"Un nuevo comienzo" (3/4)

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Los siguientes días fueron los más tristes de mi vida: Chris y yo habíamos dejado de hablar. De vez en cuando lo veía muy apegado a su celular, feliz; aunque no niego que cuando nos topábamos, un gran semblante de tristeza se reflejaba en él, yo me limitaba a aguantar las lágrimas.

Mis amigas trataron de apoyarme, incluso salimos a pasear, pero no fue del todo suficiente. Me seguía sintiendo deprimida, mi actitud había cambiado bastante, todos se preocupaban por mí, pero quien lo hacía más era Dipper.

Aun así, en esos días de tristeza siempre había algo en común, o más bien, alguien.

Era un chico pelinegro, de ojos azul fuerte. Era alto, más que yo, por unos 3 cm más.

Cada vez que era el cambio de clases, lo veía. Su casillero estaba en frente del mío y unos tres casilleros a la derecha. Cada vez que volteaba me topaba con su mirada y siempre me regalaba una sonrisa y me saludaba con la mano. Yo le regresaba el saludo y una ligera sonrisa interna, aunque solo lo hiciera para no ser descortés.

Ese chico me había llenado de intriga y curiosidad. Pensé que algún día de esos podría llegar a toparme con él para hablar. Sin embargo, seguía desanimada...

Un día, todo cambió y ese día se incluyó a ese chico con el que me topaba todos los días.

La maestra de física había pedido una gran investigación, con ayuda de Dipper, pudimos terminar fácil y rápido.

Traía mi carpeta llena de varias hojas, cargaba por debajo del folder otros libros y cuadernos. Los había sacado de mi casillero. No tuve idea de cómo pasó, pero el piso estaba muy resbaloso ese día... o puede ser que me haya tropezado con algo, ahora que recuerdo sí me resbalé; el punto fue que me caí... o eso temí al principio.

El chico alcanzó a sujetarme antes de sufrir la caída. Me sentí apenada, para mi mala suerte, los papeles de mi investigación se zafaron del folder.

Ese día, conocí al mejor chico de toda mi vida y también fue el primer día que me brindó su ayuda.

—¡Ay, no! ¡Mi investigación! Rayos, no voy a poder llegar a tiempo... —estaba preocupada en verdad.

El chico ni me preguntó si me ayudaba porque ya lo estaba haciendo desde el momento en que las hojas habían tocado el suelo. Fue rápido, a decir verdad.

—Vaya, esto está super desordenado. A ver, préstamelas un instante —le di las hojas que había recogido.

A una velocidad impresionante, sacaba y metía las hojas en diferente posición y les daba un orden. Yo lo miraba incrédula, ¿acaso ordenar algo sin leerlo era posible?

—Listo, aquí tienes —me entregó los papeles.

Les di una leída fugaz y, para mi sorpresa, estaban en orden.

—Vaya, ¿cómo lo hiciste?

—Digamos que... es un don —sonrió. De inmediato me dio leves empujones amistosos en dirección hacia mi salón—, pero será mejor que apresures el paso sino quieres llegar tarde... cerró los ojos por un instante—, Mabel, ¿no? —me desconcertó que supiera mi nombre—. ¡No te asustes! Lo oí cuando estabas el otro día aquí, con tus amigas. Yo soy... conocido aquí como Ray, Raymond, pero prefiero Ray.

—Ray..., es un nombre fácil de aprender —le devolví la sonrisa, al menos me había ayudado a no meterme en problemas y llegar tarde—. Bueno, pues..., muchas gracias, Ray. Espero que pueda verte después.

—Yo igual, se ve que eres alguien fantástica, sería todo un placer convivir contigo —y, de esta manera, se fue, no sin antes haber mostrado ese humor tan característico de él, aunque, para la próxima vez, pon atención a los carteles que ponga el conserje desvié mi atención al cartel amarillo que me señaló. Solté unas cuantas risas, sí que era muy distraída.

Vi cómo se fue alejando poco a poco hasta dar vuelta en uno de los pasillos. Me sentía agradecida. En fin, agarré mis cosas y corrí a la clase de física.

Al llegar, tomé asiento junto a Dipper, compartíamos el mismo salón de clase, por suerte una segunda vez consecutiva. Mis amigas estaban al frente, habían estado hablando mucho últimamente, por eso la maestra les pidió pasarse ahí, eran muy traviesas...

—Llegas tarde, ¿pasó algo? —Dipper estaba un poco preocupado.

—Sí, la investigación se me había caído, me resbalé y estuve a punto de chocar con el suelo de no ser por un chico que me ayudó en ese momento, de ahí en fuera todo bien.

