Capítulo 4

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Al mismo tiempo en la capital de Camelot

El cielo sobre Camelot se oscureció con la sombra de la calamidad mientras una bestia humanoide, monstruosamente redonda, de colores grises, blancos y verdes con ojos rojos, asolaba el reino con su furia desatada. El rey Arthuro, con su espada en mano, se alzaba como un último bastión de esperanza en medio del caos que se cernía sobre su amado pueblo.

—¡Caballeros, prepárense para atacar a ese gigante! —clamó el rey con una determinación que inspiraba coraje incluso en los corazones más temerosos de sus guerreros.

—¡Rey Arthuro! ¡Mire hacia el cielo! —grito uno de los caballeros detrás de él, y dirigió su mirada a aquella dirección.

Allí, en lo alto, surcando los cielos con una majestuosidad grotesca, un enorme cerdo de color verde con una extraña estructura sobre su espalda avanzaba hacia ellos, llevando consigo a los pocos miembros de los Pecados Capitales.

 —¡¿Un cerdo que vuela?!

Mientras tanto, en la cabeza del colosal animal, Elizabeth, Hawk y un caballero sacro observaban con horror la creciente amenaza que se cernía sobre el reino. —¿Qué es esa cosa gigante parecida a una montaña —preguntó el tembloroso animal rosa, cuya inocencia infantil contrastaba con la oscura magnitud de la situación. —Es mucho más grande que mi mamá —agregó, con un temblor en su voz que reflejaba el pánico que se agitaba en su interior.

—De la raza gigante no conozco a nadie que se parezca a él —se adelantó para proteger a Elizabeth con su imponente figura, dispuesta a enfrentar cualquier peligro que se interpusiera en su camino. —No quiero que te pase nada, princesa —murmuró Diane, con una ternura protectora que contrastaba con la ferocidad que ardía en sus ojos.

—Diane...

—Detecté múltiples reacciones mágicas en todo su cuerpo —informó Merlin, su mirada aguda y analítica escudriñando cada detalle del coloso que se alzaba ante ellos. —Pero no hay señales de vida. Es posible que sea un golem —concluyó, su voz fría y calculadora resonando en el aire tenso de la batalla.Sin embargo, la explicación racional de Merlin no calmó los temores que se agitaban en el corazón de los presentes.

—Si, esa es la gran bestia: Albión —habló el rubio.

—¿Bestia Albión? —pregunto la castaña. 

—Una arma creada por la antigua raza demoníaca durante la Guerra Santa. Debió despertar cuando revivieron a los 10 mandamientos —dijo de manera muy seria.

—¿Los 10 mandamientos? —pregunto la gigante, ya que no había escuchado ese nombre antes. —Te lo explicaré después, Diane.

—Es como tener la misma pesadilla —murmuró el caballero sacro con mascara en su rostro, su voz ahogada por el horror que lo invadía.. —El impulso que percibí de esa cosa está al mismo nivel que cuando Hendrickson se convirtió en demonio.

—Es una broma —balbuceó el cerdo, su voz temblorosa con el peso del terror que se cernía sobre ellos —el nivel de poder de Meliodas es de 3370, incluso el de Merlín es 4710, pero ese monstruo... ¡Tiene 5500! —añadió, su incredulidad mezclada con el terror puro que le embargaba el alma.

El monstruo, al detectar la presencia de nuestros héroes, rugió con una furia desatada, su eco retumbando en los corazones de aquellos que se enfrentaban a él con valentía desafiante.

—¿Así que reacciona a los niveles de poder? —sonrió Merlin, su mente ya trabajando en el siguiente movimiento de su estrategia implacable mientras el monstruo se abalanzaba hacia ellos con una ferocidad inigualable, pero la sorprendente barrera mágica que rodeaba Camelot, creada por el poder inigualable de Merlin, fue la única cosa que les separaba de la destrucción total.

—Es el poder de Merlín-. declaró el rey Arthuro con admiración, sus ojos brillando con la gratitud hacia la maga. —Crear una barrera para bloquear la magia fue lo correcto.

—¡Wow! —exclamó el caballero. —Envolver toda la ciudad con una barrera. Esa es mi superior —dijo orgulloso, pero incluso la barrera más poderosa no podía resistir el embate de la monstruosidad que se abalanzaba sobre ellos.

—Y con eso se acabó.

—¡No puede ser! —exclamó el cerdo. El rey Arthuro dio la orden a sus valientes caballeros de atacar una vez más, pero la desesperación se abría paso en sus corazones mientras se enfrentaban a la amenaza que los amenazaba con la aniquilación total.

—¡Merlín envíame hacía allá! —clamó el capitán con su voz firme, Con un chasquido, Merlin cumplió su petición, y el capitán se encontró frente al monstruo, listo para enfrentarse a él con toda la ferocidad que ardía en su corazón.

