Capítulo 102: La aventura de Jackie IX

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Sin darse cuenta, apretó el paso, alejándose de Oliver.

—¿Jackie? —preguntó el muchacho.

—Un segundo.

Aceleró más el paso.

—¿A dónde vas?

—Solo un segundo.

Echó a correr.

Cada vez vislumbraba mejor a la persona. ¿Acaso era ella? ¿Qué hacía allí? ¿Acaso intentaba llamar su atención? Corrió más rápido.

"Necesito comprobarlo", pensó para sí.

—¡Jackie! —gritó Oliver—. ¡Cuidado!

¿Cuidado con qué?

De pronto, Jackie se percató del sonido de unas pisadas. Eran rápidas y notorias. Un caballo. ¿Acaso la iban a atropellar?

Rápido, se giró para ver de qué se trataba. El brillo de la armadura del Perseguidor fue lo primero que vio. La confusión la embargó. ¿Como había llegado hasta ahí? ¿Como los había encontrado?

Se giró de nuevo hacia la que creyó que era Hekapoo, pero ya no se encontraba sobre los árboles. Ya no estaba. Una nueva ola de confusión la asoló, pero no había tiempo para extrañarse. Tenía que hacer algo, evitar al enemigo. Salió del camino y corrió por el césped. Tal vez el caballo del enemigo se tropezara con algo y cayese. Pero, ¿y Oliver? Él también tenía que salvarse. Tenía que ayudar... Algo se le enredó entre las piernas y la hizo caer de bruces al suelo. Dio varias vueltas sobre el suelo y luego se detuvo.

Estaba aturdida y no podía ver con claridad. Escuchó al caballo del Perseguidor detenerse y el sonido de la armadura al bajarse. Desesperada, Jackie intentó levantarse, pero sus pies estaban apresados. Quiso arrastrarse para alejarse del peligro, pero la tomaron del cabello y tiraron de ella hasta levantarla a la fuerza. Se sujetó de la mano de quien la estaba tirando para que no le hiciese tanto daño, y abrió los ojos.

—Suéltala —gritó Oliver mientras le apuntaba con el arco.

Con su otro brazo, el Perseguidor le rodeó el cuello y la colocó delante, actuando de escudo.

—¿Estás seguro de que quieres disparar? —preguntó el tipo. Su voz mostraba algo de irritación, pero, sobre todo, autoridad—. ¿Crees ser lo suficientemente bueno para no darle si lo haces? —Oliver titubeó—. Bien, les voy a decir lo que va a ocurrir ahora, yo voy a hacer preguntas, y ustedes las van a responder. ¿Entendido?

Jackie estaba conmocionada. No sabía qué decir. Aquella no era su dimensión, así que, cualquier cosa que le preguntase sería extraña para ella. Por su parte, parecía que Oliver tampoco sabía qué decir.

El Perseguidor se impacientó.

—¿No dicen nada? —Hubo silencio—. Está bien. —Este le soltó el cabello a Jackie, pero solo para ponerle un cuchillo cerca del cuello, cosa que la puso aún más alerta—. Yo sé cómo motivarlos.

—Espera, espera, yo no soy de aquí —dijo Jackie.

El Perseguidor le hizo un tirón brusco y le acercó más el cuchillo al cuello.

—No intentes engañarme. Ya he tenido suficiente con perseguirlos hasta aquí. La paciencia se me acabó, y quiero respuestas.

—Espera —gritó Oliver—, ¿qué quieres saber? —El chico destensó el arco, pero no lo soltó, tampoco la flecha.

—Así me gusta. Dime, ¿qué sabes del grupo alborotador que mató a la reina Aradia?

Oliver miró a uno y otro lado durante un momento, pensando aquello que iba a decir.

—Mi padre —respondió rápido y agitado—. Mi padre dijo que había rumores sobre gente que quería que el rey no estuviese más en el trono. Rumores por mi barrio.

—¿Quién decía esos rumores? ¿De quién hablaban esos rumores? ¿En qué barrio vivías?

—N-no lo sé. Mi familia vivía y trabajaba en una panadería, cerca de la herrería del viejo Arthur y la taberna del Colgado.

—El barrio de la Cortada —adivinó el Perseguidor—, ya hemos interrogado a muchos de ese barrio. ¿A dónde huyeron los demás?

Oliver abrió la boca para decir algo, pero no sabía que responder. Estaba atrapado. Estaba claro que no lo sabía.

