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Alonso entrelazo ambas manos con las mías, el rubio se había parado frente a mi mientras que me miraba a los ojos y sonreía dulcemente. Él sabía que lo que había dicho era una buena idea y lo mejor sería que el primer lugar en donde marcaríamos seria en el edificio, afuera de mi departamento. En donde ambos estaríamos rodeados por cuatro paredes en donde cada una hizo de lo suyo para estar juntos.

— ¿Quieres volver ahora, Rossel? —Alonso se balanceo de un lado a otro y yo negué con la cabeza, él sonrió tocando mi mejilla —. Está bien... estaremos un rato mas aquí pero no olvides que hay una pared que espera ser marcada por ambos.

Pase mi brazo por su cintura y él hizo lo mismo. Caminamos por toda la plaza viendo a las aves en el piso y después volver a volar. Hubo dos de ellas que debido a que andaban juntas no dudamos en nombrarlos como nuestros nombres. Porque así éramos nosotros dos, siempre y cada día lográbamos de alguna manera pasarla todo el rato posible, Alonso me tenía a mí y yo lo tenía a él.

Volvimos al edificio, Alonso subió corriendo hacia su departamento sacando un plumón color negro, sus ojos azules penetraban los míos y sabia que tanto él como yo estábamos lo bastantes emocionados para no dudar mas en comenzar a pintar en la pared.

—Te quiero. —Alonso susurro en mi oído. Mi corazón comenzó a palpitar al escuchar esa palabra salir de su boca, le había escuchado antes decírselo pero no en un momento que seguramente sería muy importante para los dos.

"Febrero del 2012, fue ahí cuando te conocí" Aunque yo y él teníamos ya tiempo de conocernos todo fue diferente después de esa fecha, fue ahí cuando supe que éramos el uno para el otro y que ambos seriamos una gran compañía.

Alonso suspiro después de escribir aquello, le sonreí y él hizo lo mismo. Mis manos temblaban por alguna razón, Alonso lo había notado y enredo sus brazos en los míos abrazándome.

Él beso mi cabeza y se recargo en la pared detrás de aquel escrito. La puerta de su departamento fue abierta y su mamá salió. Nos miro a ambos y dulcemente comenzó a hablar:

—Menos mal que ya están aquí, Alonso quiero que me hagas un favor. —se recargo en el marco de la puerta, el televisor se escuchaba en el interior de la casa y ella me miro sonriendo.

— ¿Puedo ir con Rossel? —quiso saber y su madre asintió.

—Tu tía necesita ayuda con una mudanza, ella quiere que le ayudes a acomodar algunas cosas, Riley tal vez pueda ayudar.

—No hay problema, señora Villalpando. —la madre de Alonso sonrió asintiendo para después volver a cerrar la puerta.

Alonso cogió mi mano, coloco la suya sobre la mia y las puso en aquel escrito. Aquellas palabras estaban al final de la pared, faltando tan solo diez centímetros para llegar al suelo.

Me coloque en la parte trasera de la motoneta, enrede mis brazos en su abdomen y Alonso arranco. Las nubes aun tapaban al sol y los primeros sonidos de los relámpagos comenzaron a escucharse.

Habíamos pasado por todo el centro de la ciudad e incluso habíamos pasado por el centro comercial en donde Marie trabajaba. Alonso aparco la moto frente a una casa, la camioneta de la mudanza se encontraba aparcada y había cajas por todo el suelo. Cuando la señora vio a Alonso esta corrió para abrazarle y besarle en la mejilla. Un señor de treinta años bajaba las últimas cajas de aquella camioneta, era él el único que se encontraba ayudándole a la señora y no dude que claramente la mamá de Alonso se le había pedido que viniese a ayudarle.

— ¿Tu eres? —se dirigió hacia mí con una sonrisa de intermedio.

