Capítulo 8

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En cuanto salimos de nuestro escondite nos adentramos al bosque, era más sencillo que viajar por la ciudad pues eran pocos los robots que se metían a aquellos terrenos. Lo complicado era moverse sin hacer ruido, además de que tendríamos que dar un rodeo, aunque éste no era demasiado, nos costaría quizá una media hora de camino pero lo valía por la seguridad que ganábamos.

Avanzábamos deprisa, gracias también a los lentes de que nos ayudaban a tener buena vista a pesar de la poca luz, una especie de gogles que daban al contorno de las cosas un brillo rojizo que permitía diferenciarlos mejor. Cuando intenté ofrecerle uno par a Leo también lo rechazo, cerró los ojos por un momento y al volver a abrirlos los brillos azulados que normalmente tenía se volvieron rojos: tenía su propia visión nocturna incorporada.

Así equipados continuamos con nuestro camino sin aparente dificultad, hasta las inmediaciones de la ciudad vecina, allí ya tuvimos que adentrarnos en el terreno de las máquinas. No era muy diferente a la ciudad que nosotros frecuentábamos, con todos aquellos edificios abandonados y la mayoría derruidos; los autos en el mismo estado, ya con muestras de óxido e inservibles luego de ser abandonados.

Muchas de las luces eléctricas seguían funcionando así que nos quitamos los lentes y continuamos con mayor facilidad aunque también con mayor precaución, pues cada cierto tiempo había robots viajando de aquí para allá; algo que pude notar es que sus rondas no era tan recurrentes como en nuestra ciudad, quizá debido a que allá ya nos habían visto anteriormente, al parecer en esta no había sobrevivientes cerca o no los esperaban, de manera que pudimos movernos mejor.

Una vez que nos acercamos al almacén que buscábamos, las rondas de robot eran más frecuentes aunque parecían igual de perezosos que los anteriores.

—No nos esperan hoy, tal como dijiste Ravi. Ahí hay una ventana rota por la que podremos entrar. en cuanto estos robots volteén en la esquina cruzaremos —indicó N analizando la escena.

Seguimos sus instrucciones, moviéndonos de manera cautelosa hasta llegar a la ventana que habíamos visto, en efecto el vidrio estaba en su mayoría roto.

Leo me detuvo del brazo justo cuando iba a entrar, ocupó mi lugar solo para terminar de romper los rastrojos de vidrio que quedaban adheridos al marco, quitando todos los peligrosos bordes de manera que el resto pudimos pasar sin peligro.

N entró primero, intentó hacer el menor ruido posible a pesar de la altura de la ventana con respecto al suelo, que al parecer quedaba aún por debajo del nivel de la calle. En cuanto me hizo la señal salté junto a él, ambos ayudamos a bajar a Hyuk para que no hiciera mayor escándalo al caer; cuando volteé para ayudar a Leo él ya estaba abajo, ni siquiera había escuchado cuando cayó.

—Eres hábil, —susurré casi en su oído, de nuevo él se azoró y sólo bajó la cabeza negando quedamente, a lo cual no pude evitar sonreír.

N llamó entonces nuestra atención, nos señaló para luego indicar la dirección detrás de nosotros, luego hizo el mismo gesto con él mismo y con Hyuk para señalar la dirección contraria.

¿Y se preguntaba cómo era que yo podía entender tan bien a Leo? Estaba ya más que acostumbrado a seguir las indicaciones de gestos durante las misiones, no era nada nuevo para mí. Leo y yo asentimos antes de ir a la dirección indicada.

Al inicio la luz exterior entraba por varias de las ventanas así que era sencillo moverse, sin embargo conforme avanzamos y nos fuimos adentrando más entre los pasillos del almacén tuve que volver a ponerme los lentes pues la oscuridad se hacía cada vez más densa.

A la tercera vuelta que dimos logramos llegar a un gran cuarto relativamente vacío, igual estaba lleno de escombros y lo que parecían artículos de limpieza abandonados. No me gustaba que el espacio estuviera tan abierto, tan descubierto, un lugar que yo mismo utilizaría para una emboscada.

Pero no había mucho que hacer, según el mapa que habíamos visto la comida no debía estar demasiado lejos luego de cruzar aquél cuarto.

Hice una seña a Leo para que se quedara pegado a la puerta, era mejor tener cubierto todo el espacio así. Una vez que Leo asintió de que me había entendido comencé a moverme, haciendo el menor ruido posible, pegado a una de las paredes y esquinado la mayoría de los escombros inútiles que aún llenaban el lugar.

Casi lograba llegar hasta la otra puerta, pero justo en el momento en que me asomaba se escucharon los ruidos de algo que se acercaba; a penas tuve tiempo de esconderme detrás de un gran armario antes de que dos robots centinelas entraran.

Maldije para mis adentros mientras los robots pasaban justo a mi lado y se dirigían a la otra puerta, Leo los miraba con curiosidad. Se movió un poco y de inmediato las máquinas dirigieron sus láseres hacia él.

Instintivamente salí de mi escondite para ayudarlo pero, como había ocurrido en la ocasión anterior, los robots no parecieron detectar nada amenazante en él.

Le hice un gesto a Leo para que volviera a moverse, pues cada vez que lo hacía los robots mantenían sus atención en él. Él me vió y asintió, moviéndose como le pedía. Esta distracción me dio la oportunidad de acercarme con cuidado hasta lograr poner una de mis dagas en el "cuello" del robot.

A todos los exploradores nos enseñaban bien los puntos débiles de los distintos robot, en el caso de ese tipo de centinelas había un cable grueso que conectaba la unidad de poder con el resto y quedaba brevemente a la vista en esa zona de unión que permitía a la parte de arriba girar; de manera que pude cortar dicho cable y desactivar al robot sólo con un rápido y preciso movimiento.

Mi plan no era tan complicado, en cuanto hice el corte me giré para volver a esconderme mientras el segundo robot volteaba, atraído por el movimiento. Creí hacerlo con la suficiente velocidad, ocultándome detrás del mismo armario inicial, pero al parecer me faltó velocidad ya que el robot pronto comenzó a acercarse a mi ubicación.

Preparé la daga y tensé todo mi cuerpo en espera de la pelea que se iniciaría en cuanto aquella máquina llegara a mi altura. Sin embargo Leo se asomó por detrás del robot y, quizá imitando lo que yo había hecho, metió la mano en el hueco del robot y arrancó el grueso cable de corriente haciendo que se desplomara a sus pies.

Me miró entonces aun con el cable negro en su mano y por un momento me quedé impresionado, él acababa de matar a uno de los suyos para salvarme, eso era algo que impactaba quisieras o no. Aún así era algo bueno, al menos para mí y los míos... el punto era comenzar a ver a Leo como uno "de los nuestros" y no "de ellos"...

Suponía que estaba mitad y mitad pero él parecía haber elegido ya un bando, y afortunadamente era el nuestro.

Le hice una señal afirmativa con el pulgar hacia arriba para mostrarle mi aprobación a lo que había hecho. Por algunos momentos él pareció confundido, soltó el cable que aún sujetaba para hacer el mismo gesto y observarlo detenidamente, luego lo estiro hacia mí repitiendo mi propio movimiento.

Casi me río por la inocencia de su gesto, logré contenerme y sólo le sonreí antes de asentir y hacer una seña para que siguiéramos con nuestro camino.

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