Capítulo 8: Brutalidad

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Helena tenía los brazos estirados hacia arriba, aprisionados por una cadena que la hacia colgar del techo. Sus piernas estaban abiertas e, igualmente, separadas mientras apuntaban hacia el techo, suspendidas por más cadenas. Al principio, aquello le había resultado increíblemente doloroso, pero ahora sus músculos estaban tan entumecidos que no sentían nada. Allí se encontraba Helena Wayne Kyle, más conocida como Huntress: totalmente expuesta de la forma más depravada posible, como si de una sucia muñeca para el placer íntimo.

—No me gusta verte así —afirmó Carmilla, saliendo de las sombras—. Pero haré lo que sea necesario para que entiendas.

—Lo único que entiendo —balbuceo Huntress—, es que eres una enferma.

—Tu actitud me esta cansando, amor mío —exclamó la vampira con fastidio—. Por eso te voy a corregir.

Carmilla sacó algo de una bolsa negra, provocando que las pupilas de Helena se dilataran por el temor. La vampira sacó un arnés pélvico, con un enorme miembro viril de color negro enganchado a este. Aquel era de los arneses que usaban algunas lesbianas para tener relaciones.

—Con esto —dijo mientras se lo colocaba—, voy a asegurarme de que odies a los hombres.

Helena empezó a sacudirse con furia, luchando inútilmente por liberarse. Carmilla tomó también un despertador, programandolo y colocándolo sobre una mesa.

—Espero que no te desmayes, porque no pienso tener piedad de tí.

—Carmilla, por favor...

—No ruegues, Helena. Si para que odies a los hombres debo hacerte lo que ellos nos han hecho durante milenios, lo haré.

Carmilla clavo sus garras en los muslos de su víctima, y se movió hasta poder penetrarla de forma brusca. Y así la embistió, con una fuerza y furia que parecían no tener límites. A diferencia de antes, la última Kranstein no buscaba generar placer en el cuerpo de su víctima: buscaba destrozarla por dentro. Sus garras rasgaron la tersa piel de las piernas de su víctima, mientras sus colmillos perforaban los generosos pechos de esta. Y como animal salvaje, o incluso peor que uno, siguió golpeando el interior de Helena, que lloraba y gritaba de dolor y desesperación. Y por una hora tuvo que soportar aquel dolor. Hasta que el sonido de la alarma hizo que Carmilla se detuviera por completo. La vampira se retiró de su víctima, con su instrumento de violación habiéndose teñido de un rojo intenso.

—La sangre —afirmó Carmilla, sacándose el arnés—, podría ser un lubricante.

Con un gesto de asco, limpió la sangre de aquela falo de goma con su mano. No era la sangre lo que le ocasionaba repulsión, sino el tener que tocar aquella representación masculina. Poco tiempo tuvo que limpiar aquel instrumento, y al concluir limpio su propia mano con su lengua.

—No iba a desperdiciar tanta sangre —afirmó mientras colocaba una fuente debajo de la intimidad de su víctima—, pero tampoco voy a pasar mi lengua por esta abominación —dijo mientras se volvía a colocar el arnés—. Además, no puedo permitir que te lubriques.

Huntress pensó que la tortura ya había terminado, pero esto estaba lejos de ser así. La temible inmortal se colocó detrás de su amada, después de haber programado la alarma, y apoyo su instrumento en la otra entrada al cuerpo de esta.

—¿Qué hacés? —preguntó con temor.

—Ví en tus memorias que ya lo has hecho, Helena. No entiendo como pudiste ser tan asquerosa de dejar que un hombre mancillara esta parte de tu cuerpo. En lo personal, el sexo anal siempre me ha causado una gran repulsión. Pero sé que solo lo has hecho por la presión machista de los hombres, que falsamente te hace creer que disfrutas de esto.

—Por favor —rogó la hija del murciélago, completamente aterrada—. Me vas a lastimar si no lo...

—Ese —le interrumpió—, es el propósito.

—No, ¡por favor no! —gritaba Helena, sintiendo el dolor abrirse paso dentro de su ser—. ¡Carmilla, por favor! ¡Me estas lastimando!

Pero Carmilla hizo oídos sordos, y de un solo movimiento desgarro el cuerpo, la mente y el alma de aquella a la que decía amar. Helena sentía tanto dolor que juraría que se iba a desmayar, pero su victimaria usaba sus poderes para impedirlo. Carmilla quería que sintiera todo, hasta el último momento. Y por una hora entera, estuvo destrozando a la última de los Wayne. Por una hora entera, la daño y degradó como nunca nadie lo había hecho.

La Luna se ocultaba detrás de densas nubes, mientras el batmovil se detenía en la entrada de una residencia de dos pisos.

