10: De aquí, a la eternidad.

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Último
(Aunque esa palabra
no es la indicada. Ellos
son eternos).

X:
O también conocido
como el final, que marca un
nuevo comienzo.


Las pequeñas gotas de agua caen con cautela y chocan contra el cristal de la ventana, en donde continúan su recorrido con menos fuerza deslizándose por toda su extensión, provocando que su tamaño se reduzca cada vez más.
    Desde adentro, el ser de colores brillantes observa con melancolía la ingrata lluvia, que continúa haciéndose presente como si la ausencia de de Bon Smith no fuese importante. Como si se burlase de él diciendo «¡Mírame! Yo sí soy feliz».

O quizá no es así, y tal vez el único propósito de la lluvia es consolarlo acompañándolo en su inmenso dolor. Porque mientras observa se encuentra llorando, llorando como si no hubiese un mañana.
     Duele demasiado, pero no, no es esa clase de dolor punzante que alberga las lastimadas rodillas de un infante luego de caerse por correr al jugar a las atrapadas. Más bien es un dolor semejante al de una hija derramando lágrimas inconsolables sobre el ataúd en el que se encuentra el cuerpo asesinado de su madre, aquella mujer que estuvo con ella toda la vida y ahora es incapaz de abrir los ojos. Esa clase de dolor que alberga a una persona mientras observaba como el amor de su vida se aleja cada vez más, y a pesar de ello no se siente capaz de detenerlo y solo lo ve marchar, mientras el corazón se apaga en sincronía de la partida de su ser querido...

Toca sus labios como si de un tesoro se tratasen, recordando aquel beso en el que ambos cuerpos se fusionaron en perfecta armonía. Ese en el cuál —por lo menos él sí— sintieron una explosión de emociones, como si galaxias ingresaran a sus seres llevándose a la persona que eran antes, y a cambio dejando una nueva entidad ajena a ellos, alguien diferente, una persona más viva y dichosa. Una que parece querer llorar sangre y grita desesperado intentando volver a poseer aquel cuerpo.
    Porque Bonnie parece haber encerrado a esa persona que comprende que la vida es maravillosa en el rincón más oscuro de su alma impiendole salir a flote y llegar a la realidad. Puesto que no se cree digno ser feliz como lo es esa nueva esencia, no se considera capaz de volver a sonreír si Bon no se encuentra a su lado. Volvió a ser aquel chico temeroso e infeliz, y ahora se encuentra ahí, derramando tristeza con insulsas lágrimas.

La sombra de BS parece estar aún allí, cuidándolo. Él ser de color lo sabe, sabe que es imposible que haya podido dejarlo solo. A veces sonríe a la nada, pensando que aquel podría estar frente a él. Pero luego vuelve a romper en llanto con gotas mágicas brotantes de su ser.
    Puede recordar con exactitud aquella mirada blanquecina, esa que parece penetrarle el alma y quemarlo vivo. Se siente culpable: le arrebató todo su belleza, su vida. Y quizá por ello él está ahí, y Bon no. No deja de creer que es su culpa. Él no merece seguir vivo, aunque la verdad es que, sin Bon, no está realmente vivo.
    
Porque, ¿Qué es la vida, después de todo?

[...]

Los días pasan frente a sus ojos, el sol sale con todo su esplendor sin importar que él se encuentre con los ojos de tono carmín y piel más pálida de lo usual. Las noches también se hacen presentes, con estrellas relucientes y la brillante luna que se refleja en las aguas calmadas del lago que puede visualizar desde aquel lugar. También hace contraste con su mirada, esa apagada y de brillos ya inexistentes. No resplandece, aún cuando a simple vista posee los más intensos y cautivadores colores reinando sus orbes magentas.
    Quizá la noche es el momento en el cual los recuerdos lo asaltan más de la cuenta, es cuando su alma vierte el doble de gotas de dolor, a causa de su ausencia, de aquella mirada que cada vez luce más lejana.

A olvidado el propósito de la vida, parece estar muerto, realmente no ha hecho más que cuestionar a la oscuridad si volverá a florecer algún día. Sin embargo, todo da señales de que la primavera jamás regresará a tocar su puerta. No lo hará, por más tiempo que pase en la biblioteca buscando entre los miles de libros uno solo. No lo hará, aunque su corazón se desgarre al no tener éxito en su misión. No lo hará, porque sencillamente, no lo hará.