—¿Un chico? —se puso pálido, de inmediato, supe a donde iba a ir—. Pero ¿estás bien? ¿Te hizo algo? ¿Te insinuó algo? ¿Acaso...?

—¡Tranquilo! lo detuve en seco—. Todo estuvo bien. Ahora solo dejemos que siga la clase, sería mejor que habláramos en el receso.

Dipper asintió y continuamos en clase. La maestra pidió nuestras investigaciones y las revisaba con rapidez..., ni siquiera las leía bien, a veces pensaba que hacer ese tipo de trabajos era un desgaste de tiempo, pero bueno...

Me había puesto a pensar en el chico que me había ayudado, parecía muy amable y cortés; ni siquiera me dijo ningún piropo o algo que me indicara que era alguien malo o... que tuviera otras intenciones. Mis pensamientos se vieron perdidos mientras fijaba mi vista en la ventana, él era el primer chico que se comportaba así conmigo: tan diferente.

Quizá haya sido raro el comportamiento de Dipper, pero tenía sus razones para sentirse así en esos momentos. Los chicos me pedían sin parar que saliera con ellos o que al menos los acompañara a sus casas, pero como había mencionado antes, no tenía los ánimos para ello. Solo me querían para hacerme su novia, supongo; todos eran así conmigo, menos él.

Ray fue un chico atento y de apariencia humilde, sería cuestión de conocerlo más, algo que haría más tarde.

Seguía perdida viendo la luz del Sol entrar por la ventana, a algunos de mis compañeros les molestaba y se tapaban los rostros, menuda suerte les había tocado. De vez en cuando recordaba a Ray y en cómo se había comportado, ¿habría querido impresionarme? ¿O sólo fue amable porque sí? ¿Podría existir alguien que haga algo sin que en un futuro te pida devolverle el favor? Sería sorprendente...

—¡Pines! ¡Preste atención! La he estado llamando para que recogiera su trabajo, ¡por no hacerme caso quiero que me diga la fórmula de densidad!

Yo era una chica bastante distraída y no tenía ni la más mínima idea de cual era esa fórmula, ¿ya la habíamos visto? Sólo recordaba haberle dicho a Dipper que...

—¿Es la de la "p" rara? recordé de repente.

—Sí, esa, ¿cuál es?

—Era... —me quedé pensando en la respuesta, me daba unos golpecitos en el mentón con mi dedo mientras pensaba. Entonces recordé y alcé mi brazo para decir la respuesta— ¡"m" sobre "v"!

La maestra rodó los ojos y luego soltó un bufido, ¿lo había dicho mal? La maestra me miró fijamente.

—En efecto, Pines... pero ¿qué significa?

No tenía idea de que significaba cada letra, al menos hasta que Dipper se dignó a ayudarme, al final, ¡siempre podía contar con él! Era un alivio saber que estaba de pie justo detrás de la maestra.

—¿Cómo?

—A ver, Pines, ¿qué significa la "m"?

—Ehhh... —no me había aprendido la fórmula a la perfección y yo ya sabía que utilizábamos términos simples, pero no me acordaba.

Dipper señaló sus dientes, ¿qué quería decirme con eso? "Dientes" empezaba con "D", no con "m"... ¿Qué hay en los dientes?... ¡Ay, no sabía! Vi que Dipper intentó hacer otra cosa, movió sus labios... Creo que decía... ¿Mamá? No... Está diciendo...

—¿... Masa?

—Muy bien, Pines, ahora solo la "v", dígame la fórmula correctamente y quedamos en buenos términos.

—Ok...

Vi a Dipper esperanzada, sacó su celular, que me asombró tuviera uno, seguro fue de las ganancias que su club generó. Señalaba los botones del costado, esos eran los del...

—¿... Volumen? ¡Volumen! Sí, volumen —sonreí.

La maestra entrecerró los ojos y volteó. Yo me asusté en el momento, por un momento creí que atraparía a Dipper y me preguntaría otra fórmula. Gracias al cielo que eso no pasó, Dipper había guardado su celular rápidamente y le regalaba una sonrisa inocente. Regresó a verme de nuevo

—Masa sobre volumen maestra —sonreí con los ojos cerrados victoriosa.

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Ya era la hora del receso, Dipper y yo salimos a almorzar juntos como habíamos hecho esos días. Los muchachos me veían y sonreían, trataban de hablarme, pero Dipper me tomó de los hombros y me apartó, viendo a los chicos mientras negaba con su cabeza, algunos de ellos fruncían el ceño y se iban entre murmullos.

Llegamos a un lugar solitario, era un patio, quien sabe por qué, pero el lugar estaba casi siempre vacío, tal parece que todos preferían la cafetería; aunque ese día no estaba tan abandonado.

