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-FINAL-


Alonso contenía su cabeza en una de las mesas, sus ronquidos me habían despertado. Todo lo que restaba de la noche nos la pasamos de arriba abajo, corriendo a todas direcciones jugando al famoso juego de las atrapadas. Él había colocado muchas notas en todo el lugar, según Alonso habíamos pasado hace años algunos acontecimientos importantes y que deberíamos de dejar todos esos recados en toda la ciudad.

Desde la banca podía ver toda la pista de patinaje, veía como el sol poco a poco comenzaba a salir y dudaba si tenía que preocuparme por eso.

Su mejilla estaba en la mesa de cristal, una de sus manos estaba en su nuca y la otra estaba debajo de la mia.

—Ha salido el sol, será mejor que nos vayamos.

—Solo un minuto más, Riley. —aquella voz ronca salió de su boca, hizo un movimiento con su nariz y relamió sus labios.

Mis manos acariciaban las de él. Una parte de mi quería soltar una carcajada por los ronquidos de Alonso pero la otra parte quería admirar como el rubio era hermoso aun cuando dormía.

Seguramente el encargado del lugar no tardaría en venir y abrir el local. Marie no se había enterado a donde había ido yo y aunque haya descubierto que estaría con Alonso aquella preocupación no se le quitaría, al menos de que llegara a casa.

— ¿Podemos salir de la ciudad? Quiero pasar un rato más contigo —Alonso ya había abierto los ojos, coloco ambas manos debajo de su barbilla y espero atentamente mi respuesta —. Hay una nota muy especial que quiero anotar, vi algunas cobijas en la recepción podemos robarlas o más bien tomarlas prestadas. Entonces...

—Iría contigo a todas partes, pequeño Alonson.

Él manejaba por la autopista, tenía mis manos en su estomago y mi cabeza estaba recargada en su espalda, yo le quería. Era el mejor amigo que alguna vez podría tener y estaba muy agradecida de que Alonso estuviese conmigo todo el tiempo posible. Yo no tenía pensado fallarle en ninguna de las formas que había porque él era unas de las pocas personas que han estado conmigo desde pequeña, viendo como crezco y estando allí en los momentos más felices y más tristes de mí vida. Él era la luz que alumbraba mi camino. Era la luz que me guiaba.

El frio era tanto que causaba que tuviéramos complicaciones al mover alguna parte de nuestro cuerpo. Eran las siete de la mañana y las personas comenzaban a despertar, algunas a dirigirse a sus trabajos y otras empezaban a abrir sus negocios, listo para atender a las personas.

El rubio aparco en una cafetería, dijo que regresaría en un par de minutos junto con un vaso de chocolate caliente y unas galletas o algún pan. Pasaron diez minutos para que él regresara con lo prometido, ordeno que yo sostuviera la bolsa y comenzó otra vez a echar a andar la motoneta.

Sostenía fuertemente el bolso blanco, no quería soltarlo por accidente y causar que las bebidas -nuestro desayuno- se cayera al suelo. Quería o al menos intentaba ser lo suficiente para Alonso, todo lo que él me pidiese lo hacía con tanta delicadez y con tanta perfección que en ocasiones no entendía como yo pudiese hacer tantas cosas.

— ¡Llegamos! —Alonso dijo.

El aire seguía lo bastante fuerte que provocaba que mis cabellos volaran en el viento. Aparco la moto un metro distante a un árbol y después nosotros nos recargamos en el gran tronco que había. Él extendió sobre nosotros la cobija y pasó su mano por detrás de mi nuca.

—Podríamos tener un resfriado con este frio, pequeño Alonson.

—Para eso hemos traído algunas cobijas y bebidas calientes. Estamos juntos, Rossel y me encanta que estemos así, juntos. No quiero separarme de ti nunca, nunca.

Bebí un poco del chocolate caliente y mordí el pedazo de pan cubierto con mermelada de frambuesa que Alonso había comprado en la cafetería.

— ¿Crees que nuestro destino es estar juntos? —quise saber. Alonso recargo su mentón en mi cabeza y subió los hombros.

—No lo sé. Nadie puede cambiar el destino. ¿Recuerdas a Marissa?

Asentí lentamente con la cabeza y volví a beber del chocolate. Una chica alta, morena y con una actitud que a cualquiera le agradaba.

—Como olvidarla, si tú la amabas demasiado. Siempre decías su nombre y siempre me hablabas de ella.

