03: ¿De qué color es la esperanza?

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Tres días, cuatro, o quizá una semana entera había transcurrido desde aquel inigualable día en el cual Bonnie fue feliz. Tan feliz que creyó que era un sueño. Tan feliz que olvidó por completo lo que era la soledad. Y tan feliz que cuando volvió a experimentarla ya no podía lidiar con ella.

Desde aquel día, BS no había vuelto a comunicarse. Y decir que Bonnie estaba sufriendo por ello sería quedarnos cortos de palabras.
¿Qué sí estaba asustado? ¡Claro que sí! Terriblemente asustado. Porque, ¿qué se supone que haría si jamás vuelve? No, no y no. Prefería no pensar en ello.
     Pasó horas y hasta días frente al inmenso libro solamente esperando que algo nuevo apareciera en él. Sin embargo, la esperanza de que eso sucediera moría conforme el tiempo pasaba y su deseo no parecía querer cumplirse.

—Sólo una señal...—sus cansados ojos se cargaron de pequeñas lágrimas que asemejaban lindos cristales.—una señal de que sigues aquí.

Sólo pedía eso. Una señal que le hiciera entender que estaba a su lado como lo había dicho. Una señal de que no estaba sólo. Una señal que le dijera que seguir con vida era algo que valía la pena. Sólo pedía una pequeña y simple señal. ¿Qué tan difícil era hacer que una página se mueva, que un viento sople o que un objeto caiga para alguien que hizo llover y aparecer objetos? Él sólo quería saber si estaba bien... Sólo eso.
    Pero, su petición no fue concedida y Bonnie podría echarse a llorar a mares justo en esos momentos. Sin embargo, por su mente pasó aquella frase pronunciada por la melodiosa voz que tanto añoraba: "el Bonnie que conozco no es cobarde." y reaccionó. Pensó que quizá, y sólo quizá, todo aquello podría ser parte de una prueba que verificaría sí era fuerte; sí era alguien digno de una persona tan especial como BS. Sí, de seguro era eso.

Así que, ejerciendo mucho esfuerzo, consiguió contener sus lágrimas y cerró el libro dispuesto a demostrar valentía, aunque no la poseyera.

—¡S-Seré fuerte! ¡Lo prometo!

Lo sería por él y sólo por él; Sería fuerte por amor. Porque había descubierto que el amor fortalecía, mientras que la soledad debilitaba. O por lo menos esa era la manera en la que a Bonnie le gustaba percibir las cosas. Ya que era amigo de la misma desde que tenía uso de la razón e incluso desde mucho antes. De esa que te impulsa a llorar hasta que sientes que éstas seco por dentro y te obliga a dormir para aliviar el dolor, de esa que mataba de manera lenta y dolorosa tus esperanzas de que algún día eso llegará a cambiar. Pero ahora ya no era así, porque sabía que en algún lugar el universo existía alguien que le amaba y cuando las personas poseen amor consiguen ser felices, así que la soledad y la tristeza simple y sencillamente se esfuman.
    Por eso, él lo esperaría el tiempo que sea necesario. Tendría paciencia y valentía. Y dejaría la cobardía a un lado. Así que decidió salir de la habitación y darle tiempo al tiempo. Dejar al libro e irse dispuesto a esperar y sólo eso.

(...)

No tuvo que pensar en que era lo primero que haría, pues su pequeño estómago exigía algo de comida de manera urgente. Últimamente se encontraba demasiado inmerso observando el libro —y aquí entre nos, yo creo que de manera inservible, porque por concentrarse en las páginas no se percató del cambio que albergó a la portada— que olvidó por completo satisfacer sus necesidades básicas, como dormir y comer.
    Así que bajó las escaleras y se encaminó a la cocina. O por lo menos esos eran sus planes, pues no se imaginaba que el resonar de la puerta siendo golpeada desde el exterior le impidiera completar su recorrido.
    Oh, genial. La primer prueba de coraje. O bueno, por lo menos así prefería verlo él.

De manera inevitable el escalofrío lo recorrió de pies a cabeza sin que pudiera hacer algo para evitarlo. E instantes después se encontraba inhalando y exhalando con el fin de regularizar su pulso. Pues aunque intentara ser valiente, eso era algo que no podía obtener de la noche a la mañana.
     Se repitió a sí mismo vez tras vez las palabras Soy fuerte y a paso lento se dirigió a la blanca puerta que en ningún momento dejó de sonar. Mientras lo hacía no podía pensar en absolutamente nada. Y por lo mismo no se llevó ninguna desilusión cuando al hacerlo no encontró nada.

Aún así suspiró con una gran pesadez antes de sentarse en el suelo con los pies fuera de casa y cerró sus ojos, aquellos ojos que sin que se diera cuenta, ya no eran los mismos de antes. Y no, no estoy hablando de manera metafórica.
    Pensó en todo: Desde su primer recuerdo, su desayuno de hace tres días, los libros que ha leído, en BS y en los que estaban a su lado, pensó en todo. En todo que al fin y al cabo no pensó en nada.

En un lugar en el que el tiempo no transcurre de la misma manera que en el nuestro es difícil decir cuanto fue el tiempo en el que él joven vagó por sus memorias sin objetivo alguno. Pero, si puedo afirmarles que fue mucho. Tanto que estuvo a nada de recuperar incluso algunos de sus vidas pasadas.
    Así que, cuando terminó, comenzó a abrir los ojos, con lentitud para no lastimarte con la odiosa claridad. Y lo primero que vio hizo que una gran sonrisa se posicionara en sus pálidos labios.

—Volviste...

Alcanzó a susurrar cuando observó que un camino de luces coloridas —turquesas, para mayor exactitud.— se encontraba frente a él. Guiandolo a algo nuevo, inexplorado y podía apostar que mágico.
    Quizá no se dio cuenta, pero desde la aparición de BS en su vida no solo su mundo cambió. Sino también él. Tanto interior como exterior.

Interior, porque antes del aludido, Bonnie jamás hubiese salido corriendo de casa con tanta alegría como lo estaba haciendo ahora.

Y exterior... porque, ¡Oh, queridos míos! ¿Qué decir del exterior? O mejor dicho, ¿Qué no decir del exterior?

Y bueno, tal y como les dije, nuestro pequeño corrió y corrió, y rió y rió. Como un infante que se dirige a las atracciones de la feria, o como un joven que corre a los brazos del amor de su vida, o como un anciano: un anciano que vivió su vida de buena manera y ahora corre por un túnel hacía una luz sabiendo que al llegar a ésta descansará eternamente.
     Y así lo hizo, mientras que por su limpia y linda mente sólo podía pensar en una interrogante:

¿De que color era la esperanza?

No lo sabía y quizá nunca lo haría. Especialmente porque la esperanza no tiene un color en concreto. Pero lo que sí tenía claro, era que si le preguntaran cual era su color favorito diría sin titubear que esperanza.

Porque el color de la esperanza, era él.

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