Ahí estaba él, el mismo chico que me había ayudado en la mañana, miraba hacia el cielo, recargado en el árbol más grande de la escuela.

—Es él, Dipper —lo señalé—, el que me ayudó.

—¿En serio? Se ve... amigable, ¿quieres ir a saludarlo? —demostró un poco de inseguridad, pero yo asentí con una sonrisa interna.

Nos encaminamos hacia él .

—Hola... —junté mis manos y los puse en frente de mí mientras tenía la mirada agachada, la verdad estaba un poco nerviosa, aparte de que mi timidez había subido un poco con los chicos tras los últimos acontecimientos.

Lo había saludado con una voz muy baja, juraría que ni Dipper me escuchó.

La verdad es que no solía hablarle a nadie, pero me sentía muy agradecida con él. Por extraño que suene, me oyó y bajó su mirada hacia la mía. Cuando sus ojos azules se fijaron en mí, me sonrojé un poco, era algo inusual. Me sonrió.

—Hola, Mabel. Me alegra que hayamos podido encontrarnos en un lugar tan pacífico como este —se levantó y observó a Dipper, mantuvo su sonrisa—. Hey, ¿es tu hermano? —extendió su mano.

Recuerdo que esa fue la primera vez que se saludaron y así sería por muchas veces hasta que Dipper insistiera en que se saludaran diferente.

—Sí, yo soy su hermano... —seguía dudoso.

—Mucho gusto, en la escuela me llaman Ray.

Dipper no correspondía el saludo, pero le di un codazo para que no dejara a Ray así.

—Yo me llamo Dipper —se dieron un apretón de manos, no vi tensión en ninguno de los dos, de hecho, todo lo contrario.

—Un gusto, Dipper —cambió su gesto a uno curioso—. Dime, ¿acaso no eres tú el del famoso club paranormal? —esa cuestión daría comienzo a una gran amistad entre los tres.

Ese día, sin duda, fue muy especial para mí.

—Sí, soy yo..., ¿te enteraste por alguien? —levantó la ceja con sospecha.

—No —se alzó de hombros—, el otro día los vi causar un cortocircuito en la escuela. Admito que no los delaté, aparte de que no tenía por qué —puso su mano sobre su mentón—..., también recuerdo haberte visto con un muchacho moreno siendo perseguido por dos bravucones hace ya algún tiempo.

—¡Uhh! Eso fue hace un año y medio, amigo —rio—. Ese día nos libramos de milagro, je, je, je.

—Bueno, de hecho, fui yo quien los detuvo —admitió señalándose a sí mismo con la palma de su mano—. No peleamos, antes de que si quiera pudieran hacer algo, dos maestros habían salido; los chicos me dijeron que ya se las verían conmigo, pero, bueno, aquí estoy todavía —sonrió con ironía.

—¿En serio? Vaya, entonces..., muchas gracias, Ray.

—No tienes nada que agradecer —palmeó su hombro—. En fin, será mejor que almorcemos si no queremos morirnos de hambre —bromeó.

—Me parece bien —dije sentándome en el césped frente a él.

Dipper hizo lo mismo y nos quedamos platicando un buen rato, las risas siempre estaban presentes con Ray, también abordaba temas interesantes que dejaban a Dipper con ganas de más. Él podía hablar con los dos sin tener ningún tipo de choque, a pesar de que mi hermano y yo teníamos gustos muy diferentes.

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Con el paso de los días, seguimos frecuentándonos, todos los días me topaba con él y lo saludaba y, así mismo, almorzábamos más seguido con él. Día tras día, fui ganándole cariño, se fue ganando mi confianza y también mi amistad; lo mismo sucedió con Dipper, ambos se llevaban de maravilla.

Lo veía como un grandioso amigo, pero, de todas formas, ese vacío persistía, hasta que un día Ray me abrió los ojos y me hizo recuperar la fe en mí misma y mi futuro.

—Me alegra que hayas aceptado hablar. Después de que me contaras lo de... ya sabes quién, sentí que esto era necesario.

Ray y yo estábamos sentados en una banca del parque. Sabía que él no buscaba nada conmigo o, al menos, eso pensaba; se portaba amable y respetuoso, jamás me insinuó nada; actuaba como un amigo leal y fiel, atento. Me había invitado a dar un paseo al parque y, por todas esas cosas, fue que acepté.

—Todos hemos pasado por el dolor y el sufrimiento que causa el amor, así que me gustaría que supieras que no eres ni la primera ni la última que pasa por esto, ¿sí? —asentí.