Una vez que el monstruo había caído a manos del tesoro sagrado de Meliodas, Lostvayne, cuyo poder multiplicaba al portador según el número de copias.El Rey Arthuro escuchó atentamente mientras se les explicaba la amenaza de los 10 Mandamientos, los señores demoníacos que acechaban en las sombras.

Pero justo cuando la esperanza comenzaba a brillar, una oscuridad más densa que cualquier otra cosa que hubieran enfrentado se abatió sobre ellos. Desde las entrañas de la tierra surgió una presencia malévola, envuelta en un manto de sombras que devoraba la luz. El suelo tembló violentamente, como si el propio mundo rechazara la llegada de este ser abominable, y la tierra se partió bajo su poder.

—¡Elizabeth! —La gigante lanzó un grito, lanzándose hacia la joven para protegerla del peligro que se aproximaba. Merlin, con gesto decidido, desplegó sus habilidades mágicas para formar un escudo protector alrededor del Rey Arthuro, preparándose para el choque inminente.

En medio del caos y la destrucción, una voz siniestra se alzó sobre el estruendo. —A 72 pasos ¿Eh? —resonó, cargada de una malicia que helaba la sangre en las venas. 

 —Imposible... —murmuró Meliodas, su semblante endurecido por la gravedad de la situación.

—Creí que sólo me tomaría 72 pasos llegar aquí —el suelo se agitó una vez más, pero esta vez con menos furia, revelando lentamente la figura de un guerrero envuelto en una armadura oscura como la noche más oscura. Su presencia irradiaba un aura de antigua malevolencia, y su sonrisa, retorcida y cruel, insinuaba el terror que aún estaba por desatarse. —Después de 3000 años, ya no estoy en mi mejor forma —murmuró, sus palabras cargadas de un poder oscuro y un presagio sombrío que helaba el corazón de todos los presentes.

—¡Tú eres Galand! —exclamó Meliodas en tono defensivo, reconociendo al guerrero como uno de los temidos 10 Mandamientos.

—A pasado tiempo Meliodas. Tal como me lo esperaba eres tú ¿Verdad? —respondió Galand con una risa burlona mientras se acercaba al grupo de héroes —después de tanto tiempo, sigues tenido esa forma ridícula.

La gigante, aún en posición defensiva, habló con voz temblorosa —¿Porqué... Porqué hay un monstruo como este en éste mundo? —aunque su miedo no la hizo retroceder de su posición para proteger a la princesa de Liones.

—Merlín-. Hablo seriamente el animal color rosa. —Parece que mi ojo mágico esta roto.

—¿No funciona? —preguntó la maga, sorprendida por la revelación.

—No funciona porque alcanzó a ver un poder monstruoso de 26 000 —respondió Hawk con solemnidad, indicando la magnitud del peligro que enfrentaban.

Poco a poco, los civiles fueron evacuados del lugar debido a la temible presencia de la bestia. Sin embargo, al descubrir que su poder mágico era nulo, ¿significaba eso que nuestro grupo tenía una pequeña esperanza?

—Así que esto es un nido de humanos —habló el demonio mientras observaba las casas a su alrededor. —Han cambiando muchas cosas durante estos malditos 3000 años, pero como siempre están aglomerados. Su hábito de estar juntos no ha cambiado. Es tan muy apretados —hablo por el grupo de personas que se encontraba ahí, comenzando a mover su arma de un lado al otro creando ráfagas de viento muy poderosas capaces de destrozar las casas sin problemas.

—Mi amada ciudad... —murmuró Arthuro horrorizado, sintiendo una profunda impotencia ante lo que veían sus ojos. —Eso nos dará un poco más de espacio. Muy bien Meliodas pon atención. He estado esperado para tener una buena pelea contigo —declaró, centrando su atención en su enemigo.

El rubio tomó impulso hacia el demonio con su tesoro sagrado en mano, pareciendo derribarlo con su primer ataque. Sin embargo, para su sorpresa, el arma del demonio atravesó su cuerpo sin esfuerzo, dejándolo ileso y revelando la verdadera naturaleza del desafío que tenían por delante.

—¡No puedes morir! —grito Diane. - Una de las personas más importes para mí te necesita con vida —agregó, con la duda flotando en la mente de la princesa sobre a quién exactamente se refería, si a ella misma o... ¿quizás a King?

Sin embargo, segundos después, se reveló el astuto plan del rubio, cuando dos clones aparecieron detrás del demonio. pero, con un solo golpe, este hizo desaparecer a los clones, desatando una ráfaga de aire que casi derribó a las personas cercanas. No solo eso, sino que también derrotó a todos los clones que Meliodas había creado.

—¿Hologramas? No, parece que estas imágenes siguen a la imagen real, el siguiente desde atrás —murmuró el demonio, y en ese preciso instante, un rubio apareció detrás de él, listo para atacar. —Fue una finta, es arriba —advirtió, mientras su mirada se desviaba hacia otro rubio que se encontraba sobre él, con la misma intención de atacar. Sin embargo, antes de que pudiera actuar, el demonio lo detuvo, rodeando su cuello con una mano. —Fue un conjuro divertido. Sin embargo no me gustan los trucos baratos.

