Capítulo 1 - El silbido aumentó

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    Las flores retoñaban y los pasos de una chica llamada Stella casi ni se escuchaban. Aunque a ella no le importaba, era muy normal que hubiera bullicio en su ciudad.

    Su mirada se notaba perdida en el horizonte, dejando ver su estado de introspección y a su vez el disfrute que le causaba la brisa que le arremolinaba los cabellos que flotaban en el aire haciéndole cosquillas en las mejillas.

    Con trancos cortos y firmes recorrió las calles, pateando de vez en cuando ,los cúmulos de hojas  verde- amarillentas que se juntaban en las veredas por el viento que hizo que se desprendieran de los arboles.

    Al llegar a la puerta de su escuela se detuvo a mirar el agraciado cielo, cuando alguien la interrumpió.

    — ¡Hola Stella!

    La adolescente giró la cabeza.

    — ¡OH! Hola Maia!— saludó felizmente. Era la primera vez que su amiga Maia llegaba antes de tiempo (igualmente, solo había llegado unos 10 minutos antes que la profesora).

    —Stella... ¿Sabes donde está la gallina roja?

    — ¿Me invocaste Shiper? Jsjsjs-—Soltó la gallinita (que obviamente era un adolescente).

    Stella les dedicó a ambos una mirada de irritación y luego dijo:

    —Hola Fulvio. ¿Entramos los 3 al colegio sin PELEARNOS, plis?

    —Bueno—Soltaron Maia y Fulvio al unísono.

    Stella siempre pero siempre terminaba resolviendo las disputas entre sus amigos, la mayoría causadas por la shiper (la que normalmente trataba de buscarles pareja a sus amigos).

    Maia, Fulvio y Stella caminaron por el corredor hasta que llegaron al salón, posteriormente se sentaron en sus bancos. Stella sonrió.

    —Chicos ¿les gustaría ir a una pijamada en mi casa?—preguntó.

    — ¡Obvio que sí tonta!—Contestó Maia

    —Lo mismo que ella.

    Rápidamente Stella sacó su carpeta de matemáticas, pues la profesora ya se dirigía al aula.

    —Bien terroncitos de azúcar ¿Cómo les va el día?— Saludó la profesora con sarcasmo, ya sentada en su escritorio.

    Un estudiante levantó la mano izquierda sutilmente, la maestra lo miró con desprecio.

    — ¡Estoy muy bien! , por cierto ¿Qué es lo que nos va a dar hoy para leer en lengua?

    — ¡Bah! ¡Empecemos con la maldita clase!— la pregunta del pobre estudiante había sido ignorada.

    Tristemente, el alumno rubio de ojos celestes y anteojos, bajó la mano, puso una cara de perrito afligido y rendido abrió su carpeta.

    —Empezaremos con el libro— avisó la profesora, con desgano.

    Como siempre en las clases de la profesora Stroogles, los alumnos hacían dos cosas; La ignoraban o le prestaban mucha pero MUCHA atención. La única razón era que todo el grupo sabía que se enojaba fácilmente y que lo único que quería era jubilarse.

    —Chicos...— Susurró Maia-— ¿no les parece muy aburrida esta clase?

    —Sí, es aburrida, pero hay que aguantársela— Contestó murmurando Stella.

    — ¡Que aburrida que sos!— Exclamó bisbiseando la rubia.

    —Que molesta Maia— Dijo con volumen bajo Fulvio.

    — ¡Vos sos más molesto!

    —No

    — ¡Que sí!

    —Shhh..., que nos va a desgüellar la profesora— avisó Fulvio.

    —Sos un zopenco—contestó Maia, mientras sus ojos verdes lo miraban con irritación.

    —Ya sé— respondió con cara de orgullo.

    La clase transcurrió lentamente como de costumbre, eso que suele pasar cuando uno desea estar en otro lado y el lugar en donde se está, es en donde no se quiere.

    Al finalizar las clases, y habiéndose puesto de acuerdo con respecto a la pijamada, Stella y sus amigos se despidieron para luego encontrarse.

...

