6: Amarillo

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El olor de un omellette recién hecho fue lo que le dio inicio a esa mañana.

Jackson amaba comenzar sus días así, con el olor del desayuno, apetitoso y energizante, la calidez del sol entrando por su ventana, calentando su piel y su mente, haciéndolo entrecerrar sus párpados. Los sonidos de la ciudad también entraban por su ventana abierta, jugueteando con las cortinas, pero eran amortiguados por la música que provenía desde el salón, llegándole como un murmullo mezclado y familiar. Todo indicando que comenzaba una nueva mañana.

Una nueva mañana junto a Yugyeom.

Rodó en la cama, perezoso. Quería levantarse ya, pero eso no significaba que su cuerpo fuera a estar de acuerdo. Sus músculos se quejaron un poco ante sus amplios estiramientos, casi tan adormecidos como él. Eran las consecuencias de una noche un poco alocada. De las muchas vueltas que dieron en esa cama, adoptando posiciones extrañas pero placenteras, de esas que solo se les ocurrirían hacer a ellos dos, ambos igual de intrépidos o “locos” según los demás. Pero eso no importaba, a Jackson no le molestaban esos tirones, formaban parte de su día a día, eran las consecuencias de una felicidad a la que no renunciaría por nada del mundo.

Se sentó después de un par de minutos, frotando sus ojos con el dorso de sus manos, desperezándose a la vez que quitaba los molestos cabellos rubios que invadían su mirada. Intentó levantarse, pero la repentina sensación de unos largos brazos rodeando su torso y tirando de él hacia atrás lo hizo chillar, una mezcla de sorpresa y miedo apoderándose de él. Pero solo fue un instante, justo el que necesitó para escuchar la sonrisa desarreglada de Yugyeom. Esos brazos eran los suyos, piel irrealmente pálida sobre la suya un poco bronceada, cabello negro intenso jugando en el ángulo de su cuello a medida que suaves besos se iban deslizando por su hombro. Eso era Yugyeom, una algarabía, brillante y llena de energía.

-Buenos días, hyung. -canturreó, apretando a Jackson sobre la cama, obligándolo a recostarse de nuevo, envolviéndolo con brazos y piernas, aprovechando su tamaño para adueñarse por completo del mayor, sentirlo más suyo.

-Alguien se despertó con mucha energía hoy. -ronroneó Jackson, tomando una de las lindas manos del menor para depositar suaves besos en sus dedos.

-No… solo te extrañaba allí, estaba solito en la cocina, hyung. -Yugyeom habló como si su voz fuera pequeñita, y Jackson no necesitó mirar su rostro para saber que estaría haciendo un puchero. Sus graciosos labios estirados, creando una linda y apetecible forma, no necesitaba comprobarlo, conocía de sobra las expresiones de Yugyeom, sus mañanas melosas y se sentía feliz en ellas.

Tampoco necesitó preguntarle qué había preparado, podía oler los omelettes, el aroma de las especias y del aceite caliente en las ropas del menor. También notó la humedad del jugo de naranja recién exprimido en sus manos. Jackson no era observador, pero Yugyeom era obvio y desordenado, siempre fácil de entender, transparente y sincero para todo, ya fuera dicho, hecho o pensado.

-¿Ya lo preparaste todo? ¿O necesitas ayuda?

-No… solo vine a despertarte. -Yugyeom se apartó ligeramente para levantarse, aun con sus manos entrelazadas-. Vamos, preparé todo lo que te gusta.

-Ya sé que lo hiciste pequeño.

Yugyeom hizo un pequeño puchero inconforme.

-Sé que algún día voy a lograr darte una sorpresa.

Jackson se levantó también, su sonrisa cada vez más amplia a medida que se dejaba llevar por el menor hacia el comedor.

-Está bien… tus intentos son lindos.

Yugyeom dejó salir una breve risita y se detuvo antes de salir de la habitación.

-Entonces cierra tus ojos, hyung. -Pidió, repentinamente sonando un poco más serio. Jackson le sostuvo la mirada, un poco extrañado.

-¿Aún quieres intentarlo?

-Hay algo que todavía no notas. Me gustaría poder sorprenderte al menos con eso.

A Jackson le tomó un par de segundos ceder, pero finalmente dejó caer sus párpados, guiado ahora únicamente por las manos de Yugyeom, por el sonido de su voz mientras le susurraba que tuviera cuidado y lo protegía cuidadosamente a cada paso.

El olor de la comida se hizo más fuerte a medida que se acercaban, la música un poco más alta y la luz del sol más intensa.

Pero hubo algo más. Un olor familiar, un ligero escozor en su nariz, algo avivando sus recuerdos. Olor a flores y polen, a las mañanas de antes, las de hacía algunos años. Olía como cuando abría su casillero cada día, siempre antes de las ocho, encontrándose sin falta un girasol y una nota. Día tras día, durante casi todo un año. Sus recuerdos se arremolinaron y sintió de nuevo la misma curiosidad, la misma mezcla de emoción y temor.

-Hyung…

Esa misma voz era la que había escuchado en su último año. La mañana en la que la nota no decía un sencillo “me gustas” o “ten un buen día”. Ese día la nota tenía una hora y un lugar, una decisión tomada. Y cuando estuvo en aquel sitio, escuchó esas mismas palabras, esa misma voz.

Yugyeom, con un girasol en sus manos y una sonrisa en sus labios.

-Me gustas mucho, hyung… aún… siempre…

Jackson abrió sus ojos al sentir como las manos de Yugyeom abandonaban sus hombros, encontrándose con lo que parecía un hermoso paraíso amarillo. Era imposible saber cuántos girasoles habría conseguido Yugyeom, la cuestión era que había decorado todo con ellos, cada jarrón, cada esquina, incluso en el suelo, girasoles grandes y frescos, tan amarillos que parecían robarle el brillo a la mañana.

-Gyeom…

El menor sonrió, complacido con la expresión sorprendida del mayor, feliz, como si solo eso fuera lo que necesitara. Después de todo, él también conocía a Jackson, le era fácil entenderlo y leerlo, no en vano lo había amado durante tantos años. No en vano sabía cada cosa, cada detalle.

-Feliz aniversario, hyung. -susurró, sonriente, demasiado alegre al saber que nada hubiera cambiado entre los dos, y de que el amarillo fuera, aun, el color favorito de jackson.




Corrección: mili_ngu

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