01: Gracias, universo.

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"Cuando quieres realmente una cosa, todo el Universo conspira para ayudarte a conseguirla."
-Paulo Coelho.

Primera parte
(No el inicio, porque
nadie sabrá jamás cuál
fue el comienzo de la vida).

I:
O cuando las cosas
comenzaron a cambiar.


¿Has experimentado la soledad? Muy probablemente tu respuesta sea si. Pero no hay nada de malo en ello, ¡Al contrario! Es algo necesario e inevitable en nuestra vida, porque, de no conocerla, ¿Cómo aprenderiamos a amar a las personas que nos rodean?
      Puesto que, al final de cuentas, eso es el ser humano: Una solitaria figura en un mar de gente. La soledad es una de esas cosas vitales para la vida, sin embargo, sobrepasarse con ella puede terminar siendo una total condena.

No obstante, lejos de ese aislamiento casual y poco duradero al que todos en algún momento nos sometemos, se encontraba el caso de Bonnie.
     Déjame reformular la pregunta: ¿Alguna vez haz sentido tanto soledad, al grado de dudar de tu propia existencia?

Y es que, en un mundo como el suyo, estaba condenado a la soledad.
     Estaba inundada por ella, y era algo que no podría cambiar. El tictac incesante del reloj era, probablemente, el único sonido —además de los creados por si mismo— que llegó a escuchar en la vida. Tan indeseable se volvía a veces como imperceptible en otros casos.

¿Sabes que es lo que pasa después de la muerte? Nada. No hay nada —o eso es lo que muchas personas piensan—. Quizá no podemos ser eternos desde esa perspectiva, pero es aquí en donde ingresan las letras, ellas y sus memorables conexiones y uniones que consiguen formar palabras para crear historias: historias que trascienden por la eternidad, viajando por generaciones enteras.
      Y aquí estamos una vez más, comenzando de nuevo este bucle interminable al que debemos miles de cosas.

La soledad de Bonnie era diferente; una de esas que parecía colarse hasta el alma.

El mundo, su mundo, estaba inundado por el color blanco. Desde sus ropas de vestir hasta el cielo nocturno. Siempre había sido así, por lo cual era totalmente normal para él.
     La soledad era su única aliada, su compañera de vida —si es que podías llamar vida a lo que hacía día con día—. ¿Has sido amiga de ella? Pues Bonnie sí, sin lugar a duda. Muchas eran las veces en las que se detenía a mirar por la ventana y hablar por horas sobre lo que desayuno, el sueño que tuvo al dormir o los nuevos libros que había encontrado en la biblioteca. Escuchar su propia voz le hacía recordar que, a pesar de todo, estaba ahí, existiendo. Ella era buena escuchando, concluyó. Pero no era suficiente, pues en cuanto dejaba de hablar volvía al mismo abismo de silencio que lo hacía sentir desdichado. ¿Cómo no guardarle rencor al universo cuando lo obligaba a someterse a semejante infierno?

Pero todo tiene su porqué, pequeña florecilla sin olor.

En momentos de desesperación, el joven de piel pálida se obligaba a concentrar su mente en otras actividades, y es ahí en donde los libros se volvían parte importante de él. Su casa era lo suficientemente grande como para que varías personas vivieran allí, sin embargo, él era el único que la habitaba. No obstante, una de las numerosas habitaciones estaba destinada a guardar libros; tantos que se necesitarían varías vidas para leerlos completos. Eso era, probablemente, lo único bueno de la vida que llevaba: que nunca se quedaría sin algo que leer. Bonnie no recordaba como aprendió a hacerlo, llegó a la conclusión de que todos —si es que en algún lugar existía alguien vivo aparte de él, cosa que dudaba mucho.— nacían sabiendo. Pues no encontraba otra explicación, y quizá así fuese. Lo mismo pensaba de hablar, comer, entre otras cosas de su monótona rutina.

El mundo que se narraba en ellos era magnífico. Sumamente distinto al suyo. Muchas eran las veces en las que, influenciado por el pensamiento de que él no podría vivir nada de eso, se dejaba arrastar por las emociones y lloraba como un niño pequeño a los brazos de su madre. Lágrimas transparentes brotaban, y se sentía en paz al hacerlo.
     Fue en una de esas veces en las que iba en busca de una obra nueva cuando lo vió.

Frente a él yacía un estante que, juraría, no estaba ahí antes. No le costó demasiado asimilarlo pues cosas como esa solían pasar todos los días, como por ejemplo su almacén que volvía a ser restaurado por arte de magia, su ropa sucia que al día siguiente amanecía perfectamente limpia y doblada en sus cajones, entre otros acontecimientos normales para él.
   Pero, nunca aparecían objetos nuevos, mucho menos tan coloridos como los libros que poseía aquel estante. Bonnie no estaba acostumbrado a ver cosas de colores fuertes, así que quedó maravillado con aquellos.

