13. MEMORIAM

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—¡Papá! —grité al salir corriendo de mi habitación.

Tuve una pesadilla horrible, mi corazón palpitaba desesperadamente en mi pecho. Me había despertado empapada en sudor, gritando. Mis pequeños pies descalzos se movieron rápidamente a lo largo del pasillo oscuro. No era fan de la oscuridad, pero tampoco quería estar sola en mi habitación. La casa estaba muy silenciosa.

—¿Papá? —llamé de nuevo cuando llegué a su puerta.

Por alguna razón, mi padre era a quien buscaba cuando tenía miedo o problemas. Estiré mi brazo intentando llegar al pomo de la puerta, era muy pequeña para mi edad. El pediatra había dicho que era porque necesitaba mejorar mis hábitos alimenticios, estaba en una dieta estricta para ayudarme a crecer.

Capté movimiento a mi derecha y giré la cabeza para mirar hacia el final del pasillo. Había una ventana de cristal abierta allí. Las cortinas blancas que colgaban alrededor de ella se movían lentamente con la brisa. No podía ver nada más allá de esa ventana, ninguna luz brillaba fuera, era todo negro.

—¡Papá!

Mantuve mi atención al final del pasillo mientras comenzaba a golpear la puerta.

—Ángeles.

Oí un susurro y me congelé, con la mano pegada a la puerta. El viento sopló más fuerte, haciendo que las cortinas blancas volaran repentinamente y se desprendieran de la ventana abierta. Mi cabello se sacudió alrededor de mi cara, cubriéndola. Grité mientras trataba de sacarme el pelo para poder ver. Tropecé y caí hacia atrás sentada de golpe. El viento era tan fuerte que tuve que luchar por mantener los ojos abiertos.

—¡Papá! —chillé, temblando.

¿Qué estaba pasando? Quería levantarme, pero cada vez que intentaba el viento me empujaba hacia atrás y terminaba cayendo de nuevo. Lágrimas brotaron de mis ojos. Entonces lo vi: Una forma alta y oscura de pie junto a la ventana. El viento no parecía afectarle. Empecé a arrastrarme hacia atrás hasta que mi espalda chocó con la pared detrás de mí. La figura desapareció en el viento, convirtiéndose en humo oscuro. Grité con todas las ganas al ver ese humo oscuro acercándose.

—¡Papá!

Me desperté de golpe. Todo mi cuerpo estaba cubierto de sudor, la bata de hospital se pegaba a mi piel. Estaba temblando incontrolablemente. Me sostuve el pecho y me senté tratando de calmarme.

—Solo fue un sueño, sólo fue un sueño —repetí.

Esa fue una de las pesadillas más horribles más intensas que había tenido y había tenido muchas. Una ola de mareos se apoderó de mí y fue entonces que noté lo débil que estaba. Me lamí los labios y estos ardieron en resequedad.

Madness...

Por eso estaba tan débil, él se alimentaba de mí y luego caía en la oscuridad por un tiempo. Lo que él consumía definitivamente estaba relacionado con mi energía. Dejé salir un largo suspiro al levantarme lentamente. Necesitaba ducharme porque no sabía cuantos días habían pasado, y algo era seguro: Apestaba. Al llegar a la puerta blanca, la toqué. Sabía que estaba abierto, aún así no quería ningún problema. Después de unos segundos, un guardia la abrió:

—¿Qué?

—Necesito ir al baño —dije en un susurro.

—La enfermera vendrá con tu almuerzo pronto y luego te llevará a las duchas —explicó mientras empieza a cerrar la puerta.

—¿Almuerzo? —pregunté, sosteniendo la puerta abierta.

—Sí.

Había perdido totalmente la noción del tiempo.

—¿Cuánto tiempo he estado aquí?

—Tres días.

—¿Qué?! No... ¿estás seguro? —Asintió con la cabeza.

¿Ya llevaba tanto tiempo aquí? Por eso apestaba; ¿no me había duchado en tres días? Me estremecí de asco; realmente necesitaba lavarme. El guardia notó el desconcierto en mi cara porque me dijo en voz baja:

—Has estado durmiendo la mayor parte del tiempo.

—Entiendo.

Di un pasa atrás. El guardia me dio una sonrisa comprensiva y cerró la puerta.

Me senté sobre mi cama. Necesitaba mantener el control sobre la realidad de lo contrario me iba a volver loca en este lugar, bueno, es decir, si ya no lo estaba. ¿Cómo se suponía que lo sabría? Yo me sentía cuerda, pero ¿ese no era el caso de todos los locos? Muy pocas veces había visto a una persona no cuerda admitir que estaba loca.

—Hola.

Volteé la cabeza hacia esa voz suave. Era una anciana vestida con un traje blanco, definitivamente era enfermera.

—Hola —saludé, un poco incómoda.

—Me llamo María —dijo colocando una bandeja en mi regazo.

—Yo soy An—

—Ángeles, lo sé. —Me sonrió dulcemente. Tenía un aura maternal muy tranquila. Miré el almuerzo y noté que había dos píldoras junto al plato con un vaso de agua.

