Capítulo 2

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Jennie estaba contándoles a sus hijas un cuento para dormir mientras estaba alerta ante todo. Su suegra no dejaba de rodearla, y por lo que se podía notar, no con buenas intenciones.

Ella tenía miedo, ella se había robado a Luna y estuvo a punto de hacerlo con Sol si no hubiera sido por aquel agradable joven que notó algo muy sospechoso en la actitud de la infante. Ahora sus bebés tenían  2 años y no podía dejar que ni su suegra, ni su cuñada se las llevaran. Eran bebés indefensas, y el que Jennie y ellas se odiaran no involucraba a sus hijas. 

─Mamá...─ Le llamó la mayor de las gemelas.

 ─Dime, Sol.─

─¿Por qué no quieres que-que estemos con la abuela?─ Preguntó como pudo mientras se enroscaba entre las cobijas.

─Te lo diré cuando seas mayor, Solecito. Duerme tranquila.─

No podía decirle, o ahora. Tal vez cuando todos sus problemas se resuelvan, o encuentren a su suegra muerta. Por el momento tenía que buscar más maneras de sobrevivir. Ya había ido al parque a catar para ganar algo, pero tal vez la pesca le daría un poco más.

Necesitaba dinero. Sólo tenía 5 dólares, cuando tenía que pagar 135 de facturas.

Una vida muy dura. 

Un día nuevo se anunciaba por la ventana. Jennie se levantó al escuchar el llanto de una de sus pequeñas y se apresuró a ir a su cuarto. Al parecer ya les habían cortado la luz, pues la lámpara que siempre dejaba entre los pasillos estaba apagada, aun estando conectada.

Tal vez construir unas habitaciones más no había sido buena idea, pero no podía permitirse el que sus hijas siguieran viviendo en un espacio tan pequeño.

─Mamá, tengo hambre─ Pidió Luna

─¿Me puedes dar un baño, mamá?─ Pidió esta vez Sol.

Lo que sentía por JungKook justo en estos momentos era inexplicable, lo odiaba por abandonarla sin siquiera despedirse, pero al mismo tiempo lo extrañaba. Lo recordó justo en el momento menos indicado.

Nadie dijo que tener gemelos era fácil. Y más si no tenías a nadie que te ofreciera la mano. 

─Primero le daré de comer a tu hermana y después te daré un baño, ¿Está bien, Sol?─

─Sí, mamá.─

Pero nadie me obligó...

Pensó Jennie.

Ahora tenía que ocuparse de sus hijas. No de llorarle a un patán que no pudo luchar por ella.

Ya no era esa Jennie. Ahora lo único que importaba en su vida eran sus hijas, sus hijas y que la nueva trabajadora social no la atrapara.

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