Otro Meliodas atacó al demonio, pero fue rápidamente derrotado, dejando al clon del rubio en el suelo, impotente.

—¿En verdad eres el Meliodas en el que estoy pensando? —preguntó el ser incrédulo, mientras Meliodas luchaba por soltarse del agarre. Sin embargo, en lugar de liberarlo, el demonio apretó su mano, haciendo que el chico escupiera sangre.

—¡Quitale las manos de encima! —gritó Diane, corriendo para defender a su capitán. Elizabeth estaba protegida por el cubo perfecto de Merlin, al igual que Arthuro, por lo que ya no debía preocuparse por ella. —¡Mi amigo King va a regresar y seguro buscará al capitán! ¡Ellos deben encontrarse así que sueltalo!

*Cancelación mágica* —anunció la maga con urgencia, deshaciendo el hechizo que mantenía a Diane del tamaño de los humanos. —*Asigniacion* —susurró con determinación, y al instante la ropa de la gigante se materializó, reemplazando los harapos que quedaron tras el cambio de tamaño. Su martillo sagrado apareció frente a ella, y con un gesto firme lo tomó en sus manos. 

—¡Infeliz! —rugió, lanzando su ataque hacia el demonio con toda la fuerza de su corazón. Pero su valentía fue contrarrestada por una patada brutal que devolvió su martillo hacia ella, golpeándola con fuerza en la cabeza.

—¡Diane! —gritó la princesa con desesperación, viendo cómo su amiga caía al suelo, herida y sangrando.

—Necesitamos pensar en una estrategia —La maga, con los ojos llenos de determinación, tronó sus dedos para teletransportar al demonio lejos de ellos, buscando ganar algo de tiempo para recuperarse.

—Señorita Merlín... Qué increíble —murmuró la princesa, su voz temblorosa por la angustia que sentía. La liberación del rubio fue un alivio, pero su atención estaba completamente enfocada en Diane, quien yacía en el suelo, herida y débil. —Diane... ¿Te encuentras bien? —pregunto con mucha dificultad, teniendo un asentimiento por parte de la chica.

"Mi amigo va a regresar y seguro buscará al capitán", resonaron esas palabras en la mente del rubio, abriendo una grieta en sus pensamientos y llevándolo de regreso a una noche en particular. La hada yacía dormida, acurrucada en su almohada rosa, mientras todos estaban fuera y él, como de costumbre, evitaba las responsabilidades para retirarse a descansar. Se acercó a ella con la intención de darle un susto, pero en cambio, quedó hipnotizado por su belleza. ¿Cómo no lo había notado antes? Acarició suavemente su delicado rostro y colocó su mano en su mejilla, lo que provocó que la chica despertara.

—Capitán... —susurró ella al verlo a unos centímetros de su rostro. —Shh —intentó decirle, pero la mano de la chica en sus labios lo detuvo. 

—No capitán, si vas a besarme que sea como soy, con mi cuerpo de hombre, así sabremos si aquellos que sientes es lujuria o amor —hablo con seriedad la chica.

—Te digo algo —esa voz lo sacó de su ensimismamiento. Al voltear, se encontró con el demonio cerca de Merlin, pero ella estaba siendo defendida por Slader, el caballero que los acompañaba. —Los hechiceros como tu son a los que más odio-

—Alto —habló confiada la maga. —Hagamos un trato ¿Te parece? —propuso, despertando la curiosidad del mandamiento. Pero la conversación no llegó a oídos del rubio, ya que unos ladridos llamaron su atención. Su mirada reflejó sorpresa al ver a cierto perro que exigía su compañía, lo que solo podía significar una cosa.

—King... —murmuro el nombre del hada, pero sintió un poder maligno que lo obligó a volver la mirada hacia la escena. —¡No puedes razonar con él! ¡Merlín, por favor no lo hagas! —exclamó pero sus palabras cayeron en oídos sordos. La maga comenzó a convertirse lentamente en piedra, desatando una carcajada triunfal por parte del demonio.

—¡Soy Galand, el mandamiento de la verdad! Si dices mentiras en mi presencia sin importar quien seas serás convertido en roca —se burló con crueldad. —No hay forma de vencer el mandamiento que el Rey demonio me otorgó —proclamó con desdén, levantando su brazo y formando un puño—ahora te convertire en polvo-.

—¡No! ¡Detente por favor detente! —rogó el joven rey, que se encontraba atrapado en el cubo perfecto de la maga, golpeándolo desesperadamente como si eso fuera a romperlo. Pero sus esfuerzos eran en vano, y el pánico se apoderaba de él al ver a la maga convertirse en piedra frente a sus propios ojos.

La marca demoníaca pronto apareció en el rostro del rubio, sus ojos se tornaron de un rojo oscuro, reflejando la furia y el desespero que consumían su ser. Sin pensarlo dos veces, se lanzó hacia el demonio con su espada en alto, el corazón lleno de determinación. Su golpe dio en el brazo del ser, provocando una breve distracción que permitió apartar a Merlin del camino. Era una carrera contra el tiempo, una lucha desesperada por salvar a su camarada antes de que fuera demasiado tarde.

