"Escape nocturno" (1/2)

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En el sueño de Mabel...

Mabel caminaba con suma felicidad junto a sus amigos del anime Xyler y Craz. El panorama estaba lleno de diversos colores y arcoíris, era la expresión máxima de la fantasía: gomitas saltarinas, música vibrante, bestias mitológicas volando y paseando por las calles, peluches vivientes, entre muchas cosas más.

—Qué lindo sueño, ¿no creen chicos? —preguntó sonriente.

—Por supuesto, Mabel, ¿a qué no, Craz?

—Claro, Mabel siempre tiene razón, Xyler.

Mabel mantuvo su sonrisa, sin embargo, llegó un momento en el que todo se silenció y su sueño se vio oscurecido.

Las luces y los colores desaparecieron de un segundo para otro, la felicidad se vio opacada por una brisa fría que recorrió todo el sitio. Todo estaba vacío y la única alma presenta era la suya.

Mabel, impactada de lo sucedido, miró a todos lados para saber lo que ocurría, pero no había ningún indicio de nada.

—¿Hola? ¿Hay alguien por aquí? —el temor era notable en su rostro.

—Hola... —una voz familiar la llamó.

—¿Ray? —Mabel vio a quien parecía que era su mejor amigo.

—No... —una silueta con contorno gris hizo acto de presencia, tenía una forma idéntica al de su mejor amigo—, pero soy igual a él. Alguna vez..., ¿te ha dicho algo fuera de lo común?

—Emmm... ¿No? —Mabel, dudosa, inició a retroceder.

—Tranquila, no te haré daño, al menos hoy no..., ni aquí —una sonrisa maliciosa se dibujó en la silueta, sus dientes eran visibles, parecían ser puros colmillos—. ¿Sabes algo...? La gente puede ser mucho más discreta de lo que imaginas. Nunca has dudado de tu mejor amigo, después de todo, él ha dado todo por ti a cambio de nada. Siempre ha estado en los momentos indicados para ayudarte, siempre siendo tan preciso y capaz. Te sorprendía y te agradaba más con el tiempo. Jamás viste una necesidad de sospechar.

—¿Quién eres tú? —ignoró todo lo que le dijo y se acercó un poco con esa pregunta que le carcomía la curiosidad.

—Él te dirá —dejó una pausa—... Suerte, Mabel. La necesitarás.

La silueta juntó sus dedos, listos para chasquearlos. Ella estaba expectante.

En un segundo, se presentaron unos ojos rojizos en la silueta, Mabel se asustó al tener la apariencia completa de ese ser, pero antes de siquiera poder hacer algo, se escuchó un sonido seco y súbito.

Ella despertó con una expresión neutral: no estaba aterrada ni mucho menos, solo estaba intrigada y atarantada.

Se levantó para ir por un vaso de agua a la cocina.

En el camino se topó con la habitación de Ray, la cual se encontraba entreabierta; curiosa, asomó su cabeza por la puerta y pudo ver que no había nadie en la cama. Mabel pensó que posiblemente había ido al baño.

Siguió su camino hacia la cocina. Al llegar, se sirvió agua en un vaso y empezó a tomarlo.

De pronto, pensó en su sueño.

¿Habría sido solo un sueño? ¿Ray ocultaría algo que ella desconocía? ¿Por qué Ray le ocultaría algo siendo ella su mejor amiga?

Era raro y casi imposible que algo así fuese capaz de pasar. Casi imposible, puesto que, ciertamente, Mabel no conocía a Ray del todo.

Ya iba a dirigirse hacia su cuarto, pero una ventisca recorrió su cuerpo. Fijó su vista hacia donde sintió aquel frío y pudo notar la puerta de la cabaña abierta. Desconcertada, se dirigió hacia ella.

Caminó despacio por la sala. Cada paso que daba hacía rechinar un poco la madera del suelo, a pesar de que la cabaña era nueva, parecía que tenía algunas fallas, luego le comentaría a Pacífica. Llegó a la puerta y se asomó hacia la entrada.

Ray se encontraba sentado en las escaleras por las que se ingresaba a la cabaña, la castaña se extrañó de verlo ahí; su mejor amigo contemplaba el cielo despejado y el gran firmamento de estrellas que en él se presentaba.

Mabel salió de la cabaña y tomó asiento junto al ojiazul.

Había silencio entre ambos, hasta que Ray habló.

—¿Soñaste con alguien que parecía ser yo?

Mabel quedó con los ojos abiertos por completo, esa pregunta la inquietó un poco y le dio intriga.

—Sí..., ¿cómo lo sabes?