Seguía dolida por lo de Chris y no quería hablar de él, pero no tenía ganas de contrariarle. Si algo caracteriza a Ray, es el modo tan comprensivo en el que aborda temas sensibles y te da consejos de vida, es como si él ya hubiera tenido una larga vida; es muy sabio. Incluso él admitió tener una vida fuera de lo común.

—Si supieras la vida que he tenido te asombrarías, pero no estamos hablando de mí, sino de ti —reiteró—. Sentir este vacío por alguien es normal, tan normal como sentir hambre porque no has comido. Nuestras almas se alimentan de amor, necesitamos aprender a amar y, sobre todo, a escoger. Nunca sabremos con totalidad las intenciones de una persona, pero lo que sí podemos saber es lo que siente con lo que demuestra. No quiero obligarte a superar esto de la noche a la mañana, solo quiero que te des cuenta de las cosas. Un amor se va y otro viene, créeme cuando te digo que el amor es igual de relativo que la vida misma. La tristeza es pasajera, pero la felicidad, si uno lo desea, puede ser eterna —explicó con una gran sonrisa en el rostro, yo me limitaba a escuchar sus palabras, las cuales, admito, me reconfortaban—. Digo, ¿puedes decirme como eras antes de todo esto? —me quedé callada—. Bueno..., ¿me puedes prestar tus manos un momento?

Lo miré desconcertada por unos segundos, pero luego alcé mis manos y se las di, él las tomó suave por debajo y las envolvió en sus manos. Lo miré fijo a los ojos.

—Dipper... muchas veces ha dicho que eras alguien sonriente, optimista, buena, alegre, eufórica y servicial... —sus ojos brillaron, demostraba nostalgia—, ¿dónde quedó esa Mabel tan especial? La Mabel que extraña tu hermano, ¿dónde está la Mabel que ayuda a otros sin importar nada? ¿Dejarás que una mala experiencia te cambie para siempre? —sentí un poco de angustia al escuchar esas preguntas, seguí escuchando—. No dejes que una persona cambie tu forma de ser, porque cada uno de nosotros tiene una habilidad única e irrepetible y la tuya, Mabel, es irradiar alegría y demostrarle a la gente que, con ayuda, optimismo y amor, podemos salir adelante. Esa es la Mabel que deseo encontrar. Podría apostar a que, si te lo propusieras, podrías ser la mejor persona del planeta porque así lo has demostrado con el paso de los años —suspiró—. Yo sé en el fondo de mi ser... que Mabel Pines puede dejar fluir este mal recuerdo y aventurarse en el inesperado y arriesgado futuro, dispuesta a luchar y a sobrepasar todas las adversidades... Sé que en el fondo sigues queriendo ser la chica infantil y fantástica que veía todos los días antes de entrar a clases.

Después de haberme dicho todo su discurso, me puse a pensar.

Era cierto, este mal recuerdo me estaba afectando demasiado, había dejado de ser la reina de la diversión, había abandonado mis ideales, mi sonrisa había dejado mi rostro, lágrimas caían noche tras noche. Yo había dejado de ser... Mabel Pines.

Sonreí y saqué unas lágrimas de felicidad. Abracé a Ray con fuerza.

—Eres maravilloso, Ray..., sin duda alguna —él me abrazó también.

—Y tú eres una joya: alguien elegida para ser como dejaste de ser.

—¿Elegida? —me separé por un instante y lo miré confundida.

—Así es... o, dime, ¿acaso habías visto a alguien tan... tú? —me señaló con su mano.

Me quedé pensando en ello.

—La verdad es que no —chisté—, en serio, Ray... Gracias por todo esto —sonrió.

—No me agradezcas, me gusta ayudar. Sabes que siempre podrás contar con mi apoyo y mi amistad, eres mi amiga después de todo y yo estaré dispuesto a todo con tal de verte sonreír.

Los sentimientos encontrados se dieron ese día, debía admitirlo. Una lucha incesante entre mis pensamientos y mi corazón había dado inicio, pues no sabía qué sentir en concreto con Ray. Por ahora, sería mi nuevo mejor amigo y con quien compartiría muchas aventuras en la ciudad y en la escuela, mientras él estuviera dispuesto a compartir su tiempo conmigo, yo me daba por satisfecha; las emociones podían llegar de repente, pero si él no denotaba nada, yo tampoco podría resolver mis dudas.

Fuera de eso, fue así como pude dejar, al menos un poco, el mal recuerdo del "incidente".

Pasaron los meses, pasamos primero de preparatoria y ahora sería el inicio de segundo. Fue aquí cuando sucedió una de las cosas más interesantes, escalofriantes y tétricas de toda mi vida...

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