—"Esta es una de las propiedades de Le Fanu a las afueras de la ciudad —pensaba Batman mientras bajaba del auto—; la última que me queda por revisar. Maldigo a mi suerte. Superman fuera del planeta, Linterna Verde saliendo a buscarlo, Superboy cazando a un resucitado Ultra-Humanidad, y Jade con Obsidian ocupados en Nueva York. Pero no puede culparlos —afirmó mientras abría la puerta principal—. Si algo le pasó a Helena, es mi culpa por no encontrala a tiempo".

Batman empezó a caminar con cautela por la casa, usando su visión nocturna para guiarse en la oscuridad. Pero de forma repentina, varias velas se encendieron.

—¿Buscas algo, murciélago? —preguntó Carmilla desde un costado, con una copa de vino en una mano.

—¿Dónde tienes a Huntress?

—Ella no quiere verte —aseguró Carmilla, bebiendose todo el vino de un trago.

—Dime donde está, o te voy a arrancar los colmillos y los usaré para sacarte los ojos.

—Sé que eres capaz —afirmó Carmilla, poniéndose de pie—. Eres un hombre, después de todo. "Y yo sé, que un combate directo contigo sería un suicidio".

Carmilla camino hacia Batman, moviendo las caderas de forma provocativa. La inmortal, a pesar del asco que le provocaba, creía que si lo seducía sería más fácil matarlo.

—¿Por qué no te relajas, murciélago? Simplemente conversemos, y luego te llevaré hacia nuestra amada Helena.

Carmilla aproximó sus manos al pecho de Batman, pero este le tomó con brusquedad las muñecas.

—Prefiero a las de pelo verde.

Batman le fracturó la nariz de un cabezazo, tras lo cual le conectó un derechazo en la mandíbula que la hizo trastabillar.

—¿Dónde está? —preguntó el vigilante mientras avanzaba de forma amenazante.

Carmilla le lanzó un zarpazo al rostro, logrando apenas darle un pequeño corte sobre los labios gracias al rápido retroceso del varón. La vampira se sirvió de su rapidez y agilidad, para girar en el lugar y propinarle una patada giratoria en el pecho. Batman salió despedido a la pared, impactando su espalda contra esta. Carmilla sonrió, notando que el vigilante se encontraba cansado.

—"Creó que puedo vencerlo" —pensó la mujer, lanzándose sobre su enemigo.

Nicolás ya llevaba casí dos días sin dormir, yendo de un lado al otro y combatiendo criminales. Cualquiera se sentiría cansado por eso, y el joven héroe no era la excepción. Y mientras se ponía de pie, Carmilla le caía encima. La vampira estaba confiada, pero no contaba con un pequeño detalle. Batman no había dormido bien, ni siquiera había comido, definitivamente estaba cansado; él era Batman, y eso era un fin de semana cualquiera para él.

Batman alzó el antebrazo, deteniendo con este el zarpazo de su enemiga. La fuerza de Carmilla hizo temblar el brazo del vigilante, pero ella fue la que gritó del dolor al sentir las dagas de su guante clavarse en su piel. Sin contenerse, le conectó un golpe en el cuello con la capacidad de romper una tráquea. Carmilla se quedó sin aire, y recibió un rodillazo en la boca del estómago antes de ser agarrada por la ropa y estrellada contra una pared. Allí, empezó a darle una série de golpes de antebrazo en el rostro, provocándole grandes pérdidas de sangre. Carmilla se impulso para sacarse de encima a su enemigo, logrado derribarlo. Batman rodó para quedar en cuclillas, recibiendo una patada en la mandíbula que lo hizo caer boca abajo. La vampira saltó hacia su enemigo, pero este le lanzó una patada al abdomen que la apartó. Rápidamente, el murciélago se puso de pie de un saltó. Con los puños en alto, y una furia inmensa recorriendo su cuerpo, volvió a arremeter contra la inmortal. Carmilla lanzó un zarpazo contra el abdomen del vigilante, pero sus garras nada le pudieron hacer a su armadura. Batman le atrapó la muñeca, y le propinó un feroz puñetazo en la parte del codo. Tal fue la fuerza del vigilante, que el hueso se rompió y le atravesó la piel. Kranstein gritó del dolor, pero fue rápidamente callada por un codazo en la mandíbula seguido de un rodillazo en las costillas. Tras eso, Batman le sujetó la parte sobresaliente del hueso, y jaló de este hasta arrancarlo completamente. Carne, nervios, y músculos fueron completamente desgarrados en el atroz procedo.

Carmilla cayó al suelo, aterrada y adolorida mientras la sangre escapaba de su cuerpo.

—¿Cómo...

Batman le clavo su propio hueso en la clavícula derecha, para luego tomarla del cuello y aproximar sus rostros de forma aterradora.

