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2 meses después

Los ojos se me sentían pesados, no podía abrirlos por más que lo intentara. Quise levantarme de la cama para ir al baño, pensé que, tal vez, echándome un poco de agua en la cara vería bien.

Las piernas se me doblaron al momento de pisar el frío piso, caí sin previo aviso al suelo.
No tuve tiempo ni de meter las manos, pero por los menos no caí de cara.

—Mamá. —grité— ¡Mamá! —volví a gritar más fuerte para asegurarme de que me escucharan.

Unos segundos después mis padres ya estaban en mi habitación.

—Cariño, pero, ¿qué te pasó?

—No puedo pararme.

Sentí los brazos de mi padre rodearme la cintura para ayudar a levantarme. Me colocó con cuidado al borde de la cama.

—¿Te duele la cabeza?

Negué.

—¿Estás mareada?

Volví a negar.

—Entonces, ¿por qué no abres los ojos?

—No puedo.

—¿Cómo que no puedes? —noté en la voz de mi madre que se sentía asustada.

—¡No lo sé! —comencé a asustarme y mi respiración se comenzó a acelerar.

—Voy a llamar al doctor. —papá se fue.

—Recuéstate. Ya viene el doctor.

Mamá me tapó con una cobija y se acostó a mi lado. Pasaba su mano repetidas veces por mi cabello.

—Mamá.

—Dime, cariño.

—Me siento muy cansada.

—No te preocupes. Duerme un rato, ya llegará el doctor.

🧩

Mis papás estaban en el pasillo hablando con el doctor, mamá se notaba muy preocupada. Quería escuchar un poco de lo que decían, pero hablaban muy bajito y tampoco pude levantarme para escuchar.

El doctor le entregó un papel a mamá y mi padre lo dirigió hacia las escaleras.

Mi madre cruzó la puerta y se sentó a mi lado.

—Hija, tenemos que hablar.

🧩

—Un manicomio. ¿Están bromeando?

—No, no, cariño. No es un manicomio. Solo es una casa en donde podrás relajarte, y te darán la comida adecuada para que te mejores.

—¿Para que mejore? ¡No estoy enferma!

—Sí lo estás. —habló papá y parecía muy serio.

—¿De qué estás hablando?

Mi mirada pasaba de mi padre a mi madre cada instante, no me decían nada.

—Hija, tienes anemia. —por fin habló mamá.

—No, yo no... —ambos parecían muy preocupados y tenían una expresión seria en el rostro. No estaban bromeando.

—Esto te lo provocaste tú, te pasó por no comer. —el comentario de mi padre lo sentí lleno de enojo y me dolió.

—El doctor dice que no es muy grave para necesitar cirugía, solo debes volver a comer bien con una dieta adecuada. Muchos de sus pacientes van a esta casa de relajación en donde ayudan a las personas para volver a una vida normal.

—Yo soy normal.

—Eso lo sabemos, pero dejaste de comer desde... —parecía no querer decirlo.— Desde que sucedió aquello. Estando en ese lugar te van a atender bien para no tengas preocupaciones, te darán de comer lo que necesites, serán como unas vacaciones.

—Pero...

—Nada. Vas a ir y punto.

Solté un bufido. Es increíble que me hagan esto. Estoy perfectamente bien, que me haya caído y bajado un poco más de siete kilos no significa que tenga anemia, ni mucho menos es razón para meterme en un manicomio.

Mi padre se veía decepcionado, no sé si es porque en estos momentos no soy lo que era antes o porque piensa que no es buen padre.

—Mamá, por favor, no me quiero ir a ese lugar.

—Hija, ya te dijimos que es por tu bien. Ya no eres la de antes.

—¿La de antes? —di un paso atrás— ¡¿La de antes?! ¡Nunca seré la de antes! —grité. A ellos no les afectó en nada perder a Caleb pero tampoco entendían lo que significaba para mí, por más que me digan que sí.

—Sé que sigues triste por lo que pasó pero piensa en que a él no le hubiera gustado verte así.

—¿Y tú qué sabes lo que quería? Él quería viajar a Italia y ya no pudo, él quería graduarse y no lo hizo, quería hacer muchas cosas y ya no está aquí para hacerlo.

—Pero tú sí. Caleb siempre estará contigo, aquí. —me tocó el pecho, justo donde está el corazón— Tú puedes hacer todo eso para que cumplas sus sueños. Gradúate y lo sentirás contigo. Viaja y él estará ahí contigo.

—Yo... jamás lo había visto así. —bajé la mirada.

Sonrió.

—Pero para hacer todo eso, debes estar bien. Ya ni siquiera sales de tu cuarto y cuando lo haces es para comer muy poco. Mira tus brazos.

