✵❝Inefable❞✵

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     ¿Cuántas veces había sonreído en un mínimo de dos meses? Ya había perdido la cuenta, pero ese joven le hacía estallar en risa cada que leía uno de sus sensacionales mensajes, ahora que lo pensaba, ¿cuándo empezó a ser tan abierto? Desde la experiencia con Scourge, prefirió aislarse del mundo y su vida social se vio empañada en una desconfianza horrible; el último mensaje que leyó no era más que una anécdota que vivió con el erizo albino, cuando tuvieron que ingeniárselas para cambiar las calificaciones y así pasar la materia.

Se cubrió la boca con tal de que su risa no traspasara las paredes de su cuarto al ver una fotografía recién enviada, un Zilver haciéndose el espía con el rostro en el suelo luego de una ardua caída, bonita manera de iniciar diciembre. Luego de otros minutos de charla amena el moreno se desconectó y ni siquiera leyó su mensaje, suspiró con una pequeña sonrisa al sentirse... ¿Feliz? Sin duda extrañaba esa sensación, que le duró poco pues una llamada proveniente del instituto lo sacó de su zona de confort.

—Diga —contestó de mala gana, se supone que ya había culminado el ciclo escolar, no habría razón para tener que hablar del próximo año, por lo menos quería descansar ese mes. La secretaria le recordó que debía presentarse en la plaza para ayudar con la decoración de la ciudad—. ¡¿Qué?! Yo nunca me apunté a eso, ¿quién les dijo que iba a participar?

—Oh, fue el joven Zhadow, le dijo a toda la asamblea que ustedes serían compañeros —afirmó la voz femenina, sin saber que le daba un ataque de rabia al cerúleo.

—Ah, ya me acorde, estaré allá en quince minutos, gracias —colgó y lanzó el pobre teléfono hacia la pared, mínimo avisar antes para estar preparado, pero el bicolor se tomaba muchas atribuciones que no le corresponden—. Eres hombre muerto, Zhadow.

Fue al baño y sólo se lavó la cara para despertarse un poco, se cepilló las púas para lucir "formal" y cambió las vendas que llevaba en cada brazo, todavía estaban un poco ensangrentadas aunque no se le notaría, al menos no a simple vista; fue al armario y sacó el primer conjunto que ordenó, ¿para qué preocuparse por su imagen? Una sudadera negra y un pantalón de mezclilla del mismo color fue lo que se puso, tomó la campera roja y la bufanda gris que estaban en el perchero para salir de la pieza, girando de vez en cuando a ver los otros espacios de la mansión y notar que ya todo estaba adornado, sólo faltaban los regalos debajo del árbol y la estrella en la punta para completar.

Sonrió nostálgico cuando pasó en la sala de estar antes de salir, tomando un marco que mostraba a su difunta madre, acarició el vidrio observando a la bella mujer con una resplandeciente sonrisa, tenían tantos parecidos, si él no hubiera nacido... ¿Seguiría viva?

—¿A dónde vas? —Escuchó esa voz ronca e impetuosa, dejó el marco donde estaba y sujetó las llaves, yéndose a la puerta sin ver a su progenitor.

—¿Importa? Regreso tarde —respondió indiferente, tan sólo sentir la presencia del erizo mayor le generaba disgusto y le arruinaba el día.

—No me parece correcto que salgas frecuentemente con ese muchacho —soltó acercándose a su hijo menor, el susodicho se limitó a soltar la perilla y mirar desafiante al de mechón marrón—. ¿Acaso sabes lo que murmura la gente a tus espaldas? Primero Scourge y ahora él, ¿quién sigue, eh? Además, me parece inapropiado que te juntes con ese tipo de personas, ¿sabes lo qué...?

—Si no quieres que te falte al respeto resérvate tus comentarios, nadie te los pidió. Y en serio, estoy harto. Esta casa gira alrededor de Scourge, Manic y Zonia, ¿dónde quedo yo?, ah claro, soy el asesino de mi propia madre, ¿verdad? ¿Por eso no quieres ni verme la cara? —Replicó quedando frente a su padre, escupiendo cada verdad con firmeza en el habla, pero dolor en el alma.

