04: Ojos Blancos.

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No diré: "no llores", porque no todas las lágrimas son malas.
-J.R.R Tolkien


Creo que la escena que observé ha sido de las más enternecedoras que he tenido que ver —y eso considerando que he observado cosas desde hace millones y millones de años luz—, porque ¡Vamos! ¿a quien no le parecería adorable ver al pequeño Bonnie corriendo como un gato que observa una luz y pretende agarrarla? Porque, literal, es lo que está haciendo.

Suelta una delicada risa cada que llega a una nueva y ésta desaparece al instante. Hasta que llega un punto en el cual se le ocurre voltear la mirada hacía atrás y se da cuenta de que perdió de vista su casa. Sin embargo no le da importancia y continúa siguiendo el camino de luz, o como el prefiere llamarlo, el camino de la felicidad.

Enumeraba cada una de las luces flotantes, pero al rededor de la número 78 perdió la cuenta, así que no puedo decirles con exactitud cuantas pasó antes de llegar a la que parecía ser la última. Puesto que el camino ya no continuaba.
     Estaba ansioso. Demasiado, diría yo. Durante todo ese tiempo el de cabellos largos jamás apartó la vista del suelo. Y ahora debe hacerlo, por lo cual no puede con tantas posibilidades que se encuentran sobre él, ¿qué será lo que encontrará?
   
Y cuando eleva la mirada. Oh, Dios, Bonnie desearía repetir en bucle durante el resto de su vida aquellos irremplazables segundos en los cuales, de la nada, el blanco comenzó a transformarse en colores. Múltiples colores. Era como un torbellino de ellos que llegaban a chocar con otros y formaban objetos que sólo sabía de su existencia gracias a los libros.

Estar maravillado era poco para él. Árboles, flores, arroyos y un sin fin de cosas quedaron a la vista. Y como si fuera poco, los colores que aún flotaban sin rumbo comenzaron a girar hacia una misma dirección generando tal intensidad de luz que el chico se vio obligado a cerrar los ojos por un instante. Hasta que sintió que todo volvía a la claridad original.

Y cuando abrió los ojos, lo vio por primera vez.

Y el tiempo pareció detenerse.

Frente a él, se encontraba una persona. ¿Se imaginan? Vivió toda su vida en plena soledad y ahora, así como así, de manera mágica e inexplicable, apareció alguien lleno de color, de vida. Un opuesto a él, que era sólo un color blanco más de aquel mundo monótono.
     Se congeló en su posición, una parte de él anhelaba correr, saltar, gritar y llorar para después acudir a lo desconocido —esa parte de él salió a flote gracias a BS—, pero la otra aún era un niño asustadizo que prefería encerrarse en una habitación ignorando que fuera de ella podría haber un mundo mejor. Y por eso, no sabía como reaccionar.

La persona que estaba con él, tenía el cabello turquesa. Y fue ahí cuando Bonnie notó la igualdad entre ese color y el que albergaba al libro que reposaba en casa. Entonces, las piezas del rompecabezas encajaron a la perfección para Bonnie.

...¿BS?—dijo a penas, con un hilito casi inaudible de voz.

Y como respuesta, obtuvo una sonrisa que él más bajo guardaría en su memoria hasta los últimos días de su vida. Además de que, una de las coloridas manos de aquel extraño señaló a un punto detrás de Bonnie. Con temor por sobre todo, se giró hacia el lugar antes indicado. Y vaya, tal parecía que en ese día jamás acabarían las sorpresas. Porque aquel libro turquesa de encontraba a su espalda.
    Con rapidez, cambió la dirección de su mirada dilatada, para dirigirla una vez más a su contrario. Que ahora, portaba un libro blanco entre sus morenas manos. Este se dispuso a darle la vuelta para dejar a la vista la portada. Qué como el resto, era blanca. A excepción del título, cuyas letras eran de un intenso color magenta.

Se precipitó y tomó entre sus manos el libro que descansaba en el suelo a un costado suyo. Notando, al fin, que las letras de BS habían dejado de ser de aquel admirable verde esmeralda. Pues ahora eran de un simple y horroroso blanco.
     Observó los ojos del más alto. Y quiso llorar cuando comprendió todo.

Estaba robando su color. Su vida.