—Algo me hizo sospecharlo —suspiró—. Debo ser sincero contigo, Mabel —el chico quitó la mirada del cielo y la dirigió hacia su amiga, tenía un semblante decaído. Ella estaba expectante—. Yo sabía que las cosas iban a cambiar cuando regresáramos a Gravity Falls; sabía que cosas inexplicables estarían a punto de dar inicio y temo que... pueda llegar a perderte.

Mabel quedó más confundida todavía.

Las palabras de Ray carecían de sentido, aunque ella pudo notar la tristeza de su amigo. Nunca lo había visto así, él siempre se distinguía por su imborrable sonrisa y su ánimo alegre, el cual era estoico. Trataba de comprenderlo, pero no tenía ninguna base o fundamento, Ray jamás habló de tener problemas en su vida; además, ella jamás quiso abordar ese tipo de temas, pues cada vez que lo hacía (por ejemplo, hablar de sus padres), el joven siempre se mostraba tácito.

Sabiendo lo que mejor sabía hacer, se acercó a él y lo abrazó. Ray pudo esbozar una pequeña sonrisa.

Las dudas de Mabel aún la inquietaban, no podía seguir reprimiendo su curiosidad.

—¿A qué te refieres, Ray? ¿Acaso... ocultas algo que yo no sepa? —lo soltó y tomó su rostro con su mano derecha. Ray la observaba apesadumbrado.

—No soy de los que mienten, Mabel. Toda mi vida he querido ser honesto con todos con los que me relaciono, a veces es fácil y otras veces es complicado: como ahora.

Mabel no pudo interpretar sus palabras con exactitud.

—¿Estás diciendo que estás mintiéndome?

—¡No! —apresuró a corregir—. Solo digo que me da miedo tu reacción. Si no conoces a mis padres es porque... porque —calló unos minutos. Su amiga cambió su expresión a una de preocupación—... no convivo con ellos desde hace años —agachó la mirada, entristecido.

Mabel quedó perpleja. Ray tomó su mano y la apartó con delicadeza. Se levantó y metió sus manos dentro de los bolsillos de su pants.

—Debo caminar un poco, no tardo. Conozco bien estos bosques —iba a emprender sus pasos con dirección al bosque, pero una mano que envolvió su brazo lo detuvo.

—Ray, espera —se levantó y quedó junto a él—. ¿Por qué jamás me lo habías dicho? —sus miradas se encontraron.

Ray pudo contemplar los ojos de la chica una vez más, como tantas veces lo había hecho ya. Se puso cabizbajo y tomó la mano que lo tenía sujeto del brazo, no la soltó esa vez. La agarraba con cariño, quería sentirla cerca de él. Emitió un suspiro y habló.

—Porque conlleva una explicación muy compleja y, como dije, no quiero mentir —reincorporó su vista hacia ella—. Además, la importante eras tú. Cuando empezamos a hablar, me di cuenta de que pasabas por un mal momento y me di la prioridad de darte toda mi amistad y mi apoyo incondicional. Tú eras la más importante —sonrió.

Mabel quedó asombrada por las palabras de su mejor amigo. A continuación, el chico soltó su mano y procedió a marcharse al bosque otra vez; sin embargo, su amiga se mostraba reacia a dejarlo solo.

—¿Ray? —el chico volteó—. Déjame ir contigo...

Ray miró hacia al cielo y luego regresó la mirada hacia la joven Pines. Sonrió por dentro.

—Claro, ven —hizo una seña para que la siguiera.

Mabel, sonriente, acató la indicación y lo siguió. Extendió su mano y agarró la mano de Ray, quien solo se limitó a sonreír por su acción. Juntos tomaron una ruta desconocida (Mabel no sabía a donde iban) en la frondosidad del bosque.

Siendo rodeados por la arboleda de pino, Mabel seguía tomando de la mano a Ray, pues temía perderse. A pesar de haber vivido un verano entero allí, ya no recordaba con exactitud los caminos que había en el pequeño pueblo.

Una brisa los rodeaba. Por suerte, Mabel siempre llevaba puesto un suéter, aunque Ray, por otra parte, solo llevaba consigo una playera.

—¿No tienes frío? —preguntó preocupada.

—¿Eh? —volteó a verla, le regaló una mirada confiada—. No, no tienes nada por qué preocuparte.

—Bueno...

No estaba convencida del todo, de igual forma, tenía que tratar el tema pendiente con su mejor amigo.

Luego de una larga caminata, ambos llegaron a lo que era un pequeño paisaje: era maravilloso y espléndido, así lo veía Mabel, quien mostró unos ojos brillantes al contemplar la pequeña cascada; la luna hacia brillar tanto sus pupilas como el lago que cubría gran parte de la zona.

No había nadie a la redonda, ni siquiera un animalito curioso.

—Este es el lugar...

Ray sonrió y se dirigió a la orilla del lago junto a Mabel, seguían tomados de la mano. El muchacho jaló levemente su mano para indicarle a la castaña que se sentaran, ella acató la señal y quedó al lado derecho de él.