—Te estoy dando un consejo, y no metas a Scourge en esto, ha sido un caballero desde que empezó a salir con tu hermano-...

—¡Si es tan caballero que le costaba acercarse a él en vez de usarme a mí! ¡¿Por qué siempre defiendes a todos menos a tu propio hijo?! ¡¿POR QUÉ?! —Gritó exasperado de la actitud tan condescendiente que tenía con ese infeliz, pudo quebrarse y llorar en ese mismo momento, sin embargo, parecía ser que sus ojos estaban secos; para controlar sus nervios regresó a la sala y registró la gaveta del buró hasta encontrar una cajilla de cigarrillos y el encendedor, poco le importó los regaños del mayor ante esa actitud, de alguna u otra manera debía liberarse—. Enfócate en tus hijos y en tu empresa, a mí déjame en paz.

—Eres un insolente... ¡Avergüenzas a tu familia con esas estupideces! ¡Lo único que me falta es que quieras suicidarte! —Exclamó furioso ante el descaro del chiquillo, tomándole del brazo sin importar que estuviera herido y con algunos cortes recientes, el azulino se mordió los labios para no emitir una queja—. ¿Qué pensaría ese chico si viera lo que haces con tu cuerpo?

—Ni te atrevas, ya han arruinado mi vida como para hacerlo aún más... No me importa que seas mi padre, no te metas con él o te juro que no respondo —amenazó librándose del agarre, acomodó las mangas y dejó escapar el humo espeso sobre la cara del oji-café—. Hubiera querido nacer en una familia humilde, con tal de que me amara... Pero tuve la desgracia de estar con personas que me desprecian por algo que no fue mi culpa...

Dicho eso salió de la morada tirando el cigarro hacia la nieve, importándole un bledo los murmullos de los empleados, cuánto deseaba largarse de una vez por todas. Ya al estar lejos de su casa se percató de algo, olvidó los guantes, con razón sus manos estaban heladas y tiesas, antes de regresar por ellos unos brazos le envolvieron la cintura.

—¿Qué haces aquí? —Interrogó sin voltear a verlo, perfectamente conocía al único que lo abrazaba de esa manera, y al único que toleraba tenerlo cerca.

—Quise venir a recogerte, así vamos los dos juntos —mencionó sonriente, obteniendo un gruñido del menor, se alejó dándole un par de guantes extra que llevaba consigo para aliviar esa tensión que se formó en un minuto—. Estás molesto por lo que hice, ¿verdad?

—Odio esas cosas, no sé de donde sacaste la idea de que quería colaborar en algo tan ridículo —manifestó enojado haciendo una mueca de disgusto, maldijo ese sentimentalismo que le generaba el muchacho, diablos, ver esa carita desilusionada le revolvía el estómago; finalmente suspiró rendido ante esos brillantes ojos—. No tengo nada mejor que hacer entonces... Te acompaño.

—¿En serio?

—¿Alguna vez he bromeado? —El contrario sonrió ilusionado, contagiándole cierta emoción que se quedó dentro del cobalto, todavía le costaba expresar sus emociones.

El día pasó volando, al llegar a la plaza se sorprendió de ver a casi todo el instituto ahí, no sabía que todos fueran tan cooperativos como para preocuparse por la decoración de la ciudad, ahí se sintió un poco excluido al ser egoísta y no pensar en los demás. A pesar de eso, la mayoría lo recibió bien y le enseñaron lo básico, ya que era su primera vez apoyando en algo tan significativo como la navidad.

El alumnado se dividió en cinco grupos repartiéndose en el sur, norte, este, oeste y centro; Zonic y Zhadow se quedaron en el centro para colocar el árbol y una que otra decoración modesta, ayudándose de los otros chicos que en vez de trabajar parecían solo querer jugar con las dichosas guerras de nieve, lanzándoles regularmente una bola para que quitaran la seriedad de sus rostros.

—¿Qué es eso? —Preguntó hincándose a la par del oscuro, mirando curioso la planta que con tanto cuidado la ponía en una maceta de barro adornada con toques bermellón y trazos escarlata; el otro sonrió y le acarició la cabeza, muy pocas veces podía admirar esa faceta de curiosidad pura, aunque el azulado no lo admitiera, era muy tierno.

