Volumen 1: Luna de invierno Acto 3

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—De cualquier manera, ya que es el dueño de la feria hay un asunto serio que me gustaría tratar —Aclama el joven con una mirada más seria —Es probable que tengan una posible epidemia de Difteria entre manos.

Ante esas palabras la expresión del señor Dunbar cambio de repente...

La Difteria es una enfermedad crónica que hace tiempo mato a muchos de los habitantes del continente y más allá; siendo sus síntomas habituales la tos, fiebre, y obstrucción de las vías respiratorias, además de ser totalmente contagiosa entre huéspedes.

—Lo que dice es una teoría bastante curiosa joven maestro —Espeta Isaac —Aunque si el problema reside en una Dríada enferma, entonces nosotros podemos encargarnos...

—No es tan simple... —Señala el joven —es mucho más difícil para las Dríadas desarrollar enfermedades que los humanos gracias a su sistema inmune tan particular; No a menos que se halla contagiado directamente de otro huésped.

Ante esas palabras la mirada del hombre se oscurece repentinamente, al tiempo que una intensa sed de sangre se hace sentir.

—Alda tiene marcas en su cuello, ¿no fue usted quien dijo que ni siquiera los empleados tienen permitido tocar a las dríadas? —Señala el joven.

—Si, tiene toda la razón —Aclama el hombre tranquilizándose levemente —Me asegurare de investigar el caso apropiadamente.

Con esas palabras Iván no tenía duda alguna sobre lo que Dunbar estaba pensando, por lo que era más que seguro que planeaba deshacerse de la dríada y la persona quien la contagio.

Una epidemia de una enfermedad como la Difteria en una feria que provee alimentos y entretenimiento a la población, no solo podría arruinarlos, incluso podrían ser llevados a juicio por esto.

—Si no tiene más que hacer, entonces cordialmente le pido retirarse —Espeta Dunbar.

—De hecho, hay una cosa más —Aclama Iván señalando a la joven que tocaba el violín —Me gustaría contratar a esta dríada.

—¿Contratarla?

—Planeo hacer una fiesta en la casa de las flores para el cierre del festival de la luna de invierno, alguien con un oído musical tan afinado como el de ella seria perfecta —Señala el joven —estoy dispuesto a pagar lo que pida para que me la preste por unos días.

—Joven maestro —Aclama Dunbar abriendo la carpa —Por favor acompáñeme, hagamos un negocio del que ambos salgamos bastante beneficiados.

Con esas palabras tanto Iván como Erse son acompañados fuera del lugar por Dunbar, al tiempo que el joven nuevamente detectaba a aquel aroma efímero de la última vez, al mismo tiempo que Dunbar detectaba un aroma particular de la joven sirvienta.

Una hora más tarde...

Una fuerte nevada empezaba a hacerse notar sobre la ciudad, al tiempo que dentro de una de las caravanas de la feria el joven Milfiore resolvía todos los temas financieros y legales con respecto a la contratación de la Dríada.

Durante ese tiempo Iván se vio en la necesidad de solicitar a Erse que saliese de la habitación, debido a la fuerte hostilidad que esta presentaba hacia el hombre.

El joven Milfiore no le dio mucha importancia en el momento por lo que sin más complicaciones un contrato fue escrito y firmado por ambos.

—Con eso todos los asuntos están resueltos —Aclama el señor Dunbar —Puede venir a recoger a la dríada mañana por la mañana.

—Lo entiendo, le deseo una buena noche —Espeta el joven.

—Lo mismo digo, y por favor tenga cuidado —Señala el hombre —He escuchado unos rumores algo inquietantes cuando llegamos a la ciudad.

—¿Rumores? — pregunta el joven.

—Sobre un criptido irregular, con un cuerpo blanco como la nieve y ojos rojo escarlata capaz de moverse libremente en la luna de invierno —Aclama el hombre —La gente no sabe lo que es, pero yo lo es bastante bien, es muy posible que se estén enfrentando a una "Ventisca mortal".

—¿Ventisca mortal? — pregunta el joven —¿que no son un cuento de las Dríadas para asustar a los campistas?

—Le puedo asegurar joven maestro Milfiore, yo no me burlaría de un cuento, por muy fantasioso o disparatado que sea —Aclama en un tono serio —Deberían buscar un alojamiento en la ciudad, las vías pueden ser peligrosas en la oscuridad y con tanta nieve acumulada.

Con esas palabras los jóvenes se despiden del dueño de la feria, y siguiendo su consejo llevan a Réquiem a unos establos y posteriormente se hospedan en una posada.

Cruzando por el pasillo con dos llaves en sus manos el joven Milfiore procede a entregar una de estas a Erse.

—Joven maestro ¿Qué es esto? —pregunta la joven.

—Es la llave de tu habitación, ¿acaso pensaste que dormirías conmigo? —Reclama el joven.

—Yo nunca me atrevería a pensarlo, es solo que me molesta que haya gastado en dos habitaciones, yo perfectamente pude haber dormido en el pasillo —Señala la joven.

