"El inicio de un nuevo verano" (2/3)

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Pasaron los tres días en las que los gemelos Pines prepararon todo para sus vacaciones en Gravity Falls. Tanto Mabel como Dipper estaban emocionados por regresar a aquel pueblito que los llenó de buenos recuerdos, amistades y aventuras.

Por otra parte, el Sr. Pines hablaba por teléfono.

—¿Tío Stan...? —una voz ronca contestó del otro lado, haciéndolo sonreír—. ¡Hola! ¿Qué tal el viaje...? ¿Sí? Qué genial... Bueno, sólo hablaba para confirmar su regreso a Gravity Falls; por cierto... ¿crees que pueda hablar con mi otro tío...? Jamás había sabido de él...

De repente, tocaron a la puerta principal de la casa.

—¡Mabel, abre, por favor, cariño! ¡Estoy al teléfono!

—¡Sí, papá! ¡Ya bajo!

En seguida se oyeron los pasos apresurados de la joven castaña bajar por las escaleras, portaba un suéter a rayas de color rojo con rosa, una falda morada y su diadema roja. Se dirigió hacia la puerta

—¿Quién es?

—Soy Ray, Mabel.

—¡Ray!

Mabel abrió de inmediato y lo recibió con un fuerte abrazo. Vio que no traía mucho equipaje. Se extrañó.

—¿Es todo lo que llevarás? Estaremos dos meses enteros en el pueblo...

— ¿Te refieres a esto? —mostró su maleta azul con solo tres compartimentos—. No necesito mucho, llevo la ropa necesaria y, de no ser así, siempre puedo comprar más, ¿no crees? —refutó con una sonrisa divertida.

—¿Y llevas dinero? —un poco de curiosidad invadió su ser.

—El suficiente —sacó su cartera y, de ella, extrajo un fajo de billetes de cien.

Mabel expresó un gran gesto de sorpresa.

—¿Qué! ¡Cuánto dinero llevas ahí? ¡Parecen ser como unos diez mil dólares...! —seguía estupefacta. Su semblante cambió a uno de sospecha—. Por cierto, jamás me has dicho de que trabajan tus padres.

—Uno en donde tengan el dinero suficiente para los gastos —explicó sin demora—. Además, no es que tú o yo hablemos de nuestros padres, eso sería un tanto incómodo..., al menos para mí —desvió la mirada a un lado, luego la regresó—, pero..., bueno, ¿ya estás lista? —trató de ser optimista, a pesar de haber dejado un aire de melancolía.

Mabel sabía que a Ray le incomodaba el tema de sus padres, pero no podía evitar sentir una inmensa curiosidad.

Él siempre la visitaba a ella, pero ella jamás llegó a estar en la casa de su amigo; todo el tiempo existía un pretexto con el cual evadía aquella propuesta, incluso si eso representaba la oportunidad de pasar tiempo de calidad juntos y a solas.

Pensar lo último la descolocó, quizá sí debería dejarlo ir hasta que Ray tuviera la suficiente confianza. Recuperó el ánimo para que su amigo no estuviera decaído.

—¡Desde ayer! ¡Estoy muy emocionada!

—Ya lo creo —sonrió.

La castaña se alegró de conseguir su cometido.

—Por cierto, ¿te puedo pedir un favor?

—Claro, el que sea.

—¿Me ayudarías con Pato? Se ha vuelto muy pesado últimamente, ya no lo he podido cargar —soltó un resoplido.

Su cerdo mascota había crecido bastante y el peso extra que adquirió le impedía a la joven poder realizar acciones tan simples como cargarlo o bañarlo.

—Por supuesto, vamos —aceptó sin rechistar.

—¡Gracias, Ray! Sabía que podía contar contigo.

—De nada, Mabel, sabes que siempre contarás conmigo.

Mabel sonrió agradecida.

—¿Y cómo está tu hermano? ¿Aún no se levanta? —bromeó.

La chica rio a sus adentros.

—Se encuentra bien, incluso se levantó antes que yo. Quería asegurarse de no olvidar nada, hasta hizo una lista.

—Parece que algunas costumbres no se pierden.

—Sí, ya lo conoces —rieron por lo bajo.

Llegaron a donde se encontraba el cerdito. Ray lo levantó con poco esfuerzo.

—Vaya, sí está un poco pasado de peso. Eso significa que es sano —el puerquito chilló un poco ofendido por lo de "pasado de peso"; aunque estaba alegre por ver a Ray, se conocían desde hacía un año.

—Gracias, Ray, en serio. Ya hasta luego me lastima cargarlo —hizo un puchero —. Quizá sea hora de hacer más ejercicio —levantó sus brazos determinada—, aún no puedo levantar siquiera un garrafón de agua.

A Ray le dio gracia el último comentario. Mabel, molesta, le dio un ligero golpe en su hombro mientras inflaba sus mejillas de forma infantil, ambos rieron después.