La oscuridad cae, cae. Así que me dispongo a decir: ¡Hola, luna! Hoy lo tienes ante tu presencia una vez más, ¿Te das cuenta? Hay terribles ojeras bajo sus ojos, está perdiendo peso, no comer podría matarlo en cualquier momento. Sin embargo está aquí, una vez más. Dispuesto a suplicar a lo que sea que esté allá arriba una nueva oportunidad.
     ¿Tú qué opinas? Tú que has sido testigo de su emoción, de su amor y desamor, de su alegría y de su desesperación por largas e infinitas noches. ¿Puedes ver que su cuerpo tiembla? ¿Será a causa del frío? ¿O tal vez porque no ha dejado de llorar desde el amanecer? Tú sabes que añora volver a verlo, se encuentra desesperado por no tenerlo a su lado, parece una estrella infinita, acompañando el dulce cantar triste de un coro de ángeles.

Ahí va, otra noche más pidiendo deseos a la nada, qué realidad tan absurda y difícil, ¿Verdad? Pero así es la vida, llena de anhelos y desilusión.
      Él siempre pide lo mismo, cada día. El poder estar junto a Bon Smith, el que puedan ser felices de nuevo, entrega su corazón y pide que se le levante ese cruel castigo al que fue sometido, para que logre vivir, dentro de su ilusión, la felicidad.
     Pero sus plegarias jamás parecen ser escuchadas, parecen irse lejos en compás del frío viento. Se alejan cuando las nubes de melancolía se ponen en el cielo para ocultar las estrellas y la luna, como si se escondieran, como si no quisiesen verlo. Entonces Bonnie prefiere pensar que duerme con la ventana abierta, para que la lluvia se encargue de besar sus labios con débiles gotas, tratando de transmitir un amor, saboreando dolor y ausencia, pues los recuerdos vivos lo taladran de manera feroz y directa. El tiempo y los días que transcurren no parecen querer perdonar y restaurar un corazón que se va sumergiendo en un mar de soledad.
 

Jamás llora durante la noche, no puede hacerlo, pero la lluvia le ayuda con eso mojandole el rostro y sus tristes pensamientos, cuando eleva sus ojos cansados y desesperados al firmamento oculto, soltando plegarias una vez más.

Pero hoy, sus deseos parecen haber evolucionado, parecen aceptar que el ayer hoy es pasado, que todo es diferente ahora.

Hoy día, se encuentra agradeciendo, el haber llegado a verlo, esos ojos maravillosos que por instantes asomaron la luz que él reflejó.
     Agradece haber suspirando, reído y llorado, gracias a él.
      Agradece haberlo amado, con cariño tan puro como agua cristalina, generando pensamientos y alegrías.

Y luego, súplica una vez más.

Antes de quedarse dormido, anhelando esta vez sí ser escuchado a la lejanía, a pesar de que ahora su voz salió más débil y apagada a causa del cansancio, de la debilidad. Aunque lo hubiese intentado, ya no podría volver a caminar o gritar, no está en condiciones, su cuerpo se encuentra muy descuidado, casi moribundo. Por ello, cuando cerró los ojos, me fue difícil saber si solo dormía, o ya se había marchado para la eternidad. Quizá él solo anhelaba dormir luego de pasar noches sin lograr hacerlo, pues estaba seguro que lograría verlo en su sueños, que se encontrarían y disfrutarían el sabor mágico de sus labios como en aquella ocasión, guiándose por sus latidos, alejándose del dolor de sus existencias. Porque ellos eran transparentes, vivos a causan del amor y alegría.

Oh, parece que Bonnie en realidad si está dormido.

Si, seguro es eso. Después de todo, eso es lo quería en realidad.

Digo, no por nada anheló, antes de eso, intercambiar roles con Bon Smith. Pidiendo que aquel ser volviese a existir, sin importar que a consecuencia, Bonnie tuviese que irse. Porque ya nada de eso le importaba, al parecer ya no quería estar a su lado, ahora, solo rogaba al universo que BS, esa persona que lo hizo experimentar la felicidad, emoción y el amor, pudiese sonreír de nuevo, vivir y disfrutar del mundo alucinante de los libros que ahora era una realidad. Porque él de orbes magentas no podía hacerlo, porque él solo podía sonreír si Bon también lo hacía.
      Por eso cerró los ojos en paz, pues en el fondo algo le decía que su voluntad sería concedida. Y por lo visto, el universo se encuentra muy orgulloso, el sol y la luna parecen intercambiar miradas con complicidad, de forma poética y con un amor profundo.