—¿Quieres hablarme de dinero?, el precio de las dos habitaciones no se compara a todo lo que perdiste en esa rifa —Reclama el joven.

—Al menos ganamos el premio mayor, un pase a los palcos de lujo de la arena de Gladiadores en el ducado de Skullblade —Aclama la joven exhibiendo sus pases.

—Ni siquiera voy a señalarte todo lo que está mal en esto, me voy a dormir, deberías hacer lo mismo —Espeta el joven tratando de ingresar a la habitación.

—Joven amo... —Espeta la joven callando en seco durante un segundo —Buenas noches.

—Buenas noches... a ti también...

Al cerrar la puerta Iván no pudo evitar sentirse extraño, en esta ocasión no sintió falsedad o doble sentido en las palabras de Erse, probablemente solo un efecto de su imaginación.

Del mismo modo Erse no sabía que le pasaba, esta empezó a desabrochar su vestido con rabia al tiempo que se retiraba el sombrero de seda violentamente, pero antes de tirarlo al suelo, esta se detiene.

Erse no podía entender que le estaba pasando, sentía como si el joven Milfiore le hubiese lanzado un encantamiento o alguna maldición, la cual solo se activaba cuando este estaba cerca, haciendo que por más que lo intente no pueda odiarlo.

En ese momento la joven se tira boca abajo sobre la cama, apretando las sábanas entre sus dedos, al tiempo que rememoraba cierta noche cubierta por la nieve, similar a esta.

Hace muchos años...

La nieve caía descontroladamente en una noche de luna de invierno, mientras la joven siendo tan solo una niña, veía una ciudadela de dríadas completamente consumida por flamas azules.

—Perséfone... ¡Perséfone...! —Aclama la voz de una mujer tras la niña quien rápidamente la toma entre sus brazos —Debemos salir de aquí...

—Madre... mi cachorrito... —Exclama la niña.

—El estará bien, debemos alejarnos de la ciudadela...

Con todas sus fuerzas la mujer avanza dentro del bosque, desacelerada por la densa capa de nieve que se había formado, logrando divisar a la distancia a un grupo de guerreros.

La mujer empleando todas sus fuerzas realizo un último esfuerzo para llegar lo más rápido posible a aquellos guerreros, pero al llegar a la escena esta fue capaz de ver la cruel realidad.

Los cuerpos de aquellos hombres se encontraban cubiertos en una extraña membrana plateada, la cual se esparce a través del suelo a su alrededor.

La mujer inmediatamente trata de alejarse del lugar, pero en ese instante una poderosa explosión manda por los aires a la madre y a su hija.

Erse logra aterrizar sobre la nieve a salvo, pero su madre no tuvo tanta suerte, habiendo pisado aquella membrana plateada.

—¡Madre...! —Exclama la niña.

—¡Perséfone, vete de aquí! — Aclama la mujer al tiempo que una sustancia plateada cual mercurio escurría de sus cuencas —Recuerdas esa vez en la que jugamos a las escondidas y no pudimos encontrarte en un día entero; ve a ese lugar...

—Pero madre... Tengo miedo...

—Por favor, míralo como un juego... —Espeta la mujer quien ya no podía mover los pies —Si puedes esconderte hasta la mañana tu ganaras...

—Pero...

—Perséfone, si ganas... el Visir va a felicitarte —Con esas palabras el miedo de la pequeña se disipa un poco —Ahora ve, escóndete.

Así y corriendo con todas sus fuerzas la pequeña se pierde entre los árboles, ante los ya metalizados ojos de su madre.

La niña corrió tanto como nunca lo había hecho en su vida dentro de este paramo infernal, donde las vidas se extinguían a cada segundo; hasta que de un momento a otro una intensa luz se hace presente.

Una monumental bola de fuego que se acerca a la pequeña a gran velocidad, incinerándolo todo a su paso, y cuando parecía que iba a impactar, en el último segundo un grueso muro de rosas se hace presente frenando el ataque.

—Perséfone, ¿Qué haces aun aquí? —Exclama una mujer de ojos carmesí, cabellos rubios y pétalos rojos sobre su cabeza quien se encontraba gravemente herida.

—Hermana Atalanta...

—No tengo tiempo para esto, ¿dónde está la 3ra esposa? —Pregunta la mujer quien a ver el estado de la niña solo pudo suponer lo peor —Perséfone vete lejos, estar cerca de mí es peligroso...

—Pero...

Antes de poder decir cualquier cosa Atalanta se tira al suelo junto con Erse justo antes de que un par de látigos cortasen el muro de rosas al igual que a los árboles de alrededor.

—¿No es un poco grosero mirara a otro lado cuando tienen una pelea a muerte? —Aclama una mujer de largos cabellos blancos y ojos azules que ingresa a la escena.

En sus manos está empuñaba dos látigos que inmediatamente desaparecen entre sus manos, para así traer dos armas de fuego.

—Perséfone no lo voy a decir otra vez, la voy a distraer así que vete lo mas lejos que puedas —Aclama Atalanta.

—Oye nuevamente lo estás haciendo, eso es muy grosero —Aclama la mujer con una mirada confundida.