—Tú lo has dicho, la amaba. Pero nuestro destino no era estar juntos, nuestra relación se rompió y desde aquel día no le he visto en la ciudad.

— ¿La querías más que a mí? —quise saber. Mis manos comenzaron a temblar.

Temía su respuesta y fue una pregunta que me costó decir. A tartamudeos y con los labios temblorosos.

—No —respondió —. Te amo Riley Rossel, me encantas.

Quizás no fue una respuesta que quería escuchar. Yo le quería pero mi corazón todavía no podía amarlo, mucho menos adorarlo.

Asentí con la cabeza y termine de beber todo el chocolate que contenía el vaso. Apreté la cobija con mis manos y cerré mis ojos con tanta fuerza que llegaron a dolerme y comenzaron a llorar.

—Si pudiera casarme ahora mismo contigo, créeme que lo haría. —aquella voz de Alonso entro por mis oídos.

—Cállate, quiero irme a casa, quiero irme a casa. —repetí varias veces aquellas últimas cuatro palabras.

—Riley... acabamos de llegar ¿Qué sucede? —su voz tan preocupada y tan dulce volvió a sonar dentro de mí, pero esta vez acompañada de gritos dentro de mi cabeza. Gritos que no podía controlar.

—Quiero irme a casa, ¡Quiero irme!

Había llevado mis manos a mis oídos, lo cual los estrechaba fuertemente. Pero por más que intentaba que las voces se fueran estas no se iban.

Escuche a Alonso decir algunas palabras de su boca, derramó el chocolate en el suelo y parte de su pantalón. Coloco la cobija alrededor de mis hombros y me cargo hasta la motoneta y comenzó a conducir.

Los gritos se habían ido pero un dolor inmenso de cabeza me gobernó. Mis manos no se habían apartado de mis oídos y solo escuchaba un zumbido, un zumbido que era cien veces más placentero que aquellos gritos dentro de mi cabeza.

Cuando la moto paro, sabía que habíamos llegado al edificio, las manos de Alonso sostuvieron mis piernas y mi espalda. Aquel sonido del elevador se oyó y después la puerta del departamento.

— ¡Oh Riley! —escuche a Marie, después su voz se desvaneció al momento en que apreté más mis manos a mis oídos.

Alonso me recostó en la cama, cogió mis manos y las beso. Él comenzó a llorar.

—Cállate —susurre, levanto su cabeza y me miro —. No llores ¿Por qué lo haces?

—Porque sé que te falle.

— ¡No! Te quiero, te quiero como un hermano. Quiero que me quieras de la misma manera. ¡No me ames, ni me desees!

—No puedo... — soltó un suspiro y siguió llorando —. No puedo hacerlo. Deje a Marissa por ti. Quiero estar contigo a como dé lugar.

— ¡No lo hagas! ¡No lo hagas! ¡No lo hagas! ¡Cállate! ¡Vete! ¡Váyanse todos! ¡No me hagan daño!

—Rossel...

—Alonso...no dejes que me hagan daño. Quieren matarnos. —la habitación comenzó a llenarse de hombres vestidos de color negro, la mayoría de ellos no mostraban su rostro.

Grite.

—Tranquila... aquí no hay nadie. Solo somos tú y yo. Marie salió por un doctor.

—Alonso... — lleve mi mano a mi frente, inhalaba y exhalaba varias veces. Sentía que no podía respirar — ¡Tu provocas todo esto! ¡Tú eres el que me quiere hacer daño, ellos me lo dicen! —la ventanilla de forma rectangular que estaba en mi habitación, desapareció.

Grite.

—Por favor. Me estas asuntado.

— ¡Cállate! ¡Lárgate de aquí! —volví a decir.

Entonces, miles de voces invadieron mi cabeza. Todas ellas hablaban al mismo tiempo que no entendía absolutamente nada de lo que decían. Me hinque en la cama y lleve mis manos a mi cabeza, cerré los ojos y comencé a llorar.

-»Alonso quiere amarte para después hacerte daño.

-»No lo permitas, mátalo.

—Silencio, silencio, silencio, silencio... —susurraba silenciosamente.

—Marie no tarda en llegar. ¿Por qué no vamos a mi habitación o quizás vamos por allí en la motoneta? Podríamos seguir marcando lugares.

-»Él quiere hacerte daño, quiere llevarte lejos y herirte.

-»Salta del balcón y termina todo esto.

Aquellas voces no se iban. Alonso se había sentado en el borde de la cama y yo me estremecí al ver que su cara cambiaba. Su cabeza se deformaba y una sonrisa malvada se dibujaba en su rostro. Sus ojos habían cambiado de azules a un negro completamente obscuro.