—¡Quiero que sigan al señor Meliodas! —exclamó el rey, instando a los demás a continuar hacia la batalla. Pero el demonio despidió al rubio con violencia y se abalanzó sobre los caballeros, arremetiendo contra ellos con una ferocidad implacable. Mientras Meliodas luchaba por protegerse, sus dos brazos fueron cortados de un solo golpe, dejándolo indefenso y ensangrentado en el suelo.

—¡Maldito! —gritó la princesa, su voz cargada de ira y dolor. —¡Lastimaste a señor Meliodas y a Diane! ¡Eso no te lo perdonare!

—Esto es una locura, es demasiado poderoso —habló Hawk, quien se encontraba al lado de la princesa en el cubo perfecto.

—¡Ya basta, por favor no mates a nadie más! —suplicó la chica, con lágrimas brotando de sus ojos llenos de angustia.

El rubio cayó al suelo, tosiendo y debilitado. Su mirada se dirigió hacia el perro que acompañaba al hada, comprendiendo que si quería ir con él, no tendría otra opción. —Creo que en este momento tendré que hacerlo —murmuró con resignación. La marca en su frente se expandió, cubriendo la mitad de su rostro. Sus brazos, cortados previamente, volvieron a unirse a su cuerpo como si fueran guiados por hilos de materia oscura. Lentamente, comenzó a acercarse a la criatura con su espada en mano, su mirada perdida y desprovista de toda expresión. Era como si una sombra oscura hubiera invadido su ser, transformándolo en un ser sin alma, listo para enfrentar el destino con una determinación fría y despiadada.

—Esa apariencia... —murmuró el demonio mientras observaba al joven. El chico lanzó una patada a su contrincante, haciendo que retrocediera momentáneamente con dolor. Aprovechando esta oportunidad, Meliodas comenzó a atacar con su tesoro sagrado, esta vez infligiendo un daño significativo a su oponente. Los golpes eran tan feroces que generaban ráfagas de viento tan potentes que Diane tuvo que aferrarse con fuerza a uno de los cubos perfectos para no ser arrastrada por el viento.

Cuando el ataque finalizó, el rubio quedó paralizado, sintiendo un líquido metálico llenar su boca. No había duda, era sangre.

—¿Capitán? —llamó Diane, visiblemente preocupada.

—No permitas... Qué la oscuridad te absorba —murmuró para sí mismo —mantenla bajo control...

—¿Qué estás murmurando, maldito? —habló su oponente, observando con incredulidad cómo el rubio dirigía un ataque que lo envolvía en un velo púrpura. —Oye tu, este poder mágico es... Es imposible —trató de mantener la compostura ante el ataque. —¿Te debilitaste...? ¡Hasta este grado! —lanzó su arma hacia el rubio, la cual atravesó el velo y al susodicho sin ningún problema. Se acercó a el de un salto. —Ya perdí mi interés —el rubio cayó al suelo aún con la lanza atravesada. —El tiempo puede ser muy cruel ¿No?

La voz de Elizabeth resonó en el aire, aguda y urgente —¡Señor Meliodas!

El grito del dolor se escapó de los labios del rubio guerrero mientras el arma se retiraba de su pecho, manchada de sangre fresca. —El guerrero traidor, ¡Meliodas! — El demonio esgrimió su arma con desprecio, como si estuviera sacando una espina del corazón —¡Y ustedes que se atrevieron a enfrentarse a nosotros, reprendanse en su otra vida por ser tan débiles! —con un movimiento rápido y certero, la lanza del demonio atravesó la cabeza de Meliodas, llevando consigo un estallido de dolor y desesperación.

—¡Capi...! —la gigante no pudo terminar su frase, interrumpida por una herida que cortó sus palabras, al igual que al humano que protegía el cuerpo pétreo de la maga, provocando que se rompiera su cabeza y saliera rondando para que Galand la aplastara. Una vez hecho esto se dirigió a los cubos perfectos y trato de romperlos, sin ningún existo.

—Así que esto es el cubo perfecto, una técnica secreta del reino demoníaco —musitó el demonio mientras estaba absorto en contemplar esas figuras. Mientras tanto, Oslo, manteniendo su distancia, abrió un portal hacia el bosque del Rey Hada para informarle de lo sucedido.

Al mismo tiempo en el Bosque del Rey Hada.

—Ay no —exclamó con angustia un hada, su voz temblorosa reflejaba el miedo que se apoderaba de ella.

—No puede ser ese terrible monstruo es... Más grande que el Gran Árbol del Bosque del Rey Hada —la humana no pudo contener el terror que le invadía al ver la magnitud de la criatura.

—¡Oye tu! No sabes que no puedes entrar al bosque sin el permiso del Rey Ban —reprochó un hada valiente, aunque su valentía pronto fue eclipsada por el ataque del monstruo, que derribó árboles con un solo golpe.

