"3 años de incertidumbre" (3/3)

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El tiempo seguía su curso y Pacífica mantenía sus dudas; sus padres le ocultaban detalles sobre sus "reuniones importantes", se dio cuenta mientras los escuchaba sin que se percataran.

Habían pasado ya dos años tras iniciar sus sospechas referentes a sus padres; era un día soleado de abril. Las vacaciones estaban próximas y con ello otra oportunidad para saber si los mellizos Pines vendrían de visita. Su ilusión estaba presente en su rostro. Sin embargo, no pudo evitar sentirse nerviosa; los dos veranos anteriores ellos no habían podido venir, nunca supo la causa, mas siempre sospechó que podría deberse a la ausencia de sus tíos.

Decidió realizar una llamada a Dipper.

Dipper.

Esos dos últimos años, ambos lograron forjar una hermosa amistad; no lo admitían, pero había una clara atracción entre ambos. Dipper jamás logró consiguió tener una novia en su estancia en la preparatoria o, más bien, ¿no quiso tener una? Una incógnita a la que luego le hallaría respuesta. Sin embargo, esa vez se vio sorprendida cuando contestó el castaño.

—¡Hola, Pacífica! ¿Hace cuánto que no hablamos? ¿Semanas, meses, años? ¡Bueno, supongo que eso ya no importa! Veo que has estado hablando con mi hermanito a escondidas, ¿eh? —era Mabel, más feliz que nunca, al menos así lo veía Pacífica.

—¡Oh! ¡Mabel, qué gusto! —se puso un poco nerviosa en el momento, por un momento pensó que tras lo último que dijo se pondría como una maniática fan-girl. Aunque no se equivocó.

¡Ya era hora de que mi hermano estuviera con una chica! ¿Creerás que de varias amigas no quiso entrarle con ninguna? De todas formas, tú y él hacen una adorable pareja —juntó sus manos cuando dijo esto último.

Pacífica, por su parte, quedó intrigada, ¿quién lo diría? Esa incógnita anterior quedó resuelta mucho antes de lo que ella esperaba.

¡Mabel! ¡Ya basta! —con un leve empujón, quitó a su melliza de la cámara, al menos un poco. Luego fijó su vista a Pacífica—. Hola Pacífica, no creas todo lo que dice mi hermana —no pudo evitar soltar una pequeña risa nerviosa mientras se rascaba la nuca, a pesar de los años, seguía siendo el mismo Dipper nervioso, paranoico y tímido. El mismo que le gustaba. Soltó un leve suspiro tras pensar en eso; al instante, él no lo notó, mas alguien sí—. ¿Sucede algo, Paz?

—¿En serio no lo notas, Dipper? ¡Ella está perdida en ti! ¿Cuándo le dirás que te gus...? —antes de acabar, Dipper le tapó la boca mientras ella trataba de sacarlo de encima. Un fuerte sonrojo se presentó en las mejillas de ambos jóvenes, tanto en las de Dipper como en las de Pacífica.

Ay, Mabel, ¡qué cosas dices! Dime, ¿qué te trae por aquí esta vez? —la castaña consiguió zafarse de su hermano.

—Sí, Pacífica, dinos, ¿van a tener una videollamada "personal"? —rio a sus adentros. Nuevamente, Dipper no pudo evitar sentirse avergonzado.

Mabel..., ¿qué te parece si nos dejas un momento? ¡Te llevaré a donde quieras después!

—¿Lo prometes?

—Sí...

—Bueno, ya no interrumpo más su "diversión". Chao, Paz —la melliza se retiró dejándolos en paz.

—No ha cambiado en nada, ¿cierto?

En lo absoluto...

Soltaron unas cuantas carcajadas, aunque Pacífica se enserió.

—Emmm..., Dipper, hay algo que quiero preguntarte —se puso un poco ansiosa.

Sí, Pacífica, lo que sea.

—¿Este verano sí vendrán? —sus ojos irradiaban la mayor ilusión y esperanza, junto con una gran sonrisa de felicidad.

