"En lo 'desconocido' " (2/3)

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Bill se había puesto al frente del grupo para guiarlos a una parte oculta del bosque. El camino era algo sombrío y escalofriante, algunos ojos amarillos los observaban, al menos Dipper pudo ver aquello. Janice sentía que la observaban, pero jamás notó esos ojos, se ocultaban al momento que ella volteaba. Mabel ya se sentía algo acostumbrada, incluso así, no negaba sentirse algo intimidada; los mellizos no se sentían así desde su último verano allí..., bueno, más bien, no se sienten así desde el ente oscuro de la escuela. Aquel recuerdo seguía atormentándola.

—Estamos cerca —Bill se detuvo por un momento—. Es por acá —se movió hacia la izquierda.

—Eh..., ¿Bill? —Janice se acercó un poco a él.

—¿Sí, Janice? —movió una hoja del camino que le estorbaba. Janice hizo lo mismo y la soltó, haciendo que impactara en la cara de Dipper. Él cayó al suelo, Janice no se dio cuenta.

—Maldición... —se quejó, sobándose la nariz.

—¿En dónde estamos con exactitud?

—Bueno, estamos en una parte especial de este bosque. A unos cuantos metros del terreno de los gnomos, pero no te preocupes, no se meten muy seguido con los humanos.

—Oh, vale —meditó un poco—. Espera, ¿gnomos?

—Sí, gnomos. Tipo duendes, todos barbudos, ya sabes, con esos gorritos de decoraciones de jardín.

—Sé de lo que me hablas —la chica rubia negó con la cabeza y se limitó a continuar en el camino.

Juraría haber estado aquí antes —Mabel volteaba a su alrededor tratando de recordar.

—¿Cuánto falta, Bill? —preguntó Dipper algo irritado de tanto caminar.

—Pasamos diez árboles más y llegamos.

—Más te vale, parche de dorito —el castaño se rio. Bill sólo soltó un gruñido de molestia.

Luego de unos metros, Bill recorrió unos arbustos y uno a uno fueron saliendo.

Era un pequeño paraíso. El Sol irradiaba en todo su esplendor dando a relucir una hermosa cascada junto a un pequeño lago. Extrañamente, detrás de la cascada había mucha luz. Algunos animales como venados y conejos de tres patas tomaban agua; se oía el canto de las aves de igual manera. De forma increíble, la silueta de un pterodáctilo pasó sobre ellos, pero no lograron verlo.

A Mabel se le hizo un nudo en la garganta.

—Wow, Bill. Este lugar es hermoso.

—Quería sorprender a mi invitada. Hay lugares parecidos a este, pero el momento del día es lo importante. Este sitio es mejor de día, por ejemplo.

—Yo lo preferiría de noche —comentó Mabel mientras una gran sonrisa se formaba en su rostro.

—¿Eh? —los muchachos se sorprendieron por lo dicho.

—Bill, ¿crees que haya una forma de llegar a la cascada? —los ojos de Mabel denotaban ilusión.

—Pues nadando, obviamente. De estar en mi forma original, preferiría irme...

—¡Ya entendimos! —lo detuvo—. Ya sabemos que tu forma original era cuando estabas más en forma, ya sabes, con esos cuadros y todo lo que presumías.

—¿Qué? ¿Cuadros?

Mabel hizo unos gestos con la cara, no entendió del todo, pero saber que la amenaza del tío Stan podría seguir en pie, decidió seguirle la corriente.

—Vale, vale. Ya entiendo.

—¿Así que eras alguien atlético? —la rubia lo miró divertida. Bill se ruborizó sin saber totalmente el por qué. Lo único que cruzaba en la mente del chico era acercarse a ella.

Por otro lado, Mabel vio el lago. Curiosa, quiso poner un pie sobre el agua, al hacerlo, se creó una onda en el lago. En el reflejo, pudo ver por un instante a Ray a su lado; al mismo tiempo, su pie también había podido ponerse fijamente sobre el agua. Sin embargo, en el momento que el reflejo de su mejor amigo se fue, su pie terminó hundiéndose.

—Rayos —se quejó al ver su zapato y calcetín mojados.

—Nadie te pidió meter los zapatos donde no debías —rio Dipper—. ¿En qué pensabas para hacer esa tontería?

—En... nada —soltó una pequeña risilla—. Ya no sé qué pensar... —Mabel se sentó en la orilla. Miró hacia la cascada—. ¿Qué hiciste en verdad, Ray? ¿Qué fue lo que pasó aquella noche? —no desconfió de su amigo, pero sí la hizo verlo de una manera diferente.

Bill se sentó a lado de Janice, mientras veía como la chica admiraba la cascada. Soltó un suspiro.

—Entonces..., ¿de dónde vienes? —cuestionó el rubio sin verla.

—De muy lejos, del sur de este país; aunque no estoy muy segura de ello... Te digo que lo sigo asimilando.