Mire a Alonso el cual ahora se encontraba recogiendo una de las cajas para llevarlas a dentro. Los ojos cafés de la señora veían los míos e incluso tuve que inhalar y exhalar profundamente para logar decir algo.

—Riley Rossel, la amiga de Alonso... —ella me sonrió satisfecha, me examino de pies a cabeza y aun con aquella sonrisa en su rostro cogió una caja del suelo entregándola en mis manos.

—Colócalas en la sala, no quiero que nada se moje, no tarda en llover. —asentí y comencé a caminar hacia la casa.

Hice lo que la señora ordeno, había fotografías por todos lados, algunas de ellas ya se encontraban pegadas en la pared y no dude en echarles un vistazo.

— ¡Pero mírate, eras todo un Alonsin! — le mire sonriendo y él hizo lo mismo.

—No aquí, Rossel. ¿No aprendiste tu lección? Juro que mis dedos duelen por tanto hacer cosquillas.

—Me gusta cómo suena "Alonsin" suena como Alonso pero con el sin. —él carcajeo y negó con la cabeza saliendo nuevamente hacia la calle.

Aunque podrías ser un nuevo apodo para molestarle con el que antes tenía ya era suficiente. Me gustaba la manera de cómo le nombraba y me gustaba como se enfadaba por decirle así, aunque honestamente tanto él como yo sabíamos que le fascinaba el que lo nombrara con ese apodo.

Las primeras gotas de la lluvia comenzaron a caer, las cuatro personas que ayudábamos a meter cada una de las cosas a la casa nos apresuramos en todo, la tía de Alonso no quería que nada de sus objetos se mojasen y no ibas a provocar eso.

—Esta es la última. — el hombre entro a la casa y dejo caer aquella maleta al suelo. Después salió cerrando la puerta detrás de él.

La una y media de la tarde eran, y la tía de Alonso había pedido ayuda para desempacar, ninguno de los dos se negó y comenzamos. Ella tendría que salir a pagar un dinero que había pedido prestado, pensamos que para cuando volviera la mitad de las cosas estuvieran en el lugar indicado.

Cuando ella salió cerrando la puerta, Alonso y yo comenzamos a acomodar todo. Queríamos terminar lo antes posible, nos quedaban tantos lugares por marcar y no queríamos esperar hasta mañana.

El tiempo se iba tan rápido que cuando miramos nuevamente el reloj, este ya marcaban las dos.

— ¿Quieres ayudarme con este florero? — Alonso se volvió hacia mí, aquel jarrón le tapaba completamente la cara y no pude resistirme a soltar una carcajada.

— ¿Alonson no puede con ese jarrón? ¡Pero qué debilucho!

—Rossel... —el rubio dejo el florero en donde anteriormente se encontraba, en una mesa. Se cruzo de brazos y me miro retador. Hacia todo lo posible para que mi risa no saliera pero me era imposible que comencé a carcajear en todo el salón.

Sabía que con lo que dije Alonso se había enfadado una vez más, pero para mí era tan gracioso que no paraba de reír y si él comenzaba a hacerme cosquillas no sé de donde sacaría tantas fuerzas para poder carcajear nuevamente.

Alonso comenzó a caminar hacia mí, yo retrocedía cada vez que él daba un paso. En su rostro se comenzaba a formarse una sonrisa.

Me eche a correr subiendo por las escaleras para llegar al segundo piso, escuchaba los pasos de Alonso detrás mío. Una de las habitaciones estaba abierta y entre al baño. Alonso tocaba la puerta y yo aun no paraba de reír.

—Vamos, tienes que salir, aun no terminamos de acomodar todo. Te prometo que no te hare nada, pequeña.

— ¿Cómo se que no estás cruzando los dedos?

—Porque no lo estoy haciendo, lo prometo. Puedes abrir la puerta y mirar por ti misma. —Alonso volvió a tocar de nuevo.

— ¿Cómo se que no es una trampa? —escuche a Alonso suspirar y él no dijo nada.

