El violinista: Epílogo.

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-Se preguntarán, ¿por qué el violinista murió? - comenté a los muchachillos que estaban sentados a mi alrededor, en el suelo-. Pues, bien, hablamos del siglo XX, en los años 40's, por lo tanto la medicina no estaba tan avanzada hasta esta época. ¿Recuerdan que Trafalgar inyectó a Luffy? - cuestioné mientras observé cómo todos asentían-. Eso lo ha hecho para evitar que se infectará de tétanos, lo cuál no hizo con él, en la herida de su brazo con la katana. Oh, nuestro violinista contrajo el tétanos que se fue agravando cada vez más, hasta convertirse en gangrena; es por eso que presentaba esos síntomas - los chicos palidecieron y uno de ellos me preguntó qué sí la sinfonía tenía alguna letra compuesta, a lo que asentí de manera pausada. Tocaron la puerta y di el acceso-. Que bueno que hayas llegado, Monkey D. Hideki.

El muchacho de ojos negros, bastante alto, y cabellera rubia, entro y nos acompañó a escuchar la historia que relataba. 

-Como les comentaba, la trágica historia de amor, no queda ahí, puesto que Doflamingo, consiguió reducir su condena, pero claro lejos de ahí, en un lugar apartado dónde murió a los pocos años de cumplir su sentencia - todos se me quedaron mirando, buscando una respuesta-. Bien, pues fue masacrado hasta el borde de la muerte, torturado y violado por el clan Tenryuubito - a algunos se le escurrieron las lágrimas y otros sólo dejaron notar su horror-. Por otro lado está el señorito mimado - una lágrima se me escurrió desde mis azules orbes-. Él también murió. Falleció al poco tiempo que el violinista, después de presenciar cómo el amor de su vida se iba, cayó en una horrible depresión, dejando de comer, beber, bañarse e incluso renunció a ser el gobernador de aquel país - la confusión se acrecentaba en cuanto más relataba la triste historia de amor-. Pero él no murió por la depresión, sino por un arma que construía Dragon-sama. En ella ocupaba un misterio líquido plateado pero que tenía la características de un metal - alguien susurró "mercurio", era cierto, era el único elemento de la tabla periódica que compartía similitudes con aquello -. Y es nocivo para la salud. 

El chico rubio que había llegado, se sentó junto a mi y me abrazo dándome ánimos, ayudándome a continuar el relato. 

-El chico en una de sus alucinaciones, se dirigió a un cuarto escondido en la mansión y observó aquel líquido plateado. Y... lo ingirió - las lágrimas ahora se habían convertido en un llanto lastimero, que calaba en las almas de los presentes-. En unos cuantos días, su piel morena comenzó a perder color, así cómo se notaba que esta misma se descamaba y los gritos que soltaba dejaban más en claro el dolor que perseguía su cuerpo. Le administraban morfina dos veces al día para acallar sus gemidos desgarradores. En una de las ocasiones que le tocaba tomar sus medicamentos. Luffy-sama estaba mirando hacía el gran ventanal con una sonrisa en boca... Él ya no respiraba desde hace más de dos horas cuando se le pidió que lo dejaran solo - el nudo en mi garganta ya no me dejaba hablar, alguien con asombró me preguntó ¿por qué sabía aquello? Contesté:-. Por que yo era la hermana menor de Hikari, su madre. Y en ese entonces era una niña. 

Me aferré al hombre de al lado, el chico sólo me sostuvo en sus brazos, era mi hijo. Hijo de Monkey D. Sabo y mío, Hiriko. Mi primogénito y único hijo, me estrecho, comprendiendo mi dolor. 

La dulce melodía que había compuesto el violinista, la había visto una vez en mi vida, aún recuerdo aquel día que él, la tocó en su amado violín una última vez, en el lecho de su muerte, esa partitura la tenía Luffy en su regazo cuando partió de este mundo y un lado, en su cama, le acompañaba fielmente aquel instrumento. Instrumento que se tiño con la dulce amargura de un primer amor. 

La letra, la había compuesto el señorito, diciendo para él mismo que tenía que completar aquella declaración de amor unilateral. Sus estrofas eran divinas, cómo una masoquista caricia. 

"Dejadme quedar a vuestro lado,
os suplico a todo el mundo que me deis su permiso,
que me permitan estar atado
a mi primer amor, que ha llegado a vuestra vida, de improviso.  

Escuche de viejas historias y relatos 
que escritas en la piel con sangre 
se leía que aquellos inmemorables ratos 
serían premiados en una nueva vida, de manera fiel. 

Podrías explicarme que se siente amar a alguien que no está aquí,
por favor, dejadme estar aferrado a la ilusión de sus gélidos besos; 
os pido un único favor; dejadme permanecer con él, la muerte, ahí; 
todo lo que os pido es que me permitáis con el frío calando hasta mi huesos." 

Y ahí, en ese momento, lloré todo lo que había guardado, estaba envejeciendo cada vez más, muchos niños y jóvenes del clan, me habían colmado de preguntas sobre aquellas tumbas que daban un aíre nostálgico. Mi memoria se perdía con cada día que pasaba, así que decidí contar lo que había presenciado. 

Ahora, espero que sí sus almas han vuelto a reencarnar sean felices, que ahora sí puedan amarse, quererse. Si no han reencarnado en esta vida cómo el primer amor del contrario, al menos mi alma alberga la esperanza que renazcan cómo unos gemelos y puedan ser felices. 

La tumba del violinista y el señorito, estaban juntas, atrás de ellas, con la madera mohoso y el arco oxidado, residía el violín, con un color amarillento estaba la partitura y la canción que habían compuesto ambos hombres, coronando el instrumento estaba el sombrero de paja. 

Los presentes nos dirigimos al nicho, mostrando respeto, ese preciso día, era la fecha de muerte del violinista, y el mismo día que partió el señorito. Todos guardamos silencio, me acerqué y coloqué un ramo de camelias blancas, acompañado de unas crisantemos, helenios y lirios azules. 

Mientras mostrábamos el respeto hacía nuestros antecesores, un melancólico sonido se dejo escuchar, a la entrada del panteón, un par de chicos, con cabellos azabaches, uno de ojos grises y otro de ojos azabaches, cantaban la canción y dejaban escuchar la melancólica sinfonía del señorito y el violinista. 



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