—¡Escapen! —gritó, instando a las demás hadas a huir en todas direcciones. La humana, desesperada, buscó al hada, pero esta ya no estaba a su lado. —¡Maldita sea! —exclamó entre dientes. Una pequeña hada, temblorosa, cayó cerca de la humana, quien la tomó con cuidado y se apresuró hacia el Gran Árbol en busca de Ban —debes resistir amiguito —susurró con determinación a la diminuta criatura mientras corría.—Ban debe de saber esto.

Mientras el monstruo avanzaba, los árboles eran arrancados de raíz y las hadas huían en desesperación, su frágil hogar amenazado por una fuerza incontenible.

—Otra vez no... —murmuró una de las hadas, sus ojos llenos de lágrimas reflejaban el miedo que sentía en su corazón. —Quieren acabar con nuestro bosque.

—Oslo, ve por ayuda —suplicó una chica a su perro, su voz cargada de urgencia y desesperación. El can asintió con determinación y desapareció en un portal. El Albión estuvo a punto de destruir el Gran Árbol, pero unos extraños rayos lo detuvieron, dejando a todas las hadas impresionadas. Esta intervención detuvo el ataque e incluso hizo retroceder al monstruo, pero el miedo persistía en el aire, como una sombra oscura que amenazaba con devorarlos a todos.

—E-es él —dijo con asombro un hada. —¡El girasol que florece en el Bosque de las hadas! —arriba de la imponente flor se encontraba otra hada, extendiendo su mano con valentía hacia el peligro, mientras con la otra protegía su frágil pecho, sus ojos destellaban con una determinación feroz, desafiando al destino.

—¡Harlequín! —exclamaron las demás con asombro al reconocer a la figura decidida a proteger su hogar. Una vez que aquel ser tomó su compostura, comenzó a conjurar un rayo que brotaba de su boca como una manifestación de su voluntad.

*Lanza Sagrada Chastiefol, modo cuatro: Girasol* —ordenó el hada con un gesto rápido de su mano. La energía se acumulaba, cargada de poder y propósito, mientras el aire mismo temblaba ante su presencia. Y justo en el momento en que el demonio también se preparaba para atacar, ambos proyectiles se lanzaron uno contra el otro con una furia descomunal, desencadenando una explosión que sacudió el bosque y lanzó a los dos combatientes en direcciones opuestas, dejando tras de sí un rastro de destrucción.

—¡Agh! —exclamó la chica ante el dolor.

—No tiene oportunidad contra ese monstruo —exclamó una de las hadas con un tono de angustia que cortaba como una cuchilla. 

—Es una locura ¡No podrá derrotarla sola! —añadió otra.

Pero el hada se aferró con ambas manos al tronco en el que había aterrizado, ignorando el dolor que le atravesaba el pecho, se elevó en el aire una vez más. Otra hada observaba la escena con las manos cubriendo su boca, sintiendo una culpa tan abrumadora que le pesaba como una losa en el alma. Habían maltratado a esa hada, la habían llamado traidora y habían cuestionado su identidad, y ahora estaba luchando con todo su ser por su hogar mientras ellas simplemente observaban, impotentes.

—No puedes ganarle... ¿Por qué insiste? —murmuró el hada, con lágrimas y sollozos entrecortando sus palabras, mientras veía cómo el hada volvía a enfrentarse al monstruo, que también se había recuperado. —Esta sola... —agregó con una tristeza tan profunda que parecía ahogarla. —¿Porque lo hace sola?

—No dañaras mi hogar... —declaró el hada con una determinación que resonaba como un trueno en la oscuridad. —¡No te lo permitiré! —Todas las hadas observaban la batalla con los corazones encogidos, escuchando esas palabras cargadas de valentía, y se sentían cada vez más culpables. El hada se lanzó al combate con el monstruo, sin importarle si estaba en desventaja, pues tenía un propósito claro: salvar a su hogar, aunque eso significara enfrentarse al mismísimo infierno.

*Lanza Sagrada Chastiefol modo dos: Guardián* —gritó King mientras un oso del mismo color de su almohada se abalanzaba sobre el monstruo, pero su ataque fue efímero, como una llama en el viento. —*Abejorro* —continuó, y la lanza empezó a golpear al demonio con una velocidad impresionante, dando la ilusión de que eran múltiples ataques. Sin embargo, el hada recibió un manotazo por parte de su adversario. 

—¿Esa es... Harlequín...? Si debe ser él... ¡Protegase! —exclamó Gearhead, con el corazón en un puño y los ojos llenos de desesperación mientras veía cómo su soberano... O soberana luchaba contra un enemigo imposible.

El hada del impacto comenzó a caer, su cuerpo descendiendo lentamente hacia el suelo mientras pensamientos de nostalgia se apoderaba de su mente. "Mis amigos... Diane, Elizabeth... Capitán... Quiero volver con usted ¡No importa que! No puedo dejar que me derroten ¡No lo haré!", pensó.

