06: Aviones de papel.

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BS, o mejor dicho, Bon Smith, no hablaba de manera metafórica cuando dijo que le regalaría la lluvia y las estrellas. Porque desde aquel día, las noches de Bonnie podían distinguirse a simple vista. Puesto que aquel cielo admirable hacía su aparición diariamente horas antes de que sus ojos comenzaran a pesar debido al sueño.

Y justo por ello ya no existían las noches en las que él se durmiese sin una sonrisa adornar su rostro ligeramente colorido, pues le bastaba apreciar aquel firmamento cubierto de estrellas para recordar que él lo cuidaba siempre, y eso era motivo de sobra para estallar en alegría.
     Bon le había dicho que las estrellas no eran simples rocas a distancia como los libros de la biblioteca aseguraban. Sino que eran algo más especial, solía decir que cada una era distinta, a pesar de lucir idéntica a las demás. También mencionaba que todas ellas tenían una historia que contar y que él las admiraba por ser más felices que cualquier otra cosa. Pero eso Bonnie no lo creía, porque era imposible que alguien fuese más feliz que él, por tener la gran fortuna de contar con BS en su vida.

Tampoco era muy extraño que de vez en cuando aquellas gloriosas gotas de agua cayeran del cielo, a veces tan sólo eran pequeñas cantidades, casi nulas a decir verdad. Y en otras ocasiones era a tal grado que Bonnie llegaba a temer que su hogar fuese a inundarse. Sin embargo, seguía emocionandose como la primera vez cuando aquel arte en forma de agua comenzaban a bajar.
     A Bonnie le gustaba compararlas con pequeños cristales, porque eran igual de hermosas que unos. Ambos reflejaban sinceridad y bondad, o quien sabe, ¡Quien fuera él! Par encontrar valores y positivismo en todas las cosas.

Hoy, las estrellas lucían especialmente relucientes para el menor que yacía en el tejado de la inmensa casa. Siendo sincera, me sorprendió que lo notara, porque es verdad que el día de hoy el firmamento se encontraba más hermoso que ayer. Pues era resultado del nacimiento de una nueva estrella llamada FC.
     Y aunque me encantaría contarles acerca de ella, pues posee una historia bastante interesante —que, aquí entre nos, es de mis favoritas.—, me limitaré a continuar narrando acerca de aquel joven de hebras, temporalmente, lilas que como ya había mencionado, observaba el cielo nocturno desde la cima de aquella casa.

Con él se encontraba el libro celeste pastel y un millar de hojas blancas sueltas. En compañía de uno de aquellos bolígrafos negros que tanto amaba.
     Sonreía sin motivo en especial —Porque no se necesita un motivo para mostrarle al mundo una sonrisa, y eso ya lo tenía claro aún cuando no había más mundo—, al son de cuál comenzaba a dibujar sobre aquel papel una de aquellas luces que lo guiaron hacía el verdadero BS por primera vez. No es como si fuese el mejor dibujante, es más, sus obras a penas contaban con entendimiento. Pero, las realizaba con mucho sentimiento de por medio. Y eso era más que suficiente para que yo las encontrase hermosas.

Una vez finalizado el dibujo, dobló la hoja para, de este modo, formar un avión que, lo viesen por donde lo viesen, todos asegurarían que no se elevaría ni siquiera un par de centímetros del suelo. Debido a los dobleces mal hechos con los que fue realizado.
     Aún así, él decidió probar e impulsar el susodicho hacia el frente. Y sorprendentemente, aquel vuelo se llevó a cabo con excelencia. A tal grado que se perdió de vista al poco tiempo.

El de orbes magentas sonrió para sus adentros al ver a su avión volar y volar: Ser libre, como él. Porque sí, finalmente y por primera vez en toda su existencia, se sentía libre.
    Se disponía a realizar otro dibujo, sin embargo fue detenido por algo que se acercaba a lo lejos, aquellos ojos coloridos que serían capaces de enamorar hasta al guardián más duro se entrecerraron para poder visualizar mejor lo que de lejos se acercaba.
     Hasta que cayó en la cuenta de que se trataba de su avión que volvía hacia él. Porque, después de todo, todo vuelve a donde inició al final del día. Nada es eterno, polvo fuiste, y en polvo te convertirás.

Se mantuvo en su posición hasta que el pedazo de papel aterrizó en su regazo. Así que, sin preámbulos, el menor se dispuso a tomarlo entre sus delgadas manos para después desdoblarlo, pues en el fondo ya se esperaba una novedad dentro del mismo, y como lo suponía, su dibujo había cambiado.

Ahora, ya no era una simple forma mal hecha a tinta negra. Sino que poseía color, era un coloreado simplemente perfecto. Que poseía todos los efectos de sombra posibles y un realismo sin igual.
     El de cabellos lilas lo observó admirado por un par de minutos, al tiempo del cual acariciaba por encima con la yema de los dedos poseyendo una infinita cautela y precaución para evitar arrugar más aquella obra de arte. Hasta que salió de su trance, y con la emoción de un niño en una tienda de caramelos, la dejó a un lado y tomó otra limpia para comenzar un nuevo dibujo para que BS pudiera colorearlo.