En ese instante antes de terminar sus palabras Atalanta manifiesta un muro de espinas y lo lanza en contra de la mujer, quien de un disparo lo hace pedazos.

La dríada desenvaina una espada y con ella procede a pelear cuerpo a cuerpo, estando las dos enormemente igualadas, pero aquella mujer ya había visto su punto débil hace tiempo, realizando un disparo hacia la pequeña en su intento de escape.

—¡No! —Exclama la Dríada levantando rápidamente un muro de rosas frente a la pequeña, bajando la guardia el tiempo suficiente para recibir un disparo en el centro del abdomen.

—¡Hermana...!

Atalanta cae al suelo tratando de arrastrarse hacia la niña, justo antes de que aquella mujer dispare nuevamente a su cabeza, acabando con su vida como si fuese un animal.

La niña queda en shock al tiempo que la sangre de Atalanta mancha la nieve, incapaz de ver como aquella mujer se le acercaba y la toma del cuello.

En ese momento la pequeña trato de ejercer pelea, estaba invadida por la rabia, pero nada de lo que hiciese serviría, pues al ver a los ojos oscuros y muertos de aquella mujer supo de inmediato lo que pasaría.

Pero en el último instante esta la suelta...

—Yo no mato niños tan a la ligera... —Aclama la mujer —Quédate quieta, alguien se encargará de ti muy pronto.

Con esas últimas palabras la mujer le dio la espalda a la pequeña, dejándole en claro que no la veía como a una amenaza, exhibiendo así en su abrigo un escudo familiar de un ciervo azul; mismo escudo presente en las prendas que Erse usaba actualmente.

De regreso en el presente...

Erse odia a la familia Milfiore, los odia con cada fibra de su ser, pero al mismo tiempo les teme, pues es consciente de su monstruoso poder que abruma incluso a los de su misma especia.

No obstante, con Iván era distinto, no importa cuánto lo intentase o cuanto se convenciese, no podía odiar al joven Milfiore más allá de cierto punto, a tal grado que ella incluso podía bajar la guardia cerca de él.

Erse estaba convencida que estaba bajo una maldición impuesta por el joven, y parcialmente estaba en lo correcto...

**

[Esclavista (Legendario)]

["Aquellos en condición de esclavos, tendrán una alta simpatía hacia ti..."]

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La joven no sabía que hacer o que sentir, mientras una parte de ella solo deseaba poder romper su cuello entre sus manos, aun sabiendo que el sello de esclavitud nunca se lo permitiría.

La joven estaba desconcertada sobre lo que deseaba realmente, al tiempo que un extraño sonido se hace presente.

Pasos firmes pero muy ligeros cruzando a través del techo de la posada, una sensación que a la joven parece familiar, pero a la que no le da mucha importancia.

Con ello en mente esta procede a recostarse, en un intento de dormir mientras el frio empezaba a empañar su ventana, al mismo tiempo que en la habitación de junto una situación crítica se estaba desarrollando.

La ventana estaba destrozada mientras todo lo presente en la habitación empezaba a congelarse, y en el centro de todo, una figura cubierta en una túnica blanca con una máscara de búho, quien sujeta al joven Milfiore desde la garganta.

Iván trato de resistirse, pero la fuerza de aquel individuo era superior en todos los sentidos mientras cortaba su respiración.

Poco a poco el cuerpo de Iván empezó a relajarse, todo apuntaba a que este había renunciado a la vida, pero la realidad es que solo acomodaba su garganta para efectuar un último y desesperado suspiro, espetando en voz muy baja...

—Inventario...

Con esas palabras la ventana del inventario se hizo presente y de esta el joven extrae un rifle que previamente había guardado ahí, lamentablemente esta arma era demasiado larga y no había forma en que pudiese impactar a su atacante; afortunadamente aquella no era su intención.

Con un disparo el joven atraviesa la pared que separaba las habitaciones con la sirvienta, solo para que su arma rápidamente fuese lanzada lejos por su atacante.

El cuerpo de Iván empezó a llenarse de un dolor desgarrador... lo que evidenciaba que su plan había tenido éxito...

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[La habilidad "Berserker" ha sido activada...]

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Rápidamente la habitación es invadida con una poderosa explosión, mientras el joven el liberado por su atacante, no antes de ver como este manifestaba en su rostro una sonrisa.

Erse había ingresado al lugar, rápidamente tomando entre sus manos un fragmento de escombro, el cual empuña con una sola mano, similar como lo hizo contra el roble en la casa de las flores.

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[La habilidad "Arte divino del demonio celestial primer movimiento: Tajo cortador de robles" ha sido activada...]

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Erse había empleado la habilidad de Berserker y además de eso la extraña técnica de espada, virtualmente con esa fuerza conjunta ella debería ser capaz de derribar un edificio completo.

Pero aun y así su ataque fue completamente frenado con otro de la misma intensidad abrumando a ambos jóvenes, al tiempo que Iván usa los ojos de Ereshkigal.

La atacante manifestó entre sus manos una lanza de hielo, bloqueando el ataque y lanzando a la joven sirvienta por la ventana.

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