—Tal vez deberías, ¿sabes...? —se encogió de hombros —. De hecho, no suena nada mal, ¿por qué no hacemos ejercicio en las mañanas allá? Como correr alrededor del pueblo, ¿qué te parece? —Mabel se quedó un poco pensativa.

—Suena —pasó a tener una enorme sonrisa—... ¡Genial! Ray, de verdad que me sorprendes —se recargó en él—. Dipper seguro no tarda con las cosas para irnos.

A Ray le encantaba la presencia de Mabel, no podía negarlo. Sin embargo, comprendía los sentimientos de Mabel y sus pensamientos acechantes sobre lo sucedido con Christian: le daba su espacio.

Se despegó de ella. Mabel le prestó atención.

—¿Quién nos va a llevar?

—Mi papá, ahorita está hablando con mis tíos para saber cómo quedarán las cosas, seguramente también les esté comentando que irán más de dos personas para ver donde dormirás.

—Perfecto, aunque no creo que dormir los tres en la misma habitación sea un problema, ¿no? —se sintió un poco torpe al decir aquello.

No recordaba la última vez que había dicho algo parecido. Un poco de nostalgia le recorrió el alma, habían pasado muchos años antes de estar en donde se encontraba. Sabía dentro de su ser que lo que dijo no fue pensado correctamente por él, era consciente de que algunos comentarios eran expulsados de su ser por un instinto ajeno.

Retomando la compostura, trató de compensar lo que había dicho.

—Eso sería bastante incómodo ahora que lo pienso. —Ray se mostró un poco apenado.

Mabel no supo como expresar lo que había dicho Ray, fue una sorpresa escuchar una idea así de su parte; aunque no negaba el hecho de que sonaba tentador.

—No —se sobó el brazo derecho, la idea se formalizó en su imaginación—..., para nada, he compartido habitación con mi hermano por años, dos meses más no sería un problema y, bueno..., contigo también, pues... no le veo mucha diferencia —a Mabel se le presentó un ligero rubor.

Ray también adquirió un tono rojizo sobre su piel. Pato observaba la escena con curiosidad mientras se encontraba sobre los brazos del joven

—Bueno, tal vez podría, pero...

—¡Chicos! —Dipper había salido de la casa con muchas maletas, una rosa y una verde, aparte traía una mochila detrás.

Mabel dio un pequeño brinco del susto, la situación incómoda en la que se habían envuelto la tenía perdida. Ray, por su lado, pareció saber que el muchacho saldría de improviso, pues no reaccionó bruscamente como su amiga; agradeció también que llegara, se acercó a él con alegría.

—¡Dipper!

Ray lo saludó de mano, como casi siempre lo habían hecho. Casi nunca se daban un saludo informal de choque de puños. Dipper había deducido que, tal vez, Ray solo es demasiado formal.

—¡Ray! Ya sabes que puedes chocar las palmas conmigo, no hay que ser tan formales siempre —rio.

—Bueno, ya sabes, la costumbre —se unió a la risa.

—Me alegra que vengas con nosotros, le comenté a Marcus también, pero parece que él se queda en un curso de verano, ¿qué les puedo decir?

—Bueno, él se perderá esta gran aventura —comentó Ray sonriente.

—Vaya, ¿no te pesa Pato? —preguntó Dipper con un poco de asombro viendo a Ray cargar al cerdito sin mucho esfuerzo y no era que Ray se ejercitara o hiciera algún tipo de pesas.

—No, Dipper, ni te preocupes, yo me encargo de cargarlo —observó a Pato de cerca—. Aunque me temo que ensuciará el carro, creo que debiste bañarlo ayer, Mabel —comentó con cierta burla.

—¡Tú sabes que lo hice! —extendió los brazos, quitándose la culpa. Ray rio—. Este travieso le gusta andar en los charcos de lodo, ¿no es así? —Mabel le hacía mimos. Pato solo soltaba chillidos de felicidad.

—En ese caso, deja me encargo de limpiarlo, Pato y yo nos llevamos de maravilla.

—Es cierto, Ray. Incluso parece que pudieras hablar cerdonés —sonrió divertida.

—Pareciera, ¿verdad? —dijo Ray entre risas mientras se llevaba a Pato al patio trasero para bañarlo.

—Ray es genial, incluso me ayuda en cosas que ni le pido —vio como hablaba con Pato en el trayecto, se veía muy contento. Ella sonrió encantada.

—Deberías valorarlo, Mabel. Hombres así casi ya no hay en el mundo —Dipper se colocó junto a ella, queriéndole dar a entender que Ray era un buen sujeto.

—Lo sé..., pero me aterra perderlo. Todavía no estoy segura de sí siento algo más por él y, si fuera así, me atemoriza saber que no llegue a tener los mismos sentimientos —suspiró—. Además, a pesar de conocernos ya un año y medio, hay cosas que no sabemos de él, Dipper.

