02: Primeras veces.

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Desde que tenia memoria, no hacía más que admirar aquel mundo de increíbles sucesos de los libros. Y por consiguiente, odiar el suyo. Y es que, la soledad que existía ahí era completa, y, ahora, tenía un libro. Un extraño libro que parecía hablar con él. Y se sentía extrañamente reconfortado con éste a su lado.
    Habían transcurrido apenas un par de horas desde que lo poseía y, no obstante, él ya tenía un increíble fascinación con ese objeto, ¿Y como no tenerlo? Sus versos libres crecientes del silencio parecían ser lo único realmente importante allí.

El gigantesco reloj de pared marcaba media noche cuando Bonnie se metió a la cama sin quererlo realmente y se arropó con sus sábanas dejando a su "compañía" a un costado suyo a la altura de su rostro. Acarició afectuosamente la cubierta antes de cerrar los ojos y murmurar entre dientes:

—Buenas noches, BS...

Y esa fue la primera vez que de sus pequeños labios salían aquellas palabras. Como también la primera vez que se quedaba dormido con una sonrisa en el rostro.
     ¡Oh, benditas primeras veces! Qué calan tu alma y permanecen allí por la eternidad...

(...)

Comenzó a abrir los ojos con lentitud después de un largo sueño, jamás en toda su vida recordaba haber dormido con aquella gigantesca paz abarcar sus alma. Se sentó y comenzó a frotar sus ojos con sus manos para lograr aclarar su vista aún adormilada. Y cuando se detuvo, instantáneamente la dirigió al lugar en el cual dejó el libro antes de dormirse. Entró en pánico.

El libro no estaba.

Se alteró y se puso de pie de un salto, lanzó las sábanas al suelo para comprobar que aquel objeto no se encontraba ahí, buscó debajo de la cama e inclusive en toda la habitación, pero sus esfuerzos resultaron nulos: No había ni rastro de él.

¿Pero como podría ser eso? No pudo haber desaparecido así como así, ¿Verdad? Pero... Y que tal que en realidad fue sólo un sueño, como los que solía tener de vez en cuando en donde abrazaba y convivía con personas en un entorno colorido.
     Corrió descalzo a su biblioteca y casi se le rompe el corazón al no ver por ningún lado el estante del cual tomó a BS.

Y sin más, planeaba echarse a llorar, como el niño débil que no conoce otra forma de reaccionar ante el mundo: de una manera impresionante y arrastrado por una sordera de dolor. Debía aceptar que su destino por lo visto era estar sólo. Se sentía idiota por creer que eso llegaría a cambiar algún día. Concluyó que en definitiva la felicidad no sería algo que el pudiera experimentar. Por lo menos no en esa vida.

Había leído mucho sobre el suicidio y sobre reencarnaciones, pero jamás se había tomado tan a pecho aquella opción.

No obstante, antes poder siquiera reaccionar, una voz se escuchó: con una extraña atmósfera que lo hacía sentirse lejana y tan cerca la mismo tiempo. Dejó rodar un par de lágrimas antes de ponerse alerta.
     ¿Qué rayos había sido eso? Dio vueltas en su sitio como si fuese un cachorro persiguiendo su cola. Pero no consiguió visualizar nada ni nadie que pudiese ser el causante de aquellas palabras. ¿Es que ahora incluso se imaginaba cosas? ¿Se estaba volviendo loco?

Un escalofrío lo recorrió de pies a cabeza al volver a oír aquel sonido, y se dedicó a perseguir aquella voz, como quién va tras de su sueño de toda la vida —¿Así era, en realidad?—. Era la primera voz, además de la suya, que escuchaba en todo su existir. No podía asegurarlo considerando que no había escuchado más. Pero sin duda era hermosa, terriblemente hermosa.

De sus ojos continuaron cayendo lágrimas, pero a diferencia, ahora de emoción, de esperanza. Era increíble la manera en la cual se ilusionaba con tanta facilidad: quizá por eso es que era tan fácil de corromper y por la misma razón siempre terminaba herido en sobremanera.
     Salió del lugar siendo guiado por aquella melodiosa voz que simplemente repetía una y otra vez un tarareo extraño, y Bonnie sentía su corazón acelerarse cada que eso sucedía.

Bajó las escaleras corriendo, fue realmente un milagro que no tropezara. Estaba realmente emocionado, ciegamente creía que encontraría al responsable de la voz escondido en algún rincón de la casa y jamás volvería a experimentar la soledad.

Pero se detuvo en seco frente a la puerta principal: la voz provenía del exterior.

No, no y no. ¿que se supone que haría ahora? Él jamás había salido de su hogar, el simple hecho se ver aquel color blanco inundar absolutamente todo le aterraba en sobremanera.

Nunca había tenido necesidad de salir. Sino hasta ahora. Sin embargo, estuvo a punto de resignarse y marcharse lejos de la entrada si no fuese por qué la voz volvió a oírse, a diferencia, esta vez no era una melodía lo que emanaba, sino palabras concretas... directas a él.

—A veces, para conseguir lo que quieres debes renunciar a ciertas cosas. A eso se le puede llamar sacrificio¿pero qué? ¿qué quería dar a entenderle con esas palabras? —. El Bonnie que conozco no es cobarde.

