Capítulo 3

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Las pequeñas gotas golpeaban el gran ventanal de la biblioteca.

Haciendo desconcentrar a mi amiga pelinegra de su cometido.

Estudiar.

—Lynetteeee— se quejó, llamando mi atención.

—No, Judy. Tienes que estudiar. Es importante— le regañe.

—Pero no entiendo nada, ya me canse.— se quejó, moviendo mi libro para que le preste atención.

—No puedo explicarte, no estudio diseño gráfico— me encogí de hombros y volví a mi lectura.

—¿Al menos me dejas tomar un descanso? Quiero ir a tomar un café.— suplico.

Yo rodeé los ojos y me di por vencida ante su súplica.

—Bien, vamos por un café y deja de ser tan dramática— reí.

—¡Yey!— festejó, empezando a tomar sus cosas.

—Pero— Le advertí. —En cuanto acabemos el café volvemos al estudio, ¿de acuerdo?

—Si, sí. Claro, lo que tú digas pero vamos al Dolce Mattina, necesito distraerme.— refuto.

Yo reí ante su comportamiento y juntas caminamos hacia el estacionamiento en busca de su coche con mi paraguas guareciéndonos.

Ella le quitó el seguro y ambas entramos.

—No, hoy no bebe, hoy no— decía, mientras trataba de arrancar el pequeño coche.

—Déjame adivinar— bromeo. —¿Ya no arranca?— le cuestionó.

—Nop— dice, resaltando la letra "p". —Pero, lo hará.— habla, decidida.

Golpea el volante múltiples veces, como si por arte de magia el auto arrancara.

Claramente, no lo hizo.

—Ya, ríndete amiga. Podemos ir caminando.— le animo.

—Wuu, que diversión— celebra, con sarcasmo.

—Tranquila, tengo un paraguas. Mi bebé nos guarecerá— le guiño un ojo en forma de juego y ella suelta un quejido.

—Bien, pero ya vámonos. Muero de hambre— se queja.

Abro el paraguas y nos guarecemos en el.

—Tendré que dejar a mi bebé en la lluvia— dice, simulando tristeza y acariciando el capo.

—Ya deja de ser tan dramática y vámonos, o te dejo aquí— regañe.

—Bueno, vámonos— agarra mi brazo y lo entrelaza con el suyo.

Caminamos a la par durante todo el trayecto al café. El ambiente estaba sumido en tranquilidad y el mero ruido de las gotas de lluvia golpeando la acera.

—Se arruinarán mis zapatos— chilla, como niña pequeña Judy.

—No les pasará nada— la tranquilizó.

—Sabía que debía llevar mi coche a un mecánico— se regaña a ella misma.

—Te lo había dicho unas quince veces pero no me prestaste atención, es el karma— bromeó.

—Si, ajá— rueda los ojos y trata de cambiar el tema. —Cambiando de tema, ¿quien era el chico del centro comercial?— pregunta, pícara.

—Ya te dije que un amigo, deja de inventar cosas que no son— le apunto con un dedo, acusatoria mente.

—Yo solo digo, que se te veía muy feliz de volver a verle— su tono de voz es coqueto.

—Deja de imaginarte cosas o no te compraré nada— amenace.

—No serías capaz, ¿o sí?— pone una mano en su pecho, haciéndose la ofendida.

—Oh si, sí lo soy— le lanzo una mirada asesina y ambas comenzamos a reír.

Empezamos nuestro recorrido por las mojadas calles y aceras de los lugares que pasábamos.

Uno de ellos llamó nuestra atención.

O mejor dicho, la de Judy.

Una de las tiendas de ropa más prestigiosas de Italia, hechas por la diseñadora Louisa D' Olivo. Una mujer que, a pesar de tener apenas 32 años, ya era dueña de una marca multimillonaria muy reconocida y exitosa.

El sueño de Judy era poder trabajar para ella.

Ella se quedó mirando el aparador, con dos vestidos de novia preciosos que cualquier chica querría usar en su gran día.

Prácticamente babeaba de sólo verlos, así que tuve que llamar su atención.

—Judy, se te cae la baba— bromeo, y le paso la mano por el frente para captar su atención.

—¡Ay Lynette, cállate!— bufa, riendo.

—Es la verdad, algún día trabajarás para ella yo lo se— ánimo.

—Si, eso espero— dice, esperanzada. —¿Sabes quien se vería hermosa en ese vestido?— pregunta, esperando mi respuesta.

—¿Quién?— preguntó, ilusa.

—Tú.

Mis mejillas cobran un color carmesí y me cubro el rostro con ambas manos.

—Que cosas se te ocurren, de verdad Judy, estas alucinando amiga— le di un leve empujón y ella río.

—Oh, vamos. ¿No te gusta?— pregunta.

—Si, es un vestido muy hermoso. Pero no para mi— aclaro. —Ni siquiera tengo novio— le recuerdo, riendo.

—Algún día llegará el indicado, que hará que uses ese vestido— apunta el vestido y yo solo lo observo.

Tal vez, solo tal vez.

¿Quién te pego lo romántico, Hamilton?— le pregunto.

—Nadie, tal vez siempre fui una romántica empedernida— susurra, como si fuera un secreto del FBI.

Yo solo río y niego con la cabeza.

—Vamos rápido al café, se hace tarde— le empujó, ella solo ríe y se adelanta llevándose el paraguas con ella.

Yo me quedo parada, empezando a mojarme por la lluvia y mirando atentamente el hermoso vestido frente a mi.

