Parte Única

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    JinYoung se detuvo en la esquina de esa calle. Su mano aferrada a la correa de su mochila como si fuera su cuerda de seguridad.
    Iba a hacerlo.
    Iba a caminar por esa calle y al final sus músculos dejarían de doler por la tensión, no pasaría nada. Todos sus posibles escenarios se desvanecerían al llegar a la esquina siguiente, no tendría más miedo, no tomaría otra vez el camino largo a casa ni a cualquier lado; todo acabaría antes de que pudiera comenzar.
   
    Inhaló hasta el límite de sus pulmones, sostuvo el aire como su madre le había enseñado para que la bola de nervios dejara de molestar en su abdomen pero esta no disminuyó ni un poco. Pasó la lengua por sus resecos labios sin dejar de repetirse para sus adentros que todo estaría bien, sin embargo eso tampoco calmó su ansiedad. Finalmente, juntó todo su valor en el pecho, aunque no era mucho funcionaba lo suficiente, tragó saliva y puso su pie izquierdo delante del otro.
   
    Iba a hacerlo.
   
    Sus manos se apretaron alrededor de la correa negra colgante alrededor de su torso, su respiración se agitó, su saliva se volvió espesa e imposible de tragar, pensamientos de todo tipo atacaron su cabeza haciendo le doliera y se sintiera mareado, el vértigo golpeó duro y rápido contra él provocando que sus músculos se paralizaran mientras lloraba amargamente.
    No podía hacerlo.
   
    Pese a que la idea de continuar corriendo cruzo su mente ninguna de sus extremidades cooperó. El terror le cedió el control de su cuerpo únicamente cuando el dar media vuelta fue el plan a seguir.
    Sólo entonces sus pies funcionaron correctamente, su respiración se normalizó y sus ojos volvieron a la humedad adecuada, en Park JinYoung no quedaba más que la sensación de un evento pendiente que seguiría eludiendo hasta que fuera posible.
   
   
    Giró a la derecha en la misma esquina, la serenidad forzada a mostrarse en sus pasos a medida que los daba. Fue cuestión de minutos para que por fin llegara a casa sin nada interesante que contar.
   
   
    Al abrir la puerta el olor a guisado penetró en su nariz abriéndole el apetito. Con el hambre dominando su cuerpo el accidente quedó reducido a un vago recuerdo que borraría con el sabor de la comida explorando en su boca.

   
    – ¡JinYoung-ah! Bienvenido a casa.

   
    Mark le ofreció una sonrisa brillante, se dió el tiempo de ir hasta su menor para despeinar afectuosamente su cabello.
    El castaño no podía evitar responder la sonrisa, el mal humor se quedaba al otro lado de la puerta gracias a la calidez única que el rubio mostraba para él.

   
    – ¿Vamos a comer ya?

   
    Responde JinYoung cortando el momento sin miedo a ser grosero, su buen amigo asiente con la sonrisa agrandada sabiendo las palabras ocultas de Park.
   
   
    Se siente considerablemente más tranquilo. Su ajetreada mente descansa con Tuan cerca  y sabe que el mismo está igualmente cómodo alrededor suyo.
    Si JinYoung ahonda en su relación se percata inmediatamente de lo bien que se llevan ambos, lo fácil que es cuidarse al otro y decir "te quiero" sin hacerlo, la relación que llevan fluye tan bien que no le sorprendería que un día pudieran amarse sin tapujos. Además, Mark es muy guapo, así que ¿por qué no?
    Mark no fue al primero a quién corrió cuando las cosas estuvieron mal, pero sí fue el primero que le sostuvo y apoyo hasta que la tormenta pasó, todavía lo sostenía fuertemente, como si temiera que fuera a derrumbarse en cualquier momento. También era su equipo personal de animación, aunque el rubio era naturalmente callado podía hacer muchísimo ruido si se lo proponía, casi siempre se lo proponía si JinYoung era la causa y eso le gustaba.
   
    Siendo sincero consigo, JinYoung amaba a Mark y viceversa. Lamentablemente ese amor no era algo que lo llenase. El conocimiento de eso lo aliviaba y jodía al mismo tiempo.
    ¿Por qué no se sentía capaz de amarlo así?
   
    Mark advirtió la penumbra asomándose en la mirada perdida del castaño, tragando el bocado dejó los cubiertos para hacer algo al respecto como siempre. Ni siquiera hacía falta preguntar la razón; a sus ojos JinYoung era el chico más fuerte, valiente y lindo que podría pisar la tierra. Tan increíble como era, una de sus grandes cualidades le jugaba ocasionalmente en contra volviéndose algo de cuidado.
    Pensaba firmemente que su pequeño castaño no merecía algo como eso, si tan sólo Park confiara plenamente en él, haría algo que erradicara por completo su mal.