Dudó un instante antes de acercarse con rapidez al antes dicho y tomar un libro con sumo cuidado, como si temiese que se desmoronara. Era una cubierta de un rojo intenso. Bonnie lo acarició emocionado, al son del cual dibujaba una inmensa sonrisa en sus labios. Leyó el título que poseía y esbozó una extraña mueca. Pues, en lugar de una palabra o frase estructurada, se encontraban las letras «FTP».
   Jamás las había visto ordenadas de aquella forma, así que en muda pregunta se cuestionó cuál sería su significado. Dio la vuelta al libro para ver la contraportada en busca de alguna sinopsis. Pero no la encontró y,  Por ende, le dio un vistazo a la primera página, encontrándose con una simple oración.

"Mis disculpas, pero éste libro ya tiene material para ser concluido."

Justo cuando Bonnie terminó su lectura el libro se cerró con brusquedad. El chico lo dejó caer al suelo por el susto que se llevó. Su corazón latía con gran intensidad por el temor que lo abarcó. Soltó una pequeña risa al sentir sus latidos, pues le hacían recordar que estaba vivo. Cuando al fin se recuperó, se agachó para tomarlo. Volvió a tenerlo entre sus manos e intentó abrirlo una vez más. Fue nulo.

El libro no cedió. Por más fuerza que aplicó no consiguió abrirlo. Finalmente terminó por darse por vencido y dejarlo en su lugar. Después de todo, habían muchos más.

Tomó el siguiente, un libro color turquesa cuyo título estaba escrito en un vivo tono esmeralda; este, por su parte, llevaba dos letras en lugar de tres como el anterior.

"BS"

Supuso que eran siglas, pero no sabía el significado. Realmente eran los libros más raros —pero también los más hermosos.— que había visto en toda su vida. Dirigió su mirada al estante, quedaban muchos libros de distintos colores: Amarillo, dorado, café, azul, rosa, y muchísimos más. Aunque, cabe mencionar, Bonnie desconocía los nombres de los colores. El pequeño mueble tenía una frase grabada que no vio sino hasta ahora.

"Escribe tu propia historia."

¿Escribir su historia? ¿Como que se podría escribir de una vida de soledad? Nada interesante, concluyó.
   Volvió a prestar atención al libro que sostenía y lo abrió. Estaba en blanco, aquel color que inundaba su mundo desde que tenía memoria, y que inclusive creía detestar.

Quiso dejar el libro, pero algo dentro de él se lo impidió. Lo presionó contra su pecho y salió de la biblioteca a paso apresurado para ir una vez más a su habitación. Una vez dentro de esta, buscó dentro de sus cajones y sacó un bolígrafo, tomó asiento en el borde de la cama y suspiró antes de colocar el libro entre sus piernas y abrirlo.


Teniendo la hoja en blanco frente a él, un extraño escalofrío lo recorrió. Pero sin más se dispuso a comenzar, con algo de impaciencia, su escrito.
 

Sin embargo el bolígrafo no pintó. Realizó rayones en la hoja para asegurarse de que no servía, y al comprobarlo esbozó una mueca de disgusto antes de dejar el libro en la cama y levantarse a traer otro.
Buscó entre su cajón una vez más y sacó otro idéntico al anterior. Tiró en el cesto de basura el primero y volvió a dirigirse a la cama. Para su sorpresa, el libro se encontraba cerrado. Siendo que él lo dejó abierto.
      Lo tomó entre sus manos y, una vez más, lo abrió. Casi suelta una exclamación al ver que ya no se encontraba vació. Ahora la primera hoja tenia escrita una oración.

"Finalmente el universo conspiró y me brindó una oportunidad."

Creyó estar imaginando cosas, pues estaba seguro de que no había nada en el libro minutos antes. Frotó sus pequeños ojos y volvió a dirigirse al libro. Para su mayor sorpresa ahora había otra frase.

"Volvamos tu historia en nuestra historia."

Quizá haber estado tanto tiempo solo le estaba afectando la cabeza. Pues debía de estar loco si creía que un libro se encontraba escribiendo cosas para él. Se mantuvo en silencio hasta que logró formular una pregunta, breve pero directa.

—¿Qué eres?

Cuando algo nuevo apareció, esta vez al final de la página, Bonnie quiso sonreír, eso significaba qué... ¿Había alguien a la distancia comunicándose a través de ese libro?

"BS" había sido escrito. Confirmando así lo que creía.

Algo que tampoco había notado, es que al haber presionado el libro contra su pecho al salir de biblioteca, una parte de su camisa blanca, como el resto de su ropa, había tomado color. Aunque solo en una parte, la parte frente al corazón. Era una curiosa mancha turquesa. En ese momento no lo sabía pero, gracias a ese libro, su vida sería totalmente distinta; su pequeño universo, opaco de soledad, comenzaría a tomar miles de colores.

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