Guerras de Dioses

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Los Pueblos del Mar son considerados un conjunto de pueblos de orígenes variados y desconocidos. Nadie sabe a ciencia cierta de dónde vinieron, pero lograron arrasar con todo pueblo que se les cruce, incluyendo la Grecia Micenica y el Imperio Hitita. Y ahora, iban tras los egipcios. Y aunque en la actualidad no se sabe quienes eran, en la antigüedad se supo muy bien quienes eran. Y su origen, dejaría a más de uno sorprendido.

Año 1175 A.C

Un inmenso grupo de hombres rubios, pelirrojos y castaños descendían de sus curiosos barcos. Usando armaduras que habían obtenido en sus ataques anteriores —aunque algunos luchaban a torso descubierto—, estos hombres del norte corrían al ataque del pueblo egipcio. Y de entre todos ellos un hombre destacaba. Aunque ese ser era más que un hombre. De frondosa barba rojiza, y ojos fieros cual incendio voraz, el varón avanzaba a paso firme mientras la tormenta se desataba por su sola presencia. Aquel ser respondería a varios nombres a lo largo de la historia, y uno de ellos era: Thor. 

—No perdonen a ninguno —exclamó el dios del trueno mientras avanzaba. 

Pero el dios se detuvo al escuchar una explosión a sus espaldas, como si alguien muy poderoso hubiera aterrizado. Y mientras su mano tanteaba si cinturón, donde su fiel martillo Mjolnir reposaba, el primogénito de Odín se volteaba con cautela.

—Los Olímpicos me hablaron de ustedes —exclamó un ser humanoide de piel bronceada y cabeza de perro—. Tal vez destruyeron el Olímpo y humillaron a Zeus, pero no permitiremos que hagan lo mismo aquí. Tú y tus salvajes caerán. Yo, Seth, así lo juro. 

Ra, dios del sol de los egipcios, caía al suelo con algo de sangre saliendo de su boca. Con gestos de dolor, la deidad se puso de pie mientras una inmensa sombra se posaba por encima suyo.

—Eres poderoso —aseguró el egipcio mientras energía solar rodeaba su cuerpo—, pero no eres la primera serpiente que debo enfrentar.

Emitiendo un feroz rugido que hizo temblar la tierra misma, Quetzalcoalt se lanzaba al ataque contra el dios egipcio. 

Corriendo entre los arboles de un frondoso bosque, la diosa Artemisa se aferraba a su arco. En terreno desconocido, el nerviosismo se había apoderado de la diosa de la cacería. Pero ella sabía que no podía huir para siempre, por lo que pronto termino por detenerse y apuntar con una flecha.

—Te lo advierto, criatura: te enfrentas a la diosa de la caza.

—Pequeña diosa —habló Cernunos, dios celta de los bosques y la naturaleza—, no tienes idea de donde te has metido. 

—No quiero que digan que no se los advertí —hablaba Morrigan, diosa celta de la guerra y la muerte, mientras sus ojos se volvían rojos—. Voy a bañarme en su sangre. 

—¿Crees qué una diosa bárbara como tú podrá vencer a la diosa de la guerra? —preguntaba con ferocidad Enyo, también llamada Belona, diosa grecorromana de la guerra cruel.

—Las tres somos diosas de la guerra, niña —exclamó Freyja, diosa nórdica de la guerra, magia y sexo—. Pude con Atenea, y tú no eres nada en comparación. 

—Eres un guerrero valiente y honorable, y eso lo admiro —afirmó Tyr, dios nórdico de la guerra, la justicia y el honor—. Lamento decirte que siempre que desenfundo esta espada, estoy obligado a derramar sangre. Es un juramento, al que mi vida esta atada.

—Y yo lamento decirte, que sera tu sangre la que bañara los campos esta noche —aseguró Hachiman, dios de la guerra japones.

—Todos los humanos morirán —aseguro Izanami, diosa de los muertos japonesa—. Pronto, los shinigamis serán liberados por completo y arrasaran a los malditos protegidos de Izanagi.

—Tú odio no justifica esta masacre —aseguró un hombre mayor, ataviado en una cota de maya y una túnica blanca con una cruz roja en esta—. La humanidad merece ser castigada solo por los errores que esta cometa, no por tu odio a tu marido.

—¿Me enfrentaras por ellos, Yahvé? Porque de ser así, también te destruiré.

—Que quede en claro, que intente evitar esto —exclamó el dios cristiano mientras su espada comenzaba a arder—. ¡Azrael!

La guerra Greco-Nórdica no fue la única...

Darko se alzaba sobre Asgard, más grande y poderoso que cualquier ser proveniente de los mundos conectados por el Yggdrasil. Pudriendo el universo, destruyendo la misma vida, lo único que se interponía entre su objetivo y él eran los dioses nórdicos. Pero estos no estaban solos. Enormes portales se abrieron, desde los cuales salieron los demás dioses de Tierra 1. Y si no fuera suficiente, los dioses de otros universos también les acompañaban. Y los dioses del Multiverso Alfa, se enfrentaron a la antítesis de la creación  y de la destrucción. Se enfrentaron a muerte, contra aquel más allá de la vida y la muerte.

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