Capítulo 1

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La lluvia caía sin cesar, empapándome de pies a cabeza toda la ropa.

Mal día para que lloviera.

El único día en el que me vengo caminando a la universidad, y el cielo decide que es buen día para empezar a llover a cántaros.

Y mi ánimo no ayudaba en nada, solo no estaba en mi mejor momento.

Con las gotas de lluvia golpeándome el rostro y evitando mi visión, decido sentarme en la banca más cercana que encuentro.

¿Ya que importaba sentarme en la banca mojada si ya estaba empapada?

Lentamente me senté en esta, empapando aún más mi húmedo vestido y abrigo.

No tenía donde guarecerme, ya que no tenía coche y el autobús donde me iba no llegaba.

Volteo al cielo nublado de Roma, el cual no se ve como si fuera a despejarse pronto.

Bufo molesta al percatarme que no hay rastro de que el bus vaya a aparecer pronto.

Bien, Lynette, sigue sin traer un paraguas a la mano.

Cuando volteo al frente, me percato del establecimiento que yace en frente de mi. Llamado Café Dolce Mattina.

Puedo ver que en su interior hay personas bebiendo de tazas de café, riendo y hablando amigablemente unas con otras.

Río internamente al ver que pude a ver evitado sentarme en la banca mojada, si hubiera visto antes el establecimiento ante mis ojos.

Camino a paso apresurado, cruzando la gran avenida que tiene de distancia la banca y la cafetería.

Cuando llego a la entrada del establecimiento, observo primero el gran ventanal que decora su parte frontal, en donde está escrito el nombre de este y una taza de café decorándole.

Y a su lado la puerta de entrada de un color marrón oscuro.

Tomo la perilla de la puerta para abrirla y en cuanto la puerta se abre un poco, puedo sentir el ambiente cálido del interior.

Abro rápidamente la puerta haciendo sonar una campana y entro sin siquiera percatarme qué hay dentro, solo quiero un poco de calor.

En cuanto cierro la puerta detrás de mí el olor a café recién hecho golpea mis fosas nasales.

La decoración del lugar es rústico, con las mesas y las sillas hechas de madera, y manteles a cuadros tipo pícnic cubriéndoles. Pinturas de paisajes colgadas en las paredes del lugar, dándole un toque sofisticado.

—Hola, un gusto poder atenderla. ¿Quiere tomar asiento?— dice una chica de cabello castaño con un mandil negro puesto.

—Emm... claro.

—Un gusto, mi nombre es Bianca.—dice dándome la mano y apuntando al gafete que lleva puesto y del cual no me había percatado hasta ese momento.

—Un gusto— acepto su mano. —Soy Lynette— me presento dándole una sonrisa un poco forzada y quitándome el cabello húmedo de la cara.

—Si gusta puede quitarse su abrigo— dice y apunta con dos dedos al perchero que está a un lado del gran ventanal que da hacia la calle.

—Gracias— digo y camino hacia donde se encuentra la mesa.

Tomo asiento y observo la solitaria calle, siendo transitada por unos pocos autos.

Observo la banca, en donde hace un momento estaba sentada, siendo ahora lugar donde un pequeño cuervo se guarece de la lluvia.

El sonido de la campanilla, indicando un nuevo cliente del lugar capta mi atención, es un chico.

De cabello castaño oscuro, casi negro y tez bronceada. Tiene unos grandes ojos color marrón oscuro muy hermosos.

El chico cierra el paraguas que lleva en la mano y se sacude su cabello mojado moviendo al cabeza de lado a lado.

Capta toda mi atención y ahora la calle parece aburrida de ver.

Observo como se sienta en una de las mesas de la esquina de la cafetería y como mira constantemente el reloj que lleva en la muñeca.

Su ceño se frunce cada vez que pone su atención en su reloj, lo cual capta toda mi curiosidad.

—¿Quiere ver la carta, señorita?— pregunta la camarera de nombre Bianca que me había atendido hace unos minutos.

—Sí, si claro— digo poniendo mi atención en otra cosa que no sea el chico del paraguas.

—Aquí tiene— dice mientras me entrega un menú color rojo vino con la misma imagen que estaba en el ventanal. —Avíseme cuando ya haya decidido que quiere ordenar— dice asintiendo.

—Claro, muchas gracias.

Después de unos minutos decidí tomar un simple café con leche, nada del otro mundo.

Al momento que estaba apunto de acabarme mi café, observo a través de la ventana al autobús donde me iba, estacionado.

Casi me atraganto con el café, rápidamente me levanto de mi asiento y dejo unos cuantos euros, esperando que sea suficiente.

Tomo mi abrigo casi tumbando el perchero en el proceso.

Observe por el rabillo de mi ojo como otro cuerpo se levanta rápidamente de su asiento para dirigirse a la misma dirección que la mía.

No sabía quién era, y no me importaba en este momento, lo que me importaba era poder subir a ese maldito autobús.

Abro la puerta rápidamente saliendo de ella junto al chico del paraguas.

Cierro la puerta rápidamente para poder correr hacia el autobús, pero este ya se había ido.

Vaya suerte la mía.

—Mierda, mierda y más mierda— digo molesta mientras pateo la pared del establecimiento.

—Hey, tranquila. Es solo un autobús— dice mientras abre su paraguas para guarecerse de la lluvia.

—Si, el único autobús que va directo a mi casa, genio— digo tajante y sin medir mis palabras, no debí desquitarme con el. —Lo siento, estoy molesta. —me disculpo mientras bufo y exhalo aire.

—No te preocupes— dice mientras me da una cálida sonrisa.

—Normalmente, no golpeó paredes— suelto una risa sin ganas y me siento en el frío y mojado piso.

Mi comentario lo hace reír. Su tono de voz es grave pero su risa te hace sentir despreocupado y tranquilo.

—¿Por donde vives?— pregunta curioso.

Yo lo miro con cara de: Alerta acosador a la vista. Pero al instante se retracta de su elección de palabras.

—Quiero decir... ¿vives lejos de aquí?— rasca su nuca nervioso y hablando demasiado rápido.

—Vivo por al calle Belleview, a unas cuadras de aquí— respondo sonriendo por lo anterior.

—Ten— dice entregándome el paraguas que traía en las manos haciendo que su cabello, que empezaba a secarse, empiece a mojarse por la lluvia.

Yo lo miro extrañada, porque, ¿qué extraño le daría a una chica que acaba de conocer su paraguas cuando está lloviendo a cántaros?

Él lo haría.

—Yo vivo cerca, tu lo necesitas más que yo— responde disipando todas mis preocupaciones.

—Gracias, chico del paraguas— respondo sonrojada y tomando el paraguas de sus manos.

—No hay de que, rubia— dice usando un apodo demasiado cliché, pero que me hace sonreír.

—Adiós— respondo mientras me alejo a la dirección contraria.

—Adiós— se despide el de la misma manera.

Mientras camino a mi casa, sonrío como estupida por el momento anterior.

No había sido un día tan malo después de todo.

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7w7 Primer capítulo 🙌🏻💘

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Angie_D💜

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