Oh, Bonnie. Pequeño Bonnie. Yo también estoy muy orgullosa de ti: fuiste creado por el destino —como todas las demás cosas—, más la vida no te hizo perfecto, porque si así fuese, ¿Qué sentido tendría? La cobardía resultó ser tu peor defecto, y con ella viviste toda tu vida. Siendo egoísta y buscando tu propia felicidad, cuando lo que debiste hacer era buscar la de aquella persona que amaste, sin importar la tuya.
      Pero ahora, querido, bello ser imperfecto, pareces resplandecer, ser perfecto, aún sin serlo. Porque has pedido el deseo correcto. Y por ello ahora puedes sonreír en medio de tu ensoñación, porque las oraciones y ruegos que brotan de tu alma llegaron a quien necesitaban llegar, y ahora tienes paz, sabiendo que llegaste a lo correcto: anhelar que sea dichoso, que sea feliz, y solo así, tú también podrás hacerlo.

Querido, ahora tus cansados párpados parecen descansar al fin. Y no pretenden volver a abrirse pronto. No, ya no.
     Los colores del exterior parecen brillar con mayor intensidad, pero Bonnie ya no puede verlo, porque ahora duerme, duerme.

Al final, todos en algún momento debemos hacer eso, dormir.

[...]

¿Qué es la lluvia, en realidad? Me he cuestionado un sin fin de veces, ¿Por qué en ocasiones trae felicidad, y en otras más desdicha? ¿Por qué los humanos intentan capturarla en sus insulsos cuadros y fotografías? ¿Por qué simplemente no la dejan ser? Así, libre. Como debe ser.

     ¿Por qué la han normalizado tanto? ¡Por Dios! ¡Si es un suceso alucinante! Bonnie siempre se deleitaba cuando la observaba llegar, cuando sentía el contacto de las gotas chocar con su piel. Porque para él siempre sería verla como la primera vez, ¿La recuerdas? ¿Tú primera lluvia? ¿Puedes traer a tu memoria los fragmentos de felicidad cuando saltabas sin preocupación por los charcos de agua sucia ocasionada por la fusión de la mágica agua brotante del cielo y la tierra? ¿Por qué ya no lo haces más? ¿Por qué ya no te emocionas como solías hacerlo en tu infancia? ¿Es que acaso la sociedad te ha vuelvo monótona? Oh, que desdicha.

Nada sucede, nada. Bonnie parece dormir, mientras es llenado de frías gotas que se pierden entre su pesado cuerpo. No despierta, es mojado y lastimado, más no despierta. Simplemente no lo hace, no hasta que la lluvia parece cesar, al fin.
     Se fue, en compañía de una voz lejana, como si fuera un simple delirio. Era una voz divina, que luego se escuchó muy cerca, como un susurro hermoso. Y sintió que el universo le daba una nueva oportunidad, una nueva luz, un nuevo despertar.

Así que lo hizo, despertó.

Y ahí estaba él.

Era Bon Smith que lo observaba en cuclillas a un costado, su amor le rodeaba, como un aura de luz. Su rostro era tan dulce, tan mágica, y su mirada... y su sonrisa.
      ¡De verdad él estaba ahí! Mirándolo como antes, con sus ojos esmeraldas —aunque, en realidad, eran blancos— y mejillas sonrojadas —no, la verdad es que eran pálidas—. Ahí estaba, con cabellos turquesas —blancos— y sonrisa incomparable. Le observaba, mientras sujetaba un gran paraguas que los refugiaba de la lluvia. Miró a sus alrededores, y ya no se encontraba en casa, sino a mitad de la nada.

Rodeado de un blanco infinito.

Tampoco habían nubes en el cielo, las gotas simplemente bajaban sin lógica alguna —lo cual es genial, las mejores cosas no tienen lógica—.
      Bon, aquel chico que ama, extiende su mano, y de manera automática el otro la toma. Pues la esperanza le sonríe, ahora posee un porqué, y es que el amor es su gran tesoro que ansioso lo espera ver de pie.
 

Un ángel parece haberle sacado del inmenso mar en el que se estaba ahogando. Un ángel de nombre Bon Smith. Sus manos se tocan, y desbordan un sin fin de sentimientos callados, con la misma esencia de antes: la de su alma fundiéndose con la suya. Después de tanto, sus miradas parecen volver a brillar, y sus cuerpos se han reconocido al preciso instante. Porque no importa el tiempo para el amor, solo basta con detener el innecesario vaivén del reloj y empezar de nuevo, como si hoy fuese ayer.

Sentirse cerca, vivos, juntos, es lo único que Bonnie necesitaba para volver a poseer la fuerza de antes, para dejar escapar a su yo feliz, dejarlo libre, para que se apoderada de él. Ambos se ponen de pie, cubiertos por lo indescifrable del paraguas, pues ahora la promesa está cumplida, porque yacen juntos bajo el, desguardandose de la lluvia.
    El corazón palpita agitadamente cuando sus manos se entrelazan, sin dejar líneas de partidas dentro de sus pieles.

