"Cordura al límite" (2/2)

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Un nuevo día nacía en la isla para Stan: solo y sin compañía; sucesos que no lograba entender del todo, como que casi morpia ahogado por un acto involuntario de su ser.

Involuntario.

Eso era algo que le preocupaba. Comenzó a imaginar que su cuerpo rogaba por salir de ahí y haría lo que fuese por hacerlo y, como si tuviese vida propia, recurrió a un aparente suicidio.

Ridículo.

Así pensaba Stan, pues, ¿cómo diablos su cuerpo iba a actuar por sí solo? Sin duda, una pregunta a la que no había podido dar respuesta aún y le tenía temeroso de cualquier cosa que le pudiera pasar. Sin embargo, estaba consciente de que su hermano llegaría por él en cualquier momento, seguro que lo haría, ¡Stan hizo lo mismo por él! Claro, se tardó muchos años en lograrlo, pero lo hizo. Si Stan lo hizo por su hermano, entonces, ¿por qué Ford no haría lo mismo? Eso lo mantenía reconfortado.

Despegó su cuerpo del suelo arenoso y procedió a sacudirse la arena que traía pegada al rostro. Fue a la orilla del mar y con sus manos agarró un poco de agua: se lo echó al rostro para lograr despertar completamente.

El Sol a penas salía, lo que indicaba que la mañana acababa de iniciar.

Su estómago exigía más comida nuevamente, Stan visualizó la misma palmera, pero, extrañamente, ya no tenía cocos. Pensó en la posibilidad de que hubiera alguien más a parte de él y su hermano; un escalofrío recorrió su cuerpo. Decidió ignorarlo por el momento.

Estaba sentado, a lado de su fogata apagada, con la ilusión de que su hermano pronto llegaría por él. También estaba hambriento, su estómago suplicaba por comida, lo dejaba pasar por el momento; sin embargo, se vio invadido por una voz incesante en el interior de su cabeza.

—Hey..., Stan.

—¿Qué! ¿Quién es! —volteó a todas direcciones para saber de dónde provenía aquella voz. No la reconoció y no tenía idea alguna de quien se trataba o de donde se encontraba.

Soy... tu subconsciente.

—¿Mi subconsciente? Es broma, ¿verdad? Yo no creo en esas patrañas de las voces en la cabeza.

De ser así, entonces, ¿por qué hablas conmigo? A menos de que creas que soy una persona real; de igual modo, contradices tu propia afirmación. El simple hecho de haberme respondido te acusa de haberte mentido a ti mismo.

Stan razonó esas palabras y procedió a negar con la cabeza.

—Tonterías. No caeré en un juego sucio como este, es más, ¡dejaré de hablar! —su estómago gruñó—Parece que el hambre me está afectando.

Oh..., pero, Stan..., no puedes ignorarme. Más sabiendo el hecho de que te encuentras perdido en una isla con una frondosa selva, posiblemente llena de animales, exquisitos y deliciosos animales que puedes cocinar al fuego de tu fogata.

Stan se veía hipnotizado con aquellas palabras, su boca se volvió agua. Tenía mucha hambre, lo admitía, pero eso no iba a detenerlo de esperar un poco más.

—¡No! —repuso volviendo en sí—Esperaré y punto.

De pronto, un espejismo se dio a relucir justo en frente de él: un pedazo de carne dando vueltas encima de una fogata, desprendiendo un particular aroma que encantaría a cualquiera.

A lado, había un hombre alto, peliblanco, tenía pupilas rojas; estaba bien vestido, pero desalineado, contaba con guantes blancos. El hombre se acercó a Stan.

—Vamos, aunque sea sígueme a probar esta delicia —el hombre arrancó un pedazo de aquella carne y la empezó a masticar lentamente, torturando al anciano.

Relájate, Stan..., no es real..., no es real...

El hombre se paró justo detrás suya, mirándolo con malicia mientras sonreía.

—Realidad, si supieras lo relativo que es toda esta situación. Realidad, ¿cómo saber incluso que nosotros mismos somos reales? Stan, acabas de comenzar a oír voces en tu cabeza y ahora has pasado a ilusionarlos, ¿qué seguirá? La locura no tardará en llegar; debes movilizarte si no quieres parar en un lugar... peor —soltó una risilla macabra.