—Rossel, ven aquí. —su voz se había hecho más grave y estaba distorsionada.

-»Quiere colocar sus manos en tu cuello y matarte.

-»Salta del balcón y termina todo esto.

-»Salta del balcón y termina todo esto.

-»Hazlo, hazlo, hazlo.

Mire hacia alrededor y la mayoría de las cosas, ya no estaban. Casi todo había desaparecido, las paredes se habían hecho más grandes y se habían alejado.

Las voces seguían dentro de mi cabeza, pero ahora los gritos comenzaron y gemidos de muchas personas, los gritos de dolor y angustia se hacían cada vez más fuertes.

—Ayúdame, ayúdame, ayúdame, ayúdame— yo susurraba y gritaba —. Sálvame, sálvame, sálvame.

Grite.

Comencé a balancearme de frente hacia atrás, yo quería que aquellas voces se fueran, se esfumaran. Quería que Alonso lo hiciera.

—Vamos, Riley...

-»Yo te di la idea de llamarle como Alonson, ahora yo te doy la idea de que salves su vida y la tuya. Deja que el mal que lleva adentro desaparezca. Sabes el siguiente paso, hazlo.

-» ¡Hazlo!

-»Sálvate y sálvalo. Sabes el siguiente paso, hazlo. Él lleva algo malo, deja de aquel liquido maligno salga de su cuerpo.

Salte de la cama y fui a la habitación de Marie, cerré la puerta detrás de mí y comencé a buscar dentro de sus cajones. Las cosas poco a poco desaparecían al igual como lo hicieron las de mi habitación. Abrí el penúltimo cajón y saque unas tijeras de doble punta aguda.

Coloque el extremo en mi cabeza e inhale y exhale profundamente.

-»Sabes el siguiente paso, Rossel.

Cerré mis ojos por un momento, después abrí la puerta. Alonso estaba frente a mí. Lo apuñale, lo hice pero sabía que no bastaba.

Lo apuñale por segunda vez. Él me miraba fijamente a los ojos y una lágrima recorrió su mejilla.

Lleve las tijeras a su cuello y le corte, la sangre comenzó a salir, recorriendo su abdomen. Otra lágrima tras otra salió de sus ojos. Él cayó al suelo. Aquel líquido maligno salió de su cuerpo, su sangre se había esparcido en todo el suelo del departamento.

Todo el ruido en mi cabeza se había ido.

Marie al llegar dio un grito al ver a Alonso ahí, me miro y miro mi mano empapada de sangre.

— ¿Qué has hecho? —grito.

El doctor entro y corrió hacia el rubio, sin importarle que su blanca bata se ensuciara. Saco unas cuantas cosas del maletín. Un minuto más tarde miro a mi madre... y negó con la cabeza.

—Él ha muerto.

Todo mi cuerpo temblaba, yo sabía que no había muerto, yo lo había liberado del mal y eso era lo que importaba. Corrí hasta mi habitación y cogí un plumón. Salí nuevamente, me hinque afuera del cuarto de Marie y comencé a escribir.

"6- Diciembre -2014" Alonso fue liberado y enviado a un lugar en donde tarde o temprano nuestra amistad renacerá.

-

¿Por qué lo hiciste? — el doctor Wells me miro sorprendido, tenía su mano entre su boca y su barbilla.

—Porque ellos me dijeron, porque quería que se salvara.

—Tú querías que él no te amara. Marie no quiere verte ahora, mucho menos la madre de tu mejor amigo, Alonso ¿Por qué crees que sea? —levanto mis hombros y negué —Llevas casi cinco meses aquí y ahora hablaste lo que en verdad sucedió. ¿Te arrepientes de lo que hiciste?

— ¡No! Sé que saldré de aquí y entonces Alonso me esperara en su vieja motoneta, iremos a aquellos lugares que marcamos y seguiremos con lo que no terminamos, faltan meses por marcar.

— ¿Aquella nota afuera de la habitación de Marie fue la última? —quiso saber, levante mis labios y sonreí.

—No.

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Hola!!

Esta pequeña historia ha llegado a su final, espero que les haya gustado en verdad que escribirla fue asombroso.

¿Cómo les pareció la historia? ¿Se esperaban este final?

Escribí con mucho amor esta historia y les agradezco todos sus votos, vistas y comentarios; en verdad que aprecio mucho eso. LAS QUIERO. 

Att: Bethxx

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