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Era sábado. Por fin iba a poder descansar de tan dura semana.

Mamá ya se había marchado, por lo que corrí descalzo al salón y me dejé caer en en sofá, soltando un suspiro de cansancio. Amaba los fines de semana. Sin mi odiosa madre, sin mis compañeros de clase susurrando cosas a mis espaldas sobre mí... Tan sólo yo y mis únicos y verdaderos amigos.

—¡BUENOS DÍAS, HUMANO!

—heya.

Papyrus entró en el salón, seguido por Sans, quien bebía a trago de un bote de ketchup. Papyrus era también un esqueleto, sólo que más alto que su hermano mayor y de vestimentas algo extravagantes.

Me incorporé para quedar sentado con una sonrisa en el rostro y los saludé con la mano. Ambos se acercaron al sofá y tomaron asiento junto a mí.

—¿Y los demás? —pregunté, echándole un vistazo a la puerta— ¡Prometisteis que hoy veríamos esa película juntos!

—TRANQUIIIILO, FRISK. —Papyrus me dio una fuerte palmetada en la espalda, haciéndome casi caer de boca al suelo—. NO CREO QUE TARDEN. A ALPHYS LE ESTÁ COSTANDO LEVANTAR A UNDYNE, Y LA CLON DEL REY ASGORE SE NIEGA A VER NADA CON ÉL...

Reí. ¡Era tan divertido poder estar a solas con ellos...!

Desde la llegada de Toriel, más monstruos empezaron a aparecer a mi lado por las mañanas, diciéndome siempre "ven". Un tiempo después, todos se quedaron a vivir conmigo, en mi casa. Al principio me preocupaba el hecho de que mi queridísima madre no fuera a dejarme, y por eso fue todo un alivio darme cuenta de que ella no parecía poder verlos u oírlos. Igual pasaba con el resto de personas. Por eso en el colegio empezaron a meterse conmigo, porque al oírme hablar con los monstruos, era como si directamente hablara solo.

Intenté convencer a mis profesores y a mis compañeros de que ellos eran reales, existían y estaban allí, delante de sus narices. Pero todos me tomaban por loco.

Así que decidí, tras un tiempo de reflexión, dejar que ellos pensaran lo que quisieran. Yo seguiría hablando con mis amigos, sin importar los insultos y las palizas por parte de mis compañeros.

—será mejor que yo mismo vaya. tori suele hacerme más caso a mí que al rey... —Sans se levantó con pereza y salió del salón—. ahora vuelvo...

Papyrus y yo nos quedamos un rato charlando sobre espaguetis. Él decía que junto a Undyne había inventado una nueva receta que parecía ser deliciosa. Aunque, cuando se habla de la pasta de esos dos, debía tener cuidado.

—¡Y CUANDO CREAS QUE LA OLLA PUEDE EXPLOTAR, BASJAS DE NUEVO LA TEMPERATURA Y LE ECHAS TODA LA CUÑA DE QUESO! ¿QUÉ TE PARECE?

—Eh... Pues...

—OH, YA VEO... ¡TE SORPRENDE TANTO NUESTRO ARTE QUE TE QUEDAS SIN PALABRAS!

—Ah, sí... Sí, eso es —forcé una sonrisa y me rasqué la nuca, con una gota de sudor resbalando por mi mejilla.

—Perdonad la tardanza, queridos~

La voz robótica de Mettaton me hizo girar la cabeza hacia la entrada al salón. Todos mis amigos entraron por la puerta. Alphys y Undyne iban sujetas de la mano, mientras que Asgore intentaba tomar la de Toriel, quien se negaba rotundamente y fingía ignorar a su ex marido, intercambiando chistes con Sans. El robot mostraba su forma EX, la cual era bastante parecida a un cuerpo humano.

Con dificultad, se sentaron el los huecos libres del sofá. Como no había suficiente espacio, yo tuve que situarme sobre el regazo de Asgore, quien me abrazó con cariño por la barriga para que estuviera más cómodo.

Toriel me miró y sonrió.

—Cariño, ¿qué veremos hoy? —preguntó.

Alphys y yo nos miramos, sin poder contener una gran sonrisa pícara, y exclamamos las dos a la vez:

—¡Mew Mew Kissy Cutie, la película!


***


—¿te apetece dar un paseo, chaval?

Me volteé hacia Sans, sin creer que él hubiera dicho eso. Undyne paró la película, que iba por la mitad, con el mando a distancia.

Todos esperaban mi respuesta en silencio. Sans era la persona (bueno, el esqueleto) más vaga que había conocido jamás,así que si quería pasear conmigo, era porque tenía que hablar a solas conmigo.

Traqué saliva y asentí.

