Capítulo 1

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Asustado.

Si Jimin tuviera que resumir su estado en ese preciso instante, no habría mejor palabra. Jamás pensó que, estando tan cerca de su objetivo, se acobardaría de esta manera. Por supuesto, creyó imposible que el propio Jeon Jungkook solicitara ser entrevistado por él, un periodista desconocido ante el mundo. ¿Acaso sabría que Jimin lo había estado investigando? ¿Buscaría deshacerse de él?

—No seas ridículo —susurró para sí. Jeon no tenía forma de saber de sus averiguaciones, esto tenía que ser una coincidencia, ¿o no?

Ya bastante tenía con haberse quedado sobrecogido con la apariencia de la casa, hasta el punto de paralizarse, como para seguir sumando aspectos que acrecentaban sus nervios. La vivienda no era la gran mansión que se esperaría de un multimillonario como Jeon Jungkook, pero no dejaba de ser imponente. Toda en colores gris y negro, con un estilo victoriano y tétrico. Adentro no variaba mucho. Colores oscuros por doquier. Cuadros abstractos pero que proyectaban demasiadas emociones en sus trazos, era una mezcla tan compleja que Jimin no podía descifrarla; no estaban firmados, así que no reconocía el autor, aunque tampoco era muy versado en el arte como para acertar. El piso era de mármol negro, la mueblería y las escaleras, de ébano.

«Lúgubre y solitario», pensó. Sin embargo, era notable la identidad de su dueño, su esencia, a pesar de que no fuera precisamente acogedora.

—Sígame, señor Park, el señor Jeon lo verá en el Oasis. —Sebastian, el mayordomo, aparentemente, le sorprendió con su regreso.

Jimin había estado diez minutos esperando por el regreso de este hombre, que lo había recibido. No obtuvo una explicación, ni una disculpa por el retraso injustificado. Pero, de nuevo, ¿quién era Park Jimin para ameritar una explicación o una disculpa por el gran Jeon Jungkook? Que solo hubiese tenido que esperar diez minutos, era de por sí un milagro, por no mencionar el hecho de haber obtenido una cita.

—¿Oasis? —tanteó, tratando de romper el silencio del trayecto. Fue un intento fallido.

La respuesta llegó por sí sola pocos segundos después. El jardín trasero, encriptado en cristales de invernadero, era, sin lugar a dudas, un sitio de ensueño en medio de tanta aura sombría.

Sebastian le abrió la puerta y le indicó con un gesto que pasara. Jimin cumplió la petición silenciosa y se despidió del hombre con una reverencia silenciosa. Se quedó absorto observando el interior. No había plantas con flores, al menos no en abundancia, pero sí había varias especies exóticas de orquídeas y suculentas, dispuestas a modo de un pequeño jardín, alrededor de dos sillones ubicados uno frente a otro, de color negro, separados por una mesa de café.

Toda la casa, incluido ese inusual jardín, ambientado para parecer una mini selva, era extraña. Una combinación inusual en su conjunto, y en relación a su dueño. La reputación de Jeon Jungkook lo precedía. A pesar de que Jimin sabía que no debía dejarse llevar por los rumores, pero era imposible permanecer indiferente. ¿Y si Jeon era realmente un sociópata asesino? No podía deshacerse del mal presentimiento, ni del escalofrío que lo había acompañado desde que su vista se encontró con la sombría propiedad.

¿Por qué estaba tan asustado? ¿A dónde había ido su determinación de comprobar el fraude farmacéutico de Jeon Enterprises en su expansión? No solo estaba de por medio la sospechosa muerte del CEO de la empresa perdedora de todas sus acciones, sino también las apariciones de cánceres potencialmente mortales en los pacientes que consumieron los medicamentos. Había estudiado periodismo para exponer esta clase de ilegalidades, nunca le interesaron los chismes de celebridades o los reportajes sin sentido. Quería contribuir a impartir justicia y, de paso, usar este caso como peldaño para impulsar su carrera. Entonces, ¿por qué? ¡¿Por qué no podía dejar de temblar?! ¡¿Por que su cabeza no dejaba de quedarse en blanco, sin importar cuánto tratara de centrarse?!

—Mierda... —susurró. Un sonido de hojas moviéndose se escuchó desde las plantas a su derecha—. ¿Hola? —Su voz tembló—. ¿Hay alguien ahí?

Jimin no pudo decir nada más, lo que estaba frente a él era demasiado. No se trataba del hermoso rostro del hombre que acababa de salir de entre las hojas, con su cabello y ojos negros, poseedores de una mirada tan intensa e indescifrable que parecía desnudarle el alma, solo para bañarla de oscuridad; no era sobre el suéter blanco, cubierto por un saco beige, unido a unos pantalones de ese mismo color y unos tenis color marfil, creando un look estilizado, pero casual; mucho menos se reducía a la copa llena de fresas en su mano izquierda, o la que sostenía frente a su rostro en la mano derecha. El quid de la cuestión era: ¡¿esas manchas en sus ropas eran de sangre?!

«Es sangre...», concluyó Jimin.