Es largo y delicado. En corte corazón en el pecho y un poco voluminoso por debajo. Es el vestido perfecto.

Mi vestido perfecto.

Se me escapa una pequeña sonrisa, siempre me ha gustado todo lo relacionado a las bodas.

Toco con mi mano el vidrio mojado por la lluvia y deslizo mis dedos, como si pudiera tocar el bello vestido.

Estaba tan centrada en mi mundo, que ni siquiera noté cuando alguien salió de la tienda y se paró a mi lado.

—¿Es lindo, verdad?— dice una mujer de unos treinta y tantos años, de cabello azabache y muy elegante.

—Sí, es en verdad hermoso— respondo, con un toque de ilusión en mi voz.

—¿No quieres probártelo?— incita la mujer.

—No, no. Ni siquiera estoy comprometida— digo, nerviosa. —Solo observaba.

—Un gusto, soy Louisa— se presenta mientras suelta una risa por mi nerviosismo.

—Un gusto, Lynette— tomó su mano y la estrechó.

Me quedo observando un rato más el vestido hipnotizada.

—Está bien, pero si algún día te animas a probártelo.— me dice mientras abre su paraguas —Di que vienes con Louisa D'Olivo, créeme será más fácil.

—Está bien, gracias Louisa— agradezco y observo cómo se aleja en la distancia.

Tarde unos segundos en darme cuenta, que acababa de hablar con la ídolo de Judy.

Se lo mencionaría llegando al café.

Le doy un último vistazo al vestido y doy la vuelta para empezar mi camino.

De repente un pequeño auto me salpica agua de un charco, haciéndome bufar y mojando aún más mi ropa.

Para ese momento ya no me importaba.

Así que, simplemente, reí por mi mala suerte y visualicé otro charco en el suelo y salte en el.

Moje mis tacones y medias, pero no me importo.

Empiezo a reír como loca y siendo feliz.

Era feliz.

Escucho a alguien llamando mi nombre y levanto la mirada, topándome con Judy con su ceño fruncido afuera del café.

Yo cruzo la avenida y me topo con ella cuando ya estamos adentro del establecimiento.

—¿En donde estabas?— pregunta, preocupada.

—Nada, solo me quede viendo el vestido de la tienda, eso es todo— digo, con simpleza.

—¿Y que hacías hace un momento saltando en los charcos?— cuestiona.

—Nada, solo saltaba.

—Okey...— responde, extrañada por mi respuesta.

—Ah, otra cosa Judy— atraigo su atención.

—¿Huh?— responde, en afirmación.

—Vi a Louisa D' Olivo, ¿ella no era la gran diseñadora de la que tanto hablas?— cuento, restándole importancia.

Pero para Judy si que tenía importancia.

—¡¿Viste a Louisa D' Olivo?!— exclama, levantándose de su silla. —¿Cómo era? ¿Qué te dijo? ¿Es hermosa como todos dicen?— pregunto, empezando a hablar rápido.

—Primero, es normal, nada del otro mundo.— digo tranquilizándola.

—Okey, continúa.

—Segundo, yo me quede viendo el vestido desde afuera y ella salió de la tienda.— digo, calmada.

—Cuenta, ¿qué más pasó?— su tono de voz era exaltada.

—Ella preguntó si no quería medirme el vestido, y yo le dije que no— respondí.

—¡¿Qué hiciste que?!— vuelve a exclamar.

A veces Judy puede ser un poquito dramática.

Solo un poco.

—Te relajas, o no te cuento nada— le recriminó, harta de que me interrumpa.

—Okey, ya me calmo— inhala aire y lo exhala.—Ahora si, prosigue.

—Le dije que no, ella me dijo que si algún día lo hacía que dijera en la tienda que iba con Louisa D' Olivo, que así sería más fácil— termine de contar.

Judy quedó pasmada sin decir nada.

—Tenemos que ir a probarte ese vestido— demanda.

Yo solo la miro seria y luego suelto una carcajada tras otra, estaba riendo tan fuerte que algunos clientes del café se me quedaron viendo raro.

—Judy, ¿para que voy a medirme un vestido de novia, si ni siquiera estoy comprometida o con novio?— la interrogo.

—No importa, solo quiero ver a mi ídolo, por favor— ruega, juntado sus manos, suplicando.

—Te prometo que algún día la conocerás, pero será por tus méritos.— la animo.

—Ash, aguafiestas.— bufa y se cruza de brazos.

—Ya, Judy. Mejor hay que pedir algo— mencionó. —Muero de hambre— imploró.

—Si, yo también— concuerda.

La mesera castaña, Bianca, nos entrega dos menús para que podamos hacer nuestra orden.

—Creo que pediré un panino, junto con un té— examina y decide. —¿Tu que pedirás?— pregunta.

—Creo que un pay de manzana y un café.

Al momento en el que Judy se levanta para hablarle a la mesera, el sonido de la campanilla da la bienvenida a un nuevo cliente.



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Ciao, lettori☔️📖

Lamentó demasiado no haber actualizado la semana pasada, pero no había tenido tiempo de escribir y no tenía el capítulo listo🥺 perdonen😪

Cambiando de tema 😘

¿Qué piensan de Louisa?💋💖

En algún momento tomará importancia🔥

¿Quien será la persona que entró en el café?😱☕️

Pronto empezará el romance, lo prometo😂🙌💜

Arrivederci lettori!😅📚

Aún estoy perfeccionando mi italiano😂

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