Definitivamente, aquellas palabras alarmaron a Stan, ¿qué pretendía el sujeto con ello?

—¡Mira! —se levantó y lo observó detenidamente—. No sé qué es lo quieres de mí, persona ilusoria —se acercó de una manera amenazante—, pero ¡no dejaré que te interpongas en el camino de mi hermano para que consiga hallarme!

—¿Y cómo sabes siquiera que te está buscando? —el semblante de Stan cambió de molestia a preocupación.

—¿A qué quieres llegar?

—¡Sí! Tan sólo imagínalo. Tu hermano, desesperado —se encogió de hombros—, seguro construyó una manera eficaz de salir de aquí —el hombre extendió su brazo hacia el mar, señalando algo.

Stan pudo visualizar a su hermano encima de un bote improvisado, escapando de la isla sin mirar atrás.

—¡Eso no puede ser posible! —corrió hacia la ilusión—¡Ford! ¡Hey, aquí estoy! —alzaba los brazos mientras aquella nave se movía con rapidez, dejándolo asombrado—No te vayas...

—¿Qué podías esperar? De todas formas, te lo mereces —el hombre hizo un ademán y el paisaje cambió mostrando un recuerdo lejano; ese preciso momento en el que Stan metió a su hermano adentro del portal.

—¡No fue mi intención! —replicó frustrado—¡Intenté de todo para traerlo de vuelta! Y lo logré..., yo..., ¡yo lo logré! —se armó de valor y encaró al hombre—Tal vez al principio si hubo un poco de molestia y rencor, pero conseguimos avanzar.

—Pero ¿crees que él también lo hizo?

El anciano se quedó pensativo. Frunciendo el ceño y, con una gran determinación, enfrentó al peliblanco.

—¡Sí! ¡Estoy seguro de que lo hizo! ¡Y ni tú ni nadie va a hacerme cambiar de opinión!

Se lanzó sobre el peliblanco, aunque le esquivo con suma facilidad. Stan se levantó para atacar de nuevo, pero, para su sorpresa, no había nada ni nadie: solo la aislada y abandonada isla. Se sentó por un rato para meditar las cosas.

Viendo hacia el mar, recordó aquella imagen de Ford escapando de la isla; dejándolo a su suerte, su hermano jamás le haría algo así, ¿o sí?

—El nerd no podría hacer algo tan descarado, al fin de cuentas somos familia y nos prometimos estar juntos hasta el final.

Sonriendo, volvió a relajarse, pero sintió que algo andaba mal.

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—Vaya plan que resultó... —comentó Bill con evidente sarcasmo, rodando el ojo.

—Espera, aún no surte efecto.

—¿Qué quieres decir! Ya te dijo que no confía en ti y en lo que dices.

—Cierto, pero ahora cree que tiene voces o personas en su cabeza.

—¿Y eso en qué rayos me ayuda!

—En nada, sólo quiero divertirme —sonrió con malicia.

—¿Divertirte! —Bill se enfureció y tomó su color rojo haciéndose gigante—¿Crees que esto es divertido!

—¿El hecho de que siendo un demonio de los sueños hayas quedado atrapado dentro de una simple mente ya casi oxidada? Sí, me parece gracioso —sonrió burlesco.

Bill soltó un grito de ira y se acercó al albino amenazantemente.

—¡Más te vale ayudarme a salir de aquí, o sino...!

—¿Sino qué...? —Hans adquirió una actitud seria e imponente—No me das nada de miedo, he visto y vivido cosas mucho peores que tú. No eres más que un fragmento de energía obsoleto y perdido de un ser mucho más fuerte que tú —comentó con descaro, minimizándolo.

Antes de seguir reclamando, Bill analizó lo que acababa de escuchar.

—¿Fragmento?

No hubo respuesta.

—¿Qué quieres decir con fragmento, Hans?

—Una pieza de rompecabezas faltante, aislada y perdida por una batalla perdida hace ya mucho tiempo. Claro, era una obligación haber realizado aquella confrontación; perdió y ahora estás aquí.