No supo reaccionar a eso, ¿el que conocía? Pero si nadie lo conocía. Había estado sólo todo su existir. Y por un segundo quizo mandar todo al diablo: ¿Qué más daba lo que hubiese atrás de esa puerta? No podría arruinar su vida, pues desde siempre había estado arruinada. Así pues, sacando un poco de valentía, de donde no sabía que había, tomó la perilla de la puerta y la giró con suma lentitud que hasta parecía estar en cámara lenta. Dudó un poco antes de animarse a abrirla pero creía que al hacerlo encontraría una silueta frente a él. Y no dudaría ni un sólo segundo antes de abrazarla y llorar en su regazo.

Pero no fue así, porque no había nadie cuando lo hizo. Nadie además que aquel infinito color blanco que tanto detestaba.

¡Pero esperen un momento! ¿Qué era aquello que resaltaba a lo lejos? No lo creía, ¡Era el libro! ¡SU libro!

Casi no dudó al poner los pies fuera de la casa y correr hacía el objeto como si se le fuera la vida en ello. Mantenía una sonrisa de oreja a oreja la cual jamás se le había visto en el rostro.
     Cómo había cambiado su vida en tan poco tiempo, puesto que días atrás no se imaginaria que estaría corriendo fuera de la casa, de la cual nunca pensaba salir, a buscar un libro que le hablaba mientras sonreía como un idiota, un idiota terriblemente feliz.

Tropezó al estar por llegar, cayendo aún costado del libro. Pero no pareció importarle o haberse ocasionado dolor alguno, por qué al contrario, su sonrisa se agrandó.

Con toda la rapidez que pudo tomó el libro entre sus brazos y lo abrazó con las pocas fuerzas que poseía su delgado cuerpo. No sé decirles cuando tiempo permaneció así, simplemente apretando contra sí mismo aquel objeto tan importante para él. Lo que sí puedo decir es que hubiese tardado aún más si no fuese por una gota de agua que aterrizó sobre su nariz sacandolo, de ese modo, de su trance.

Por inercia, el joven dirigió su mirada al cielo, pues de ese lugar había caído. Se quedó sin habla al notar que ya no era blanco, sino gris. Unas extrañas cosas grises oscurecieron el cielo. E instantes después de este comenzó a caer agua.

Agua que cae del cielo.

¡Lluvia! Bonnie había leído acerca de aquel increíble suceso que creía mitológico. ¡Pero ahora estaba ahí! ¡Estaba lloviendo! Se olvidó del libro en cuestión de instantes y lo dejó en el suelo para luego pararse de un salto y extender sus brazos para mojarse con mayor libertad. ¿Emoción? No, esa palabra se quedaba corta para describir lo que el joven sentía en esos momentos.
    Reía abiertamente disfrutando del agua que empapaba su rostro y todo su cuerpo. Nunca había experimentado algo igual. Su vida estaba mejorando, estaba siendo feliz. Oficialmente, se sentía vivo.

No, retiraba lo dicho: no era simple agua cayendo del cielo. Era algo más, magía, o arte en una física representación: algo encendiendo su vida, como un interruptor finalmente le permitía vivir de verdad.

De un momento a otro se encontraba acostado en el blanco suelo con las piernas y brazos abiertos sin conseguir borrar la sonrisa que poseía. Inclusive cuando la lluvia finalizó se mantuvo en esa posición por algunos minutos más.

Sea lo que sea que haya provocado aquel inigualable acontecimiento, le agradecía infinitamente por permitirle vivir una experiencia tan mágica. Por lo menos para él, que nunca la había visto.
    Se puso de pie tomando a su vez a su compañero, sorprendiendose de que el dicho no estuviera mojado en lo absoluto. Pero no le tomó demasiada importancia, ya que estaba seguro de que aquel no era un libro cualquiera.

Minutos después el empapado Bonnie que sonreía embobado se encaminaba de regreso a su hogar para tomar una ducha y ponerse ropa seca.

Mientras realizaba lo antes dicho dejó con cuidado a su amigo en la cama. Y cuando terminó de cambiarse lo encontró abierto junto a un objeto que jamás había visto a un costado. Tomó el libro y leyó lo que tenía de nuevo sintiendo su corazón acelerarse por la emoción.

"Paraguas. Sirve para protegerse de la lluvia. Es lo suficientemente grande para dos personas."

"Algún día lo usaremos juntos. Lo prometo."

Sintió sus ojos llenarse de lágrimas ante lo leído y abrazó el libro que tanto amaba. Bonnie estaba seguro de que la promesa que realizó sería cumplida, y él haría todo lo que estuviese en su alcance para asegurarse de que así sea.

—Gracias...—musitó para después besar el libro.

Bonnie leyó que las personas que se amaban se besaban y era como una muestra de amor.
    Quizá ahora fuese de manera indirecta, pero algún día podría "demostrarle" su amor frente a frente. No tenía duda de ello. Pues creía ciegamente que el amor superaba fronteras. Y él, ya amaba a "BS". O eso creía, por que después de todo el jamás había experimentado el amor. Pero si tuviera que dar su vida para conseguir ver a escritor del libro lo haría sin titubear. Y desde luego, eso era amor. O por lo menos algo muy parecido a eso.

—Te esperaré, BS.

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