Segundo capítulo: Pertenencia.

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Toy's factory, Dressrosa; Grand Line, Enero de 2017

Ya habían pasado más de tres meses, desde que Luffy mantuviera aquella rara conversación con Doflamingo, quien gustoso escribió una jugosa cantidad con muchos ceros en un papel, para pasársela al chico del sombrero, quien lo miró un poco sorprendido.

Decidido sacó una gruesa chequera, en dónde escribió seis veces la cantidad que pedía y se la entregó al flamenco, quien ensanchó la sonrisa y lo dejó partir.

Ese día sólo estuvo bebiendo y platicando con el chico, sin llegar a nada más.

Flashback on:

Regresó de nueva cuenta a la habitación, dónde el chico de ojeras, yacía en la cama; sentado al medio con las piernas flexionadas, formando un flor de loto. Cuando observó quien entró, sus mejillas adquirieron un color carmín. ¿Lo iban a hacer, no?

Dudativo, se acercó al moreno, y lo sentó en el sofá que había ahí. Se arrodilló frente a él, mientras pasaba saliva de manera demasiado obvia. Cuando estuvo a punto de bajar la cremallera, el otro detuvo su acción. Alzó la vista acuosa y su compañero le negó.

Por medio de un caracol, que funcionaba cómo teléfono e intercomunicador, pidió que le trajeran una ronda de cervezas. Las bebidas llegaron pronto, la chica de nombre Monet, las dejo en la mesa de centro que existía dentro.

— Vamos, Torao —le instó—. Bebamos juntos.

Con la mano, temblorosa tomó una lata, le abrió y probó un sorbo, ante la atenta mirada del chico del sombrero. Se sentía nervioso. ¿Qué no cuando entraban a las habitaciones era, para tener... bueno... sexo? Espera, ¿no era bueno eso? ¿O es que él sí quería intimar con su compañero?

— Haces caras muy graciosas, shishishi —sorbió un poco de su bebida—. Cuéntame de ti.

Eso no se lo esperaba, en ninguna circunstancia, por ahora estaba agradecido con el chico.

— Bueno, mmm — ¿por dónde debía empezar?—. Soy de Flevance, tengo veintiséis años, mido 191 cm... Soy médico cirujano y no sé que más decir.

— ¿Por qué estás aquí? —Lo fulminó con la mirada, para dejar caer su lata—. Está bien, si no quieres recordarlo.

— Oye —con las mejillas rojas, le jaló la camisa, tenía un rato que se había deshecho del saco—. ¿No querías tener sexo?

— ¿Eh? —la frase había hecho que su mano resbalará del reposa—brazos—. ¿Tú quieres?

— Es para eso que estoy aquí —respondió, cansado—. ¿Para eso me llamaste, no?

— En un principio, sí —le aclaró—. Pero no voy por ahí, acostándome con la primera persona que se me atraviesa.

— Pero debemos hacerlo —le pidió, un poco asustado.

— ¿Por qué? —Se pegó seductoramente a sus labios—. ¿Tú quieres hacerlo?

— Yo... no he dicho eso —contestó mientras tartamudeaba—. Pero, si no lo hacemos Doflamingo me tomará.

— Primero pateó su trasero, a que alguien más te toque —le informó—. De hoy en adelante, eres exclusivamente para mí.

Lo observó con ojos desaprobatorios, comprendiendo aquella frase, de un manotazo aparto la delicada mano.

— ¡Eres...!

Lo tomó por la corbata, lo lanzó a la cama y se subió sobre él, sin llegar a tocarse, ahora el ojeroso tenía cierto temblor en el cuerpo.

— ¿Por quién me tomas? —le plantó un beso, en dónde movía su boca con maestría y jugueteó con su lengua—. Sólo soy un chico virgen, que ha sido obligado a venir a este estúpido burdel. Al menos puedo disfrutar de algo, ¿no?

— ¿Y por eso me rentaste? —Sintió los labios del contrario en su cuello, a la par que había desatando su corbata—. Sí quieres follarme, hazlo.

— No me gusta el sexo sin sentimientos —le aclaró, mientras se sentaba en su pelvis—. Pero, al verte ahí, parecías perdido, lleno de miedo. Sólo me pareciste tierno y cuando dijiste que era tu primera vez, algo aquí —se tocó el pecho—. Se encendió, no quiero tocarte, pero tampoco quiero que nadie te toqué. ¿Es que acaso está mal?

— No... Creí —tenía las mejillas teñidas de carmín—, que fueras tan comprensivo.

— Hagamos un trato —se bajó por completó de él, para regresar a sentarse al sofá—. Ya que eres exclusivamente mío, salgamos durante seis meses, si logras enamorarme te sacaré de aquí.

— ¿Estás pretendiendo decir que me gustas?

— Sí —le miro, con ojos tiernos—. ¿Me equivocó?

— Eh —volteó la cara, mientras su sonrojó aumentaba—. Nunca acepté nada, que quede claro.

— Mira que eres tsundere —rió, mientras el otro chico mostró una pequeña sonrisa—.

Law ya había ganado dos puntos en el corazón de Luffy.

Flashback end.

Fraccionamiento East blue, Dressrosa; Grand Line, Enero de 2017

— Torao —entró al departamento del ojeroso, del cual tenía una copia—. Vayámonos que se nos hace tarde.

El nombrado, aún seguí trabajando en el burdel, pues aún no adquiría su libertad, pero al menos no debía exponerse cómo sus demás compañeros, él trabaja en la consulta, dónde muchas veces dio gracias a la suerte de encontrarse con Luffy, pues las heridas y desgarres que había tratado, no eran nada lindos.

Al principio creía que sentía sólo gratitud por el monito, pero mientras pasaban los días, aceptó que sí, él quería al chico. Sólo tenía tres meses para poder alcanzar la mano que le otorgaba la libertad. Aunque a veces se desanimaba al ver y presenciar que Mugiwara no mostraba indicios de amor por él.

— Estoy bajando —se escuchó desde las escaleras—. Mugiwara—ya.

El chico se veía tan guapo, vestía una camisa de lino en color negra, con sus mangas alzadas, dejando ver sus tatuajes, pantalones de vestir en color negro, botines cafés, usaba un par de argollas doradas en cada oreja, el chico se las había regalado. Y cómo toque final portaba un sombrero de lana blanco adornado de motas cafés.

Por su parte, Luffy, traía puesto unos shorts jeans debajo de la rodilla, con unas sandalias, camisa sin mangas, de color rojo y su imperdible sombrero de paja. A pesar de vestir casual, se veía bastante atractivo.

— ¿A dónde vamos? —Cuestionó el ojeroso, con un carmín en los pómulos—. Te ves bien.

— A comer —lo observó para plantarle un beso en la comisura de sus labios—. También te ves bien, Torao. ¡Me gusta!

El pequeño mono salió corriendo hacía su deportivo rojo, ocupando el lugar del copiloto, mientras mudamente dirigía a Law a conducir.

El contrario, por su parte, tenía otra intensidad de color en la cara. Acarició con la yema de sus dedos dónde antes estuvieron los labios del menor. ¿Eso era un buen indicio?

— Torao —se asomó por la ventanilla del automóvil—. ¡Se nos hace tarde!

— Eh —despertó de su ensoñación, para comenzar a caminar en dirección del auto—. Voy, Mugiwara-ya.

Continuará... 


Torao: ¿Vas por actualizaciones diarias? 

-No lo creo, sólo tenía inspiración. 

Torao: Al menos no me han ukeado. 

-Por ahora, hombre. 

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