¡*Lanza modo cinco: Aumento*! —ordenó el hada a su arma, con determinación en cada palabra. La lanza se transformó en pequeñas cuchillas que se lanzaron ferozmente hacia el monstruo, pero este, con un contraataque devastador, hizo volar las cuchillas y a la propia hada que las controlaba.

El descenso era lento pero inexorable, y conforme se acercaba al suelo, el hada podía sentir su sangre brotar, una advertencia silenciosa de su propia mortalidad. "Capitán... Quiero verte. Quiero que aclaremos lo que está pasando entre nosotros, si realmente han surgido sentimientos o si es solo porque ahora soy una chica...", reflexionó en medio de su caída, su voz interior mezclándose con el dolor y la incertidumbre.

—¡Yo te ayudaré! —resonó la voz de una mujer, un eco de determinación y lealtad. Para ella, no importaba la forma que ahora tuviera, aquella hada seguía siendo su rey, su líder.

—¡Quédate ahí!-. ordenó, su voz cargada de autoridad. Pero antes de que pudiera hacer algo, el demonio partió un árbol ante sus ojos, un símbolo de la fuerza descomunal que enfrentaban. —Lo lamentó tanto amigos... Tal como dijeron... No soy un rey... —susurró el chico al contemplar la escena, y dirigiendo su vista al tronco y vio a su amigo con su hermana, protegiendola, esto hizo que ojos se cristalizaran. Fue entonces cuando, a su alrededor, las hadas se lanzaron al ataque, un último acto de valentía y sacrificio.

—¡Lady Gerheade nosotros nos encargaremos! Por favor lleveselo de aquí —imploraron, la determinación de su pueblo brillando incluso en la oscuridad de la batalla. Y así, con un último vistazo cargado de angustia, la guardiana obedeció y se alejó con el hada en sus brazos, dejando atrás a sus compañeros, a sus amigos, a su familia. 

 —No... ¿Qué hacen...?

El campo de batalla estaba envuelto en caos y desesperación, el aire lleno de gritos de guerra y el olor acre de la sangre derramada. El monarca del pueblo de las hadas, solo podía limitarse a escuchar las palabras de sus amigos, de su familia, se sentía impotente e inútil. La, ahora, soberana había dado una batalla, pero a pesar de su valentía la derrota se sentía tan palpable. 

—¡Rey Harlequín, por favor escape y sálvese! —sabía que si su líder caía, todo estaría perdido.

Pero King no podía abandonar a sus amigos, su pueblo en medio del caos.

—Después de todo eres nuestro rey... Reina.

—No mueras, Harlequín.

El campo de batalla era un remolino de caos y desesperación, y en medio de aquel torbellino de violencia, una voz desgarrada cortaba el aire.

—¡No lo hagan! ¡Detenganse ya! —gritó la chica con desesperación, extendiendo su mano en un intento desesperado de detener lo inevitable, pero era arrastrada en dirección opuesta, impotente ante el destino que se avecinaba. Fue entonces cuando aquel casco cayó sobre su cabeza, cubriéndola con una oscuridad ominosa. —¡Gerheade sueltame ahora! —ordenó.

—No lo hare —respondió la hada con firmeza, su voz cargada de preocupación. —En cuanto el Rey Hada siga existiendo el bosque podrá resucitar, pero si perdemos a nuestro único Rey Hada ¿Qué pasará con la raza hada y con nuestro bosque? ¡Todos nos extinguiremos!-. exclamó, su voz temblando con la gravedad del momento, mientras King observaba impotente cómo sus amigos y su pueblo sufrían frente a sus ojos. 

—Sabes que, Gerheade, tiene razón —interrumpió una figura familiar, su presencia evocando una mezcla de emociones en el corazón de la chica.

—Helbram... Pero...

—La verdad es que deberías irte mientras las demás hadas lo retienen por ti, amiga —continuó Helbram, su tono melancólico resonando con una triste verdad. —El monstruo es demasiado poderoso. Tú... tú te has sacrificado demasiado —susurró, su voz suave como una brisa de otoño. —Señorita, deberías pensar más en ti ¿No? Harlequín, ve a casa, resuelve los problemas de tu corazón y tal vez encuentres la felicidad con aquel rubio —concluyó, su última frase llenando el aire con un silencio pesado y cargado de nostalgia, mientras una sola lágrima rodaba por la mejilla de la chica.

En aquel instante, atrapado entre el caos ensordecedor y la desesperación que amenazaba con ahogarlo, King se encontraba ante la prueba definitiva de su coraje y liderazgo. Mientras las voces angustiadas de su pueblo resonaban en su mente, una imagen se materializó frente a él: el recuerdo del rubio de ojos esmeralda, la misma figura que había encendido la llama de la confusión sentimental en su corazón. El poder mágico que fluía en las venas del monarca se intensificaba en sus recuerdos, llenándolo de determinación y fuerza renovada. En medio del fragor de la batalla, el pensamiento de aquellos ojos brillantes lo impulsaron a seguir adelante, sabiendo que su decisión no solo afectaría el destino de la batalla, sino también el curso de su propia vida.