    La casa de Stella, si bien no estaba lejos de su escuela, en pocas cuadras el barrio cambiaba rotundamente, porque era un sector donde los terrenos eran más amplios y las calles menos transitadas.

    Fulvio se dirigió en bicicleta a la casa de Stella, pero con mucho miedo, ya que el opaco fondo nocturno, estaba acompañado por unos incipientes truenos que resonaban abruptamente, dando aviso al inicio de un chubasco.

    Cuando faltaba una cuadra para llegar, se encontró con Maia, que se quejaba que le dolían las piernas de tanto caminar, pero al ver que unas gotas enormes de lluvia comenzaron a caer, los dos sin pensarlo corrieron hasta la casa de Stella que justo en ese momento había salido a esperarlos al pórtico, los vio empapadísimos, de todas formas los dejó entrar.

    El padre de Stella los saludó y su hermano igualmente. Su mamá trabajaba en una tienda de las que abren las 24h y como le tocaba horario nocturno, no se encontraba en la casa.

Los tres adolescentes se la pasaron comiendo golosinas, viendo videos, jugando juegos de mesa y hablando de estupideces.

    Pero cuando se propusieron dormir, empezaron a escuchar silbidos.

    —Chicas, no sé quién lo hace pero me da miedo ¡Porfa que el culpable pare! —Avisó y exclamó Fulvio.

    —No Sé qUiéN lO hACe PErO ME dA miEdO—se burló Maia—¡Agh! tonterías Fulvio, no seas gallina.

    —No soy gallina, sé que vos y Stella, también tienen miedo—respondió Fulvio.

    — ¡Respondón!—se quejó Maia.

    — ¡Chicos esto es irritante!—Clamó Stella— ¡No puede ser que me tenga que aguantar sus peleas todo el tiempo!

    El comentario de Stella fue ignorado por sus amigos y cuando ella estaba a punto de agregar algo...

    El extraño y molesto silbido subió el volumen hasta llegar a ser agonizante, los adolescentes se taparon rápidamente los oídos, no podían aguantar el intenso tañido, pero como si nada el sonido desapareció de la mente de Stella y una imagen cegadora invadió sus ojos, era como si hubiera puesto la mente en blanco en un modo realmente extremo.

    Blanco, blanco y BLANCO, no había nada más, Stella no sabia que pasaba cuando de repente despertó de la blanquecina pesadilla, miró para todas partes, ese no era su hogar ni el de ningún conocido, estaba sentada contra una pared azul pastel y sus brazos y piernas estaban medio rosas.

    Su mente pensaba "¿Quién me trajo aquí?" y su respuesta fue contestada por una amable voz que venía desde su cabeza.

    "¡OH! parece que ya has despertado".

    ¿Quién eres?— preguntó Stella, enojada.

    Su comentario no tuvo respuesta, así que se le ocurrió hablar mentalmente con la voz.

     "¿Quién eres?" repitió ahora, pero con su mente,

    "Me llamo Ra, y tú eres mi elegida"

    "¡¿Elegida de qué?!" y otra vez su pregunta fue ignorada.

 ...

    Stella esperó aproximadamente una hora para que Ra le contestara y ya que no le respondió, decidió ir a explorar el lugar. Entonces la muchacha se levantó del suelo y sigilosamente empezó a caminar hacia alguna luz.

    El lugar iba cambiando entre paredes azules y celestes, a paredes blanquecinas como la nieve, de esa forma hasta se llego a preguntar si seguía en la pesadilla blanca.

    Había pocos muebles; mesitas con flores, plantas, o sillas. De alguna forma eso le causaba algo de miedo a Stella ¿Tan pocos muebles en un edificio TAAAAAN GRANDE? Era algo realmente extraño, o había los suficientes muebles o no había ninguno.

    Entre las paredes blancas ella encontró una ventana cubierta con una fina cortina de seda, un poco nerviosa se dirigió hacia ella.

    Quería ver el exterior y saber cuan lejos estaba de su casa, pero al abrirla encontró algo que la dejo boquiabierta.

    Tras la cortina de la ventana, vio como un niño estaba jugando con una pelota, pero lo que la sorprendió fue ver que el niño tenía alas.

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