   
    – Tengo antojo de algo dulce, Youngie. ¿Vamos por pastel?
   

    El castaño tardó un momento en captar las palabras, arrugó la nariz, bajando la mirada a su porción todavía por la mitad sopeso sus opciones.
    El clima era bueno, no tenía nada que hacer y salir un rato con Mark sonaba bien. No habría motivo por el cual negarse, su fugaz conclusión se resumió a un sentimiento de cabeza a la par de levantarse.
    Su amigo le da una sonrisa de aliento, su silencioso permiso para dejar la comida e ir por lo necesario para su paseo.
   
   
   
   
    El viento acarició su cara, el atardecer era acompañado de su definición de un clima perfecto. A diferencia suya, Mark se encoge ligeramente sobre si resguardándose de la frialdad del ambiente. Sonríe con un deje de burla por la poca tolerancia al clima que el rubio tiene. El mayor rueda los ojos e inicia su propio juego de persecusión por las tranquilas calles del barrio.
    No es difícil que JinYoung le siga el paso, el castaño corre cuando Mark se acerca a él con aires depredadores y ríe alto cuando los brazos de Mark no son capaces de atraparlo.
   
    Su buen humor vuelve, otra vez, gracias a Mark. Se adentra tanto en la situación que el plan de su hyung le pasa inadvertido. Corre, ríe y juguetea inocentemente hasta que las señales de alerta se vuelven demasiado ruidosas para ignorarlas.
    Se detiene sólo para mirar alrededor, a medida que el reconocimiento le inunda su sonrisa se reemplaza por una mueca de terror.
   
    El juego terminó.
   
    Mark se para a unos pasos frente a él, espera la reacción de Park antes de explicar lo que sucede.
   

    – Vámonos.

   
    Ordena el menor tajante, su tono gélido disfraza casi a la perfección el terror y urgencia que lee en su mirada.
    Los papeles se invierten entonces, Tuan otorga el rol de depredador a JinYoung, el susodicho sin saberlo lo toma cuando sus manos intentan alcanzar al mayor y este se aleja de su alcance con apenas un paso.
    Sus dedos pican con las ansias de alcanzarlo pero sus pies no se mueven.
    Contrario a lo que Mark pudiera pensar en JinYoung no aparece la furia atroz que se preparó para recibir, ni siquiera vislumbro duda o traición en esos orbes cafés, todo lo que vió y sintió fue el terror más puro del que pudiera dar fe que existía.
   

    – Vámonos.

   
    Repitió Jin con voz menos estable.
   
   
    Por un segundo el rubio se compadeció del hombre que ahora parecía un niño perdido en la multitud.
    Acortó un paso de distancia, atento a JinYoung y a la desoladora gama de emociones que le mostraba.

   
    – Puedes hacerlo, estoy contigo.

   
    Ambos sabían la importancia del otro, eran irremplazables, aún así JinYoung no pudo detener el chispazo de odio que cruzó su espina dorsal ante las palabras de su contrario. Mark había pasado los límites sin reparo.
    JinYoung no le pidió ayuda, no la necesitaba. La situación en la que ahora se había metido era una que se preparaba para enfrentar el solo porque no necesitaba a nadie más para solucionarlo, podía hacerlo solo.
    Negó con la cabeza, estirando el brazo ofreció a su amigo el olvidarlo y continuar sin rencores, la única condición era que tomara su mano y salieran de esa calle por el mismo lado en que entraron.
   
    Mark no tomó su mano, está seguro que ni siquiera lo considero. Simplemente le dió una sonrisa serena, murmurando una mierda sobre que confiaba en él y le estaría esperando al final de la calle, emprendió una caminata en dirección opuesta a JinYoung sin voltear una sola vez.
   
    Conforme el mayor se alejaba JinYoung se sentía más solo. La mancha blanca que desaparecía a lo lejos era su red de seguridad y amigo íntimo.
    Tenía ganas de gritar, su garganta se cerró sabiendo que lo pondría en mayor peligro.
    Estaba tan jodido.
    Podría simplemente dar la vuelta y volver a casa o tomar otro camino para llegar a Mark, el único detalle era que el maldito bastardo sabía lo que hacía, ató eficazmente a Park con su confianza en que podría hacerlo, no por él sino por su propio ego.
    Antes había sido fácil huir porque nadie sabría que renunció, pero ahora alguien estaba esperando su llegada al otro lado de la calle, con este espectador en particular era difícil rendirse. No toleraba que los demás supieran no era tan valiente como aparentaba.
   
    Tomó una respiración profunda, destrabando de milagro sus músculos dio el primer paso calle adentro.
    Sus sentidos se aguzaron para detectar cualquier amenaza y huir. Correr era el plan ideal, para su desgracia JinYoung apenas podía mantenerse de pie por lo cual esa brillante idea quedó descartada inmediatamente.
   
