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Alonso ronroneo en mi cuello. Su mano estaba colocada alrededor de mi abdomen y entrelazada con la mía. Los rayos del sol poco a poco comenzaban a entrar por la ventana alumbrando el pequeño cuarto y los pájaros empezaban a escucharse cantar en las afueras del apartamento.

Escuchaba a Marie haciendo ruido en la cocina y el olor a huevos revueltos entraban en mis narices.

Abrí lentamente mis ojos y bostecé. Anoche ambos nos habíamos quedado dormidos después de aquella charla. Ni siquiera pudimos escuchar cuando la señora Marie entro por la puerta. O al menos yo no pude escucharla.

—Buenos días. — escuche a Alonso hablar cercas de mi oído. Sonreí relamiendo mis labios y di un suspiro. —Espero no haberte molestado anoche, Riley. Lo siento mucho si ronque porque realmente no lo recuerdo.

Me gire sobre la cama mirándolo recostado frente a mí. Sus ojos aun se encontraban hinchados y rojizos, además su voz era realmente ronca. Y su cabello despeinado provocaba en mí un palpitar inexplicable.

Pase mi dedo índice sobre la comisura de sus labios, luego lo hice en medio de ellos provocando en Alonso una sonrisa, seguida de una pequeña risa que provoco que yo sonriera.

—Descuida, dormí perfectamente.

—Me alegra. — él dijo aun teniendo sus mano entrelazada con la mia. Volvió a sonreír mostrando su hilera de dientes. — Anoche estuve pensando que podrías venir conmigo, ya sabes pasar un rato en mi departamento. Podríamos volver aquí antes de que llegue Marie o no, quizás podríamos quedarnos a dormir.

Alonso se sentó en la cama mirando aquella ventana de forma rectangular. La voz de Marie se escucho desde la cocina y en seguida la puerta de la habitación se abrió.

Marie entro al cuarto y nos sonrió a ambos, en su cintura traía un mandil que siempre usaba cada vez que cocinaba. Su cabello color blanco lo traía sujetado y esa sonrisa que tanto agradaba a las personas nunca desaparecía y que ahora nos la mostraba una vez más.

—El desayuno está listo. Riley, no olvides lavar los platos y hacer tus deberes. —negué con la cabeza y asentí silenciosamente.

La señora Rossel, mi madre. Sabía que lo haría aunque no me lo pidiera, porque era una de las cosas que menos podría hacer por ella. Le debo demasiado, lo mucho como para dar mi vida por ella como ella lo hizo y hace por mí.

Siempre trataba de que la casa quedara lo bastante limpia para ella, y pudiera descansar en su sofá favorito después de estar tantas horas parada frente a un mostrador como cajera de un súper mercado.

Nos miro a los dos por última vez para después salir por la puerta. Escuche como cogió su bolso y saco las llaves para salir por el departamento.

En seguida me puse de pie y camine hacia el baño que se encontraba al lado de la pequeña habitación de Marie, solo para poder lavar mi rostro y mis manos. Al salir, Alonso ya se encontraba en la mesa comiendo la comida que Marie se había encargado de cocinar. Sinceramente cualquiera que pruebe los alimentos cocinados por Marie siempre tendrá ganas de más.

—Sera mejor que comiences a comer. —Alonso dejo soltar una pequeña risa y siguió masticando los alimentos dentro de su boca. —Porque juro, Riley, que si no tocas tu comida, tendré que comerla yo.

—Tranquilo. —me senté frente a él y lleve a mi boca el primer trozo de comida. — No pensé que fueras tan comelón, Alonson.

Pero no era de sorprenderse, como lo dije antes. Nadie se escapa de la comida de Marie. Ella hace que unos simples huevos revueltos sea todo un festín.

Alonso se inclino en su silla y suspiro.

—Vamos, Rossel. No quiero volver a llevar mis dedos a tu estomago, son las nueve de la mañana y es muy temprano como para hacerte cosquillas. —le mire sonriendo. —Sabes lo que pasa cuando dices la palabra equivocada.

—No tengo idea sobre a que te refieres.

— ¿Hablas en serio? Siempre dices aquel sobrenombre cada vez que te acuerdas de que lo inventaste. Llevas diciéndomelo aproximadamente desde hace un mes.

— ¡Oh! Hablas de eso... —él asintió con la cabeza mientras que seguía deleitando aquella comida. —No tiene nada de malo.

—Pero sabes que lo detesto.

—Pero me encanta pronunciarlo, suena agradable y tierno.

Alonso negó con la cabeza, forzando que aquella sonrisa que comenzaba a formarse en su rostro saliera.

Cada uno llevo su plato al fregadero, Alonso se había ofrecido en lavar los platos pero me negué y le obligue a que él ordenara mi habitación y la de Marie.