Bueno... —su brillo se perdió al instante, esperando las malas noticias.

—Tampoco vendrán esta vez, ¿no es verdad? —cabizbaja, la realidad otra vez, una realidad que ella pensaba; sin embargo, Dipper le regaló unas palabras de aliento.

Espera, déjame terminar. Decía que, siendo sincero, todavía no estamos seguros. No te lo había comentado; nuestros tíos salieron de viaje y aún no han regresado. Nuestros padres no tienen a nadie de confianza con quien dejarnos, a pesar de que hemos tratado de convencerlos de quedarnos con Soos en la misma cabaña... Simplemente no ceden.

—Oh... —la razón más lógica se presentaba ante ella; sus padres se preocupaban, ¿qué podían hacer los mellizos? Además de que escaparse no era una buena opción.

Pero ¿sabes algo? Extraño a mi tío y no saber nada de él me preocupa. Me hace pensar que pudo haberle pasado algo malo. No hemos recibido ninguna señal de ellos, no después de su repentino viaje hacia el océano. —el castaño entristeció.

Pacífica se percató de su cambio de humor. Se concentró tanto en ella que olvidó a los demás amigos y familiares de su querido amigo; su chico. Debía actuar.

—Dipper, tal vez no conozca muy bien a tu otro tío, pero a lo que a mí concierne del Stan que sí conozco, diría que no es alguien tan fácil de derribar. Deben estar bien y, si es su gemelo, seguro también debe ser alguien igual de infranqueable —después de haber dicho eso, le regaló una hermosa y sincera sonrisa.

Dipper, al verla, aparte de sentir como su pecho comenzaba a recibir calor y su corazón palpitaba un poco más rápido, se sintió reconfortado y mejor. Sin duda, sus palabras lo hicieron sentir mejor.

Tienes razón, Pacífica, seguro están bien y solo me preocupo demasiado. Gracias —le devolvió la sonrisa.

La joven Noroeste también pudo sentir esa sensación en su pecho, una mirada bastaba para demostrar lo que sentían ambos; un amor a distancia que, si era posible, sería correspondido por ambos..., a menos de que algo se interpusiera.

—No tienes nada que —la puerta principal de la nueva y remodelada mansión Noroeste sonó al abrirse de repente—... Llegó alguien, debo irme—Dipper se limitó a asentir y ambos colgaron su llamada.

Salió de su cuarto rápidamente. Asomó su cabeza hacia la entrada de la mansión. Sus padres salían de la sala principal. En la entrada había un hombre alto, bien vestido; lucía imponente. Sus ojos eran verdi-azules; algo extraño, a decir verdad. Era apuesto, pelinegro. Se preguntó quién podría ser.

—¡Derry! ¡Pero qué sorpresa tenerte aquí en la mansión! ¿Qué podemos ofrecerte? Sin duda te lo debemos todo—el señor Noroeste extendió los brazos con euforia; sin embargo, recordó que a Derry no le agradaba mucho el afecto.

Así que esté es Derry —Pacífica inspeccionaba al hombre.

Derry era un nombre que no le quedaba; Pacífica se lo imaginaba como un hombre gordinflón con ambición de poder. Vaya que estaba equivocada.

—Preston, Priscila, a mí también me gusta verlos. Hay negocios de los que hablar—mostró una gran sonrisa que mostraba malicia. Pacífica tuvo un mal presentimiento, mientras que sus padres estaban acostumbrados a tales sonrisas.

—Claro, claro. Ven, vamos a la sala—los tres se retiraron. Obviamente, Pacífica no se iba a quedar con la intriga. Bajó lo más rápido posible y se dirigió a la servidumbre.

—Hola, Marie.

—Hola, mi niña, ¿sucedió algo? —una señora de unos 46 años saludaba a Pacífica. Para la joven era una de sus confidentes y acérrimas amigas en esa mansión.

—Por fin, es el momento. Necesito saber de una vez por todas quien ese Derry.