—¿Qué son? —señalé las píldoras.

—Píldoras para relajarte, debes tomarlas después de comer —me indicó. Al instante recordé las palabras de Dagon:

Quieren mantenerte tranquila y débil. ¿No te has preguntado por qué no estás llorando o rogándoles que te dejen salir? ¿Por qué estás tan tranquila con esta situación, hablando conmigo? Es la droga.

—No las voy a tomar —dije firmemente cuando comencé a comer. La enfermera no dijo nada. Me moría de hambre, así que básicamente devoraba todo en mi plato.

—Él no es real —dijo la enfermera de repente, pausé y mastiqué lentamente mirándola.

—¿Él?

—He visto tu expediente —admitió y se sentó en la silla blanca a pocos metros de distancia—. He trabajado aquí por más de 30 años y créeme, él no es real.

—¿Cómo lo sabrías? —Ella no sabía nada—. Me ha hecho daño... y—

—Estas cosas sólo están sucediendo dentro de tu cabeza. Eres tan joven. He visto a muchas chicas jóvenes como tú desperdiciando su preciosa vida encerradas en este lugar, envejeciendo y llegando al final de sus días en soledad, sólo porque no podían admitir que los monstruos dentro de sus cabezas no eran reales.

—No lo entiendes.

—No te ha hecho daño. Tú te has lastimado a ti misma, Ángeles —continuó.

—¿Qué? Yo jamás— hubo un golpe en la puerta y luego se abrió lentamente.

—Lleva a la chica a las duchas, tiene una visita —informó el guardia a la enfermera.

#

Después de tomar una larga ducha y volver a mi habitación, por supuesto que fui escoltada por la enfermera todo el tiempo; me puse otra bata de hospital. Empezaba a odiar la blancura de este lugar. Era bastante inquietante si me preguntabas. ¿Quién era el visitante? ¿Era Raven? Como si hubiera oído mis pensamientos, ella abrió la puerta y entró. Lágrimas brotaron a mis ojos rápidamente.

—¿Cómo pudiste? —mascullé entre dientes. Ella bajó la mirada.

—Lo siento.

—¿Por qué me has hecho esto? —Me levanté, apretando los puños. Nunca había estado tan enojada con ella, pero estaba hirviendo.

—No tenía elección, Ann.

—¿Elección? Yo —me señalé a mí misma—, yo fui la que no tuvo elección. Me encerraste aquí contra mi voluntad. ¿En qué diablos estabas pensando? ¿Por qué?

—Ann, yo—

—Este es un hospital psiquiátrico, Raven. Y no estoy loca.

—Lo siento, de verdad.

—No te atrevas a decir que lamentas todo esto —Raven levantó la mirada y sus mejillas estaban rojas, las lágrimas rodaban por ellas lentamente. Mi ira disminuyó un poco —No quiero estar aquí.

—Lo sé —murmuró—. Lo sé, y me dolió más de lo que crees internarte.

—Entonces, ¿por qué me traerías aquí? ¡Eres mi hermana! Se supone que debes ayudarme, no encerrarme en una institución mental.

—No quería perderte.

—Oh, ¿de verdad? —Pregunté sarcásticamente—: ¿Es todo lo que tienes? Qué excusa tan tonta, Raven. Yo-

—¡No quería que murieras! —Gritó sorprendiéndome—. ¡Te encontré en la barandilla del balcón! Ibas a saltar, Ann. ¡Lo pude ver en tus ojos! No me culpes por querer mantenerte con vida. Te quiero, eres mi única familia. No puedo perderte. No puedo.

Decir que estaba confundida era un eufemismo. Las palabras de Raven seguían girando alrededor de mi cabeza. No podría haber... Me acordé de esa escena. Estaba con Dagon que fingía ser un cazador. No intenté saltar, ¿verdad? Corrí mis dedos a través de mi cabello mojado y me senté en la cama.

—Estoy aquí. Déjame ayudarte —dijo Raven sentándose a mi lado.

—Él... era tan real... Yo...—

—La Dra. Avery me dijo que podía ayudarte, Ann.

—Pero son... —Los destellos de la sonrisa juguetona de Dagon y la sonrisa sádica de Madness llenaron mi mente—. Tienen que ser reales, no hay manera de que mi mente pueda crearlos. Su personalidad...

—Ann, sólo quiero que cooperes con la Dra. Avery. Ella te ayudará. No te estoy diciendo que creer, sólo déjanos ayudarte. —Me apretó el hombro con gentileza.

—Te dejaré ayudarme si al menos me prometes que tratarás de entenderme, y ser honesta conmigo.

—Lo prometo —dijo ella. Podía sentir la honestidad en su voz. Me vino a la mente una pregunta.

—Raven. —La miré—. ¿Alguna vez lo has visto?

—¿A quién?

—Ya sabes de quien hablo. —No iba a decir su nombre. Raven miró hacia otro lado.

—No.

—¿Raven?

—Ann, yo sólo...

—¿Qué? —Suspiró y apartó la mirada. Estaba jugando con sus dedos. Usualmente lo hacía cuando estaba nerviosa.