—Vaya, es extraño no saber de dónde vienes, ¿no crees? —rio.

Desafortunadamente para Bill, perdió casi todos sus poderes, ya ni la capacidad de leer la mente tenía. Incluso se preguntaba si le quedaba algún mísero poder; de todas formas, igual se preguntaba que sucedió con todas sus habilidades. Quién diría que tendría la respuesta más pronto de lo que esperaba, y no, no era referente a ese momento; sin embargo, no faltaría mucho para ello.

Janice soltó un suspiro. Jamás creyó encontrarse en esa situación, pero lo bonito del asunto era encontrarse en un lugar tan bello y hermoso como ese. Esos momentos la hacían darse cuenta de que, al parecer, huir de su vida fue una de las mejores decisiones que pudo haber tomado; aunque quien sabe cómo le pudo haber ido. Decidió no dejar a su nuevo amigo sin respuesta.

—Sí, lo es...

—¿Pasa algo?

—La verdad he tenido muchas cosas a lo largo de toda mi vida. Jamás creí encontrarme aquí.

—Este pueblo atrae a las personas de una manera inconsciente.

Bill ya parecía ser otra persona, tal vez era por Janice o era su lado humano que comenzaba a cobrarle la factura; las emociones fluían sin que él lo supiese. Por un momento se olvidó de su pasado, estaba enfocado en su nuevo yo. Janice le abrió ese panorama sin que se diese cuenta.

—Me he dado cuenta —sonrió.

Bill quedó maravillado de nueva cuenta, algo dentro de él lo hacía querer ver esa sonrisa por siempre. Sin embargo, Janice dejó de sonreír.

—¿Por qué ya no sonríes? —más que por preocupación, fue por frustración su pregunta. En verdad anhelaba volver a sentirse así. Extrañamente, el masoquismo ya no le parecía tan placentero en ese momento.

Por otro lado, Janice volteó a ver a la cascada una vez más. Su pasado no era algo sobre lo que quisiera hablar y que decir aparte sobre la desaparición de su mejor amigo, el cual debería estar buscando.

—Digamos que mi vida no ha sido tan fácil, ¿vale? Además, tampoco es que sea una chica de buena autoestima. Difícilmente me gusta el afecto, por eso no recibí tu mano cuando me la ofreciste. Es algo que hago —suspiró—... cuando me siento muy unida a esa persona.

—¿Cómo una pareja?

—Podría decirse...

—Entonces tú... ya te has..., ¿cómo era esa palabra humana?

—¿Palabra humana? —chistó.

—Sí, ya sabes, cuando una persona se siente atraída por otra, pero en el interior sabe que es algo más que una atracción. Es como una rama del amor muy profunda..., ¿cómo era? —Bill se quedó pensando en ella. Su invitada ya sabía a lo que se refería.

—¿Enamorar?

—Sí —chasqueó y alzó la vista hacia ella—. Esa era. ¿Lo has hecho? —se quedó en silencio por un momento.

—Podría decirse que lo hice una vez, aunque... no fue como hubiera deseado.

—¿Qué sucedió?

—No importa, Bill. Hay cosas que es mejor guardar —sonrió una vez más.

Bill correspondió aquella sonrisa y, por primera vez, pudo sentir una sensación nueva surgir dentro de él. Incluso, podría decirse que era placentero sentir ese calor brotar.

—¿Y qué piensas sobre Gravity Falls?

—Me parece un lugar bonito. Parece que ahora voy a vivir aquí y —suspiró—... hasta ahora me encanta. Solo me faltaba conocer a alguien con quien pudiera llevarme.

—Bueno, pues aparentemente hoy fue tu día de suerte, ¿no?

—Sí —Janice miró su estómago cuando de repente había gruñido—. Tengo hambre...

—Podríamos ir a comer al centro comercial de aquí, ¿estás de acuerdo?

—Me parece buena idea —se levantaron ambos. Mabel y Dipper lo notaron y fueron hasta ellos.

—¿Pasó algo? —preguntó la castaña sonriente.

—A Janice le dio hambre, iremos a comer algo, ¿vienen?

—La verdad yo también muero de hambre, sí me animo —comentó Dipper con una mano en su estómago—. Vamos, Mabel.

—Bueno —se rascó la nuca—..., yo quisiera quedarme un rato más. Los alcanzaré en la cabaña.

—¿Estás segura? Este sitio será agradable, pero alrededor es un peligro. Me da pendiente, Mabel.

—Estoy muy segura. Además —sacó su móvil—. Puedo llamarte cualquier cosa, ¿sí?

Dipper suspiró resignado.

—Está bien... —se dieron un abrazo y luego se retiraron los tres.

—¿Estará bien? —preguntó Janice señalando a donde se había quedado la castaña.

—Algo me dice que sí, tranquila —Bill tomó su hombro por breves momentos y la soltó.

