"Cordura al límite" (1/2)

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—Bitácora de viaje. Día 15. No he tenido éxito en la búsqueda de mi hermano; sin embargo, mantengo las esperanzas, pues las probabilidades de que mi hermano se encuentre en la misma isla que yo es de un 87%, esta premisa es respaldada bajo el dato de que mi hermano y yo nos encontramos en el mismo tornado. Aun así, no puedo asegurar con firmeza que se encuentre —hizo una pausa—... Se encuentre con vida. Pero repito, no pierdo la esperanza. En el fondo sé que lo encontraré; él estará conmigo y terminaremos lo que empezamos. Por otro lado, ya he explorado tres cuartas partes de la costa; debería haber una señal de que ha estado por aquí: unas pisadas o restos de cenizas o algún rastro de actividad humana. Lo que sea que encuentre será muy útil para su búsqueda.

Ford guardó su grabadora y continuó caminando.

Pasaron dos largas horas en las que el investigador inspeccionó cada lugar de lo que quedaba por indagar, por fortuna, sus plegarias fueron escuchadas.

—¿Será posible? —se acomodó las gafas y corrió hasta donde se encontraban unas cuantas ramas en la arena. Giró su cabeza para ver si encontraba algo más y, efectivamente, un escrito estaba presente. Dictaba lo siguiente:

"SÁQUENME DE AQUÍ"

—Bingo... —comentó viendo pisadas frescas dirigiéndose hacia la selva.

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Dos días antes...

Stan estaba boca abajo; su rostro estaba completamente cubierto de arena. Se levantó con debilidad, sus brazos llegaron a temblar un poco mientras intentaba alzar su cuerpo; sus músculos se rindieron, estampando su cara contra la arena de una manera brusca. Se quejó de dolor e intentó una vez más. Lo logró. Con sonrisa victoriosa colocó sus brazos en ambos costados en una posición triunfante.

—¡Ja! ¡Toma eso naturaleza! ¡Nadie puede contra este anciano! —se señaló a sí mismo con orgullo. Miró a su alrededor y se percató de que no había nadie ni nada a la redonda—. Vaya, que extraño, aquí no hay chicas por ningún lado, ¿en dónde nos metiste ahora seis dedos? —no hubo respuesta—¿Nerd? —su mirada se dirigió hacia todas las direcciones y no había señal alguna de vida—¿Ford? ¿Hermano? Creo que no es hora de juegos —rio nervioso. Nadie contestaba— ¿Dónde rayos te metiste? ¡Ford! —gritó con todas sus fuerzas, pero su llamado se quedó sin respuesta.

Decidió buscarlo, pero su estómago rugió indicando el hambre voraz que traía en ese momento. Miró hacia el frente y se encontró con la selva, algo dentro de él sabía que tendría que entrar para buscar comida, pero su buena fortuna y vista le hicieron percatarse de la palmera que se hallaba justo ahí, la cual tenía una buena cantidad de cocos en lo alto.

— ¡Genial! Al menos evitaré el peligro de perderme ahí dentro. Seguro Ford anda buscándome; yo haría lo mismo por él de cualquier modo. De todas formas, tengo hambre, lo mejor será quedarme aquí y esperarlo; es lo más prudente, además —colocó su mano en el mentón—, si ambos nos andamos moviendo la posibilidad de encontrarnos sería menor, ¡sí! Lo mejor es permanecer aquí por ahora, dudo que tarde en encontrarme.

Con ese pensamiento, Stan se las ingenió para conseguir esos cocos de la palmera. Intentó sacudiéndola y funcionó, lo malo de ello es que le cayó uno en la cabeza dejándole un buen chichón y un gran dolor.

—¡Demonios! Al menos hay comida... —se sobó la cabeza.

Con satisfacción, y con mucho esfuerzo, logró disfrutar de sus cocos. Claro, sintió que les faltó hielo y un toque de alcohol para darle sabor y emoción, pero estaba perdido en medio de una isla remota, la cual no contaba con los recursos deseados. Aunque, a pesar de todo, Stan estaba tranquilo y satisfecho.