A veces, en la vida es imposible obtener todo lo que alguna vez anhelamos. Sin embargo, con el tiempo aprendemos a ser felices sin la necesidad de eso. Y Bonnie lo tiene muy en claro mientras camina de la mano de Bon Smith sin remordimientos ni cuentas pendientes. Se siente libre, esa clase de libertad que nos alberga pocas veces en la vida. No sé explicarlo con claridad, pero creo que no es necesario para ninguno de nosotros que se escriba una descripción de la manera en la cual Bonnie, ese ser qué volvió a su color original, se siente. ¿Cierto? Si logré, a través de todo este relato, hacer que considerasen innecesario tratar de definir las emociones humanas, no será requerido gastar mi tinta para decir que nunca había experimentado algo semejante. Sus ojos jamás habían brillado tanto, dichos eran blancos una vez más, y aún así emanaban dulzura y belleza a cada pequeño parpadeo.
     Basta con decir que es feliz, verdaderamente feliz. Pues ama y es amado. Se siente completo a pesar de que el resto de colores físicos se apagan a cada paso que dan juntos. Pero sí. Es feliz. Porqué el color metafórico más importante y el único necesario se encuentra a su lado. Sonriendo enamorado. Para la eternidad.

Sus corazones viven felices, llenando de amor aquel vacío que por mucho tiempo abarcó sus vidas, sus ojos contemplan su belleza sin creerlo, pero no aquella física, sino la de su alma, pues parece ser que son capaces de traspasar la barrera del cuerpo, para amarse. Amarse de verdad.
    Caminan y caminan hacia un nuevo comienzo, para lograr ser víctimas de la metamorfosis más magnífica de todas las galaxias, esa en donde ambos se vuelven uno, para existir ahora en una nueva estrella del firmamento.

Porque, al fin y al cabo, ¿Ustedes que creían que eran las estrellas? ¿Simples rocas incendiándose a la distancia como los libros de ciencia terrestre asegura? Oh, ahora entiendo porque muchos no son tan dichosos como podrían llegar a serlo. Permítanme darles un consejo, ignoren las absurdas explicaciones que el resto de los humanos les obliga a grabarse en la mente. Busquen sus propias explicaciones, saquen sus teorías y conclusiones ustedes mismos. Experimenten, déjense sorprender por hasta lo más común y aparentemente rutinario, porque al final, de eso consiste la vida. De ser niños, pero no de manera literal. Un anciano puede volver a ser un infante, enamorarse de su alrededor y verlo como si fuese la primera vez. Y, así... son más felices.
    ¡Dejen de ver la lluvia como simple agua cayendo de las nubes causadas por la evaporación! Y observenla como pintura de colores invisibles al pecador ojo humano mandada por fuerzas inexplicables para restaurar y llenar de vida a nuestro misterioso e impredecible planeta. ¡O lo que es mejor! Vivan la poderosa y esplendida magia de la lluvia como sus corazones le dicten. Dejen su imaginación surgir y enamorense por cuenta propia.

Pero por sobre todo, ¡Renuncien a esa absurda creencia mundana de que el amor era solo el producto de hormonas pertenecientes a la química!

Por favor, el amor es muchísimo más que eso. Pueden estar completamente seguros. No soy nadie para imponer una definición al amor. Porque al hacerlo estaría contradiciendome a grandes rasgos. Además que resultaría imposible ante cualquier cosa. Ni nuevas palabras, tampoco grandes párrafos, mucho menos palabras infinitas bastarían para expresar que clase de fuerza es la que provoca dicho sentimiento.
      Pero esa fuerza inexplicable es la que impulsa a los dos seres a verse con total alegría y emoción. Antes de que sin previo aviso, una pregunta un tanto obvia escape de los pequeños y temblorosos labios del más bajo.

—¿Me amas?

—Aquí, y en mil vidas más.

Sonríe. Y Bon no necesita preguntarle lo mismo, porque en el momento en que ambos cuerpos se fusionan en uno solo antes de volverse algo parecido a una deslumbrante estrella en medio del infinito universo, lo confirma. Confirma que el amor es mutuo, y eso es lo último de lo que se entera antes de perder totalmente la noción de todo para concentrarse únicamente en existir complementado. Vivir para él, y para su infinito y eterno amor.
       Porque ellos eran como una mancha de tinta en medio de una hoja en blanco. Ella puede significar muchas cosas, entre ellas, indefinición. Pues nunca nadie sabrá jamás lo mucho se se amaban, ni siquiera yo. Solo ellos son consientes de la autenticidad de su amor porque ahora son uno mismo.

Y así sería, porque todos los finales, suelen ser nuevos comienzos.

Y permanecerían juntos,
de aquí, a la eternidad.

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