Soltaron sus manos de momento y se quedaron en silencio, ella no quería sonar tan mala y causar presión y tensión, quería llevar el tema con tranquilidad.

Entonces, Ray la miró.

—No tienes por qué fingir. Si quieres preguntar, pregunta —le regaló un gesto empático.

Desvió su vista a la cascada que fluía sin interrupción alguna. Mabel se sintió un poco incómoda porque su amigo notó su curiosidad.

Un gran nerviosismo la carcomía, ella y él estaban compartiendo un tiempo a solas, situación que nunca habían tenido la dicha de compartir, al menos no muy seguido.

Mabel jugaba con su mano derecha, paseando sus dedos por el suave pasto que los rodeaba, soltó un resoplido y volteó a mirar a su mejor amigo con un semblante afligido: ella de verdad estaba muy preocupada por él y si ahora podía saber más sobre la persona que tanto había cuidado de ella, no desaprovecharía la oportunidad.

Sin más, se atrevió a indagar en su pasado.

—¿Desde cuándo no ves a tus padres? —lo miró a los ojos.

Ray siguió viendo la cascada; ninguna palabra salía de sus labios, Mabel quedó esperando la respuesta.

Los grillos cantaban, acompañados de uno que otro animal nocturno.

—Hay cosas que no puedo decir con exactitud..., cosas que creo que son mejor mostrar —se levantó y extendió su mano hacia la castaña—. Antes de hacer lo que estoy a punto de hacer, hay algo que te quiero comentar.

—¿Qué cosa? —tomó la mano de Ray y se puso de pie.

—¿Sabías que...? —alzó un poco su pie y lo dirigió al lago—. ¿... la mente es tan poderosa que puede hacer que los sueños se sientan muy reales? —a continuación, dio posó su pie en el lago sin hundirse.

Mabel quedó sorprendida. Una ola de confusión sobrevino en ella.

—¿Dices que estoy soñando? ¿Aún... no he despertado?

—Puedes verlo... como una experiencia usual en este pueblo inusual. Ven, yo cuidaré de ti para que no caigas.

Manteniendo la confianza en su mejor amigo, Mabel apretó con fuerza la mano de su amigo y se atrevió a poner un pie sobre el agua, no se hundió. Con una sonrisa que denotaba asombro, puso el otro pie en el cuerpo de agua. Todavía con una pizca de temor por hundirse, agarró a Ray de los hombros; sin embargo, nunca pasó de la superficie del lago.

Ya más despreocupada, quitó su mirada del agua y se concentró en los ojos de Ray. La curiosidad y la intriga invadían su mente humana.

—¿Qué sucede?

—Sucede que cumples la fantasía de algunos y rompes las leyes de la física: estamos parados sobre el lago y somos capaces de caminar por él —apretó la mano de la castaña con aprecio—. Ven, vamos a la cascada.

Mabel asintió y lo siguió hasta donde se encontraba la cascada. Ambos se detuvieron ahí y Ray no tardó en revelar un poco sobre su historia.

—Mis padres se quedaron en una ciudad, cerca de la playa. Han pasado años desde que tuve que dejarlos por una razón, la cual luego te contaré, solo que siento que aún no es el momento...

Ray soltó la mano de Mabel con morosidad y se adentró a una cueva oculta tras la cascada. Ella lo siguió, olvidando que estaba caminando sobre el agua.

Detrás de la cortina de agua se encontraba una maravilla oculta, había varios diamantes reluciendo la escasa luz de la luna que entraba. Mabel abrió la boca por al asombro.

Vio a Ray sentando en una roca, fue hasta donde estaba y se sentó a su lado, la piedra era grande. Retomó el tema.

—¿Así que ya no sabes nada de tus padres desde entonces? —tomó su mano para regalarle un poco de cariño.

Ray aceptó el gesto, pero no pudo evitar soltar un suspiro.

—Sonará extraño, pero a veces los visito sin que ellos me vean. Me conformo con saber que están felices y que han superado mi partida; yo era más joven..., a mi madre le dolió ver que había desaparecido de su vida —dejó una pausa, su semblante cambió a uno bastante menoscabado—. Me consumía el alma verla tan frágil, pero tenía que seguir el curso que se me fue encomendado.

Mabel escuchaba atenta, a pesar de no entender por completo la explicación.

—¿Por qué no te dejabas ver?

—Es complicado... —soltó un suspiró, luego esbozó una ligera sonrisa—, pero mi madre siempre ha sido una mujer fuerte. Además, ella no está sola... —miró a Mabel, su sonrisa se había ampliado.

—Bueno, siempre contará con su esposo, ¿no? —trató de entender ella.

