5. Una dulce confesión

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Recostado sobre la cama observaba como Karma acariciaba cada parte de su cuerpo y le hacía sentir de una manera indescriptible. Lo hacía sentir bien, se sentía vivo nuevamente.

—Detente —pidió Nagisa y sus ojos se volvieron aguados. No podía, no viendo aquel objeto redondo que adornaba el dedo de su amado.

—¿Por qué? —curioseó el pelirrojo mientras depositaba un beso en el vientre del otro—. ¿Por qué lo quieres?

Nagisa cerró los ojos y tembló, ¿qué no era obvio?

—Porque no es correcto —respondió y luego abrió los ojos al sentir el peso de Karma sobre él.

—Tú estás enamorado de mí, no pienses en algo que no sea eso —pidió el pelirrojo y apartó los mechones de cabello que caían sobre la cara de Nagisa—. Anhelas esto, por eso asististe a la reunión, por mí y nadie más —la voz de Karma pasó de ser suave a severa.

—Tú...

—Vamos, Nagisa, nos arrepentiremos de esto mañana —susurró con voz pícara y Nagisa no dijo nada, sólo esperó a que Karma lo besara nuevamente y siguieran con el acto. Estaban completamente desnudos y solo era cuestión de tiempo para que su cuerpo les exigiera más. De a poco los besos ya no bastaban, tampoco las caricias y los gemidos ahora parecían pocos. Nagisa lo supo así que le dijo:

—Hazme tuyo... —Karma abrió los ojos como dos bolas de boliche ante tal petición pero una gran alegría le invadió al oírla, ya que eso solo le daba a entender que Nagisa lo amaba y quería dentro de él.

—¿Estás seguro de eso? —preguntó y Nagisa asintió—. Está bien... —murmuró Karma.

—Pero antes de eso..., dame la alianza —pidió con lágrimas en los ojos Nagisa. El pelirrojo lo miró con curiosidad, aún así se despojó de la alianza y tomó la mano de Nagisa, poniéndola en su dedo.

—Por mí está bien si te lo quedas —dijo y besó su mano. Nagisa dejó de llorar y Karma tomó las lágrimas que quedaban en las mejillas del ojizarco con sus labios, deleitándose con el sabor saldo de éstas.

Pasó varios minutos preparando la estrecha entrada de su amante y mientras lo hacía daba ligeros masajes en el sexo de éste, haciéndolo estremecer y retorcerse de placer. El ojizarco liberaba unos sonidos tan encantadores que le hacían sentirse aún más excitado.

—¿Estás listo? —preguntó Akabane mientras tomaba su miembro y lo introducía poco a poco en la entrada del más pequeño. Shiota asintió y mordió su labio, dolía mucho el sentir como un cuerpo ajeno se introducía a él pero había algo en aquel doloroso y desgarrante acto que le resultaba placentero y le hacía querer más, tal vez era masoquista. Karma dejó salir de sus labios un par de gemidos de placer. Si bien Nagisa lo disfrutaba Karma no se quedaba atrás—. Cuando tú me digas —murmuró y le miró a los ojos, donde las lágrimas de Nagisa se acumulaban hasta desbordarse y hacer un recorrido lento por sus mejillas.

Nagisa tomó toda la valentía y amor que tenía para decir con voz ahogada:

—Comienza ya. —Con una amplia sonrisa Karma asintió. No podía ocultar la felicidad que sentía y no era como si quisiera hacerlo. Relamió sus labios y comenzó con un vaivén lento de caderas, haciendo que Nagisa se retorciera de placer y dolor. Oh, nunca había disfrutado tanto aquel acto como esa vez, tal vez se debía a que amaba a Karma o simplemente estaba borracho. Rió un poco ante esta idea. Podría culpar al alcohol la mañana siguiente y nadie le diría nada.

Las embestidas se hicieron más bruscas y eso lo sintió Nagisa, poco a poco los dos llegaban a su límite. Entre jadeos y fluidos corporales se pudo escuchar una ligera confesión por parte del ojizarco. Fueron solo dos palabras que voltearon el mundo de Karma y le hicieron perder la cabeza.

—Te amo. —Esas fueron las palabras.

Karma, después de oírlo decir aquello, devoró los labios de Nagisa sin delicadeza alguna, mientras éste se aferraba a su cuello y enterraba sus uñas en él. Habían llegado a su límite y eso lo sabían bien. Nagisa se corrió derramando toda su semilla en su vientre, poco después Karma hizo lo mismo la única diferencia fue que lo hizo dentro de Nagisa. Exhaustos se acurrucaron en la cama, Karma abrazando a Nagisa y Nagisa acomodándose para dormir entre los brazos del pelirrojo. A los pocos minutos el ojizarco quedó dormido y Karma lo miró en silencio, apreciando su belleza innata. Lo adoraba y daría lo que fuera por tenerlo de esa manera el resto de sus días.

Sus párpados cada vez se hacían más pesados, en un momento de la noche cayó dormido pero la sonrisa que adornaba su rostro no se desvaneció.


Dedicado a @cpck-BAKAbane

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