—Ahora que lo dices, es cierto. Casi nunca habla de sus padres, ni siquiera de su pasado. Es como si se enfocara únicamente al presente. Tal vez Ray tenga un pasado que quiere ocultar.

Ambos callaron de momento. Toda la amabilidad de Ray y sus buenas acciones habían opacado toda preocupación por él, y no fue hasta ese día que Dipper comprendió que no lo conocían del todo. Sin embargo, Mabel sentía que tenía sus razones para no decir nada, por lo que lo defendió.

—Ray es muy amigable y noble, además de leal, Dipper. Dudo mucho que llegue a hacernos algo. Por otro lado, yo misma me encargaré de saber más sobre él... Muy dentro de mi corazón sé que no es ninguna mala persona —miraba hacia donde se había ido su amigo.

Su mirada denotaba esperanza, ella no quería creer que Ray podía ser igual que los demás chicos con quien había tratado..., siempre terminaban abandonándola; pero su corazón dictaminaba que él no era igual, su postura era firme respecto a su mejor amigo: él podría ser cualquier cosa, menos una persona que la dejara al final del recorrido.

Si algo había mostrado Ray durante todo su tiempo juntos, era que siempre estaría con ella de manera incondicional.

—En eso te creo, Mabel —correspondió sus pensamientos—. Bueno, cualquier cosa me avisas —estuvo a punto de retirarse, pero su hermana observó su cabeza, en la cual solo presenciaba su cabello.

—Dipper...

—¿Sí, Mabel? —regresó su atención.

—¿No crees que olvidas algo? —sonreía mientras trataba de mantener su risa oculta.

—No —respondió seguro—. Anoté todo en la lista y todo lo de la lista está aquí —palmeó su maleta azul y su mochila.

—¿Y la gorra?

—¿La gorra? —se extrañó de la cuestión

—Sí, "señor no olvido nada" —se burló de él soltando una leve risa.

Dipper comenzó a impacientarse.

—Mabel, ¡no juegues! ¿Cuál gorra?

—La que te dio Wendy, olvidadizo —comentó Ray de improviso, quién llegaba recién de lavar a Pato. Estaba reluciente.

—¡Demonios! —se dio una palmada en la cara—. ¡Ya vuelvo, chicos! Y, Mabel, no olvides tu otra maleta, no soy tu sirviente.

Ray, al oír eso, recordó algo que le provocó un gesto de disgusto; sin embargo, nadie le notó. Trató de olvidarlo y recobró la compostura.

—Vaya, eso fue un baño rápido —volteó a ver a su mejor amigo—. A mí siempre me cuesta mucho trabajo y tiempo. Cuéntame tu secreto, Ray —le codeó las costillas mientras sonreía de manera traviesa.

—¿Qué te digo? Pato y yo tenemos una muy buena amistad.

—¡Ya en serio, Ray! Además, sabemos que, de los dos, yo soy la mejor amiga de Pato, ¿verdad que sí? —se agachó para abrazar a su cerdito. Este corrió hacia ella rápidamente, siendo recibido con cariños y mimos.

—Eso no te lo niego —admitió enternecido con la escena.

Mabel se despegó de su mascota.

—Ray, ¿podrías cuidar a Pato un momento? Iré por mi maleta.

—Claro, Mabel.

—Ya vuelvo.

Mabel salió corriendo a su cuarto. Pato y Ray quedaron esperando afuera de la casa. El cerdo volteó a ver al muchacho, parecía esperar alguna respuesta de su parte, él lo notó.

—Sí, Pato —corroboró dándole una caricia en su cabeza—. Gracias por dejarte bañar, lo de darte un gran buffet en el pueblo no era broma, solo no le digas a Mabel que te soborno para que te quieras bañar —el cerdito asintió—. ¡Genial! Gracias, amigo.

Tras unos minutos, la familia Pines ya se encontraba afuera, listos para partir.

—Gracias, Ray —Mabel se aproximó a él—. Un último favor, ayúdame a meterlo al auto, je, je —se sentía apenada de pedirle tanto.

—Sí, vamos.

Gracias a Ray, lograron meter a Pato al automóvil sin mucho esfuerzo.

El padre de familia observaba complacido de ver al joven ayudar a su hija, siempre se mostró agradecido con él. Al principio, le parecía insistente y sospechoso el hecho de que viniera casi diario a su casa, mas con el pasar del tiempo se fue acostumbrando; además, la presencia del joven no le desagradaba en lo absoluto, entablaban conversaciones agradables y, cuando podía, les ayudaba en todo lo que estaba a su alcance.

