejó de moverse.

Daryl pareció volver en sí cuando escuchó el grito de su hermano. Observó la escena que tenía delante de sus ojos y de pronto, pareció darse cuenta de lo que había hecho.

—¡Mierda! —exclamó Daryl.

Observó a su hermano tirado en la otra punta del lugar y corrió hacia él con el corazón bombeando a mil por hora. Se puso a su altura y lo movió para ver si seguía vivo. Colocó su dedo índice en el cuello de su hermano, en busca de un latido. Entonces, el corazón de Daryl volvió latir con normalidad al ver que su hermano seguía con vida.

—Canrid —le llamó—. Canrid, despierta. Vamos hermano, no me hagas esto.

El nombrado soltó un pequeño quejido antes de volver a abrir los ojos encontrándose con Daryl cara a cara. Estaba algo desorientado, pero no tardó en recordar lo que había pasado. Entonces, con su mano derecha, cargó su energía volcánica y acto seguido golpeó a su hermano en la cara, haciéndolo retroceder hacia atrás.

Daryl puso una mano sobre su mejilla, se quejó del dolor y lo observó de mala manera.

—¿Qué coño pasa contigo?

—Eso debería preguntártelo yo a ti —respondió Canrid intentando incorporarse—. Tu poder parece haber cambiado —dijo apoyándose sobre la mesa y mirándolo desde arriba—. El gobierno tiene algo que ver, ¿no es así? —Daryl desvió la mirada— Ya me lo parecía a mí.

Canrid se giró sobre sí mismo y sacó del interior de su chaqueta, un sobre blanco y lo puso sobre la mesa. Se volvió hacia su hermano y caminó en su dirección. Este se levantó con rapidez del suelo quedando a su altura.

—¿Qué coño es eso? —preguntó señalando el sobre.

—Dinero.

—No quiero tu dinero Canrid.

—Tu aspecto, donde vives y el hecho de que tengas que robar para alimentarte a ti mismo o a tu gato, dice lo contrario.

—Canrid...

—Daryl —lo interrumpió respondiéndole con firmeza. Lo observó unos segundos antes de seguir hablando—. No lo quieres, pero lo necesitas. Al igual que yo te necesito a ti.

Daryl desvió la mirada hacia un lado molesto.

—Veo que el gobierno no sólo ha modificado tu poder, te ha vuelto más frío y agresivo. Más gilipollas, por así decirlo —al oír lo último, Daryl sonrió de lado—. Estaré esperando tu llamada.

Canrid caminó hacia la entrada de la casa, no sin antes echar un último vistazo a aquel lugar donde vivía el idiota de su hermano. Observó entonces la máscara sobre la encimera y volvió a mirar a su hermano por encima del hombro. Entonces, una pequeña sonrisa salió de sus labios al darse cuenta de algo, de lo que no se había fijado hasta aquel momento.

—Me alegra ver que aun conservas la sudadera que te regaló mamá.

Daryl miró hacia abajo para observar la sudadera que tenía puesta y luego volvió a mirar a Canrid. Este le mostró una triste sonrisa y salió del piso sin mirar atrás.

Cuando Canrid cerró la puerta, Daryl tardó unos segundos en procesar todo lo que había ocurrido. Alzó las manos y las observó con determinación. Acababa de hacerle daño a su hermano. Observó entonces la brecha de la pared que se había formado y se acercó para acariciar el contorno de la brecha. Su hermano, siempre había sido su debilidad, siempre habían estado muy unidos desde que nacieron, pero ahora, Daryl no podía sentir otra cosa que no fuera odio o rencor por el abandono de su hermano, y no estaba dispuesto a perdonarlo.

«—Vamos niños, tenéis que controlar mejor ese poder.

—¡Si, papá! —gritaron Daryl y Canrid al unísono.

Volvieron a atacar al muñeco que el padre les había puesto para entrenar sus dones. Primero atacaba Canrid con su electricidad volcánica y luego Daryl, con su electricidad helada. Los dos hermanos, sabían compenetrarse muy bien y se sentían imparables.

Cuando el muñeco cayó al suelo, el padre se acercó a ellos con una enorme sonrisa en los labios. Posó sus manos sobre las cabezas de ambos y se agachó para ponerse a la altura de los dos hermanos.

—Lo habéis hecho genial —los felicitó su padre—. Cada día lo hacéis mejor que el anterior.

—Cuando seamos mayores, seremos los mejores superhéroes del mundo. —respondió el pequeño Canrid con una sonrisa.

—Derrotaremos a los malos y nos darán mucha comida como agradecimiento. —continuó Daryl.

El padre soltó una carcajada y acarició las pequeñas cabezas de sus dos hijos.

—Salvar a la gente de los malos es muy buena idea, pero recordar una cosa —los dos pequeños, observaron a su padre con curiosidad—. Vosotros dos, sólo seréis más fuertes, si lucháis juntos. No os olvidéis nunca de eso.

—No te preocupes, papi. Canrid y yo no nos separaremos nunca.

—¡Si! Estaremos juntos siempre.

Los dos pequeños ladearon la cabeza para observarse entre ellos con una enorme sonrisa.»

Daryl sonrió de lado al recordar aquel momento con su hermano y su padre, cuando tenían siete años.

—¿Qué pasó con el estaremos siempre juntos? —preguntó sin dejar de observar la brecha de la pared. —¡Dime, Canrid! ¡¿Qué fue lo que pasó?!

De pronto, el poder de Daryl, volvió a aumentar, pero esta vez, pudo notarlo. Cerró el puño con fuerza intentando calmarse, pero los recuerdos de su pasado atormentaban su cabeza.

—¡Joder! —gritó.

Golpeó con fuerza la pared donde estaba la brecha, dejando un pequeño agujero en ella, cuando Daryl apartó la mano. Se deslizó sobre la pared y se dejó caer al suelo.

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