Jackie ya estaba cansada de estar siempre en peligro. Se supone que había ido a aquella dimensión para volverse más fuerte y no ser una carga para sus amigos. ¿Qué había conseguido hasta ahora? Se había vuelto una gran arquera, y había ganado fuerza, pero, ¿de qué le servía eso ahora? Durante la conversación había conseguido zafar una de sus botas, gracias a eso, podría liberar su pie con facilidad. Pero de nada servía si no conseguía liberarse de alguna forma del agarre del Perseguidor.

—Es un niño. ¿No ves que no lo sabe? Salió huyendo de su hogar con su familia cuando era aún más pequeño. No recuerda nada de entonces.

El Perseguidor movió un poco a la chica para que esta pudiese mirarlo a la cara cubierta por el casco. Pudo notar en su visera un par de ojos marrones y una mirada endurecida.

—Te sorprendería saber cuánto es capaz de recordar alguien cuando están bajo amenaza.

—Familias. Hubo familias que se fueron a bosques como nosotros. Muchas de ellas fueron incluso más lejos que nosotros. Si las buscan más allá, las encontrarán. —Las palabras de Oliver eran apresuradas, como si se empujaran unas a otras para salir de su boca. La preocupación en su rostro. La humedad en sus ojos.

El Perseguidor se rio.

—¿Estás seguro, pequeño? —le apuntó con la daga—. ¿No me estarás mintiendo?

¡Ahora!

Jackie tomó uno de los dedos envuelto en armadura del Perseguidor y en un movimiento brusco lo dobló de golpe.

—Ah, hija de puta —chilló el hombre mientras soltaba a la chica y se llevaba una mano al dedo.

Jackie se liberó de su bota y salió corriendo antes de que pudiera ser atrapada de nuevo. Oliver reaccionó al momento, tensó el arco y disparó. La chica escuchó el chillido del caballo, y cuando se giró, vio que Oliver había disparado a los muslos del animal. Este salió huyendo mientras soltaba un chillido de agonía.

"Bien hecho, Oliver", pensó para sí. Con el animal lejos de ellos, podrían intentar huir. Aquella armadura tenía que ser demasiado pesada como para que el Perseguidor pudiese mantenerles el ritmo. Y seguro se cansaría mucho más rápido que ellos. Era su oportunidad.

Corrió hacia Oliver y lo tomó de la mano, lista para salir corriendo.

—No pienso dejar que se escapen —gritó el Perseguidor.

Jackie se giró un momento y vio al hombre con una ballesta en una mano apuntando hacia ellos. Sin embargo, vio otra cosa que le llamó la atención. Un jinete corriendo hacia ellos. Por un momento pensó que podría ser otro Perseguidor, sin embargo, vio que no llegaba la armadura de uno. Más bien se trataba de una mujer, una que se inclinó hacia un lado y levantó un mayal.

Confundido por el sonido del caballo acercándose, el Perseguidor miró hacia atrás, y antes de que pudiera reaccionar la mujer le dio un golpe directo en el casco del tipo. Resonó como una lata vacía cuando se la golpea con un palo. Y el Perseguidor cayó al suelo, inmóvil. Atónitos, Jackie y Oliver se mostraron sorprendidos mientras miraba a la mujer. Esta se bajó del caballo tras guardar su arma y se acercó a ellos.

Ahora podían verla con mejor perspectiva: pelirroja, pecas por todo el rostro, cabello corto y ojos verdes. Tenía una cicatriz diagonal en la nariz, y la sonrisa de una persona que sabe que se va a comer el mundo.

Oliver, en su línea, sacó una flecha del carcaj y le apuntó con el arco.

—Tranquilos —dijo la mujer, alzando las manos en señal de paz—, no soy su enemigo.

—¿Quién eres, entonces?

La mujer sonrió.

—Julie, miembro de los Halcones.

La respuesta de la mujer no es que fuera de mucha ayuda, sin embargo, la forma en la que lo dijo, su tono y alegría en su voz no inspiraban malas intenciones. No es como si pudiese estar segura de ello, pero tenía la sensación de que esa mujer en verdad no era su enemigo.

—No sé quiénes son los Halcones —dijo Oliver.

—Los Halcones somos un grupo de gormanos que velan por la seguridad de los suyos.

—¿Cómo sé que dices la verdad?

—Oye, dame una oportunidad. El cuerpo desmayado de ese Perseguidor debería ser un indicativo de que, al menos, no quiero que ellos los capturen.

