•Capítulo 1: El príncipe Loki

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La gloria se encuentra en el intento de alcanzar la meta de uno y no llegar a ella

Tras los incidentes en Nueva York, Loki regresó a Asgard donde Odín, el padre de todo, le daría la sentencia por sus actos inmorales. Él, primeramente, lo había mantenido en las mazmorras.

Justo con todos los otros criminales. Eso hasta que Thor lo ayudó a escapar.

Una vez que ambos volvieron Odín volvió a tomar sentencia por Loki.

Desterrado de las tierras de Asgard fue enviado a pasar el resto de sus días a las montañas lejanas, donde un pequeño pueblo yacía allí.

En ese pueblo una chica pelirroja corría de un lado a otro haciendo los mandamientos que su madre le ordenaba.

—Date prisa hija, el príncipe ya está por llegar —dijo esta.

—No entiendo porque su majestad vendrá a un lugar como este —la chica respondió con el ceño fruncido. —Es simplemente espantoso.

La idea de una celda con todas las comodidades, como se decía que él tenía, era mejor que vivir en un pueblo de montañas que era maloliente y muy pequeño. Sin contar que el único lujo que tenían era poder tener estufas para pasar los tiempos fríos.

—Odín, padre de todo, le ha desterrado a nuestro pueblo hija mía —explicó. —Como castigo.

A ella eso le pareció raro.

—Madre, ¿porque él hizo algo así? —dejo las cosas sobre la mesa.

—El príncipe Loki debe ser castigado por su ataque a Midgard, cariño —explicó cortando verduras. —Fue terrible tratar de conquistar su lugar.

La chica seguía confundida acerca de lo que su madre le hablaba, le ayudo con los quehaceres de la casa.

—No, no. ¿Por qué Odin hizo eso? Él es su hijo, no puede mandarlo lejos sólo porque no le quiere —susurro la última parte.

—¡Por los dioses! No vuelvas a decir algo así sobre el padre se todo —su madre la regaño.

Atenea solo asintió y bajó la cabeza sin volver a decir nada de eso.

Ella, como la mayoría de los habitantes de Asgard, admiraba a los dioses. Pero como sólo unos pocos, apenas contados con los dedos de la mano, no sentía odio hacia el Dios de las travesuras.

Ella debía admitir que sentía empatía por el príncipe Loki. Se imaginaba el dolor de todo aquello por lo que paso. Todo lo que le impulsó a cometer tales atrocidades contra Midgard.

Él fue criado en palacio. Como su hermano Thor, creciendo y aprendiendo lo mismo que a él le inculcaron.

¿Por qué Loki fue diferente?

Atenea culpaba a todas aquellas cosas por las cuales pasó.

La noticia de que no era hijo legítimo de Odín llego a oídos de todos. Para muchos eso y los acontecimientos de Nueva York lo hicieron una persona cualquiera. Ya no alguien más de la realeza.

Ella por su parte, si hablara algún día con él, seguiría diciéndole príncipe Loki.

Al fin y al cabo, es lo que él fue toda su vida. Todo a lo que él estaba acostumbrado.

Era difícil cambiar lo que uno está acostumbrado.

Sin embargo, tenía entendido por lo que decían de la esposa de Odín que era una madre amorosa, una persona de bien, alguien que parece protegería a su hijo por sobre todas las cosas.

¿Acaso él no había pensado en ella?

Él había estado nublado por la ira y envidia que tenía hacia su hermano que no pensó en la única persona que lo trató siempre con amor y compresión. Aquella persona que él llamaba su madre hasta el día en que murió.

Thor lo había tratado bien, pero Loki estaba cegado. Para él sólo su madre lo quería. Más aún después de las atrocidades que había hecho.

Para la chica la familia era de suma importancia. Ella sólo tenía a su madre y hermana pequeña. Ellas lo eran todo.

Cada cosa que hace, cada decisión que toma lo hace pensando en su madre. En qué pensaría o haría ella, en cómo afectaría a su hermana menor.

Salió un suspiro de los labios de la pelirroja quien siguió acomodando las cosas que había traído.

Se escuchó un murmullo afuera, su madre se asomó hacia la ventana viendo como las personas se amontonaban alrededor de la pequeña plaza central.

Ya las personas del pueblo se estaban amontonando para ver la tan llegada del príncipe Loki.

Atenea frunció el ceño sin entender a que se debía tanto alboroto a estas horas en la mañana.

—Él ha llegado —sentenció su madre.

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