Y por ello, aquellos ojos que algún día eran hermosos, se transformaron para perder toda la gracia que alguna vez los caracterizó. Ahora eran vacíos, no expresaban nada. Eran unos simples ojos blancos.
     Esa sensación de creer que llevas . destrucción allá donde vayas, sentirte responsable de todo lo malo que pasa, pensar en ti como simple basura inservible. En esos momentos se sentía justamente eso: Basura que debía ser desechada cuanto antes. ¿qué clase de persona era? ¡Le estaba quitando todo a alguien no había hecho más que hacerlo experimentar la felicidad!

La persona, que a pesar de todo aún era un desconocido, se sentó sobre aquella sustancia sólida color verde que, según Bonnie había leído hace un tiempo atrás, llevaba por nombre césped.
    Era curioso ver como de su lado, todo era de color y vida. Mientras que de la mitad en la cual yacía Bonnie, todo era común y de perdición.
     Una vez en el suelo, quien parecía ser BS, abrió el libro que ahora reposaba entre sus piernas dobladas, y con un bolígrafo, se dispuso a escribir por algunos momentos.

Y cuando finalizó, esbozó una sonrisa al son del cual el libro turquesa se abría entre los delgados brazos de Bonnie. Pero sus inseguridades le impidieron leer lo que nuevo que había sido agregado.

Pequeñas lágrimas escaparon por sus ojos ahora magentas, pero es difícil saber el motivo de estas. Si era por temor, tristeza o alegría. O quizá era una extraña mezcla de todas las anteriores.
    El de cabellos turquesas estiró un poco su mano extendida. Hasta que chocó contra un cristal que hasta el momento había sido imperceptible por la mirada del contrario. Y con aquella expresión en el rostro que parecía ser la más calmante del universo mismo, fue como Bonnie olvidó todo lo demás y se acercó a aquella silueta.

Y, con mucha lentitud, finalmente se sentó frente a aquel. Y vió que era una persona hermosa. Sería perfecta si no fuera por esos ojos, que por desgracia, él se encargó de arruinar. Dejando atrás sus inseguridades, colocó su pequeña y pálida mano sobre la colorida detrás del cristal.

Y eso era lo que los separaba. Un simple cristal.

Porque comúnmente lo que los separaba era un universo. Un simple universo.

Sonrió con total sinceridad, pues ambos estaban ahí, disfrutando de la presencia del otro de manera semi-física por primera vez en toda la vida. Y eran felices, porque uno creía amar, y el otro amaba plenamente.
     Las gotas siguieron cayendo por su rostro sin poder frenarlas. Porque se sentía querido, amado, protegido y completo.
    Porque, quizá, después de todo la vida tenía un motivo. Quizá él no estaba ahí por simple casualidad. Quizá todas las personas llegaron hacía donde están con un propósito. Y quizá las personas estaban conociendo su historia para comprender todo lo que él estaba comprendiendo.

Porque, al fin y al cabo, ¿Ustedes como ven la vida?

¿Como un simple juego al azar?

¿O como algo más bello creado por el destino?

Con toda la experiencia, me atrevo a asegurar que las personas que toman sus existencias por la segunda opción, llegan a ser más felices. Y el pequeño Bonnie es una de las muchas pruebas de ello. Porque, cuando el azar pasó a ser destino, él finalmente pudo sonreír tal y como lo hacía ahora.
     Pero, todo lo bonito llega a su fin. Y así como llegó aquel nuevo mundo, sin aviso y de la nada, se fue del mismo modo. Y él no lloró por ello. Porque sabía que ahora, el universo volvería a juntarlos, ya que estaban destinados a pasar el resto de la vida juntos. Se preguntó, entonces, que pasaría sí esa barrera que los dividía se rompiera y sus dedos pudieran llegar a los suyos. Tal vez algún día lo sabría. Tal vez un día no tan lejano.

Y bueno, cuando todo volvió a la normalidad, Bonnie se atrevió, al fin, a leer lo que BS había escrito para él minutos antes.

Estaría dispuesto a sacrificar mi existencia para crear la tuya, vida mía. Porque después de todo, para eso conspiró el universo.
-BS.

Y con el rostro iluminado por una radiante sonrisa, se dispuso a regresar a casa siguiendo el nuevo camino de luces que aquel chico había puesto únicamente para él.

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