—Mabel —se acercó a ella y tomó su mano—, a pesar de que me haya dolido alejarme, estoy reconfortado porque ella siempre va a estar de la mano con Dios. Su corazón es sanado cada día con su ayuda y ella pudo entender que las circunstancias se dieron por alguna razón —inhaló profundo y soltó el aire—. Ella me está esperando para la siguiente vida.

La castaña no concibió lo último que había mencionado.

—¿Ella cree que has muerto? —Ray negó con la cabeza.

—Con el tiempo lo entenderás, yo estaré dispuesto a enseñarte más sobre el tema, pero..., por ahora, creo que es mejor dejar de lado el tema: ya sabes lo que sucedió conmigo y mis padres.

—Bueno, sigo sin saber por qué te fuiste —replicó.

—Eso será un tema para después, lo prometo —Mabel le regaló una mirada comprensiva.

—Entiendo, esperaré hasta que estés listo —sonrió—. Y, bueno, entonces, ¿a dónde fuiste después?

—He estado en varias partes..., incluso he podido venir a Gravity Falls, como ya bien sabes. He viajado a las islas caribe, al otro lado del mundo, a entornos paradisíacos... otros no tanto —explicaba realizando distintos ademanes—, hasta estos tres últimos años. Me quedé en California porque se me hacía un sitio tranquilo y agradable, sobre todo Piedmont —dejó una pausa—, quise también tomarme un tiempo para mí y profundizar en mi persona —se acercó a Mabel y tomó el dorso de su mano—..., quise comportarme como una persona normal, con una vida normal: caminar por las calles, tener amigos, divertirme; gozar la vida..., es por eso por lo que también decidí ingresar a la escuela y después de todo este tiempo, te conocí a ti y a Dipper, además de todos sus grupos de amigos. Luego de una vida llena de conflictos, discordia y demás situaciones parecidas, pude obtener un merecido descanso lleno de felicidad y paz —suspiró—. Te lo debo todo a ti, nunca me había sentido más relajado, a pesar de siempre contar con la ayuda de Dios, debo admitir que él me regaló la oportunidad de despejarme un rato.

—Wow —lo vio asombrada, con una expresión de incredulidad—... Nunca me habías contado eso.

—No lo creía necesario, de todas formas..., jamás me lo habías preguntado.

Mabel sintió un poco de culpabilidad.

—Bueno..., lucías tan feliz y alegre... Luego aparentabas no tener problemas y...

—Y es verdad —interrumpió repentinamente—. No tengo problemas y no los he tenido, al menos no de gran gravedad. Tal vez en el pasado sí los tuve, pero ahora puedo asegurar con totalidad que la mayoría de ellos se han desvanecido y ahora que tú has estado conmigo, puedo asegurarte de que no siento que exista problema alguno.

—¿En serio? —sus ojos brillaron y su corazón latió con fuerza. Las palabras de Ray la tomaron desprevenida; una sensación cálida la envolvió.

—Sí, creo que no pude pedirle a la vida una mejor amiga que tú, Mabel —apretó su mano con fervor y cariño—... Si es que aún te puedo llamar de esa manera.

—Claro..., e-ese es mi nombre —con un tono un poco nervioso, marcó la obviedad del comentario y emitió una risa burlona.

—No me refería a eso —corrigió también con una risa—... Tú sabes que nosotros nos llevamos de maravilla, hasta podría jurar que has pensado en algo más que no sea una simple amistad, pero... lo has dudado.

Mabel, sorprendida y sonrojada, quedó observándolo con ciertas dudas.

—¿Có-cómo lo sabes?

—Lo he estado pensando también —admitió volteándola a ver—. Sé que nuestro encuentro no fue una casualidad ni tampoco algún azar del destino.

—¿También has creído eso?

—Muchas veces, no te niego que... he sentido muchas cosas surgir dentro de mí. Son esas mismas razones por las que creo que ya se acerca el tiempo en que debas saber las cosas..., solo que me gustaría que me regalaras un poco de ese tiempo, ¿está bien? Eres la persona en la que más confío —entrelazó su mano con la de ella—. Tú eres especial para mí.

Mabel lo pensó por un momento y asintió.

—Yo confío en ti, Ray. Sé que jamás nos darías la espalda —soltó su mano y agachó la mirada.

El muchacho tomó su rostro e hizo que lo mirara a los ojos.

—Nunca lo haría —dicho eso, se dieron un fuerte abrazo del cual se soltaron segundos después.

—Ray —se sobó el brazo izquierdo, sus sentimientos aún seguían a flor de piel—, sobre lo que dijiste hace unos momentos...

—Tranquila —puso su mano sobre su hombro—, antes quiero mostrarte otro sitio que sé te encantará.

La castaña sonrió y agarró su mano. Minutos después, salieron de aquella cueva caminando sobre las aguas.

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