—Sigo sin entender...

—¿De dónde crees que procede tanto poder? —hizo una mueca de disgusto—Proviene de tus orígenes, pero esos recuerdos fueron eliminados desde el momento de tu creación. Desde entonces te dedicaste a cumplir con el propósito de nuestra familia: destruir.

—¿Nuestra... familia?

—Pobre Bill, hace tanto tiempo fue. Sin embargo, eso ya no importa en lo absoluto; no serás nadie en menos de tres años. Espero que hayas gozado de tu corta y, a la vez, extensa vida —sin más, el hombre misterioso se retiró, dejando a un Bill confundido y desesperado.

—¿Moriré? —Bill quedó en una pelea interna acerca de si valía la pena seguir con planes malévolos acerca de dominar la dimensión de la Tierra o simplemente disfrutar lo poco que le quedaba de tiempo—. Debe ser una mentira, yo... no puedo morir —miró hacia la fisura y notó el cielo, tan despejado y limpio.

No tenía idea alguna de quien era ese tal Hans, pero si era más fuerte que él mismo, entonces tendría que preocuparse. Incluso llegó a tener la idea de conseguir ayuda. Presintió que se venía algo grande: una catástrofe de los cuales ni él ha tenido el poder suficiente como para poder llevarlos a cabo

—¿Acaso esto es a lo que los humanos llaman... miedo? —se cuestionó mientras era acobijado por el silencio y el vacío blanco de la mente de Stan.

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Mientras tanto, el cielo inició a llenarse de nubes, eran blancas; no había posibilidad de lluvia. Era notable que el día de hoy iba a estar nublado.

Bajó su vista y decidió ver el extenso mar. Era enorme, interminable, al menos en su percepción.

Las horas pasaban y Stan comenzaba a descontrolarse; el hambre era voraz y la comida estaba a su alcance.

Dudo que sigas aguantando...

¡Ya déjame en paz!

—Admítelo, tu hermano no llegará ahora ni nunca; puede que él no esté en esta isla para comenzar.

—¡Mentira!

—Mentira es la que vive en tu cabeza; deja los engaños y solo ve la verdad de una vez...

Me niego a creer que mi hermano no esté buscándome.

—Pero ¿por qué aún sigues tan seguro? Ya han pasado más de dos días, es obvio que la esperanza en este caso ya no existe.

Stan quería negarlo todo, pero las evidencias estaban en frente de él.

—¿Qué harás? ¿Qué harás? ¿Qué harás?

¡Salte! ¡Salte!

Stan tomó su cabeza con ambas manos y cerró los ojos con frustración.

¿Qué harás? 

La misma pregunta resonaba dentro de su cerebro una y otra vez; en un último acto de desesperación, Stan soltó un grito desgarrador.

—¡Sal de mi cabeza, maldita sea! —por un momento todo quedó silenciado. Stan logró relajarse.

De repente, el sonido de un helicóptero se escuchó a través de los oídos del anciano; miró hacia el cielo y veía el vehículo sobrevolando la lejanía. Un rayo de esperanza se encendió en su corazón.

—¡Aquí estoy! —a pesar de los gritos, no hubo respuesta, pensó que estaba muy lejos como para ello. Por lo tanto, decidió escribir un mensaje en la arena. Sin embargo, cuando terminó de hacer eso, ya no había ninguna señal de aquel vehículo volador.

—Me das lástima, ¿cuándo verás que estás perdiendo la cordura de tu cerebro?

No, no, no, no... —por si eso fuera poco, Stan presenció al peliblanco una vez más.

—Sé cuánto anhelas que todo esto sea una pesadilla, pero me temo que no lo es...

—¡Stanley!

—¿Ford? —Stan miró hacia la selva, de donde provino aquella voz. Sin pensarlo dos veces, corrió como si no hubiera un mañana.

Esto fue mucho más sencillo de lo que creí. Ahora, solo es cuestión de tiempo antes de que todo colapse —sonrió. De pronto se escuchó a alguien acercándose—. Será mejor que me vaya, su hermano anda cerca.

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Te traeré de vuelta, hermano, ya casi estoy cerca...

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Nos leemos en la siguiente parte!!!!

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