Ahora sin el lobo debía buscar una nueva presa como siempre lo hacía, solo que esta vez, la presa la encontró a ella, o más bien a su único y atesorado secreto, una zorrita dormía plácidamente junto a sus flores, arranco una y mientras acariciaba los pétalos la bruja no pudo evitar sonreír, con facilidad lograba ver los deseos que la zorrita ya había pedido desde hace mucho, era la presa perfecta, con cuidado se acercó al animal y sin asustarla acaricio despacio sus orejas.

—despierta querida

La zorra poco a poco abrió sus ojos encontrándose con la bruja, inclino de lado su cabeza sin apartar la vista de ella, era una mujer hermosa.

—tu deseo será concedido siempre y cuando aceptes servirme

La zorra al escucharla se asombró, se levantó de inmediato y sin más movió su cabeza en modo afirmativo, la bruja sonrió con deleite observando ese hermoso color plata de sus ojos, se puso de pie y con la mano que no tomaba la flor toco la cabeza de la zorra convirtiéndola en humana, su cabello rojo y ojos plata eran algo llamativo, para la bruja eso era magnifico.

—Ahora serás capaz de hacer todo lo que deseas, solo deberás servirme.

—Así lo haré. —menciono ahora la humana.

—Me llamo Montserrat, así puedes decirme, querida.

—Montse. —pregunto con inocencia la humana, la bruja sonrió, ya no necesitaba de la flor, ahora ella le pertenecía sin problemas

—Así es mi pequeña cerecita...

Fin

...

¿o quizás no?