El violinista: Señorito mimado.

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El encuentro entre el violinista y el pequeño niño mimado, había dado de que hablar entre los pasillos de los tocadores. Haciendo que el barullo y los cotilleos fueran el pan de ese día.

Dando una gélida mirada, capaz de detener a la más feroz bestia, la dirigió a todo aquel que husmeará cerca, mientras decía entre murmullos lo que sucedía. Todos ahí le conocían, era el pequeño Monkey, pero no por eso guardaron compostura, pues sabían que el señorito, nunca se valió de su titulo para callar a la gente, aunque aquello intimidará nada más de saberse.

— Por favor —alzó su voz un poco, lo necesario para hacerse escuchar sin la necesidad de sonar grosero y descortés—. Podrían dejar sus cotillas y regresar a sus trabajos.

— Cómo usted ordene, Monkey-sama —dijeron al unísono los presentes ahí, dispersándose por el recinto.

— ¿Aceptaría una comida en mi casa, joven? —Sonando descortés, por no pronunciar su apellido, hizo su invitación.

— No creo que sea bien visto, el poder recibir a alguien como yo, Monkey-sama —habló cabizbajo, en señal de respeto.

— No lo es —dejando ver una sonrisa ladeada, le informó—. Acepté, por favor.

— Pero, no tiene porque hacer este tipo de cosas —avergonzado por rechazar la oferta, espetó.

— ¿Sabe? No me rendiré, por lo cual, deberá darme un recital de violín en mi casa, mañana —le dijo, un poco fastidiado—. Y una cosa más, me siento apenado pero no puedo pronunciar su nombre, no importa que le llame de otra forma.

— Por supuesto que no, Monkey-sama —accedió a ambas ordenes—.

— Lo siento, le llamaré Torao. ¿No es alguna molestia? —Le cuestionó—. Y puede llamarme Luffy.

— No podría, Monkey-sama —irritado por el sobrenombre, pero sin derecho a decir algo más, asintió—. Y sí, puede llamarme de la manera que se le haga más fácil mi nombre.

— Tomé —le entregó una tarjeta. Llevaba grabado en letra cursiva y dorada, el nombre del joven y la dirección—. Le espero mañana alrededor de las tres de la tarde.

— Ahí estaré —aún con su cabeza agachada, accedió a la petición.

— Nos veremos de nuevo —se despidió mientras guardaba aquella flor. 

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CONTINUARÁ...

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