—De acuerdo, tendrás que ser rápida. Ya vamos a servirles el té. Ven, entra—Marie colocaba las tres tazas de té y las colocaba encima de una charola, la cual colocó en una mesita movible. Pacífica se colocó debajo de la misma y Marie prosiguió a cubrir la mesita con un mantel blanco. Con el mueble en movimiento, sólo era tiempo de esperar.

Marie fue a la sala principal.

—Muy bella mansión, Preston. Se ve que le has dedicado una mera fortuna a esta residencia; pensar que antes no era más que una simple casa de tres pisos —silbó impresionado. Dirigió su atención al hombre—. Y cuéntame, ¿sí lo valió?

—Por supuesto, Derry. Diría que sin ti no estaríamos donde estamos sentados justo en este momento. Nuestra hija también se ha visto muy beneficiada; recobró todos sus privilegios perdidos. Finalmente hemos llegado a la cima una vez más.

Marie se posicionó delante de ellos y comenzó a servirles el té, mientras Pacífica oía toda la conversación.

—Bueno, Derry, ¿de qué negocios hablas hoy? —intervino Priscila, mostrando una gran sonrisa.

—Del nuestro, por supuesto—Derry fijó la vista en la mujer de Preston y pudo notarla con cierto nerviosismo—. ¿Pasa algo, Priscila? Siento que estás... nerviosa —sonrió.

—¡No, para nada! —aunque sí era cierto. A Priscila siempre le había carcomido saber qué era lo que pediría a cambio su salvador, si era que podía llamarlo así.

—De acuerdo, si tú dices—agarró su taza recién preparada y le dio un sorbo. La probó y la repaso sobre su paladar. Una..., dos..., tres veces—. Bastante bueno, solo la mejor calidad, ¿cierto, Noroeste? —le guiñó el ojo mientras alzaba su té.

—Para ti, lo mejor, Derry.

Marie terminó de servir y empezó a retirarse, pero antes fingió que se le cayó algo. Se agachó y murmuró.

—¿Dónde te dejo?

—Por allí—señaló un lugar donde se contemplaba una planta exótica y de buen tamaño; ideal para esconderse. Antes de actuar, Preston vio que su servidumbre tardaba mucho en salir.

—¿Ocurre algo? —con una mirada de sospecha, Preston fulminaba a Marie con la mirada.

—Pa-para nada, Señor... Mi..., ¡mi arete se cayó! —fingió seguir buscando—. ¡Oh! ¡Aquí está! —en ese instante empujó la mesita "por accidente", la cual tomó dirección hacia la planta. Chocó con la pared—¡Perdone, señor...!

—¡Ya basta! Retírese de aquí y llévese esa cosa también—en ese momento de distracción, Pacífica aprovechó para escabullirse detrás de aquella enorme planta. Derry observó como el mantel se movió ligeramente. Ignoró eso, pero sonrió con malicia. Marie se fue rápidamente, llevándose la mesita—. Disculpa la molestia, ya sabes cómo es la gentuza.

—Bah, ¿qué dices? No me importa —hizo un gesto de despreocupación—. Ahora, sólo vayámonos a lo importante. Verán, un gran proyecto se me avecina este verano y tanto yo como mis cinco hijos necesitamos una gran recompensa por haberles ayudados a ustedes.

—Hablando de esos chicos, mándale mis saludos a Yasir, es uno de mis preferidos; aunque, claro, no desestimo a tus otros cuatro.

—Despreocúpese, Yasir es mi hijo favorito —esbozó una sonrisa orgullosa—. En fin, creo que hay un punto muy importante a hablar hoy aquí. Quiero mi parte del trato, Noroeste —se inclinó hacia el frente mientras fruncía su ceño, aunque colocó un semblante serio.

—Somos una familia de palabra, Derry. Pídenos lo que sea y te lo daremos.

—Por supuesto que lo harán, después de todo, yo les devolví su vida una vez más.