—A diferencia de Huntress, yo no temo ensuciarme las manos.

Llenó de furia, el murciélago le conectó un puñetazo que le rompió los dientes. Por primera vez en mucho tiempo, Carmilla se encontraba aterrada. La oscuridad había sido su aliada por siglos, pero ahora una infernal bestia salía de la oscuridad para hacerle sentir el terror en su estado más puro. La vampira intentó huir, pero Batman la tomó del cabello para empezar a arrastrarla por el suelo.

—Si no me dices donde está mi hermana —habló el murciélago—, vas a ayudarme a buscarla.

—No te diré nada, maldito animal —bramo la mujer, cada vez más débil.

—No requiero que lo hagas.

Batman subió unas escaleras, encontrándose con un pasillo llenó de puertas. Al llegar a la primera, estrelló violentamente a Carmilla contra esta hasta romperla. En la primera, la nariz de Carmilla se torció aún más. En la segunda, uno de su colmillos se cayó. En la tercera, una astilla se clavó en su ojo izquierdo. En la cuarta, su cráneo se agrieto y una de su costillas se rompió. Y en la quinta, finalmente la encontró.

Carmilla quedó tirada sobre los restos de la puerta mientras Batman observaba en shock a su hermana. Helena seguía colgada del techo, con marcas de mordidas en sus clavículas, cuello y pechos. Marcas de garras recorrían su abdomen, sus senos y piernas. Sangre goteaba de sus áreas íntimas, notablemente lastimadas. El estado de la heroína, era más que deplorable.

—Todo lo que le hiciste —empezó a hablar Batman, con su voz llenándose de furia—. ¡Voy a hacer que sufras el triple de todo lo que la hiciste!

Nicolás empezó a avanzar de modo amenazante, mientras Carmilla lograba ponerse de pie.

—¡Voy a hacer que te arrepientas de ser inmortal!

Carmilla, completamente aterrada, y usando sus últimas fuerzas, corrió hacia la ventana que había pintado de negro. Desesperada, rompió el vidrio con su adolorido cuerpo y se perdió en las sombras.

Horas más tarde, Nicolás se encontraba sin su máscara en la cueva. Todos se encontraban allí, esperando. Finalmente, Doctor Mid-Nite salió de la pequeña sala de operaciones improvisada de la cueva. Inmediatamente, su búho se poso sobre su brazo.

—Vivirá —afirmó el héroe ciego, sacándose la bata de cirujano—. Pero... Sus heridas son muy graves. Va a necesitar varias intervenciones para reparar completamente los daños internos. También perdió mucha sangre, pero ya le hice las transfusiones. Yo, lo lamento mucho.

—¿Podemos verla? —preguntó Bette.

—Esta dormida, pero sí.

Bruce, Selina, Dick y Bette se aproximaron a donde Helena yacía dormida. Allí, la vieron con varios tubos conectados a su cuerpo y con un respirador artificial. Aunque sus signos vitales eran estables, y la mayoría de sus heridas estaban cubiertas por los vendajes y la sábana, se podía notar que la joven heroína había pasado por un infierno. Selina y Bette no pudieron evitar llorar en los brazos de sus esposos, buscando consuelo en estos. Bruce, entre tanto, notó por el rabillo de su ojo bueno que su hijo se alejaba.

Nicolás se encontraba en un rincón alejado de la cueva, golpeando una pared con sus puños ensangrentados. Una frustración inmensa se había apoderado de su rostro, y eran sus puños los que pagaban por ello.

—Te vas a romper las manos —dijo Bruce, apareciendo por un costado.

—Creó que ya lo hice —afirmó Nicolás, volviendo a golpear la pared.

—Detente —dijo el viejo Wayne, siendo ignorado—. Nicolás, basta. ¡Que te detengas!

—¿Por qué? —gritó Nicolás, encarando a su padre—. ¡Yo lo fallé! ¡Es mi culpa que Helena este en esa maldita camilla! ¡Es mi puta culpa que ese monstruo le haya hecho todo lo que le hizo!

—No lo és —dijo Bruce entre dientes—. Destrozando tus manos no la ayudaras.

—Si hubiera llegado antes... Si tan solo...

Nicolás apretó los dientes con tanta fuerza que estos amenazaban con romperse. Agachó la mirada, y entre lo que parecían sollozos empezó a sacudir la cabeza en negación. Entonces Bruce, por primera vez en su vida, abrazó con todas sus fuerzas a su hijo. Nicolás se confundió, pero antes de darse cuenta se aferró a su padre. Y allí, apoyando su frente en el hombro del mayor, hizo algo que hacia años no hacía. Nicolás se permitió quebrarse, se permitió dejar de lucir frío e indestructible, y lloró con amargura. Y, por primera vez en muchos años, Bruce también lo hizo.

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