Capítulo 4 "Pececitos"

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La camioneta  roja de spring había sido bautizada "Van fuego infernal del abismo" por Foxy tras pintarla de rojo (Con, eh de decir sorprendente habilidad para un veinteañero que jamás había tocado una lata de pintura en su vida). El vehículo estaba ya algo viejo, pero cumplía su función perfectamente, nos transportaba hasta la costa donde vivían las madres de Bonnie.

-¡¿Qué fue eso?! - pregunto alarmado cuándo la van hace el ruido metálico más estridente que escuché en la vida.

- ¡Probablemente un fantasma de la ruta! - Dice Bonnie mientras mueve exageradamente los dedos de su mano derecha en mi dirección. Me mira con ojos pícaros EN VEZ DE MIRAR LA RUTA.

-¡BONNIE, LA RUTA!

- Ay sí, sí amor esta bien, ¡La van aguanta!
Era mi primera vez haciendo un trayecto en ruta tan largo sin interrupciones. Ya había conocido la playa; había ido cuando era chico y de eso estaba seguro, porque todavía guardaba una caracola de mar (de esas que tienen forma de espiral) que mi mamá había pescado entre la arena seca del médano. Me ponía nervioso, además, pensar que Bonnie era quién iba a manejar por 7 horas seguidas.

-Conejito, ¿Seguro que no querés pausar? - Le pregunté, algo adormilado, tras haber hecho más de la mitad del recorrido. El viaje había consistido hasta ahora en dos horas en las que Bonnie insistió en poner el heavy metal más estridente conocido para tapar los sonidos de la van que chillaba y se estremecía para que alguien la llevara a su segunda vida, y otros dos en los que la van estaba extrañamente calmada, y yo tomé eso como señal para dormir una siesta, y con suerte contrarrestar mis escaparates nocturnos que se manifestaban en migrañas horrorosas y mareos que ni sacar la ventana por la cabeza calmaba.

- No, no, seguí durmiendo.
Y con esas palabras, volví a los brazos del asiento mal tapizado y mi campera azul.

Me desperté cuándo ya la noche se había posado sobre nosotros y estábamos a pocas cuadras de la casa de su infancia, donde me esperaba tal vez las conversaciones más difíciles que jamás remara, o… una casa sencilla marplatense, mitad ladrillos blancos mitad pintada de amarillo patito, con tejas rojas, un garaje y dos pisos, en una calle estrecha pero no difícil de acceder, iluminada por los postes de luz y sumida ante un silencio tal que permitía a los grillos sonar con extraña claridad, y al mar escucharse en la distancia, oculto, pero presente, en un horizonte poco claro lleno de casas con patios y rejas barrocas bajas, de apenas medio metro.

El motor de la camioneta se apaga.

-¿Despierto? - Me pregunta, y lo noto cómodo, emocionado… nostálgico. - Ya llegamos.

Lo miro unos segundos, todavía confundido, recién saliendo del sueño y entrando a la realidad. Suelto un sonido vagamente identificable como un sí, y eso es autorización suficiente para que Bonnie se baje de la van. Pisa la calle, se acerca a la casa amarilla y da 5 aplausos seguidos, rompiendo el silencio.

Pasan uno, dos, tres, cuatro segundos y se prenden dos luces en la casa. La luz que pasa a través de la ventana se tinta de amarillo al pasar por una cortina, e ilumina el patio de enfrente lleno de lavandas, y de repente, se escuchan dos voces cantoras

-¡Amor! ¡Llegó el nene! - Grita la primera voz

- ¡Abrile! - Le contesta la segunda voz desde otra habitación

- ¡TERESA LAS LLAVES! ¡¿DÓNDE ESTÁN LAS LLAVES?!

Pasan unos segundos y en la ventana de enfrente del piso de abajo se abre la cortina, y se asoma una señora rubia, que animadamente mueve la mano de un lado a otro.

Los ojos de Bonnie se iluminan, y la sonrisa que surge en su cara es digna de inmortalizarse en una foto o un mural en una pared amarilla, con detalles en violeta y rojo.
La puerta blanca de la casa finalmente se abre, y la señora corre hacia nosotros de forma dramática.

-¡Precioso! ¡Cómo te extrañé! - le dice dulcemente la señora en el trayecto hasta abrazarlo.

-¡Ma! - Le reprocha Bonnie en medio del abrazo, feliz y avergonzado y todo lo que hay en el medio.

La señora, la madre de Bonnie, le llena la cara de besos mientras yo permanezco inerte detrás de Bonnie, cerca a la camioneta roja que tanto detestaba y que ahora es mí único anclaje a lo conocido.

- Y vos… - Me mira unos segundos, y le devuelvo la mirada. Una señora baja, incluso más baja que Bonnie en su trágica postura que le quita como 10 centímetros, muy bajita, rubia de pelo largo y ojos grandes, con la piel clara, vistiendo unos pantalones blancos sueltos y una camisa blanca sencilla. Trago duro cuando no dice nada.