Para él, era una buena compañía para sus hijos, aunque verla cerca de su hija la mayoría del tiempo siempre le hizo sospechar que quisiera algo con ella. Sin embargo, a pesar de los meses de constante relación, jamás sobrepasó la línea de la amistad, hecho que contrariaba al padre.

Dejando eso de lado, se acercó a él.

—Hola, Ray.

—Buenos días, señor Pines —lo saludó de mano—. Muchas gracias por llevarme.

—Eres un gran muchacho, Ray. Es todo un gusto llevarte.

—Gracias —Ray vio a la Sra. Pines— Buenos días, señorita Pines —saludó de igual manera.

—Buenos días, Ray. ¿Listo para ir a Gravity Falls? —correspondió con una sonrisa amigable.

—Por supuesto.

—¡Bien! Mabel me comentó que ya habías ido, ¿es cierto?

—Totalmente.

—Entonces debe ser bonito regresar a aquel pueblito, ¿no?

—Sin duda es muy bonito. Será un placer regresar —emitió una sonrisa mientras hablaba.

—¡Entonces vayámonos ya! —exclamó Mabel jalando a Ray del brazo.

—Tranquila, cariño —dijo la Sra. Pines riendo.

Ver a su hija así le recordaba su efusividad, sobre todo en la relación de novios que tenía con su esposo en el pasado.

Todos metieron sus cosas al vehículo y tomaron rumbo a la estación de autobuses.

Durante todo el trayecto, el Sr. Pines se quejaba de que sus hijos no le hubieran comentado lo genial que era su tío Ford. Dipper siempre había querido comentarle eso a su padre, pero sentía que las experiencias un tanto apocalípticas y paranormales no serían de mucha ayuda. Mabel solo sonreía y jugaba con Ray viendo por la ventana.

Luego de varios minutos, llegaron a la estación. Compraron sus respectivos boletos. Ahora solo faltaba esperar.

Por fin, marcó la hora de partida.

—¡Nos vemos, mis tesoros, cuídense! —la Sra. Pines les dio un gran abrazo.

—Hasta luego, mami —ambos correspondieron el abrazo.

—Hey, Ray.

El muchacho y el patriarca se vieron de frente.

—¿Sí, Sr. Pines?

—No sé qué quieras con mi hija —lo miró furtivo, pero Ray no pareció intimidarse, al contrario, se mantuvo sereno—..., pero quiero que la cuides con tu vida.

—Sr. Pines —colocó su mano en su hombro derecho y el hombre pudo sentir mucha calma inundándolo—. Tenga por seguro que no dejaré que le pase nada —dicho eso, sonrió y lo soltó para entonces dirigirse con los mellizos.

No sé qué tenga ese muchacho —pensaba el Sr. Pines—, pero me genera demasiada confianza. Me alegro de haberlo conocido —sonrió.

—Bueno, hora de regresar —comentó Dipper sonriente mientras ingresaba al autobús. Mabel lo siguió y de ahí también le siguió Ray, quien cargaba a Pato.

Al entrar, el conductor observó al animal.

—¡Hey! No se permiten animales en el autobús —replicó señalando un letrero explícito que se hallaba en la ventana.

—Amigo —Ray habló—, los tíos de estos dos gemelos son tipos rudos y cuando vean que no lleva a su cerdo, no querrá saber lo que pueden hacerle y, déjeme decirle que no es una amenaza, es solo una advertencia. Además, mírelo —comentó enternecido.

De una forma misteriosa, Pato miró fijamente al conductor y sus ojos soltaron un destello peculiar, el cual hipnotizó al hombre.

—Bueno..., supongo que está bien —mencionó algo perdido.

Ray sonrió y se metió hasta el fondo, justo donde estaban los gemelos.

—¿Pasó algo, Ray? —preguntó Mabel preocupada.

—Para nada. No dejaban pasar a Pato, pero ya todo está bien.

—¡Estupendo! ¿Y cómo lo convenciste?

—Digamos que tengo mi magia —dicho eso, Ray tomó asiento junto a Mabel—. Solo no hagas mucho desorden, ¿eh? —Pato asintió y luego hizo el clásico sonido de un cerdo.

—Que buen chico —habló Mabel acariciando su cabeza, a lo que Pato correspondió acomodándose en su regazo.

—Bueno, chicos... Nos depara un largo viaje. Tal vez nuevos misterios, nuevas aventuras... —Dipper estaba emocionado y ansioso.

—Nuevos romances con cierta rubia que conocemos —comentó Ray burlonamente.

—¡Oye! —replicó Mabel—. Eso lo iba a decir yo.

—No pude contenerme, perdón —rio Ray.

Dipper solo dejó su emoción y se sonrojó. Ahora no dejaría de pensar en la joven Noroeste.

Hola mis lectores, y amigos, nuestra aventura ya va a comenzar y nuevas cosas y personas vendrán en el camino, además de sorpresas.

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Nos leemos la próxima!!

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