Llegó la noche y era hora de dormir, con su instinto de supervivencia, Stan consiguió hacer una fogata y mantenerse en calor. No tenía nada con qué acobijarse, pero lo bueno de aquella isla era su temperatura, no hacía tanto frío. Stan estaba preocupado por su hermano, se preguntaba si estaría en buenas condiciones y con buena salud, pero luego se relajó al recordar que su hermano ya había pasado por una infinidad de dimensiones con un mayor peligro que una ridícula isla como en la que estaba varado. Viendo el lado pesimista de las cosas, Stan no pudo evitar preguntarse algo: "¿qué tal si él y yo no estamos en la misma isla?" o, "¿Mi hermano estará con vida?".

Como verdaderos hermanos, ambos se preocuparon por el bienestar del otro esa triste noche. Stan procedió a calmarse y cerrar los ojos. Mañana ya sería otro día.

Dentro de su subconsciente, se vio envuelto en un sueño; despertaba en aquella playa otra vez y a su lado se encontraba su hermano.

—¡Stanford! —celebró con alegría mientras tomaba entre sus brazos a su hermano—¿Dónde te habías escondido? —le frotó el cabello de una manera ruda. Ford no hablaba, se limitaba a sonreír.

De pronto, se levantó de la arena y, señalándole con el brazo, le indicó que le siguiera al interior de la selva. Stan vaciló, pero al ver que entró corriendo, supo que Ford iba en serio. Inició su persecución, el tacaño se alarmó.

—¡Hey! ¿A dónde crees que vas! —continuó corriendo entre la frondosidad de las hojas, perdiendo el rastro de su hermano.

Su pulso se aceleró hasta que se topó con un gran hoyo en el cual, sin percatarse, comenzó a caer en su interior. Vio hacia el fondo y logró sentir un inmenso calor emanar de allí; su expresión cambió a uno de susto al notar que era lava lo que le esperaba como su destino final.

— ¡Aaaahh! —tapó sus ojos para no presenciar su final y, antes de despertar, una risa maniática resonó entre las paredes del hoyo.

Agitado, gritó con fuerzas por aquella pesadilla que había vivido como si hubiera sido en carne propia. Sintió un poco de miedo, pero se tranquilizó al haberse dado cuenta de que todo había sido obra de su subconsciente o, al menos, eso pensaba en esos momentos, pues no encontraba una razón más lógica.

Sintiendo un leve dolor de cabeza, colocó su mano en aquella zona del cuerpo para recargarse. Estaba sudando en extremo, así que se secó con su brazo. Vio el extenso e interminable mar. Decidió echarse a tomar una remojada para poder estar fresco. Así lo hizo.

Después de pasar un rato en el mar, antes de salir, algo dominó su mente y cayó hacia el agua de una manera precipitada. Comenzó a ahogarse en ese instante. Alzaba su mano en busca de que alguien pudiese ayudarle, pero recordó que no había nadie a la redonda y no podía asegurar que su hermano llegase a salvarle o que inclusive estuviera presente en aquella isla remota; estaba solo ante una situación inexplicable.

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La mente de Stan se encontraba oscura y, como un foco, se iluminó de inmediato. Bill se había desmayado, aparentemente.

—¿Qué demonios pasó! —reclamó enfureciéndose y tornándose de color rojo.

Lleno de cólera, comenzó a desatar golpes a todas direcciones. Luego, se calmó un poco.

—Debo salir de aquí, ¡ahora! Si tan solo seis dedos no fuera un problema —se quedó pensativo por un momento y luego fijó su ojo alrededor.

Su ira desatada había destruido la cabaña en la que se alojaba. Soltó un suspiro de derrota y, con un chasquido, la cabaña se vio reconstruida. Tal vez su poder era débil, pero tenía el suficiente (o eso creía, después de todo se encontraba en el escape mental). Decidió echar un vistazo a aquella fisura donde veía lo que había afuera. Se sorprendió al observar el extenso mar

—Vaya, vaya, vaya —sonrió con malicia—. Parece que Seis dedos no anda por ningún lado, ¡esta es una oportunidad de oro! No puedo desaprovecharla por nada en el mundo.

Yo no estaría tan seguro de ello —contradijo una voz diferente.