- Hola, buenas noches, mucho gusto soy Bon - Ni bien termino mis palabras, sus ojos se achican, pensantes.

- Ay… Bon… - Finalmente me responde - ¡Déjame darte un abrazo!

El abrazo es firme, pero posee la fuerza que uno esperaría de una señora de 40 y tantos años de lo que deben ser unos 1.50 metros. Inmediatamente luego de soltarme, me da un beso en el cachete y nos acerca a la entrada.

Sale entonces por la puerta otra señora, vistiendo unos jeans y una campera fina negra, con el pelo corto y rizado en un bob similar al que porta Bonnie, el pelo teñido de rosa con las raíces oscuras, y la piel bronceada. Ve al peli morado y le da un abrazo que parece mucho más suelto, y le toma la mano mientras le habla de forma más pausada que la señora anterior. Su voz más baja.

-Cariño, ¿Cómo estás?

- Cansado… - Responde Bonnie honestamente, adoptando el mismo tono de voz, la señora suelta su mano, y mi novio inmediatamente continúa, con nuevos aires de dramatismo - Tienen que juntar ya una reserva para mi funeral… tengo una seria enfermedad, lo único que podría salvarme, sería un buen plato de lasagna… ¡Esa es la única cura!

La señora le dedica una sonrisa

-Ya está todo listo, los estábamos esperando. - Termina de decirlo, y es ahora mi turno de recibir una dedicatoria - Buenas Noches Bon, soy Teresa, Mucho gusto.

᠃ ⚘᠂ ⚘ ˚ ⚘ ᠂ ⚘ ᠃

Nos apuramos a sacar las cosas de la camioneta de Foxy ("Antes de que explote", le digo a Bonnie y le saco una risa negada "¡Es el fantasma de la ruta que busca venganza!" Me responde)

La mamá de Bonnie, Carmela, me presenta la casa entusiasmada. Todo está decorado en tonos amarillos, maderas cálidas y telas rosadas. Me lleva por el living, Bonnie da una vuelta hacia una pecera y saluda a un pez carpa color naranja flotando en medio del verdor. Me acerco para verla, pero no me produce ninguna curiosidad en especial, es una carpa, normalita, no de gran tamaño como las del jardín japonés que aparecen en la tele, tal vez un poco más grande que las que están en el acuario cerca de la estación de tren, pero ante mis ojos, extremadamente corriente, como cualquier otra carpa

-Esta carpa ya tiene 7 años, la compré de más chico con otras y fue la única que no nos abandonó, es la cara de la longevidad. - Dice con una tierna voz. Posa un dedo suavemente sobre el vidrio, y me imagino que la carpa, tan grande como la ve ahora, es un recordatorio de todo lo que dejó atrás al mudarse al centro  - ¡HOLA CARPA! -grita repentinamente - Es para que me escuche a través del vidrio.

Tal vez no todo es tan profundo.
Me lleva a la cocina y Bonnie aún ensimismado con el placer de volver a casa, toma un delantal de un clavo en la pared de madera que divide el living y la cocina y se lo pasa a Teresa, y saca unos papeles y un costurero del desayunador, una mesita pequeña con 2 banquitos. El delantal es repentinamente la chispa de un encendedor, que prende automáticamente una charla mientras Bonnie se da la vuelta para irse a otra habitación (el living,noto)

-Tere, ¿y el otro banquito? ¿El celeste?

- En el baño, tu mamá lo secuestro para alcanzar el estante de arriba. El verde está en el living fijate que quedó al lado de la pecera

Lo miro, pero no puedo hacer nada más que eso, mirar. Es un acto ansioso, pero juego con la tira de la mochila en mi espalda una y otra vez con la única mano que tengo libre, mientras que la otra comienza a sentir el peso del bolso de Bonnie. La casa es familiar, pero totalmente ajena, me siento sobrecargado de información, pero no me encuentro capaz de quejarme al verlo a mi conejito tan libre, tan cómodo con sus alrededores, tan… en casa.

Se escucha una risa, me doy vuelta y me doy cuenta de algo trágico, he quedado solo con Carmela. Trago duro un momento, pero la carismática mujer pone una mano sobre mi mano derecha, la que sostiene el bolso, y, me lo arrebata de un saque.

-Mejor dejémoslos con la comida y seguimos el tour solos - me dedica una sonrisa y me arrastra a una habitación pequeña con una mesa redonda en el centro y 6 sillas al rededor. La mesa tiene un mantel hermoso, decorado con flores y colores suaves - este es el comedor pero no lo usamos mucho - Me dice con una sonrisa - Generalmente comemos en el desayunador de la cocina. Pero bueno, ¿Que importa eso verdad?, Dejá que te lleve a ver lo realmente interesante.

Al costado, un pasillo pequeño con tres puertas, en el centro de las tres, una puerta, notoriamente distinta al resto, llena de stickers en la parte más baja, y un cartel en la parte de arriba que lee "Bonnie" en distintas letras de madera pintadas.