—¿Esto? Es una flor de Pascua, la favorita de mi madre... Cuando era pequeño me contaba historias de esta planta, muchas dejaban moralejas increíbles, otras... No tan lindas... Desde que ella murió siempre la pongo debajo del árbol en señal de respeto, es como si de alguna manera... Siguiera conmigo... —Dijo un tanto melancólico acariciando uno de los hermosos pétalos rojizos; la planta tenía varias brácteas pintadas de carmín acompañado de unas lisas y largas hojas verde oscuro, sin mencionar esa pequeña florecilla de color amarillo.

—¿La extrañas...? —Soltó sin pensarlo mucho, la forma en que el vetado hablaba de su difunta madre le generaba intriga, le encantaba oírlo hablar de su familia, porque no era rica sino amorosa.

—Demasiado... ¿Sabes? En cada navidad se la pasaba cuidando de estas flores con tanto cariño y alegría que me daba envidia, la cena de nochebuena era la mejor de todo el año, yo la ayudaba para que cuando papá regresara cenáramos los tres... En diciembre pasábamos más tiempo juntos que de costumbre, jugábamos en la nieve, salíamos de compras... Créeme, la navidad era mi festividad favorita, mucho más que mi cumpleaños —soltó risueño al recordar cada momento que tuvo con sus padres, tal vez Zlack no estuvo en gran parte de la infancia de Zhadow, pero los cinco años fueron los mejores porque gozó de una hermosa unión familiar.

—Siempre he dicho que la navidad es una ilusión, algo esporádico, sin valor... Esperaba a que fuera medianoche para pedir un deseo a la fuente, tenía la esperanza de que mi familia dejara de verme como el asesino de mi madre... Tenía la esperanza de... Ser amado y aceptado por ellos... Viví con ese anhelo desde que tengo memoria, aunque, jamás se cumplió ni se cumplirá... —Habló tomando en manos la maceta, pasando sus dedos por la cerámica mientras narraba parte de los tormentos diarios, con el mayor era muy fácil abrirse y charlar espontáneamente.

—¿Sigues peleados con ellos?

—Nuestra relación nunca fue buena, es más, ni siquiera existe. Cuando cumplí catorce encontré en la soledad una inmensa paz, tranquilidad... Dejé de intentar ganarme su cariño y prestarle atención a lo que digan de mí, simplemente soy feliz estando solo... No necesito de nadie para pasar esta ridiculez de fiesta —ese tono amargado volvió a reinar en aquella áspera (dulce) voz, sacándole risillas al rojinegro.

—¿Ni siquiera a mí? —Preguntó directo, se levantó volviendo a tomar la maceta para posteriormente dejarla debajo del árbol haciendo una leve reverencia; sonrió al notar el sonrojo del más chico, dándose por bien servido ante su actitud, sacó de su bolsillo una flor de plástico idéntico a la que acababa de dejar y se la dio en las manos, acercándose más de lo que debía—. Porque en lo personal, me alegro de estar contigo ahora.

—Que cursi eres —desvió la mirada luchando por ocultar ese molesto rubor, sosteniendo firmemente el broche que recién le habían regalado; el pelinegro aprovechó la cercanía para sostener su mentón, acercándose lentamente hasta rozar esos labios melocotón que a causa del clima estaban fríos, el otro permanecía estático sin saber qué decir o hacer, sólo esperaba el momento en donde se sellaran sus labios. Ese momento se vio interrumpido gracias a que los otros jóvenes habían sacado los esquís y jugaban como niños despreocupados, hasta golpear una caja y que todos los adornos salieran disparados—. ¡Oigan, hagan su trabajo y dejen de perder el tiempo!

—¿Te he dicho que eres un buen líder? —Bromeó yendo junto al cían para recoger las esferas y campanillas, en el fondo maldiciendo a esos tontos por arruinarle la oportunidad de besar a su enamorado, tan cerca...

