Los altos rascacielos futuristas, que en otros momentos hubieran resplandecido con gran intensidad, se encontraban envueltos en llamas. El armonioso sonido de las personas cumpliendo con su rutina se había transformado en gritos de terror, pues Krypton estaba bajo ataque.

La nave de Brainiac se alzaba por los cielos como un oscuro y cruel presagio del destino que le aguardaba a aquel mundo. Aunque la tecnología kryptoniana había detectado a Brainiac cuando este aún no entraba en el planeta, no había sido tiempo suficiente para desplegar una defensa adecuada. Y el pueblo pagaba el precio, pues los androides de Brainiac marchaban sobre los cadáveres kryptonianos.

Los tentáculos de la nave perforaron el suelo y se fueron hundiendo en este, como si buscase algo en el centro del propio planeta. Y mientras hacia esto, varios disparos de energía chocaron contra su campo de fuerza. Pronto se visualizaron varias naves similares a aviones caza volando hacia la ciudad y disparando constantemente a la nave invasora. La nave invasora no tardo en soltar su propia versión de aquellos aviones, y el fuego cubrió los cielos. Así mismo, los robots que asolaban las calles comenzaban a ser enfrentados por los escuadrones perteneciente al ejército kryptoniano, quienes con sus cañones de plasma y sus armaduras, solo podrían definirse como un ejército de superhombres.

—¡Soldados! —exclamó el varón que se encontraba delante del escuadrón, cuyo nombre pasaría a la infamia—. Conocen su objetivo: ¡Hay que proteger Kandor, y todo Krypton!

—¡Todos con el general Zod! —gritó una mujer de cabellos negros.

Zod avanzó frente a su escuadrón, con su rifle en manos y disparando a todo robot que se cruzaba por su camino