—¿Qué? ¿De nuevo! ¡Déjame tranquilo! Tengo un plan que llevar a cabo —contestó exaltado, pensando que se trataba de la misma voz del día anterior.

Deberías de pensarlo mejor; te quedarás varado en un lugar fuera de tus límites y no tendrás el poder suficiente como para escapar de ella, aunque la verdad yo no tendría problemas en verte sufrir y agonizar —rio burlesco.

Bill razonó mejor aquellas palabras; sin embargo, decidió ignorarlas, aunque no negó que lo último le pareció retorcido.

—¡No me importa! Lo único que quiero es salir de este lugar —rehaciendo nuevamente aquel panel de control, Bill decidió cometer uno de los peores actos existentes.

Tomó el control y sumergió a Stan en el agua. Comenzó a reírse de una manera desquiciada, gozoso de que por fin saldría de allí. Nada ni nadie podría detenerlo... o eso pensaba. Ilusionado de que por fin lograría salir de ahí, no pudo ver a alguien detrás suya.

—Detente...

—¿Pero qué demonios! —Bill se llevó un gran susto, a pesar de ser un demonio de los sueños milenario—¿Y ahora quién eres tú?

—¿Yo? —Bill presenció una sonrisa llena de locura, peor de las que él hacía. Los ojos del hombre que estaba frente suyo denotaban el caos y la perdición. Su voz expulsaría una frase retorcida que lo dejaría perplejo—Yo soy lo impensable del Universo..., soy el caos y la pérdida de la cordura..., mi nombre es Hans... —finalizó paseando su lengua alrededor de sus labios mientras denotaba una mirada desquiciada.

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Alivio y felicidad, no había mejores emociones que Stan pudiera experimentar en ese momento. Salió de las garras de la muerte, a pesar de no ser fan de la divinidad, él podría hasta decir que fue el acto de un milagro lo que lo sacó de aquella situación tan delicada y frágil.

Sonriendo, su corazón se sintió regocijado al mantener un pulso constante y normal nuevamente; superó una experiencia muy cercana a la misma muerte. Sin duda alguna, algo que podría relatarse como algo terrorífico y catastrófico.

Aquella experiencia lo dejó exhausto y con mínimas ganas de moverse: lo único que quería hacer en ese momento era recostarse en la arena y reposar para mantenerse tranquilo y relajado; quería olvidarse de todo eso.

Tras una siesta, la noche y las estrellas lo acobijaron de nuevo. Seguía estando agradecido de que siguiera con vida hasta ese momento; sin embargo, algo lo traía pensativo, algo no andaba bien del todo.

Mirando hacia un punto indefinido de otra fogata que había hecho, inició a deliberar consigo mismo.

—¿Qué fue lo que me habrá pasado? Si tan sólo Ford estuviera aquí conmigo, podría explicármelo. Algo está acechándome, pero ¿qué será? —una duda atravesó sus pensamientos—... o, ¿quién será? ¡Eso no puede ser! ¡No! Lo más probable es que la edad me esté afectando más de lo que yo hubiera previsto, ¡sí! ¡No hay mejor explicación que esa! Al menos por el momento —Trataba de calmarse a sí mismo, aunque por dentro continuaba sintiéndose inseguro—. Además, el nerd no tardará en hallarme y, para entonces, sabremos con mayor exactitud lo que me pasa. No hay nada de qué preocuparse; en definitiva, todo estará bien —procedió a acostarse para poder dormir—. No hay nada que un sueño no pueda arreglar —cerró los ojos.

A pesar de cuanto lo intentara, no había tomado en cuenta algo, él ya estaba descansado. No pudo dormir simplemente sin importar lo que hiciera, incluso probó hacer ejercicio; sin efecto. Miró el mar para poder relajarse y pensar mucho mejor las cosas; su día no fue el mejor que digamos, pero, aun así, agradecía estar vivo, no sano del todo; sin embargo, eso no quitaba la alegría que sentía al poder estar respirando.

La noche siguió transcurriendo con normalidad, Stan parecía estar calmado; aunque apenas era el inicio de una serie de acontecimientos que lo guiarían a dudar del estado de su cabeza.

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