Bajé la mirada para verlos. Por más que me doliera admitirlo, si se veían más delgados.

—En esa casa hay doctores, nutriólogos, especialistas. Te van a cuidar.

Asentí.

Mamá me abrazó.
Sigo odiando los abrazos pero no la iba a alejar, no ahora.

🧩

—¿Estás lista?

Ya tenía mis maletas listas, mamá dice que solo estaré fuera un mes.

Papá se llevó las maletas al auto, estando en la estancia mis hermanos me esperaban.

—Te vamos a extrañar. —habló Tom y me dio un abrazo. Luego se sumó Michael.

—Yo también, mugrosos. —les revolví el cabello a ambos.

—Es hora, cariño. —la mano de mamá se puso en mi espalda, supe que debía comenzar a caminar hacia la calle.

El cielo se veía azul, ni una nube se podía apreciar. Tal parece decidieron darse unas vacaciones, no debe ser nada fácil estar todo el día en las alturas.

El pasto estaba verde, pero no un verde feo, un verde tranquilo, en el que te puedes acostar y dormirte por un largo rato.

En la acera había un camino de hormigas, llevaban trozos pequeños de hojas y palos. Construirían una nueva casa, una más segura en donde ningún insecto pudiera lastimarlos o cobrarles alguna cuota.

Miré el auto color rojo, no un rojo rosa, un rojo sangre. Le dije a papá que sería mejor uno negro pero prefirió hacerle caso a mamá.
Entré en él, y papá comenzó a conducir.

Las calles estaban vacías, no se veían coches ni estacionados. Tampoco habían personas caminando, solo había uno que otro local con el letrero de abierto.

Hace unas horas estaba en mi casa, en mi cama, en mi espacio, y ahora iré a un lugar del que jamás había oído hablar.

Creo que yo misma me lo gané. Si tan solo le hubiera hecho caso a mi madre sobre comer bien, no estaría en esta situación.

El coche paró. Nos detuvimos en frente de una enorme casa, parecía una mansión, tenía un cartel en donde tenía grabado el nombre del lugar: Casa de relajación "Las hermanas de la flor"

Casa de relajación es igual a manicomio, nadie me quita esa idea. Y ¿hermanas de la flor? Un nombre medio rarito, menos mal no la nombraron "aguas turbulentas"

Un señor muy alto, vestido completamente de azul nos recibió.

—Sean bienvenidos. —nos hizo un ademán para invitarnos a pasar.

Muchas personas de diferentes edades caminaban por una estancia a la derecha. Todos estaban con pantalón y camisa blanca.

Un sujeto nos seguía, cargaba mis maletas.

—Este lugar se ve muy lindo. —le susurré al odio a mi mamá.

—¿Verdad que sí? Solo vi las fotos en el folleto que nos dio el doctor, pero se ve mucho mejor.

—Muy bien, Catalina, esta será tu habitación.

El señor alto abrió una puerta casi al final del corredor. El otro sujeto metió mis maletas a la habitación.

Me asomé para verla mejor, no había casi nada.
Una cama pegada a la pared que tenía vista al jardín, un escritorio con una lata y un lápiz, ni siquiera había hojas para escribir.

Y un cuarto al fondo, debe ser el baño.

—Tiene lo necesario.

Si usted lo dice.

—Todo lo demás lo puedes encontrar en los salones recreativos.

Jum, eso puede ser interesante.

—Los dejo solos.

Mi madre tenía lágrimas en los ojos, jamás me he separado de ella.

—Ay, mami. —la abracé por lo que se sorprendió, pero aun así lo recibió— Puedes venir a verme.

Asintió cuando nos separamos.

—No te metas en problemas. —papá comento divertido— Ven aquí, princesa. —Me dio un abrazo como nunca.

En verdad extrañaría saber que están a solo una puerta de distancia.

—Debemos irnos.

Sonreí. Salieron de la habitación y los dejé de ver.

🧩

Unos golpes en la puerta se hicieron presentes, luego entró una señora con un plato en la mano.

—Hola. —traté de sonar amable

—Tu comida. — la tipa me vio de mala gana.

Tomé el plato y se fue.

Pero ¿qué es esto? El pan tenía un parte verde, seguramente lleva días en la cocina. Qué asco.

Le agradezco a mis padres por mandarme a este lugar tan relajante.

"Ahí comerás bien". Pura basura.

Eché la pieza de pan al bote de la basura y el plato lo dejé sobre el escritorio.

Ni siquiera tenía hambre.

Fui hasta mi cama y me metí en ella, aún era temprano pero no tenía otra cosa mejor que hacer.

—Genial, no hay tele aquí.

—¿Qué tal si hablas conmigo? 




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