—No, aunque aceptaré el cumplido —respondió recogiendo el desastre, encontrándose al más preciado adorno, la estrella; antes observaba que su padre cargaba a Zonia para que ella la pusiera en la punta, a veces a Manic le tocaba ese honor, ¿y él? Nunca fue invitado ni a comer el pavo recién hecho ni para abrir los regalos, ¿cómo se sentiría ponerla él mismo?

—¿Qué haces? —Devolvió todo lo regado a la caja y cuando buscó al cobalto, éste andaba de puntillas para (según él) colocar la estrella en la punta, lástima que no supo calcular la diferencia de altura.

—Q-quiero poner esta m-maldita cosa a-ahí arriba... —Dijo estirándose lo más posible, hasta caer en cuenta de que estaba muy alto, maldijo su estatura y todo lo que anduviera cerca—. Carajo, ¿quién mierda compra un árbol de dos metros? ¡No todos somos gigantes!

—Cuida tu lenguaje —regañó palpando su espalda, aún escuchaba los pequeños gruñidos que daba el de orbes esmeralda, suspiró al tener que presenciar otra "rabieta" del cerúleo, pronto una idea le irrumpió la mente; inhaló profundamente rezando porque el menor no lo matará, así que lo tomó de la cintura y cargó encima de sus hombros, como si fuese un niño pequeño, a decir verdad, no era tan pesado como creía—. Anda, ponla.

—¡Oye! ¡Solo necesitaba una escalera! ¡Bájame! —Gritó entre sorprendido y molesto, aferrándose a la cabeza azabache para que no cayera sin importarle los jalones que le daba a las pobres orejas oscuras; luego de varios minutos sosteniéndose del oji-carmín se animó a colocar la estrella en el pico, y en ese instante, las luces fueron encendidas dejando ver todo el glamour del árbol.

—¡De nada! —Gritó el erizo blanquecino a la distancia, satisfecho de haber logrado conectar todo el cableado y así darle un empujoncito a los dos, claro, en realidad Zephiles hizo la mayor parte del trabajo, pero no se lo diría.

—¿Lo ves? No fue tan difícil —apoyó, alejándose unos cuantos pasos para que ambos contemplaron la radiante luz que emitía el pino, siendo noche, la vista era aún más hermosa; en esos momentos no habían palabras para expresar la felicidad que sentía por estar cargando al de pelaje azul, sin que resultara con alguna fractura o insulto, simplemente se había dejado y avergonzado en su lomo, una actitud demasiado tierna.

—Cállate y bájame —ordenó a punto de estallar en vergüenza y que su rostro se convirtiera en una manzana al escuchar los balbuceos que hicieron a cada cuánto estudiante regresaba de las distintas partes asignadas, pronto la plaza estaría infestada de tantos adolescentes entrometidos por verlos de esa forma; antes de que el mayor lo bajase tuvo el infortunio de ser golpeados por varias bolas de nieve, haciéndolos caer a ambos de cara a la masa nívea.

—¡Pelea de bolas de nieve!

Anunció un armadillo bicolor de pares cielo, iniciando así una "guerra" entre los estudiantes. Pasaban de las ocho de la noche y a ninguno parecía importarle estar bajo el manto nocturno sumando una ligera nevada, es más, disfrutaban de romper las reglas y festejar el primer día de diciembre. La atmósfera era de goce y armonía, los jóvenes corrían de un lado a otro riendo mientras se disparaba la chispa de felicidad en ellos. Zonic prefirió quedarse bajo el árbol para verlos a todos, Zhadow decidió quedarse a su lado y ver el alboroto agraciado, por primera vez, el peli-azul pudo sentirse optimista y ver las cosas de otro color que no fuese negro, sonriendo disimuladamente al tocar ese pequeño broche, que tal vez no era de los más caros o finos que su familia sin problema podría conseguir, pero el sentimiento que resguardaba valía mil veces más.

Fase uno.
Inefable: Algo tan increíble que no puede ser expresado en palabras.
Tema: Flor de nochebuena.
Paleta seleccionada: Paleta IV (verde y sus variantes).

Significado: Es el color de la naturaleza, también ligado a la esperanza, optimismo, armonía, tranquilidad y a la juventud.

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