—Buenos días, señor Park —saludó el hombre, sin dar importancia a la pérdida de color en el rostro de Jimin—. Perdone la demora, a pesar de su cita programada, tuve... algunos asuntos de los que encargarme. Soy Jeon Jungkook. Es un placer recibirlo. —Sonrió, sin molestarse en ocultar su malicia.

«Cálmate. Es imposible que sea sangre. Pero ese rostro de sabelotodo, como si pudiera ver a través de mí... No puedo darle esa ventaja». Los pensamientos de Jimin iban a mil por hora. Enderezó su postura y se dispuso a saludar con cortesía, ocultando sus nervios y sustituyéndolos por aversión. Después de todo, estaba delante de un asesino, estaba convencido de ello.

—Park Jimin, de Seoul News. —Hizo una reverencia respetuosa—. No se preocupe, no hace mucho que llegué. Muchas gracias por su tiempo.

—¿Se encuentra usted bien? Lo noto algo pálido.

No pasó desapercibido a los ojos del periodista, el brillo divertido en la mirada de Jeon. «Lo ha hecho a propósito», gruñó en pensamientos.

—No es nada. —Se acomodó las pertenencias en sus brazos—. Solo me sorprendió su —lo miró de arriba abajo— repentina aparición de entre los arbustos.

—Oh, ya entiendo. Tuve una oleada de inspiración y no pude evitar hacer algunos trazos en mi lienzo. Como disculpa por hacerlo esperar, recogí unas fresas para usted. —Le ofreció la copa llena, a la vez que devoraba de una mordida la que tenía en su otra mano-. Las cultivo yo mismo, aquí en Oasis. Puede ponerse cómodo y degustarlas mientras me cambio de ropa. No sería educado de mi parte entrevistarme con usted, pareciendo estar lleno de sangre, ¿verdad?

Jimin pudo percibir que el tono burlón era totalmente intencional. Este hombre lo estaba subestimando, sin lugar a dudas. Se estaba divirtiendo a su costa. ¿Con que esas tenían? Dos podían jugar ese juego. No por nada se había graduado con honores de la universidad. Usaría todos sus conocimientos y talento para sacar a este hombre de sus cabales y demostrar su punto.

—Tómese su tiempo, Señor Jeon. —Ofreció una sonrisa de dientes apretados.

Recibió un asentimiento en respuesta y se quedó solo en medio del inmenso invernadero. Dejo su portafolios en la mesa y comenzó una exploración superficial por el lugar. Era hermoso, sin perder su toque aterrador. A medida que caminaba, las especies de plantas se iban haciendo más grandes y frondosas, alejando la luz, dando un ambiente enigmático. Observó lo que parecía un claro a la distancia y se dirigió allí. Llegó al cultivo de fresas, solo unas pequeñas parcelas. Parecían haber sido cultivadas con esmero, tenían un gran tamaño y un color brillante y uniforme. Sintió que algo lo miraba con intensidad desde su espalda y se volteó.

—Santo cielo... —jadeó.

Un enorme lienzo de más de un metro cuadrado se erigía imponente tras él, con la imagen de un lobo negro, feroz y aterrador, con lo que parecía un corazón humano entre sus fauces. El rojo y el negro se mezclaban en un contraste agresivo, apasionado y misterioso; los orbes de la bestia parecían capaces de penetrar en el alma de quien se atreviera a mirarle a los ojos.

—¿Interesado en el arte? —Jimin volvió a saltar en su sitio, maldiciendo para sus adentros. Jeon había vuelto, esta vez vestido totalmente de negro y con su cabello peinado hacia atrás—. No suelo mostrar mis obras, mucho menos sin terminar. Pero, aparentemente, me ha tocado un invitado curioso el día de hoy. —El énfasis en la palabra 'curioso' no podía ser una coincidencia, no cuando se acompañaba de una mirada evaluadora y conocedora—. ¿Por qué no regresamos y damos inicio a la entrevista? Seguro hay mucho que desea saber.

El periodista tragó grueso, sin saber cómo replicar, y guardándose la sorpresa de descubrir que probablemente todos los cuadros en la casa habían sido pintados por Jungkook. ¿Qué otros secretos y talentos guardaba este hombre? ¿Serían tan oscuros como su arte? De repente, una curiosidad renovada sustituyó los nervios, haciendo una mirada determinada arder en su rostro.

—Sí, hay mucho de qué hablar.

Dios mío, cuánta notificación en tan pocos minutos jandbdmdjf. Tantos son los nervios, que he demorado tres siglos en editar este capítulo jajajaja.

Espero la idea les guste, creo que entra en mi repertorio de rarezas random. Pueden agradecer a la señorita abyss_nanai cuya portada me inspiró a crear la historia (premade que voy rumbo a solicitar justo ahora jajajaja. Luego verán ese alto pedazo de arte, que esta humilde historia podrá usar). 💜

Es como que hay mucho que quiero decir, pero mi mente sigue en blanco. Así que me callo, antes de que empiece a hablar pura pendejada.

Chao chan 😘

Hasta la próxima actualización.

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