Sin embargo, en un giro inesperado, King extendió su mano con firmeza, deteniendo el vuelo de Gerheade en seco. —¿Rey hada? ¿Q-Qué es lo que...? —balbuceó ella, sorprendida por la acción del monarca.

—No, Harlequín, espera... ¿Pero qué... Es lo que vas a hacer?

El campo de batalla estaba envuelto en un tumulto de caos y desesperación, pero en medio de la vorágine, un rey decidió a proteger a su pueblo y a quienes amaba. —¡Sólo una más... Una más! ¡Sólo una vez más no voy a rendirme! —exclamó el hada con un furor que desafiaba al mismísimo destino. Con un grito de determinación, la chica invocó su tesoro sagrado, y su lanza comenzó a brillar con una intensidad deslumbrante. Con un gesto rápido, se quitó el casco que cubría su rostro, y su cuerpo comenzó a irradiar una luz amarilla deslumbrante, despidiendo destellos que deslumbraron a todos los presentes, incluida el hada que solo buscaba protegerla. La visión hizo sonreír a King, reconociendo la valentía y el poder inquebrantable de la joven. —Maldito debes saber, que soy una chica muy avara, no será sólo el bosque, o mis camaradas... ¡También mi capitán! ¡Mi deseo...! ¡¡Es sólo proteger lo que amo!! —gritó la chica, mientras el poder mágico brotaba de su ser con una fuerza arrolladora.

"No. No fui capaz de protegerlo, pero... ¡Tu la salvaste y la sigues protegiendo. Ban, también serás tú!". Pensó la chica, tanto poder mágico en su cuerpo, tantas emociones, provocarón que la chica comenzará a gritar mientras su poder iba incrementando y la lanza que es su tesoro sagrado comenzará a cambiar, dejando a todos los presentes asombrados. Su arma aumento de tamaño, el color que tenía era un dorado y su filo parecía una hoja. —¡Ve! ¡*Lanza verdadera Chastiefol*! —exclamó la chica, mientras el monstruo preparaba su contraataque.

Pero King, con una rapidez increíble, actuó antes, lanzando su nueva arma con precisión mortal. La lanza verdadera impactó de lleno en el blanco, destruyendo al monstruo de un solo golpe, pero a costa de debilitar aún más a la joven. Con ojos violetas llenos de preocupación, la guardiana se precipitó hacia ella, atrapándola para evitar que sufriera más daño.

Así, la chica yacía herida a los pies del Gran Árbol, mientras este comenzaba lentamente a restaurarse, llevando consigo el peso del sacrificio y la esperanza. Ban, decidido a ayudar de alguna manera, se había cortado la mano para que las gotas de su sangre cayeran en la boca de la chica, provocando que su cuerpo comenzara a sanarse. Una vez hecho esto, el hada abrió los ojos.

—¿Ban? —se sentó, aún sorprendida.

—¡El Rey Hada despierto!

—¡Ahora es Reina Hada! —intervino alguien, provocando algunas risas dispersas, incluida una leve carcajada de King. 

—¿Se refieren a mi?

—No existe otro Rey Hada más que usted Majestad, aunque ahora sea una chica —mencionó Gearhead, esto la hizo sonreír. 

—Pues muy bien por ti, King —bromeó el zorro con una sonrisa pícara —pero, ya enserio, cubrete, parece que querías pelear al estilo 'Hada al viento' con tus pechos al aire —se burló con sarcasmo, ganándose algunas risas cómplices de los presentes.

—¡Tú que andas viendo mi pecho! —exclamó, cubriéndose con las manos mientras se sonrojaba intensamente. 

—Tu los dejaste a la vista de todos —agregó Ban con un gesto acusador, lo que desencadenó más risas y algunos comentarios divertidos entre los presentes.

—Señor Ban —la voz de la hada con su ojos violeta interrumpió la conversación de los chicos. —Quiero agradecerle de todo corazón por salvar al Rey Hada y al Gran Árbol. Y además... —comenzó, buscando expresar su gratitud, pero un repentino agarre de sus prendas la dejó sin aliento. Frente a ella, con los ojos carmesí ardiendo en furia, estaba el hombre que la sostenía de manera brusca.

 —No me importa nada lo que pienses de mi o lo que me hiciste —habló con un tono cargado de rabia contenida. —Pero, ¡La próxima vez que intentes herir a Elaine no dudare en matarte!-.

—Pase lo que pase, protegeré el cuerpo de Lady Elaine —con un esfuerzo visible, la chica tomó la palabra. La amenaza del hombre resonó en el aire, dejando claro el peligro latente en cada palabra.

—¡Más te vale hada! —respondió él con un tono gélido, empujándola bruscamente. Por suerte, la joven cayó sobre Chastiefol, evitando una caída más violenta. —Ahí se ven —murmuró el zorro con un deje de hostilidad mientras comenzaba a alejarse, dejando atrás una atmósfera cargada de tensión.