    El aire dejó de silbar, las hojas de los árboles no se agitaron más ni los perros ladraron, el mundo se las arregló para quedarse en absoluto silencio remarcando la soledad del castaño.
    Ese chico sudaba frío, los temblores de su cuerpo se controlaron hasta ser las manos y el labio inferior lo único que se agitaba sin parar.
    Ignorando que escupiría el corazón en cualquier momento comenzó su camino al otro lado con la mente enfocada en lo que le esperaba tras su martirio.
   
    Le tomaba todas sus energías mantenerse cuerdo, no romper a llorar ni desistir de su intento.
    Atento a cada pequeña cosa que le rodeaba camino sin ser capaz de mantener la vista fija en algún punto, con el miedo predominando fue sorprendente para él la punzada de calma que tuvo al ver que nada ahí había cambiado.
   
    A la mitad de la calle su corazón latió con más fuerza, su tórax se comprimió por una fuerza imposible que le devolvió la sensación de peligro inminente junto a la desesperanza de seguir.
    El camino frente a él estaba completamente libre, no obstante su intuición le rogaba que lo dejara.
   
   
    «Puedo hacerlo.»
    Resonó en su cabeza luchando por alcanzar el convencimiento.
    Buscando su objetividad desesperadamente se dijo que había pasado por cosas peores, que había pasado bastante tiempo y no era la misma persona de entonces, que esta ocasión ya no haría efecto y pasaría de largo, que ya no significaba nada.
    Se rió mentalmente imaginando el llamado insistente y como él no daría ni una mirada en su dirección, se sintió orgulloso de sí por haberlo superado.
Viendo al frente, el inicio de la siguiente manzana se alzaba prometedor, si se acercaba más podría ver la irritante cara de Mark con su gesto de "sabía que podías hacerlo".

– Jinyoungie.

Tenía la habilidad de irrumpir en su mente y girar todo proceso mental en su dirección. Aquella voz conocida no dijo nada más que su nombre, era una simple palabra con un tono establecido entre la línea de lo erótico y dulce, era un reflejo perfecto de su personalidad.

El corazón de JinYoung se detuvo, al segundo siguiente los latidos retomaron fuerza pero no velocidad, el órgano palpitaba dolorosamente en su pecho con una mezcla de sentimientos que no iban bien juntos.
Pensó en ignorarlo y pasar de largo, se recordó su agradable escena mental donde lo hacía; imaginarlo y hacerlo distaban mucho. No fue capaz de no mirarlo y posteriormente de girar su cuerpo en dirección a él.

Lim JaeBeom también lucía igual a cómo lo recordaba, su rostro apacible seguía resultando ilegible para él, los dos pozos negros en su rostro todavía eran hipnotizantes e invitaban a sumergirse con la probabilidad de entenderlo si te adentrabas en ellos, aunque JinYoung lo hizo una y otra vez el dueño le seguía siendo un completo misterio.

JaeBeom estaba recargado en el marco de la puerta abierta, su postura relajada casi le hace creer que no estuvo esperándolo todo este tiempo y el encuentro era una fatídica coincidencia.
JinYoung se mordió el labio, sin dejar de conectar su mirada con la contraria hizo exactamente lo que evitó por tantos años, dejarse llevar por ese fuerte sentimiento que lo invadía cuando el azabache le miraba.

El chico de hombros anchos se enderezó cuando Park estuvo a su alcance, le encerró entre sus brazos cuando el chico estuvo frente suyo y besó su frente con el amor especial que sentía por él.
Para JinYoung romperse fue inevitable, el olor de Lim llenaba sus pulmones, su calor lo rodeaba y cada partícula de su cuerpo se rindió de nueva cuenta frente al hombre.

Jae llevó la mano a la barbilla ajena, levantando su rostro hasta conectar sus miradas se acercó hasta que los labios se rozacen.

– Ya estás aquí.

Ni siquiera el pensamiento de Mark al final de la calle le detuvo de perseguir la boca del hombre o de alejarse, negarse no entró en sus opciones. Estaba tan embriagado por las sensaciones familiares que su cordura pereció ni bien la puerta cerró detrás de ellos.

Ese era su hogar. No era el sentimiento cálido o el haber estado ahí desde el inicio. Se trataba de JaeBeom y él iniciando una vida juntos, volviendo el lugar el sitio donde querían volver al terminar la jornada porque estarían juntos en completa privacidad.
Las fotos colgadas en la pared y en los muebles reflejaban un poco de lo que su amor les había hecho vivir, cada objeto en esa vivienda construía y contaba la vida de pareja que llevaban, era un poco de ellos, era... Su hogar.

