Inmerso en aquellos detestables pensamientos, presas de una sociedad cerrada, se encontraba el violinista, componiendo otra armonía. Una dulce armonía para el chico del que se había enamorado a primera vista. Sabía que no podía simplemente ir y decirle sus sentimientos.

Tomando su pluma fuente, y una hoja de papel color caoba, comenzó a trazar las líneas para crear el pentagrama, colocando dentro de él, una clave de Sol. Observo por un momento la pluma, era de color plata, con su nombre grabado en letras cursivas y doradas. Era la primera vez que la usaba. Entonces tuvo claro que tan grande era el sentimiento, cómo para utilizar aquella preciada adquisición en escribir una sinfonía sólo para él.

Colocando unas blancas e ir verificando los acordes con su violín, se prometió, sólo tocar ese bello conjunto cuándo pudiera estar cerca de él. No se lo daría a nadie ni la volvería a tocar.

Comenzando con una grave melodía, tocó el primer acordé, imaginando la bella sonrisa que tenía el chico aquella vez que lo vio en el teatro, para seguir con un puente y subir la intensidad, en un tono agudo. Empezando el clímax de la melodía, bajando la frecuencia de poco a poco, dando una melancólica pausa, para seguir con unos cuantos acordes del mismo sonido.

Pronto, la sinfonía se intensificaba, cómo sí estuvieran en un paraíso eterno, en un placentero lugar, para violentamente repasar las cuerdas con el arco y terminar en una acometida en contra de las cuerdas del violín. Un trágico final, dando conocer que su amor, no sería aceptado.

— Es una bella tortura —comentó mientras de sus ojos caían unas pesadas lágrimas.

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— Monkey-sama. Los preparativos para comenzar con las pruebas están listos —le informaron.

— Gracias, Sabo —contestó Dragon.

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— Necesitamos más personas para que sean peones de nuestro nuevo juego —la risa ensanchada y perturbadora relucía en la habitación carente de luz.

— Cómo ordene, Joven Amo..

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CONTINUARÁ...