—¡Oye Ban! ¡Yo voy contigo! —habló la humana mientras lo seguía.

—¡Espera Ban! —gritó la hada. —Te lo preguntaré otra vez. ¿No pretendes volver a los Siete Pecados Capitales conmigo?

—Diles que les mando mis saludos... —respondió él con una firmeza que dejó claro su determinación, continuando su camino y dejando al hada atrás, perdida en el eco de su propia voz. Con un suspiro resignado, el hada observó cómo su amigo se alejaba, sintiendo el peso de la distancia entre ellos.

—Harlequín... —murmuró un hada, su voz apenas un susurro en el aire cargado de emociones —Queríamos pedirte perdón por como te tratamos esto...

Una de las hadas se acercó tímidamente, devolviéndole la venda rota. —Tratamos de repararla pero... No nos fue posible.

—Descuida, Ende —respondió la chica con una sonrisa comprensiva —¿Ustedes como están?-. preguntó, buscando reconfortar a su pueblo con un gesto amable, las hadas respondieron con sonrisas sinceras, tranquilizando a la joven con su aparente bienestar. —Me alegro.

Entonces, le entregaron dos pares de hojas con reverencia. —Tenga —dijeron con respeto. —Son dos hojas del Gran Árbol. Cuentan las leyendas que una hoja la tendrá un hada y la otra su pareja. Es nuestro regalo para usted. Si una la tiene una chica, serán aretes, y si es un chico, será un collar —Al observar las hojas, la chica notó cómo se transformaban en los objetos deseados.

 —Pero... no puedo ponerme aretes —murmuró, con una mezcla de incredulidad y diversión.

—Son mágicos, no necesita tener la oreja perforada —explicaron las hadas mientras colocaban los aretes en las orejas de la chica. —Por ahora úselos usted, y cuando encuentre a la persona correcta, la otra hoja encontrará su destino

De repente, unos ladridos rompieron el aire tranquilo. King se volvió hacia el perro, recordando que le había pedido buscar ayuda. —¡Oslo! —llamó, pero en los ladridos del perro escuchó noticias preocupantes. —¿Qué pasa? ¿Meliodas? ¿Diane? ¿Merlín? —susurró, sus ojos llenos de lágrimas ante la posibilidad de malas noticias. —¡Gerheade! Te encargo el bosque, debo irme —anunció con urgencia, y la chica asintió solemnemente.

—Oslo abre un portal a Camelot —ordenó con determinación el hada, tomando Chastiefol para proteger su pecho mientras se preparaba para partir hacia su destino. El perro, fiel a su rey, obedeció de inmediato, abriendo un portal.

—¡Chicos...! —exclamó, sintiendo una mano en su rostro que la empujó levemente, provocando que Chastiefol se separara de ella. —¡Ay! ¡Hijo de...! Auch... Me dolió —se quejó, llevándose la mano a la cabeza.

—Eso te pasa por cafre —el rubio volteo, acompañado de la princesa, al percatarse de la presencia del hada. Al verla desnuda de la cintura para arriba, el rubor tiñó las mejillas del hombre. —King... —murmuró, con una mezcla de sorpresa y afecto en su voz.

La princesa, ruborizada, desvió la mirada, incapaz de enfrentar la situación con tranquilidad. La presencia del rey hada parecía ser un alivio, y el abrazo que él le ofreció fue correspondido con gratitud y emoción. —Me alegra que estés a salvo... —susurró Meliodas con sinceridad, rodeando con fuerza a la hada en un abrazo reconfortante que destilaba complicidad y protección.

 Sin embargo, la tranquilidad fue interrumpida por las palabras del cerdo, que recordaron a todos la urgencia de la situación. La mención del estado de Diane añadió un nuevo nivel de tensión al ambiente, y el hada se vio arrancada bruscamente de su momento de intimidad.

Meliodas, como era su costumbre, no pudo resistirse a hacer un acto pervertido, tocando los senos de la guerrera de la raza de hada, lo que le valió una reprimenda del cerdo y una mirada desaprobadora de King. La princesa, consciente de su descuido, se disculpó por no haber mencionado la visita que sufren todas las chicas una vez al mes.

—Ten, cubrete —Meliodas ofreció su propia playera color rojo para cubrir el torso desnudo del hada. Esta, agradecida, aceptó el gesto y se colocó la prenda, aunque le quedaba un poco grande.

—Hablando de Diane... ¿Dónde está...? —preguntó, visiblemente preocupada.

—Diane está... por allá —indicó el rubio, señalando hacia una dirección. Esto hizo que el hada volara rápidamente hacia allá, ansiosa por reunirse con su amiga. 

—¡Espera, Señor King! ¡También quiero ir a verla! —exclamó la princesa, mostrando su deseo de acompañarlo.





















05/may/2024; Seguimos en la tarea de corregir :)

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