Tenía la sensación de que Alonso me estaba jugando una farsa. Pero también creía saber que no lo estaba haciendo. Dudaba en abrir la puerta, había parado de reír y no quería soltar una carcajada otra vez.

Deslice la manija y mire a Alonso recargado en la pared mirándome por el pequeño orificio, el sonreía. Cuando abrí completamente la puerta Alonso sostuvo mi mano, me cogió de la cintura y me recargo sobre la pared en donde segundos antes él se encontraba.

—De hecho si estaba cruzando los dedos, pequeña Rossel.

Le sonríe igualmente que él lo estaba haciendo conmigo sus ojos se encontraban a tan solo centímetros que los míos, eso significaba que su cara estaba casi pegada a la mia. Podía sentir su respiración.

Sus manos bajaron hasta mi abdomen y sin que él lo pensara más comenzó a hacerme cosquillas por todo el cuerpo, ambos caímos al suelo y aproveche para colocarme de pie y correr hacia abajo.

Rodee el sofá, observe como él bajaba nuevamente por las escaleras, aun contenía su sonrisa, cuando salto el sillón corrí por toda la planta de abajo. Escuche como un objeto cayó al suelo y se rompió.

Mire a Alonso y él se encontraba mirando hacia el piso. Aquel florero se había hecho pedazos, su sonrisa y la mia había desaparecido. Ahora en su rostro había un gesto de miedo a algo. Los dos nos habíamos acercado aquellos pedazos tirados, ni aunque lo pegáramos con adhesivo o con algún otro pegamento no funcionaria. La culpa era mia y él lo sabía.

La puerta de la entrada se abrió, su tía había llegado. No sabía si sentirme mal por ni siquiera acomodar la mitad de las cosas o por romper aquel jarrón.

Ella nos miro a los dos, contenía su mano en su cintura y las bolsas que traía en las manos habían caído al suelo, su mirada estaba puesta en lo que quedaba de aquel florero.

—Lo siento, fue mi culpa. —Alonso dijo, le mire y él sonrió tímidamente—. Intentaba acomodarlo y resbalo de mis manos, no fue mi intención hacerlo.

Mi barbilla temblaba, no fue buena idea de que él se echara la culpa de algo que no debía ser. La culpable era yo.

— ¡Largo de aquí! —ella grito provocando que ambos diéramos un pequeño salto. Alonso cogió mi mano y salimos de aquella casa.

Ya estaba nevando y el frio había aumentado, las calles comenzaban a llenarse de nieve impidiendo el paso de los automóviles.

—No debiste hacerlo. —masculle. El se volvió hacia mí y levanto los hombros.

—Si ella hubiese sabido que fuiste tú, ahorita no estuviéramos aquí afuera, quizás ella estuviera tratando de golpearte. Hice lo correcto Rossel.

— ¡Solo es un florero!

—Para ella no lo es. Su esposo se lo regalo antes de que él muriera. No solo es un florero Riley, es parte de su vida —cogió mis mejillas y beso mi frente—. Es como si alguien rayara lo que escribimos allá, afuera de tu departamento en aquella pared. Sé que si alguien lo hiciera tú o yo nos enfadaríamos con quien lo hizo sin importar que haya sido mi madre o Marie e incluyéndonos a nosotros dos. Ella quizás pudo matarte.

—Alonso...

—Deja que arregle esto yo. —él subió a la moto y espero a que yo hiciese lo mismo.

Quizás él tenía razón, quizás fue buena idea el que se echara la culpa solo para protegerme de algo, pero aunque él sea su sobrino y ella su tía, la manera en que le grito no fue nada agradable.

Sabía que a Alonso le esperaba algo cuando llegáramos a casa.

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¡Hola!!

Ya volví... espero y les haya gustado, he actualizado después de muchos días. Y pues les prometo que hare lo posible para actualizar mas pronto.

Att: Bethxx


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