Ahora, los trazos sobre el papel formaban, a duras penas, aquel estante del cual hacía ya un tiempo atrás había sacado al —en ese entonces— libro turquesa brillante, y en el que además yacían un sin fin de otros semejantes. Pero sin duda, ninguno más hermoso que BS. O por lo menos así lo creía él.
     Repetía el mismo proceso una y otra vez. Deleitándose con cada color nuevo que se agregaba a sus dibujos, que ahora sólo era para aquel ser que amaba.

Se le fue toda la noche en aquel acto. Mandando innumerables aviones de papel y observandolos con total admiración al tenerlos devuelta en sus manos. Hasta que aquel cielo obscuro comenzó a esfumarse dando paso al amanecer. Bonnie mando un último dibujo antes de planear darle la bienvenida a un nuevo día que recibiría con los brazos abiertos aún cuando su cuerpo no descansó ni un sólo minuto.

Aquel dibujo final fue el que realizó con mayor sentimiento de por medio. Pues constaba de ellos dos, caminando juntos bajo aquel paraguas que le había obsequiado hace un tiempo. Se había inspirado en la promesa que su contrario había ejecutado al decir que algún día lo usarían juntos.

El avión volvió. Y el menor lo tomó con gran entusiasmo. Pero aquella sonrisa gigantesca que adornaba su rostro desapareció cuando desdobló el pedazo de origami y se encontró con la sorpresa de que, en efecto, el dibujo había sido coloreado, sin embargo, ahora, bajo aquel objeto sólo se encontraba él. Pues mágicamente el retrato de Bon había sido eliminado del papel y parecía jamás haber estado ahí. Pues no existía ningún rastro que afirmara lo contrario.

Sin embargo, dejó toda confusión para volver a estar sonriendo cuando el amanecer finalmente hizo su aparición, pero ahora el cielo era de un color celeste con una esfera gigante y magestuosa de color amarillo que apenas y podía verse a causa de lo reluciente que era.
    Bonnie se dejó llevar para disfrutar en grande de aquel nuevo regalo.

Pero, ¡Oh, pequeño! ¿De verdad jamás te has preguntado que pasará al acabarse el color de tu ser amado? ¿Cuando él no tenga nada más que obsequiarte?

Oh, niño. Dulce e inocente niño.

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N/A
¡Oh, querida mía! Hoy, las letras lloraban, ¿te diste cuenta? Ellas no gritaban tu nombre mientras tarareaban las más de mil razones por las cuales eres perfecta. No. Hoy suspiraban y lloraban en silencio mientras cantaban una melodía triste, porque hasta ellas, doncella mía, se dieron cuenta de la falta de amor con las que fueron creadas.
     Pero, ¿como podrías esperar que todo fuera igual? Si ya es claro que no es así. Cuando aquel recuerdo de tus mejillas abultadas se ve más lejano a cada minuto que transcurre en aquel viejo reloj de pared que adorna las puertas cerradas de aquel lugar que fue testigo del nacimiento de mi amor.

No. Ya nada es igual. Porque mientras escribo esto, lloro, sí. Estoy llorando, aún cuando mi rostro está seco y mi expresión se mantiene neutral. Estoy llorando porque las letras lloran. ¿Puedes tú acaso decirme por qué lloran? ¿Por qué lloran, alma mía?
 

  Porque su musa de fue. Porque en realidad jamás estuvo. Sólo fue una ilusión creada por esta torpe mente que anhelaba decirte todo lo que aquí escribo. Aún cuando se que jamás leerás esto.

Entonces debo de disculparme, pero no contigo, sino con ellos. Ellos que, aún sin darse cuenta, me han acompañado mientras divago en este mundo expresando mi más sincero sentimiento por ti.
     Ellos que han sentido a Bonnie, ellos que, inconscientemente, nos han sentido a nosotras. A ti, más que nada.

Así que permíteme, querida amada, tomar un espacio de este libro para disculparme con ellos, por no brindarles el mismo amor en este fragmento. Aún cuando es de los más importantes en nuestra inexistente historia que quedará perdida entre tantas hojas que este mundo guarda. Tal y como las historias de las estrellas que se perdieron, y por ello todos creen que son simples rocas en llamas a lo lejos, todos, excepto nosotras.

Así que, perdonadme, amados lectores. Por no dar lo mejor de mi en esta parte. Aún cuando lo intenté desde lo más profundo de mi alma.

Perdonadme, si no disfrutaron de ésta parte. Si no sintieron a Bonnie y a sus sentimientos. Pero las flores se marchitan. Y duele hasta que son reemplazadas, sin embargo aquella flor de lirio no tiene remplazo. Así que dolerá hasta que se aprenda a vivir sin ella.

Perdonadme.

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