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—Mamá...

Mi madre levantó la mirada del libro que llevaba entre las manos para verme y sonrió. Dejó el escrito sobre su regazo y me saludó con la mano.

—Buenos días, Frisk —dijo—. ¿Sucede algo?

Me acerqué más a ella y me senté en el brazo del sillón en el que ella estaba acomodada.

—Cuando me adoptaste y te dieron mi información... ¿recuerdas haber leído algo sobre una tal "Chara"?

De golpe, mamá abrió mucho los ojos y empalideció.

— ¿De... dónde has sacado ese nombre?

Bajé algo la mirada al darme cuenta de que había incomodado a la pobre con esa pregunta, aunque el saber qué ella parecía saber algo me llenaba de determinación a seguir hablando.

—Sólo me suena, y necesito saber... ¿Tuve una hermana en algún momento?

Mamá suspiró y me rodeó con los brazos, llevándome a su regazo. Suspiró de nuevo, más larga y profundamente, y esbozó una sonrisita cansada.

—Está bien, te contaré, pero no le digas nada a tu padre, ¿vale? —dijo.

Le mostré los dientes en una amplia sonrisa y asentí frenéticamente con la cabeza.

—Sí, Frisk, tenías una hermana. Según nos han contado en el orfanato, cuando tú naciste ella ya contaba cinco años. Era una niña muy misteriosa que no se relacionaba con otros niños y que tenía... bueno, amigos que sólo ella podía ver. Los llamaba monstruos.

Pegué un bote en el regazo de mi madre y solté un chillido, sobresaltándola. ¿Acaso Chara también había visto en algún momento a los monstruos, como yo...?

— ¡Frisk! ¿Qué pasa? —Mi madre dejó de relatar para mirarme con nervio— ¿Te has hecho daño?

—No, eh... s-sólo me dio hipo. Por favor mami, continúa.

Ella no pareció satisfecha antes esa excusa, pero siguió contando:

—Un día, tus padres la pillaron gritando y llorando, y se asustaron. La llevaron al hospital, donde le hicieron muchas pruebas para comprobar qué le sucedía, intentaron convencerla de que aquellos seres que veía formaban parte de su mente... Y, al no tener resultados positivos, la llevaron a un manicomio. Allí pasó bastante tiempo, y un día... simplemente murió. Hay muchas teorías sobre cómo fue, pero yo no te contaré eso...

— ¡Frisk!

Alcé la mirada. Asomado a la escalera se encontraba Papyrus junto a Sans, llamándome. Fruncí el ceño y le di un beso en la mejilla a mi madre.

—Gracias mamá. Voy a vestirme.

De un salto bajé del regazo de la mujer y corrí escaleras arriba, donde me esperaban ambos esqueletos. Los tres caminamos en silencio hasta mi cuarto, donde el resto de los monstruos se encontraban sentados en el borde de mi cama o en el suelo, charlando. Cerré la puerta tras de mí, y sonreí casi sin poder evitarlo.

— ¿Qué tal ha ido con Flowey? —pregunté, intentando ocultar mi entusiasmo.

—PRECISAMENTE POR ESO TE HEMOS LLAMDO... —respondió Papyrus, rascándose la nuca— SE NIEGA A PASAR MÁS RATO CON NOSOTROS, HA ATACADO A ALPHYS Y TODO...

—B-bueno, no os p-preocupéis, estoy b-bien —respondió la científica, sonriendo forzadamente. Undyne le pasó el brazo por los hombros a modo de consuelo.

— ¡Se ha pasado! ¡Voto por exterminarla! —exclamó la del parche.

Yo caminé hacia ellos y me senté en la cama junto a Toriel. Aprovechando el silencio que se había formado, me atreví a preguntar:

— ¿Sabéis algo de una tal Chara?

Noté de pronto todas las miradas clavadas en mí. Toriel abrió mucho los ojos y su boca quedó entreabierta. De repente, me sentí mal. ¿Acaso a ellos también les incomodaba aquel nombre?

—No —respondió con voz firme Asgore. Lo miré, y sentí una expresión nostálgica en su rostro—. ¿De qué hablas?

—Yo...

—chico... —me interrumpió Sans. Me observaba desde la puerta, con la espalda apoyada en ésta. Negó levemente con la cabeza y dijo—: aún no. espera un tiempo, ¿ok?

Bajé los hombros y la mirada. Entendía, de golpe, que aquella persona que había aparecido en mis sueños tenía mucho que ver en la vida de los monstruos. Me pregunté qué habría hecho Chara para llegar hasta ellos, o si ellos habían llegado a ella. Entonces, un pensamiento cruzó mi mente.

— ¿Me reemplazasteis por ella? —pregunté, mirando de nuevo a Sans— Cuando Chara murió... ¿me usasteis de plan B?

El esqueleto no respondió. Nadie lo hizo. Todos habían desaparecido, me habían dejado solo.

Me dejé caer de espaldas sobre el colchón y fijé la mirada en algún punto del techo. Ellos, por alguna razón, no iban a darme respuestas. La única forma de aclarar mis dudas sería ser paciente y esperar a la noche, donde podría ver de nuevo a Chara. Entonces, le preguntaría por todo lo necesario.

Por ahora, sería mejor vestirme y bajar a desayunar, que seguramente mamá se empezaba a preguntar dónde estaba. Así que me levanté, cogí mi jersey de rayas preferido y unos vaqueros cortos y me los puse para luego bajar de nuevo al primer piso, donde mis padres me esperaban para comenzar a desayunar.   

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