-¿La habitación de Bonnie? - Pregunto, ya sabiendo la respuesta
Carmela me mira sonriente y asiente con un orgullo que solo puede describir como maternal. Abre la puerta con calma, y me topo con una habitación con paredes blancas, con la pintura descascarada en algunos lugares y posters pegados uno encima de otro, se ve uno de Guns and roses, otro de ACDC, The smiths, The clash, Lorde y Leon Gieco conviviendo en un extraño collage. Bonnie sigue en la cocina, riendo de un chiste que probablemente contó él.

- Acá va a dormir uno, -dice y apunta una cama individual con sábanas azules con pececitos, recién hecha - en la cama, y el otro va a quedarse en el sillón del living - y nuevamente apunta atrás, al living que ya pasamos - La cama ya está hecha, y el baño está a la derecha - finalmente señala una puerta detrás mío que acabo de percatarme que estoy bloqueando completamente. - Es mucho viaje del centro hasta acá en auto, te dejo así te instalas. - con eso, no sin antes dedicarme una dulce sonrisa, se retira, y quedo solo, en la habitación de Bonnie.

Se siente bizarro, pero me dedico a mirar en detalle cada una de las cuatro paredes como un investigador que busca registrar cada detalle de la vida de un sospechoso. La pared enfrentada a la puerta están los posters, y directamente debajo, pegada a la pared, está la almohada de la cama, con el mismo motivo azul de pececitos. La cama en sí esta a la izquierda de la habitación, junto a ella una mesita de madera con patas de metal y al costado, un gran escritorio, con estantes llenos de figuras de comics y videojuegos que no conozco muy bien, y libros de arte y uno de esos muñequitos de madera posables, muy parecido al que tenía mi profesora de arte en primaria, pero con dos puntitos y una sonrisa dibujada crudamente formando una "cara". En el extremo del escritorio que queda contra la pared derecha, hay una computadora de esas pesadas de escritorio, vieja como cualquier otra, con un monitor blanco algo empolvado y un mouse con bolita y cable, nada de esos mouse nuevos que no tienen bolita o cable y son así, inalámbricos e inalcanzables. La pared derecha tiene una ventana con cortinas parecidas a las del living, y cuando me acerco, veo que el marco de madera blanca esta pintado con fibrones violetas, celestes y amarillos con pequeñas nubes,  rayos y flores.

Dejo las cosas en el piso, en frente de la cama tapando un poco la puerta a un armario de madera que roza peligrosamente la puerta para mi gusto, pero que entra al fin y al cabo. Al otro costado de la puerta, noto unos clavos, pero no parece haber nada más. Abro una de las dos puertas del armario, la que no está obstruida por mis cosas claramente, y me topo con una extraña sensación en las manos, no de madera, sino de algo más frio.
Una foto, pequeña, de esas que imprimían porque eran de rollo y había que revelarla. Una señora, rubia, Carmela, la mamá de Bonnie, con una remera de verano rosa fuerte como un tanktop, sentada en la playa con unos lentes de sol. A su lado, un Hombre mayor de ojos rojizos y de nariz grande con barba, una gorra roja y un short de un color que no distingo con un bebé en brazos. El hombre sonríe y mira a la cámara, emocionado. Cierro la puerta y no guardo nada. "Ya guardaré todo después, con la ayuda de Bonnie" pienso. Así rápidamente aparto mis pensamientos de la foto, suficiente investigación por hoy.

Vuelvo a ver las sábanas de peces, y cuando me siento en ellas, se revela la naturaleza de la cama individual, pequeña, pero con un marco de metal que refunfuña con cada resorte y fibra de su ser ni bien apoyo mi posadera. Aún así  se siente estable, cómoda. Probablemente solo sea chillona. Me acuesto y miro el techo, y ahí las noto, pequeñas estrellas fluorescentes pegadas en el techo de varios colores, algunas amenazan caerse, otras se mantienen fuertemente pegadas al firmamento. Y ahí vuelve esa sensación bizarra de mirar una cápsula del tiempo. Me llegan mil preguntas; ¿Cuándo las pegó? ¿Quién las pegó? ¿Las sigue amando? ¿Las odia? ¿Quienes son esos tipitos en su estantes? ¿Desde cuando escucha León Gieco?

-¿Cómodo? - Me saca de mi trance el sonido de la puerta que se abre y se cierra, y la voz de Bonnie que hace que salte de la cama y me vuelva a acostar con una sonrisa de vergüenza pura.

- ¿Cuando va a ser el día que no me asustes?

Mi novio se ríe y se tira a la cama a mi costado

-No sé, ya me acostumbré  a hacerlo. - Me dice y me mira con esos ojos bonitos que tiene, y aunque estamos muy cerca para que le vea bien la cara, ya me la sé de memoria.

Es mi turno de reirme y empujarlo levemente con el hombro. El no me devuelve el empujón con el hombro, pero me pega un poco con el pie. Pongo mi cabeza contra la suya y me declaro silenciosamente como el ganador.

-¿En que pensabas?

-En Nada

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