Luego de unos minutos, se pudo apreciar los arbustos movilizándose. Mabel se asustó un poco, aun así, encontró el coraje para agarrar una rama y empuñarla. Sin embargo, la soltó de inmediato al ver de quien se trataba.

—No puedo permitir que se salga con la suya..., pero... —comentó un chico limpiándose los pantalones, emitió un suspiro.

—¿Ray? —la chica se acercó hacia él.

El muchacho levantó su cabeza y la vio a los ojos. Le mostró una grata sonrisa.

—¡Mabel! Me imaginaba encontrarte por aquí, pero no tan pronto. ¡Este era uno de los lugares que quería mostrarte! Es hermoso, ¿no? —puso sus manos en los costados.

Mabel se acercó a él y lo tomó de los hombros. Indecisa, se acercó a su rostro y le dio un beso fugaz en los labios. Ray denotó asombro verdadero, algo que Mabel jamás había podido observar en él. El pelinegro quedó expectante ante ella.

—El ente, el "sueño", las coincidencias... Ray, mi hermano me lo advirtió alguna vez aquí, en Gravity Falls. Supo de inmediato que "Norman" no era alguien normal por medio de estar espiando. Yo tuve que darme cuenta con todo lo que has hecho por mí —empezó a jugar con su pie, estaba un poco nerviosa—. Además, nunca nadie había podido invocar a la entidad que acechaba en la escuela y tú con tan sólo decir unas simples palabras lo hiciste.

—¿Qué quieres decirme, Mabel? —la castaña soltó una carcajada irónica.

—Sé en lo más profundo de mi ser que algo no anda bien contigo. Sí, tal vez te conté sobre Bill porque tú también ya habías estado aquí y también lo habías visto, pero... se me hizo increíble la naturalidad con la que lo tratabas. Te parecía alguien tan inferior..., eso no es normal. Además, el tío Ford también te ha recibido mejor que el primer día, ¿acaso me has ocultado algo? —lo abrazó—. Todo este tiempo creí que era un sueño, tú me hiciste creerlo; pero ahora..., siento que cada momento fue real, se sintió muy real.

Ray abrazó a Mabel también.

—Mabel, yo... quiero demostrarte quien soy, no decírtelo. Sería más sencillo, pero ocupo tiempo..., solo un poco más de tiempo.

—Creo que el "sueño" ya fue bastante demostración, ¿no confías tú en mí? —se separó de él y lo miró atenta a los ojos.

—Me da miedo perderte, Mabel —tomó sus manos y puso su cabeza en la cabeza de la castaña—..., y si me adelanto a los hechos, tal vez te niegues a creerlo. Yo te voy a necesitar. Todos te necesitaremos.

—¿Por qué lo dices? Estoy empezando a confundirme, Ray.

—Tal vez... deberías de dormir un poco. También estoy agotado, ¿por qué no vamos al prado?

Mabel se le quedó viendo, se veía que su mejor amigo aún no estaba listo. Sonrió.

—Sigues sin poder decírmelo, ¿verdad? —asintió—. De acuerdo, no importa. Yo confío en ti y, si se trata de algo paranormal, no te preocupes. Gravity Falls me ha entrenado lo suficiente y tú lo has hecho todo por mí. Yo te quiero mucho, Ray. Yo... te amo.

Ray abrazó a Mabel y comenzó a llorar, sonrió.

—Yo también te amo, Mabel.

—Ray..., ¿por qué lloras? Jamás te había visto así.

—Es que hay tantas cosas que pasan por mi mente..., a pesar de todo tengo miedo. Confío en que todo saldrá bien, pero no quiero ver nada de lo que pienso..., no quiero...

Mabel acariciaba la espalda del joven. Se veía tan vulnerable y frágil, era una faceta que jamás había denotado de sí mismo y eso la asombraba; ver a Ray triste y llorando era un signo de mal augurio..., al menos así se pensaría cuando algo radical ocurre en algo o alguien que nunca suele mostrar o ser.

—Tranquilo, Ray..., tú puedes confiar en mí. Tú lo has dado todo por mí y ahora es mi turno de devolverte el favor.

El joven se sintió reconfortado por esas palabras. Suspiró.

—Agradezco a Dios de haberme concedido la oportunidad de estar a tu lado —la abrazó con mayor fuerza.

Mabel sintió un gran calor recorrerla por lo dicho y correspondió.

—Yo también se lo agradezco —tomó su rostro y le limpió las lágrimas—. Anda, tranquilo, Ray..., vayamos al prado —le regaló una de sus más puras y cálidas sonrisas.

El pelinegro no pudo evitar corresponder su sonrisa. Sentía que su fuerza de voluntad recobraba vitalidad.

—Vamos... —tomó su mano y la llevó entre la arboleda.

La verdad era que un oscuro secreto acechaba a Ray: un relato antiguo entre dos pequeñas niñas y sus indefinidos destinos... hasta ahora.

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