—Y, Derry, ¿qué vas a pedirnos? —preguntó la mujer, muerta de curiosidad y nerviosismo.

—¿Sabes, Priscila? La vida está llena de reliquias preciosas e invaluables. Tesoros codiciables y envidiables; joyas preciosas e irremplazables. Dinero, algo muy sobrevaluado, tengo más de lo que ya quisiera. Fama, no es algo que me interese. Poder, ¿para qué quiero más?

—¿Entonces? —la señora Noroeste seguía insegura de toda la treta que iniciaron ya hace 3 años.

—Parece que alguien tiene prisa, bien, seamos un poco más directos. Díganme, ¿qué es lo que más valoran en esta vida? —todos quedaron un poco confundidos ante la pregunta, incluso Pacífica, quien observaba todo desde el punto ciego.

—A mi hija, por supuesto —la joven de pelos rubios no pudo evitar sentirse enfadada ante una respuesta tan hipócrita o así lo veía ella. Si era lo más preciado, ¿por qué, pues, no le otorgaba su tiempo de calidad como madre?

—Lo mismo digo, Derry, ¿por qué preguntas? —en ese momento, Preston se sintió un tanto alarmado e inquieto ante la pregunta. Derry se levantó y se dirigió hacia la planta exótica.

—Es una planta bastante bella e interesante, ¿de dónde la traen?

—De Brasil —respondió el patriarca.

—Huele bien, incluso diría que tiene un olor... peculiar.

—¿Qué quieres de nuestra hija? —Priscila atacó con una voz sumamente seria. Derry vio hacia la planta una vez más.

—Solo quiero... que se una al negocio. Es todo lo que quiero a cambio —de su traje, extrajo un sobre y la colocó en la maceta de esa planta sin que se percataran. Volteó a verlos—. Nos vendría bien expandir las fronteras, ¿no creen? —volvió a sonreír como si de un villano se tratase. Preston entonces se rio.

—¡Oh! ¡Era eso! ¡Claro! Es importante engrandecer la empresa. Por un momento pensé que querías quitármela. Casi me matas del susto.

—Sí, no soy tan malo como piensas —regresó a su asiento—. Pobre crédulo, me sorprende tu ingenuidad, aunque estoy seguro de que no confías plenamente en mí, eso está más que claro y mucho menos con lo que se habló. La joven Noroeste será mía y pronto te restregaré en tus narices el poco hombre y padre que fuiste.

—¿Algo más de lo quieras hablarnos, Derry?

—No, eso sería todo. Bueno, me tengo que retirar. Tengo demasiados pendientes, mis hijos me apoyan, pero tanto trabajo no se resuelve solamente entre seis personas.

—Te entiendo, Derry. Bueno, te acompaño a la salida, entonces —Preston se levantó y Priscila le siguió el paso. El trío se fue hacia la entrada principal.

Pacífica tomó el sobre. Ella se dio cuenta de que el tal Derry la había visto porque, además, ¿quién diablos deja una carta sobre una maceta?

La abrió y extrajo una rosa junto con una pequeña nota:

"Serás testigo de lo inimaginable, Elise. Pronto dejarás este mundo ruin y cruel -F"

Recibió decenas de estas cartas alrededor de dos años, mas esta era la primera que venía con un remitente.

No se necesitaba ser detective para saber que la misma persona envió todas esas cartas; pero, si eran de Derry, ¿por qué la inicial con F? Sólo había dos opciones: o Derry no era su verdadero nombre o había alguien más detrás de todo ese teatro. Como veía las cosas, Derry era el mandamás, seguramente era de uno de sus hijos o de alguien que trabajaba para él, de eso no había duda.

Ahora solo quedaban algunas cuestiones: ¿Qué quería de ella? ¿Por qué a ella? Pero la que más le interesaba en un verano tan próximo era, ¿Dipper vendrá? Sin duda, como dijo Mabel, estaba perdida en él. Solo era cuestión de tiempo para averiguarlo y eso sería pronto..., muy pronto.

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