En la entrada, descolgué mi chaqueta vaquera del perchero. No creo que fuera a suceder nada si salía a la calle en pijama, nadie se iba a fijar. Eso sí, me calcé unas deportivas cualquiera antes de abandonar la casa.

Al salir, cerré la puerta tras de mí y empecé a andar junto a Sans.

—¡Eh, tú, idiota!

Miré con el rabillo del ojo a Flowey, quien me observaba con odio desde el suelo del jardín.

—¡¿Quieres sacarme ya de aquí?! ¡Al menos méteme en una maceta y éntrame, no soporto est——!

Una mirada amenazadora por parte de Sans lo hizo callar.

Caminamos por la calle donde se situaba mi casa. No había casi nadie en la calle, por lo que no me preocupó el tener que hablar con el esqueleto.

—¿Y bien? —pregunté— ¿Qué sucede?

Sans sólo suspiró y cerró los ojos, con expresión cansada. Permaneció unos instantes así, en silencio, que abrió uno de los ojos y me miró.

—frisk... —Me sorprendió que me llamara así, pues no solía decir mi nombre— ¿Nunca... te has preguntado por qué estamos aquí, y por qué sólo tú nos puedes ver?

La pregunta me impactó un poco y me dejó mudo. Ahora que lo pensaba...

—No —respondí, frunciendo el ceño—. ¿Debería? Simplemente aparecisteis porque... No sé, una fuerza de la naturaleza o algo de por el estilo se compadeció de mi soledad y quiso ayudarme...

Sasn rió levemente ante mi respuesta y negó.

—no. tenemos motivos para estar aquí, chico...

Paré de caminar cuando Sans se sentó en un banco. Algo indeciso, lo imité y me coloqué a su lado, muy pendiente de sus palabras.

—nosotros venimos de un lugar llamado "el subsuelo", que como su nombre indica, está situado bajo tierra —comenzó a relatar—. no somos los únicos monstruos que habitamos en ese lugar. hay cientos más... todos vivíamos antes aquí, en la superficie, junto a los humanos... hasta que fuimos desterrados por ellos... —Sans se miró con nostalgia las puntas de los dedos, mientras jugueteaba con el bote de ketchup ahora vacío entre sus manos— los humanos nos lo arrebataron todo... pero hay una profecía que llena a muchos de esperanza: algún día, un "ángel" bajará de la superficie y nos liberará a todos...

Tragué nuevamente saliva. ¿Qué intentaba decirme Sans? ¿No estaría insinuando que yo podía ser... ese "ángel"?

—Sans, no entiendo... ¿Quieres decir que yo...?

Él asintió.

—sólo puedes ser tú. si no, no estaríamos aquí contigo. créeme, si hemos llegado hasta ti es por eso... porque te necesitamos para liberar a los monstruos...

—No... tiene sentido... —respondí— Si vosotros mismos podéis salir... ¡Mírate, estás aquí, en la superficie!

—no, no... —Volvió a negar con la cabeza y dejó el bote sobre su regazo, para poder meter las manos en los bolsillos de su chaqueta azul— no estoy aquí. el verdadero sans se encuentra en el subsuelo...

—¿Cómo que el verdadero Sans? —pregunté en un hilo de voz. Me picaban los ojos y un nudo se estaba formando en mi garganta— No entiendo nada...

—bah, déjalo... —El esqueleto cerró de nuevo los ojos y se levantó— tan sólo... volvamos a casa. tendremos que sobrepasar los spoilers de alphys y undyne... —Me tendió una de sus huesudas manos y me miró de forma fraternal— venga, bro.

Eso fue demasiado. Encima de que no quería explicarme nada, ahora evitaba mis preguntas... Una silenciosa lágrima cruzó mi rostro.

Aun así, no era capaz de enfadarme con mi amigo. Me sorbí los mocos y limpié la lágrima con la manga de mi chaqueta, para luego tomar su mano y levantarme. Pero no iba a dejar así las cosas, ya le sacaría todo al día siguiente a Papyrus...

Volvimos juntos a casa, sin soltarnos la mano, como si fuéramos realmente hermanos. La gente de vez en cuando me miraba con expresiones raras. Claro, seguro que para ellos era como si sólo estuviera cerrando mi puño en torno al aire.

Sonreí ante ello y sólo le apreté más la mano.

Dioses, como quería a ese esqueleto y al resto de monstruos.

Al llegar a casa, subí a mi cuarto. Antes de que mamá llegara y lo estropeara todo, quería descansar un poco la mente y echar una cabezada. Así que me estiré, caí en mi cama y cerré los ojos, mientras Sans, a mis pies, bebía de un nuevo bote de ketchup.

  

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