—¿Te acuerdas del patio trasero del orfanato?

—¿Te refieres al patio de recreo? —Asintió con la cabeza—. Por supuesto que me acuerdo. Solíamos jugar allí todos los días, ¿por qué?

—¿Recuerdas el día que te caíste del tobogán?

—Sí, me raspé la rodilla. —Enarqué las cejas sin saber adónde iba esto.

—Estuviste llorando por un tiempo, pero de repente te detuviste y sonreíste —me quedé mirando la pared, recordando—. ¿Recuerdas por qué dejaste de llorar, Ann?

Las imágenes de Raven y yo brillaban ante mis ojos. Había estado llorando mientras estaba sentada en el columpio frotándome la rodilla raspada. Raven estaba a mi lado tratando de consolarme. Mi hermana siguió hablando:

—Empezaste a caminar hacia el bosque...

El recuerdo me llegó de golpe:

—Me duele. —Me quejé frotándome la rodilla. La fresca brisa de primavera me pegaba en la piel.

—Lo sé, pero ya deja de llorar —suspiró Raven. Había estado llorando por un tiempo. Había unas pocas líneas de sangre rodando por mi rodilla.

—Sangre...—gruñí con disgusto y levanté la mirada. Dejé de llorar al instante cuando mis ojos se encontraron con un par de ojos rojos, una figura oscura estaba de pie junto a un árbol en el bosque. Me sonrió, mostrando sus dientes puntiagudos. Le devolví la sonrisa mientras me bajaba del columpio.

—Ann, ¿por qué sonríes así? —Escuché a Raven preguntar detrás de mí: —¿Adónde vas? ¿Ann?

Me dirigí hacia el bosque y me detuve justo en el borde del patio de recreo donde comenzaban los árboles monstruosos. La figura oscura se arrodilló y me ofreció algo. Sonreí cuando vi dos grandes piruletas en sus manos.

—¿Son para mí? —Pregunté emocionada. Asintió.

—¿Ann? —La voz de Raven sonaba muy lejos.

—Déjame ver eso —pidió señalando mi rodilla. Puse mi pierna hacia adelante para que él pudiera verla—. Mírame.

Hice lo que me dijo y él puso la mano encima de mi rodilla sin tocarla solo ahí en el aire.

—¿Qué estás haciendo? —Pregunté, pero mi atención estaba en las dos jugosas piruletas en mis manos. Sentí una sensación cálida en mi rodilla que luego desapareció. Ojeé mi rodilla y estaba perfecta. El rasguño se había ido—. Oh, ¿cómo hiciste eso? ¿Eres un superhéroe? —Me toqué la rodilla felizmente.

—No soy un héroe —dijo con frialdad— ¿Has estado haciendo lo que te pedimos?

—Sí —afirmé con orgullo. Observé su cabello, era un desastre—. Tu cabello parece un nido de pájaros.

—No todo el mundo tiene el pelo perfecto y liso —respondió molesto—. Al menos, no estoy llorando como un bebé por un rasguño.

—No lloraba como un bebé.

—Sí, lo hacías. —Le pinché la mejilla y luego presioné su ojo.

—¡Au! —Se quejó frotándose el ojo. Me reí de él. Me dio una mirada asesina antes de hablar: —Eres malvada, ¿no? —Seguí riendo y él estaba a punto de agarrar mi muñeca, pero salté hacia atrás. Le saqué la lengua, él rodó sus ojos—. Tan madura.

—Adiós, adiós. —Le agité la mano en el aire como despedida y me alejé. Raven venía hacia mí con largos pasos.

—¿Qué estabas haciendo?

—Nada, mira, tenemos piruletas. —La cara de Raven se iluminó. Le di una y nos sentamos en la rama de un árbol caído para comérnoslos. Esa fue una de las mejores piruletas que tuve en mi vida.

—¿Ann? —La voz de Raven me trajo de vuelta al presente.

—Lo recuerdo ahora —susurré preguntándome ¿cómo podría haber olvidado ese momento? Miré a Raven—. Ese día... ¿lo viste en el bosque?

Sostuve mi pecho, esperando una respuesta. Raven miró hacia otro lado y apretó las manos, preparándose para responder.

#

Nota de la autora: Holis, Insaners. Ya sé, es un nombre terrible. Ténganme paciencia. Sé que les he fallado mucho con los sábados de Insania y sigo trabajando en un maratón. Ténganme fe. T.T

¿Qué pensamos de este capítulo?

¿Team Ángeles está loca o Team el demonio de la locura es real?

Cuando pienso en el origen de Insania, recuerdo estar una noche en mi habitación a oscuras y pensar que si veía algo o si me asustaban, y lo contaba... ¿me creerían? Creo que eso es lo que más asusta de esta novela, no tanto escenas de horror o suspenso (que también forman parte) sino que cuando nos ponemos en los zapatos de Ángeles, si pasamos algo así, la realidad es que también nos tacharían de locos. En fin, solo quería comentarlo. 

Muakatela, 

Ariana G. 


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