Volver ahí devastó por completo a JinYoung, se aferró con todas sus fuerzas al amor de su vida, enterrando su cara en el amplio pecho del hombre fue sencillo llorar para vaciar el dolor de su vida en la persona en quien confía más que nada en el mundo.

JaeBeom se mantuvo estoico, acariciando la espalda del menor, dejando que se aliviara en sus brazos. Se deleitaba sabiendo que seguía poseedor de su amor y confianza. Había algo gratificante en JinYoung derrumbándose para y por él, era una forma única de saber cuánto significaban para el otro.
No se mentiría diciendo que no lo había extrañado, el chico le afectaba casi de la misma manera, la diferencia radicaba en la explosividad del otro. Mientras JaeBeom racionalizaba sus sentimientos, controlaba u ocultaba hasta ser apenas perceptibles, JinYoung sentía desenfrenadamente sin importar cuan lastimado pudiera resultar y cuando estaba afónico, dolorido o destrozado se detenía a examinar y poner nombre a lo que sintió.
JaeBeom extrañó a JinYoung hasta la médula, lo ama, más de lo que pudiera amarse a sí mismo o a cualquier otra persona, es por eso que le duele cuando Park guarda las cosas de él y se aleja, cada vez que el castaño se pone distante su corazón duele por la idea de que no es suficiente para el hombre.
Aprieta el agarre sobre el otro cuerpo al no tenerlo lo suficientemente cerca para su gusto.
Quiere saber qué ha pasado esta vez, no ha dormido tranquilamente por el lugar vacío en la cama y se pregunta incesantemente qué pudo faltar esta ocasión.

Cuando los sollozos de JinYoung se atenúan Beom levanta su rostro y junta sus frentes, los dos cierran los ojos, completamente callados esperan a que sus corazones se sincronicen de nuevo antes de seguir.

– Yo... Lo siento. – Comienza el menor con la voz quebrada e hipídos interrumpiendo su sentir. JaeBeom rara vez pide explicaciones, JinYoung tiende a deshacerse en monólogos porque no puede soportar su corazón doliendo por su causa. – Es que yo... Te amo demasiado, no puedo con esto, JaeBeom. Me estoy rompiendo. Me duele tanto que no puedo soportarlo.

Las manos de Park se hacen puño en la camiseta del otro, él también es su red de seguridad. No, JaeBeom es su seguridad, irónicamente también es el motivo constante por el que su autoestima es inestable y su vida social se vió seriamente afectada. JaeBeom inunda su cabeza en cada instante, quiere ir a estos lugares con él, piensa que esto le gustará, quiere compartir, vivir, decirle, hacerle sentir. Quiere tantas cosas con él que acepta es casi ridículo, bastante insano. Sin embargo no le molesta, le gusta tener alguien a quien amar tan intensamente, el único problema es que el objeto de su afecto no parece darse cuenta de nada.
Las veces en que la brecha entre ellos crece son más que aquellas donde siente que el amor recibido es proporcional al dado.

La vida de JinYoung dió un vuelco cuando JaeBeom entró en ella, luego volvió a darlo cuando amarlo no fue tan gratificante y su amor no disminuyó.

JaeBeom cortó todo con una frase.

– Te amo.

Dijo antes de besarlo.

JinYoung se forzó a creer que llevaban la misma intensidad con la que lo sentía, JaeBeom intentó convencerse de que ese amor tenía todavía algo de sano.
Los dos tenían algo más en común, se negaban a ver lo evidente. Ahí no había un buen futuro juntos.

El beso se tornó más demandante, el pelinegro tiró de los cabellos ajenos ordenando que le dejase saquear su boca. Su mejor método de reconciliación era pretender que habían arreglado las cosas y tener un montón de sexo duro para sellar su temporal paz.

Funcionaba todavía.

Con las prendas desapareciendo del cuerpo del menor sus culpas lo abandonaban también. Sólo un pensamiento fugaz le asaltó con la fuerza suficiente para aclarar su mente, Mark al final de la calle.
JaeBeom lamió una gruesa línea desde su cuello hasta su pezón izquierdo logrando que la figura de su amigo empezara a desvancerse.
Pensó una disculpa esperando que el aire la llevara hasta la persona que debía.

Entre todas las verdades existentes estaba la determinante, había sido cuestión de tiempo para que JinYoung volviera, por eso Lim no lo había buscado, ni siquiera le había pedido que entrara cuando el castaño ya lo había hecho; JaeBeom no le pediría a JinYoung que se fuera y JinYoung no se iría si JaeBeom no se lo pedía.

Al final del día los cuerpos daban su mejor intento de transformarse en uno y sus corazones luchaban por recuperar la sincronía. La interminable búsqueda de un mejor mañana y el decadente presente no lucía tan horrible en ese momento, sí, definitivamente ese era su hogar.

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