El agua estaba helada, era de esperarse en esta estación de invierno. Los rayos del sol muy a penas logran calentar a las personas, agua e incluso a los animales. Pero sobre todo esto amo el invierno porque Alonso y yo podemos beber chocolate caliente en nuestra taza favorita, subir a la azotea del departamento y ver las pocas estrellas que logran verse. Además de salir al bosque cuando está nevando y jugar con la blanca nieve de cualquier parte.

Eso y mucho más eran las ventajas del invierno.

De un momento a otro las manos de Alonso se encontraban en mi cintura y aquella risa tan peculiar me daban las pistas necesarias para saber lo que tramaba. Eso de cambiar su nombre no le agradaba para nada pero me encantaba hacerle enfadar.

Sonreí y sin decir alguna palabra cerré la llave del fregadero. Alonso acerco su boca a mi oído y susurro:

—Sabes las consecuencias, pequeña.

—Si no apartas tus manos tendré que echarte agua en la cara y tengo que decir que te traerá un gran resfriado. —solté una risilla.

—No importa, mientras tú estés a mi lado cuidándome. Todo estará bien.

Alonso me cogió de la cintura llevándome al sofá, ambas risas se escuchaban en todo el departamento. Él por fin comenzó y el cosquilleo provoco en mi una gran risa que no tenía la menor idea de cómo yo podía reír tan fuerte. Y así Alonso duro por cuatro minutos más.

Salimos del departamento y nos montamos a la motoneta de él. Habíamos quedado de salir y andar por la ciudad en moto. Pero tendríamos que llegar antes de las doce de la tarde porque la madre de él había solicitado llegar a esa hora.

Por cosas que no pude escuchar y honestamente no quisiera entrometerme en los asuntos de su familia. Con que ella acepte que Alonso es mi mano derecha para todo yo estaré agradecida con la mujer por permitirle estar conmigo. Por cuidarme y hacer de mis días una gran aventura.

Me abrace de él mientras que el viento golpeaba nuestras caras y los autos pasaban al lado de nosotros.

Daria todo porque él y yo viajáramos en esta pequeña motoneta hasta que nosotros dos encontrásemos ese lugar perfecto para ambos, porque nosotros dos éramos perfectos para todo, siempre y cuando estuviéramos juntos.

Viajar en moto significaba para nosotros muchas cosas que tardaríamos en contarlo más tiempo de lo que llevamos viviendo.

A veces solo quisiera está con él, sin la compañía de Marie ni de nadie más. Solo nosotros dos. Porque para mí Alonso era el corazón que me daba la vida. Y cuando él dejara de palpitar todo en mi se vendría abajo, destruyéndose todo dentro y fuera de mi.

El sol se había ocultado entre las nubes, el aire cada vez era más fuerte. Y sabia que tarde o temprano iba llover y quizás a nevar. Alonso quería que yo conociera hasta el rincón más pequeño de la ciudad para que algún día yo pudiera ir a cualquiera de esos lugares en compañía de él o sin él. De esta manera cada día nos esforzábamos en salir al menos en un pequeño rato a las calles para que poco a poco conociera más.

Alonso aparco la moto en una plaza que debido al clima y a la hora estaba casi solo. Las hojas de los arboles estaban en el suelo de adoquines de concreto, y el aire provocaba que las hojas volaran en toda la plaza.

—Deberíamos de comenzar a marcar nuestros nombres en cada lugar, Rossel. Cada fecha y alguna que otra frase que se nos venga a la mente.

Alonso pasó su mano por mis hombros y juntos comenzamos a caminar por todo aquel lugar. Su cuerpo con el mío era tan placentero que me encantaba cuando Alonso me abrazaba de esta manera.

—No lo sé. Podríamos hacerlo.

— ¿Quieres tu hacerlo? —levante mis hombros y él tiro su cabeza hacia atrás soltando un suspiro. — ¿Quieres que todo esto quede marcado? Porque en verdad yo quiero hacerlo, Riley.

—Si tú lo quieres así, yo también.

— ¿Tendremos que regresar a los otros lugares para poder marcarlos? —Alonso quiso saber. Aun con sus manos en mis hombros entrelazo nuestras manos. — ¿O quizás deberíamos de empezar aquí como nuestro primer lugar?

—Como quieras. —sonreí. — Pero podríamos empezar en el departamento, en el lugar en que nos conocimos.

Pensé que sería una forma de comenzar a marcar nuestra historia, en donde todo comenzó y que ahora gracias a eso estamos aquí, juntos.

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Hola!!

Perdón por tanto tiempo sin actualizar en verdad pero ahora hoy aquí les traigo un nuevo capítulo. Espero y estén disfrutando de esta novela.

Att: Bethxx


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