—En eso tiene razón —dijo el chico por lo bajo, con tal de que solo Jackie lo escuchase.

—Además, confíen o no en mí, los otros Perseguidores vendrán aquí en algún momento en busca de su amigo. Así que no es seguro que se queden por aquí cerca o por alrededores.

De pronto, Jackie reaccionó, extrañada.

—Espera, como sabes que el Perseguidor tiene aliados que estaban con él.

—Ellos nunca viajan solos —respondió Julie con naturalidad—. Solo se separan cuando quieren cubrir más espacio en una zona pequeña. Se vuelven a reunir al poco tiempo, y si uno de ellos no está, significa que, o bien alguno ha encontrado a alguien, o alguien lo ha encontrado a él. En cualquiera de los dos casos, sus compañeros vienen a buscar al que falta.

Aquello sí que llamó la atención a la joven humana. No sólo le había dicho lo que ella ya sabía, sino que le había proporcionado información desconocida. Lo cual solo hacía que la muchacha no se sintiese en comodidad de darle un voto de confianza a la tal Julie. Aun así, tenía que saberlo.

—¿Cómo es que sabes tanto acerca de los Perseguidores?

—Porque, para poder vencer al enemigo, hace falta conocerlo.

—¿Eres enemiga de los Perseguidores? —intervino Oliver—. Eso quiere decir que también eres enemiga del rey Orendel.

Respondió, alegre:

—Y con orgullo. Ahora, vengan conmigo. Los Perseguidores podrían venir en cualquier momento, y no podemos permanecer aquí y perder más tiempo. Ni ustedes, ni yo.

Si bien la información que tenía esa mujer la hacía ver muy sospechosa, pero tenía razón, no podían tentar a la suerte después de haber escapado de lo que podría haber sido una muerte segura. Y, pese a la situación y las sospechas que levantaba esa mujer, Jackie seguía creyendo, o sintiendo, que podían confiar en ella, pese a que la evidencia indicase que no se debía dejar convencer tan pronto.

Por el momento, seguirla era su única salida. Además, tenía razón. Habían sobrevivido al Perseguidor casi como por milagro. Si se quedaban allí, probablemente no correrían la misma suerte.

—Creo que deberíamos seguirla, Oliver. No podemos quedarnos aquí.

El chico se lo estaba pensando, pero antes de que dijera nada, a ambos les lanzaron un par de capuchas.

—Pónganselas —dijo Julie mientras se colocaba una también—. Será mejor que los vean lo menos posible.

—Aún no hemos aceptado —protestó Oliver mientras luchaba por sacar su cabeza por la capucha.

Julie estaba subiendo al Perseguidor a su caballo, haciendo gala de una gran fuerza, pero no sin esfuerzo.

—Demonios, este estaba gordo —bromeó la mujer. Utilizó otra capucha para cubrir al Perseguidor, como si se tratase un montón de carga que llevara consigo.

—¿Por qué te lo quieres llevar? —preguntó Oliver.

—Henrik quiere que le llevemos tantos enemigos vivos como sea posible —dijo mientras le daba una pequeña palmada a su caballo para que echar a andar. Luego ella lo siguió.

En vistas de que la chica parecía que no esperaría más, tanto Jackie como Oliver la siguieron. La humana recuperó su bota y se la colocó para andar con mucha más comodidad. Alcanzaron a Julie en nada.

—¿Quién es Henrik? —preguntó Jackie.

—El que se encarga de los interrogatorios.

—¿Los qué? —preguntó Oliver.

—Le hace preguntas a los Perseguidores.

—Y le contestan.

—Sí. Nunca he visto como lo hace, pero siempre que vuelve con nosotros, dice que consiguió hacerlos hablar —dijo Julie con total naturalidad, algo que hizo estremecer a Jackie, porque estaba claro que Henrik era alguna clase de torturador, y que eso a la mujer no le afectase significaba dos cosas: o bien la mujer no sabía lo que Henrik hacia para conseguir información, o lo sabía, pero no le afectaba en lo más mínimo—. No se preocupen, lo conocerán —algo que no tranquilizó a Jackie—, y también al resto.

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Aquí comienza una etapa distinta para Jackie y Oliver. Conoceremos nuevos personajes y un nuevo entorno. Espero lo disfruten.

Si te gustó el capítulo, escribe un comentario sin importar que estés leyendo esto después de uno o dos años de su publicación, pues me encanta leer a mis lectores. Y si gustas, también deja un voto.

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