Parte 3: Advertencia

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Una chica castaña abre los ojos cuando sus compañeros felinos comenzaron a exigir alimento y cariños. La chica sonríe con diversión ante la insistencia de sus amigos, se levanta y deja que el camisón blanco, sus collares y su larga cabellera caigan con libertad por su cuerpo, acomodándose a su figura.

Estira su espalda y sus brazos, que crujen ante el movimiento, se levanta y toma de un pequeño cesto algunas carnes que el pueblo le deja como ofrenda, agradeciendo su protección y su ayuda en batalla.

Una vez que alimentó a sus grandes felinos, tigres, leones y panteras; se dedicó a arreglar su figura, cambió su camisón por un vestido especial de entrenamiento, flexible, cómodo y resistente; acomodó su cabello en una coleta alta con un fleco de lado; tomó kohl y lo expandió por sus ojos, deteniéndose más en el derecho al formar la característica forma del ojo de Ra.

Una vez lista, tomo sus armas y camino por los pasillos a donde todos los demás dioses se encontraban ya entrenando. Con sus felinos siguiéndola de cerca entraron por la ancha puerta, y no se hizo esperar el ataque de una flecha roja directo al corazón; ataque que fue detenido por una espada en forma de media luna que estaba siendo empuñada por su hermana, Bastet.

- Fallaste Seth, mejor suerte a la próxima.- le dijo la diosa gato al Dios del caos

Las dos chicas se alejan de sus compañeros para entrar a un salón en el cual se encontraban todo tipo de armas, venenos y pintura. Las chicas sin decir nada se acomodan frente a dos cazuelas llenas de pintura, una negra y otra dorada; toman un pincel con la punta más fina que se pueda encontrar, tomando la pintura dorada ambas chicas se dibujan un ojo en cada brazo, el ojo de Ra, el cual las protegerá por los próximos tres días, en su entrenamiento y su misión.

Una vez la pintura se secara, toman la pintura negra y se dibujan llamas en las muñecas y con ayuda mutua varias flechas en la espalda. Cuando los dibujos se hubieron secado y adherido a la piel, ambas chicas se levantan y toman varias piedras preciosas y semipreciosas, aventándolas en una cuenca llena de agua del río Nilo.

La chica que hasta el momento no había cambiado a su forma de diosa, comienza a dejar que en su cabeza crecieran unas pequeñas orejas llenas de pendientes, de su coxis saliera una cola, sus uñas se volvieran garras y su cabeza se llenará de un suave pelaje amarillo.

Una vez que la forma completa de Sekhmet salió, tomó su arco, brillando al tacto, un carcaj y una pequeña daga que amarro a su muslo derecho. Giró para mirar a su hermana y mejor amiga, que ya se encontraba en guardia, esperando su ataque, con una fría mirada se acercó a su compañera para en un movimiento rápido lanzar una navaja que tenía escondida en su muñeca izquierda.

Su hermana lo esquiva a tiempo para contraatacar con una de sus espadas, siendo bloqueada por el arco de Sekhmet que crea un sonido metálico al chocar entre sí. Las chicas se ven con reto para segundos después rugirse, después de amenazarse en ese rugido continúan con su pelea de entrenamiento.

Dos horas después, ambas mujeres se recuestan en las baldosas bajo sus ahora pies, viendo solo el techo marcado por las constelaciones, batallas y piedras; regulando sus respiraciones y recordando los días que les quedan antes de ir a su lucha mensual, una lucha en la que sus vidas están en riesgo y si ellas fallan, el mundo entero pagará las consecuencias.

Con una gran sonrisa la castaña se levanta de su lugar, extendiendo la mano a su amiga para ayudarla; una vez ambas en pie, recogen todo lo que ocuparon dejándolas en su lugar; excepto aquellas piedras que aventaron en la cuenca. Las chicas salen del salón para dirigirse a los jardines, caminando con tranquilidad en compañía de sus felinos, observando la luna, las flores y las estrellas... disfrutando de su compañía, antes de ir a la batalla más peligrosa.

- Solo espero que Seth no trate de arruinar todo, lo de hoy no solo fue un ataque, también fue una advertencia; ¿Lo sabes , no?- le pregunto Bastet a su hermana

- Lo se Bastet, tendré cuidado, tu también deberías- le dijo la leona a su amiga, para después seguir con su caminata, solo deseando vivir un día más.

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